La comparecencia, ayer, del delegado del Gobierno, acompañado por el jefe superior de Policía, fue forzada. Si salieron a hablar sobre lo sucedido fue únicamente movidos por la crítica política más dura, que no fue otra que la encabezada por Caballas al hacer público que se giró una llamada informando de unos hechos y se tuvo que efectuar otra, hablando ya de disparos, para que la Policía llegara al lugar. Cabría preguntarse qué persiguió esta comparecencia más allá de protegerse mutuamente delegado a jefe, jefe a delegado. Porque más allá de una lectura de lo bien que se hizo todo, los ciudadanos siguen sin tener nada claro. Esto último es lo que importaba, lo primero viene en el sueldo. Ambos, delegado y jefe superior están obligados a aguantar el chaparrón, aunque parece que no están acostumbrados a ello. Al margen de la lectura de horas y minutos para justificar que en tiempo casi récord se llegó al escenario del ataque, no se han aclarado dudas. ¿Cómo puede ser que de una primera llamada a la segunda, en la que ya se habla de tiros, pudieran ocurrir tantos episodios trágicos (amenazas, encañonamientos, escapada del lugar pero nunca a la carrera...)? Hubo más llamadas, al margen de las cursadas por el 112, de ciudadanos que directamente se dirigieron a la Jefatura. No aciertan a decir cuántas, pero fueron muchas, así que lo que estaba ocurriendo antes de los disparos debió ser lo suficientemente importante como para generar esta reacción ciudadana. Aún así, pasó lo que pasó. Dice el jefe superior que ningún agente debía salir de la Jefatura para no dejarla abandonada. ¿Ni uno?, ¿cuántos efectivos protegen el edificio?, ¿auxiliar a un ciudadano tras escuchar disparos significa abandonar la Jefatura?, ¿acaso esos agentes no salen durante toda la madrugada?, ¿qué papel desempeña la inspección de guardia? Sánchez, de forma interesada, habla de que no se puede “abandonar” la sede, pero aquí nadie pide un abandono, solo que un agente, alarmado al igual que lo estuvieron muchos ciudadanos y tras oir los disparos, hubiera salido del lugar dejando a más compañeros dentro. Quizá, así, los resultados hoy hubieran sido distintos. Cucurull y Sánchez no comparecieron ayer para dirigirse a la sociedad, lo hicieron para dirigirse a sus propios ombligos y creer así que salvaban el temporal.