Dicen que cuando un amigo se va, algo se muere en el alma… Canciones populares que no significan nada, porque cuando se va una persona como él, su alma se expande entre todos sus amigos hasta tocarle allá donde se encuentre y queda entre los suyos para siempre. Javi no era una persona normal… era un maestro, pero en todos los sentidos. Yo le decía cariñosamente “el indigente” porque su nombre no aparecía por ningún lado y no quería salir en las fotos… pero cuando sus niños ganaban un torneo o salían fuera de Ceuta para competir, era él el que se llevaba la alegría y parecía que habían ganado un gran slam… incluso cuando perdían. No hacía falta que saliera en la foto para saber que estaba contigo. La constancia, el altruismo, y su pasión, casi obsesiva, por transmitir su profundo conocimiento de este deporte quedaba grabado irremediablemente en todos sus alumnos… porque Javi no solo enseñaba tenis, enseñaba el valor de la amistad. Por eso su club no solo era un club de tenis, era un club de amigos unidos por el tenis, algo que pocos pueden presumir de haberlo conseguido. Javi había llegado a lo mas alto… puedo decirlo porque lo sé. Por fin tenía el club de tenis que siempre soñó. Se fue feliz, alegre como él era y con la misma discreción que llevó su enfermedad, se durmió. Nos ha regalado su sonrisa, su alegría, su forma de vivir y su amistad… insustituible y único. Ese club llevará tu nombre escrito en letras que salen del corazón… porque nos has dejado demasiado pronto y porque todos te queríamos. Hasta siempre amigo mío, siempre te recordaremos