Intentaron que no venciera a su agresor por llevar una minifalda. Ropa que, de algún modo, “había provocado la atracción” del culpable y que, por ende, “no pudiera contenerse”. Fue la historia de una chica de 17 años en los 80 y las palabras que quedaron plasmadas en documentos judiciales oficiales. Ese caso ha salido este miércoles a la luz en Ceuta para debatir el peso de los estereotipos en los procedimientos judiciales.
La ponencia, a cargo de María Arazuri, fiscal del juzgado de violencia de género de Ceuta, ha ahondado en ese sesgo patriarcal que también se cuela en las instituciones encargadas de dictaminar el destino de los agresores.
La conferencia, que ha tenido lugar en la biblioteca ‘Adolfo Suárez’, se ha presentado como un ejercicio de reflexión que persigue sanar todo el daño que se ha generado a las mujeres afectadas puertas adentro de las salas de justicia.
Asimismo, tiene por objetivo instruir a otros actores de la sociedad dentro del ámbito. La actividad está dentro del programa del V Seminario sobre agresiones sexuales en sus diferentes tipologías.
Estereotipos
Aunque es cierto que se ha avanzado, aún quedan obstáculos que superar. La experta ha reflejado en su relato cómo un matiz o un estereotipo puede volverse en contra de la víctima. Es por ello por lo que, para esquivar en la medida de lo posible ese menoscabo, es preciso conocer bien toda la legislación relativa a esta materia.
La profesional ha asegurado que ya desde hace tiempo se intenta luchar contra esa barrera machista dentro de los juzgados para hacer justicia. No es una novedad, pero sí es cierto que aún afloran las trabas. Ha admitido que, en ocasiones, es complicado llegar a alcanzar una condena que dignifique a la persona objeto del acto delictivo.
Gracias al progreso en las leyes y a su implantación es más sencillo lograrlo. La revisión e impulso de las mismas no vino de la nada. Fueron casos concretos los que empujaron su redacción. Fueron tres casos los que incentivaron esa transformación, entre ellos, el de Ana Orantes. Relatar su vivencia en los medios permitió un avance para otras mujeres en el futuro.
Matrimonio
La historia de la joven de la minifalda le ha servido para denotar cómo en ocasiones se pone el ojo en la denunciante en lugar colocarlo sobre el agresor. Es una de las actitudes a eliminar que considera fundamentales para trabajar en procesos penales.
La sentencia relativa a un matrimonio de dos cónyuges en la tercera edad también ha sido un ejemplo para tratar la dificultad de abordar este tipo de situaciones en los juzgados. La parte del acusado recurrió y evadió la responsabilidad al amparo de que eran marido y mujer.
Sin embargo, ello no sirvió ya que la norma plasma que una relación de este tipo no le quita peso a una acción que atente contra la afectada. No hace falta llegar hasta el altar para aprovechar cualquier mínimo resquicio que pueda generar interrogantes sobre ella y su testimonio.
“Estos estereotipos se dan muchas veces en el proceso penal. Dañan a la víctima y ponen en duda su credibilidad”, ha expuesto. “Uno muy recurrente es pensar que, porque la chica va a un bar y tontea con alguien, por el mero hecho de hacerlo, ya tiene que estar dispuesta a todo”, ha remarcado.
Más allá de las declaraciones
Este mismo motivo es el que lleva a hacer una labor exhaustiva en la fase de instrucción. No es suficiente solo con acogerse a la declaración del denunciante. Es preciso investigar las pruebas periféricas y reunir todo el material posible para el desarrollo del procedimiento en los juzgados.
Arazuri ha advertido que hay que estar ojo avizor a los defectos procesales ya que, si se producen, se puede desestimar un caso. Ha insistido en que la revisión de mensajes, chats y todo elemento que sea digital es un complemento importante.
Eso sí, ha matizado que, en este caso, se debe hacer con mucha delicadeza ya que las pruebas gráficas pueden jugar en contra de la mujer. Estas suelen ser interpretadas. Lo ilustra con el caso de la manada. Sin entrar en detalles, ha recordado cómo se dijo que, a través del vídeo, la chica “tenía una actitud de jolgorio” para desprestigiarla.
La fiscal ha trasladado que, si un menor está involucrado, “es preciso preguntar lo mínimo posible. Hay que hacer una preconstituida”, ha alegado. “Debe hacerse una buena declaración para no repetir el proceso”.
Escrito de acusación
La fase intermedia también es relevante. Los escritos de acusación deben ser planeados con cuidado. “Es difícil en ocasiones porque no siempre las líneas en los hechos están claras. Varía mucho la pena en función de lo que se escribe”, ha aseverado.
Existen agravantes como el parentesco, la humillación y otros que deben estar presentes en ese texto. “Nunca aplico la embriaguez, drogadicción o celopatía del acusado”, ha indicado. “No son motivos suficientes como para rebajar la condena”, ha señalado.
El único que sí estima que podría ser tenido en cuenta es si el culpable ha tratado de reparar el daño hacia la mujer “siempre y cuando sea suficiente”. Más allá de esta redacción, otro de los pilares sobre los que se requiere un trabajo concienzudo es la declaración de la víctima.
La declaración
Es preciso que el profesional de la justicia vele porque la declaración cumpla con tres elementos, aunque también puede ser válida sin uno de ellos. Son la verosimilitud de los hechos con corroboración periférica, la ausencia de incredibilidad subjetiva y la persistencia en la incriminación.
Ha matizado que los relatos normalmente se desarrollan de forma gradual. La persona, al mismo tiempo que se recupera psicológicamente de los hechos, puede aportar novedades a la narración. “Es irrelevante que eso suceda en el proceso. Solo puede ser contradictoria si es son testimonios totalmente diferentes, no progresivos”.
Otro de los aspectos con los que hay que ser vigilantes es con el propio tiempo. Tardar a la hora de poner la denuncia suele emplearse para rebatir a la afectada. “Suelen alegarlo, pero lo cierto es que ellas necesitan un periodo para dar el paso”, ha comentado. Ha recalcado que la demora no puede restar credibilidad de primeras.
La ausencia de incredibilidad subjetiva se traduce, en resumidas cuentas, en no dudar de la mujer. “A nadie le gusta pasar por este proceso por que sí”, ha incidido. Ha hecho hincapié en que, en este sentido, los aspectos personales de ella que no estén relacionados con lo ocurrido no deben ser examinados.
No denunciar
La complejidad que acarrea a la psique de la víctima puede convertirse en un obstáculo difícil de evitar. “A veces no se presenta al juicio”, ha mencionado. Se escuda en que está bien, pero, en realidad, no quieren personarse en los juzgados porque evitan revivir el suceso tras haberlo superado. “Se ofrecen conformidades en estos casos”, ha resaltado.
Esta misma dificultad para enfrentar lo experimentado puede suceder mucho antes de que se inicie cualquier trámite judicial. “La decisión de no denunciar o no entrar en el procedimiento penal debe ser respetada”, ha especificado.
Ha concretado que es pertinente entender sus situaciones y los estigmas que pesan en las mismas. Vivir en un pueblo o núcleo rural, estar dentro de un matrimonio o ser migrante influyen y generan miedos a tomar esta elección.
Empatía
Ser de la tercera edad también es un factor. Esos perfiles no acuden a las instituciones ni se pronuncian ante su situación. Es por ello por lo que, formar a profesionales de ayuda a domicilio u otros entornos en los que se muevan es imprescindible para que los servicios sociales tengan constancia de que son objeto de violencia de género.
Es por ello por lo que, en muchas ocasiones, no llegan los hechos a la justicia. Alentar a que se atreva a dar un paso al frente también requiere de una justicia empática. “Es fundamental para que puedan abrirse ante un órgano judicial”, ha señalado.
“Sobre todo cuando cuentan un aspecto íntimo delante de desconocidos”, ha asegurado. “A veces no se puede obtener una condena, pero no es por no haber intentado restaurar esa dignidad, ha aseverado.
