El tema de los MENA tiene sus momentos, políticamente hablando. De repente a la Ciudad ‘le pica el bicho’ y asoma la cabeza para lamentarse del poco dinero que tiene para poder afrontar el fenómeno de la inmigración infantil. Saca entonces de la chistera el discurso mágico: nos tienen que transferir más. La ruleta va dando vueltas, nos ofrecen cifras de escándalo, nos hablan de mermas y consiguen elaborar el discurso teledirigido sobre este asunto, un tema recurrente que para la clase política no va más allá de eso: pedir dinero. Ahora tenemos 180 MENA, no les engañen, no hemos batido un record histórico, ha habido épocas en las que ha existido un mayor número de niños y aquí nadie se ha rasgado las vestiduras porque quizá no era el momento de hacerlo. Ahora debe ser que sí, por eso adoptan un lenguaje catastrófico para abordar un asunto que lleva años constituyendo una asignatura pendiente para el Gobierno. Y lo es porque durante muchísimos años no han prestado la atención que debían. Porque hubo tiempo y hubo dinero para construir un centro en condiciones sin tener que ‘usurpar’ lo que debía haber sido un albergue para atender a las familias sin hogar en Ceuta, que son muchas. Pero recuerden, se avecinaba una denuncia por no hacer bien las cosas y se tuvo que actuar a toda prisa y mal.
Ahora, enmarcado en ese ‘momento del miedo’ nos hablan de posibles alternativas. O dinero (que es lo que se quiere, después de haber asumido unas transferencias porque se presumía un chollo) o hablar con Marruecos para conseguir que se haga cargo de sus niños. Es, en esta última parte, donde entran en juego no diré las mentiras, porque suena demasiado agresivo, sino las medias verdades. Saben perfectamente que Marruecos no va a hacer nada, saben que es inviable la devolución de un menor vía Ceuta, saben que los temas espinosos deben abordarse con cuidado cuando se trata del vecino país y saben que ya hubo una iniciativa de crear centros sociales gestionados por oenegés en la que se implicaron incluso ceutíes que nunca llegó a buen puerto.
Así que ahora nos toca hablar de MENA, sacar los pañuelos y pedir dinero. Que no digo que no hará falta, pero a nuestros niños les enseñamos que antes de recibir deben ganárselo y me da que en toda esta historia, durante muchos años, solo se ha pensado en lo primero.