Randa Maroufi estuvo haciendo durante tres semanas a pie el camino de ida y vuelta por la frontera de
Bab Sebta a Ceuta para “observar” y hacer un trabajo de “inmersión” en la zona. Esta joven
marroquí de 31 años vivió una infancia muy unida a la frontera. Como ella misma cuenta en distintas entrevistas con motivo de la presentación de su corto documental ‘Bab Sebta’ (2019), su vida está íntimamente ligada con la situación fronteriza. La película se estrenó mundialmente el pasado 13 de julio en el Festival Internacional de
Cine de Marsella. “Mi padre fue agente de aduanas en este lugar, mi madre es de la región, varias personas de mi familia trabajan en la importación y exportación. Así que conocía muy bien este territorio”, confiesa a The Huffington Post Maghreb. Y, cuando vio la oportunidad de contar un escenario que siempre califica de “complejo”, decidió abstraerse del lugar y centrarse en las personas que dan esa identidad tan particular a la última frontera de Europa en África. “Me interesaba en especial dar protagonismo a los rostros detrás del comercio atípico que se practica en este lugar”, explica en el digital marroquí Yabiladi. Concibió la idea como un proyecto que no debía rodarse in situ, y por ello se decantó por un emplazamiento en el norte de Marruecos: una fábrica de mortadela en Azla, una localidad cercana al epicentro de la historia. Maroufi expone sus motivos para no rodar en plena frontera: “La idea es descontextualizar este entorno para centrarse en la figura humana, es decir, en las personas que trabajan allí, ya sean autoridades o contrabandistas. La idea es extraer a estas personas para colocarlas en un estudio, que se encuentra en un espacio confinado, pero donde se les llevará a desempeñar su propio papel”, relata a Yabiladi.
¿Quiénes son, pues, esas personas que aparecen en la película? Desde vecinos de Azla hasta actores venidos de distintos puntos de Marruecos y España forman parte del plantel. “La idea era integrar a los habitantes en un proyecto que se ha preparado en su región”. Todo formó parte de un proceso horizontal de conformación del reparto. “Los extras fueron elegidos entre ellos, mientras que los contrabandistas desempeñaban sus propios papeles. Para los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, necesitábamos actores marroquíes y españoles”, continúa desgranando a Yabiladi. Un espacio muy limitado y minúsculo si se compara con las miles de personas que transitan cada día por esta frontera, lo que consigue crear una sensación de agobio. Más aún cuando el rodaje se realiza en un espacio cerrado. El uso de planos cenitales para crear un ambiente claustrofóbico, sumado a las imágenes que se pueden ver día tras día en la parte marroquí, con enormes colas de gente esperando a pasar a España, componen una obra radicalmente distinta dentro de la filmografía de la cineasta.
Una situación llevada al cine también desde la parte española
Con el mundo a cuestas es el nombre del documental producido por la Diputación de Cádiz, centrado también en la cuestión de las mujeres porteadoras. En este caso, y contando con el archivo de imágenes de Faro TV, el escenario sí es el real, por el carácter puramente documental de la obra. El trasporte de mercancías desde el polígono industrial de El Tarajal mueve 400 millones de euros anuales y genera 45.000 empleos directos. Allí están radicadas numerosas empresas, entre ellas multinacionales, que han situado sus almacenes atraídas por ventajas fiscales y la ausencia de aduana comercial. Refleja una situación que parece perenne pero que se transforma de manera natural en función de cómo cambian las políticas de frontera. De las avalanchas al tránsito regulado, de pasar con carros a hacerlo solo con bultos a la espalda por la imposibilidad de llevar objetos en el suelo… un contexto camaleónico que varía pero con un mismo objetivo: cruzar, recoger la mercancía y volver para ganar un sueldo mísero aunque suficiente para las familias que viven del
porteo.