Hace varios fines de semana, mis compañeros Juanjo y Mauro publicaron un reportaje sobre el abandono patrimonial en Ceuta. Para su elaboración habían contado con las sabias palabras de José Manuel Pérez Rivera. Uno de los pasajes lo dedicaron al pabellón de las Heras, ubicado en la explanada en donde debía haberse construido hace años el cuartel de la Guardia Civil. Tras la denuncia de su degradación a pesar de ser un bien protegido, una pensaba que las autoridades iban a ponerse las pilas. Más bien ha sido lo contrario. Si ustedes pasan por el lugar, frente al viejo hospital, comprobarán la destrucción permitida que está sufriendo este bien. Las autoridades no se han preocupado siquiera en tapiarlo o protegerlo con algún tipo de defensa para que deje ser ocupado por indocumentados y ‘amigos del botellón’. En su interior comen, duermen y hasta intentan cocinar. Ya hemos tenido el resultado del fuego con el castillo de San Amaro... ¿acaso es preferible mirar hacia otro lado en éste?
Miren que intento no creer en la existencia de una dejación permitida. Lo intento porque me parece demasiado insultante que quienes tienen su parcela de gestión del poder hagan precisamente lo contrario: no actuar. No me gusta cómo veo mi ciudad, no me gusta cómo prevalece el pasotismo sin aprovechar los recursos existentes, no me gusta que las infraestructuras que deben protegerse porque constituyen el patrimonio que deben ver y mimar nuestros hijos van muriendo poco a poco.
Cuando uno opta a ser gestor político debe implicarse a fondo. Es su obligación. Por eso asombra que ante hechos que han quedado plasmados en la prensa se opte por, sencillamente, mirar hacia otro lado, eludiendo la competencia que cada cual tiene o ha elegido.
No me gusta el sendero que estamos siguiendo, la pérdida de tiempo en discusiones que en el fondo encierran solo intereses particulares, los anuncios masivos de proyectos que nunca se llevarán a cabo, la risa generalizada lanzada contra el ciudadano. No me gusta la inacción de quienes pudiendo mejorar Ceuta no lo hacen, la incapacidad de quienes están al frente de nuestro presente y futuro inmediato. Los ciudadanos no nos merecemos esto, como nuestros hijos tampoco se merecen heredar una ciudad sin personalidad, sin huellas del pasado, maquillada por las máquinas, sin historia ni personalidad. Es un atraco a mano armada de nuestra pequeña intrahistoria y las infraestructuras que la rodean.