Pedir a una administración que tenga cierta sensibilidad medioambiental y patrimonial es como pegarse contra un muro. Son tantas las barbaridades denunciadas, tantos los artículos publicados sobre lo que sucede en nuestro entorno que llama poderosamente la atención que quienes tienen responsabilidad no muevan ficha. El estado en el que se encuentran nuestros montes y playas o la pérdida del patrimonio por pura dejadez se ha convertido en norma de la casa. Llegamos al punto de que paseamos por ruinas consentidas, por bienes absolutamente despreciados, por una contaminación reconocida de la que nadie se hace responsable. Y así alcanzamos la situación lamentada ayer por los ecologistas, mis apreciados Oscar y José Manuel, una situación en la que no encuentran calor de quienes están obligados a darlo, una situación escenificada en el gesto de pegarse una y otra vez contra un muro porque sabes que es así como te recibe la otra parte.
No sé qué modelo de ciudad querran dejar nuestros poderes a las generaciones venideras. No sé si quieren cargarse todo lo que Ceuta tiene de encanto. No sé si buscan dibujarnos un ente artificial en el que no quepa lo que todavía mantenemos.
Asusta la forma en que se han cargado parques con construcciones en las que la piedra se ha comido lo que la naturaleza dejaba de salvaje. Asusta el poco respeto que se sigue teniendo al Monte Hacho, pasto de atentados medioambientales en forma de basura y descuido. Asusta cómo vamos perdiendo aquellos bienes que debiendo estar protegidos están viéndose sometidos a una muerte silenciosa que avanza poco a poco hasta llegar ese momento, ese ‘perfecto momento’, en el que sean presentados como una ruina hasta el punto de constituir una amenaza. ¿Saben lo siguiente? Llamarán a las máquinas para que se los carguen.
Ayer, con motivo de las conclusiones sobre las algas que nos han acompañado este verano, eché de menos esa implicación política que se supone es obligada en todos los partidos. No hablo solo del Gobierno, también de la oposición. Estos meses atrás se escucharon muchos lamentos sobre el estado de las playas, aunque en el fondo perseguían solo eso, lamentarse para sacar un beneficio político, no para llegar a un fin más amplio y práctico. Lo verde como etiqueta electoralista debería tener más peso entre las parcelas de poder que la implicación que encontramos en los que, se supone, están ahí para defender la Ceuta de ahora y la que vendrá.