José Carlos García realizará una ponencia esta tarde en las jornadas sobre el medio natural de Ceuta. Experto en monitorización ambiental y conservación del medio marino, centrará su charla en la invasión extrema que está protagonizando el alga asiática Rugulopterix okamurae en las costas del Estrecho de Gibraltar.
–¿Cómo una situación de este tipo llega al calificativo de “extremo” o de “alarmante”? –Se llega por un criterio subjetivo y es que esta alga se detectó en el Estrecho de Gibraltar en el 2015, y en más o menos un año de haber sido detectada, simplemente en Ceuta, que tiene unas playas muy pequeñas, el material retirado de este alga fue de aproximadamente 5 mil toneladas. Es algo que está registrado por el Ayuntamiento de la Ciudad, ya que a las máquinas de limpieza se las paga por la cantidad de material extraído de las playas. O sea, 5 mil toneladas de un alga que proviene de Asia que acaba de instalarse y produce eso, cuando no es ni siquiera el 10 por ciento de lo que hay debajo de la superficie del mar. Es algo impresionante. Es un alga exótica que se convierte en invasiva en un tiempo récord y ha conseguido despedazar a gran parte de la flora y de la fauna autóctona.
–Lo que es seguro es que ha tenido que recorrer muchos kilómetros para llegar hasta nosotros… –Eso no lo ha hecho la especie en solitario porque estamos hablando del mar del Japón. Hay varias hipótesis por las cuales la especie ha podido alcanzar las costas del Estrecho. Una es que haya podido viajar en las aguas de lastre de embarcaciones de gran tonelaje de origen asiático que deslastran en nuestra zona, por lo que hacen muy fácil la bioinvasión de una especie de estas características. Pero no hay que olvidar que esa especie fue detectada previamente cerca de Marsella, y no se constituyó en invasión o plaga porque allí muy probablemente los inviernos son duros y parece que la temperatura baja es un autentico cortafuegos, no sólo al crecimiento sino también a la expansión de la especie.
–¿Cómo puede afectar a las playas de Ceuta? –Lo que ha pasado con esta especie no es que se haya buscado un hueco al ser exótica, es que se ha constituido en plaga: es algo impresionante y está provocando unos costes importantes no sólo en el sector pesquero, sino también en lo que realmente es medible y evaluable, que es el del coste de la limpieza de las playas por parte de los ayuntamientos y locales afectados. No sólo está pasando en Ceuta, está pasando en Tarifa, el Algeciras y en la Línea.
–¿Se trata de un caso atípico? –Lo curioso de este caso, en contraposición con otras especies exóticas, es que cuando encuentran acomodo en un lugar diferente del suyo a muchísimos kilómetros de distancia y tienen que buscarse un hueco, lo hacen de una manera tan virulenta y en un intervalo de tiempo tan corto como ha ocurrido aquí en el Estrecho. Esto no tiene precedentes a nivel mundial. Hay un caso parecido que ha ocurrido en el Caribe, en la zona de Cancún, que ha provocado unas pérdidas tremendas y cuyo mal olor está afectando mucho al turismo.
–¿Todo lo que aporta esta alga es negativo? –Las algas pardas por lo general tienen un producto que es de grandísima utilidad, un elemento estrella en los estudios científicos de farmacología y biomedicina para la producción de medicamentos que es un grupo químico denominado de los terpenoides. Se ha demostrado que este grupo ha proveído a la industria farmacéutica de numerosos medicamentos y, sobre todo, especies químicas que tienen una capacidad tremenda de citotoxicidad y de actividad antifúngica, antiviral, antiinflamatoria y antibiótica. También incluso en el campo de la agricultura como insecticida tiene una aplicación tremenda desde el punto de vista de su utilidad. A nivel industrial este tipo de algas pardas son útiles a nivel de la fabricación de gelificantes, espesantes y cosméticos.
–¿Entonces podría resultar, en parte, esta invasión como algo positivo? –No conozco ninguna invasión que sea positiva, ya que siempre altera el ecosistema desde un punto de vista ambiental: es una alteración en toda regla y no puede ser, por definición, positiva. Otra cuestión es aplicar aquello de “no hay mal que por bien no venga”, y en un momento determinado uno se encuentra con que cuesta mucho dinero retirar miles de kilos de material de esa alga. Si se demuestra que puede servir para algo muy concreto y se realiza un convenio con empresas que se interesen por retirar gratuitamente el producto para luego procesarlo, se establecería una sinergia positiva en la cual todo el mundo gana.
–¿Al ser tan agresiva nuestro ecosistema está perdido? –Se ha comprobado que el ecosistema natural autóctono acaba contraatacando a una agresión de este tipo. Al principio te coge por sorpresa, es como la invasión de Pearl Harbor en la que Japón te hunde la mitad de la flota. Aunque al final Estados Unidos contraatacó y ganó la guerra, como te coja por sorpresa te la lía por decirlo de alguna manera. Es cuestión de tiempo, de hecho estamos viendo cómo especies locales están ya contraatacando a la especie asiática y está aprendiendo incluso a subirse encima. Por lo cual, es muy interesante ver ese proceso de reequilibrio del ecosistema teniendo en cuenta el contraataque de la especie autóctona.
–¿Corremos el riesgo de la invasión de otras especies? –El tema de las bioinvasiones está a la orden del día, continuamente aparecen especies. Lo que pasa es que aparecen como exóticas y pueden llegar procedentes de embarcaciones. Normalmente no pueden competir con las especies locales y acaban desapareciendo, y las que consiguen hacerse un hueco lo hacen “humildemente”. Lo que ha ocurrido con este especie de alga ha sido lo del César, “veni, vidi, vici”, que se llevan por delante absolutamente todo, lo que no tiene precedentes ni siquiera en Europa.