El 22 de enero de 1957, desde Alcalá de Henares, poco antes de las diez de la noche, la II Bandera Paracaidista al mando del entonces comandante Tomás Pallás Sierra, salía por ferrocarril rumbo a Cádiz para embarcar en los buques de la Armada Neptuno y Tarifa. Al mando de las respectivas Compañías iban, de la 6ª el capitán Manuel García de Polavieja Novo, de la 7ª Juan Sánchez Duque, de la 10ª Jesús Iñarra Fernández y de la 9ª, accidentalmente, el teniente Pedro Soto del Rio.
Tras no pocas peripecias, debido al mal tiempo, unos llegaban por barco a Sidi Ifni y otros lo hacían por vía aérea en los aviones Junkers del Ejército del Aire. El día 15 de febrero era cuando se reagrupaban todas las compañías de la II Bandera en Sidi Ifni para relevar a su hermana, la I Bandera que regresaba a su base en Alcalá de Henares.
Intensa actividad de la II Bandera
Apenas aposentados los efectivos de esta Bandera Paracaidista en Ifni, sus hombres no paraban, instrucción en orden cerrado, marchas a pie, gimnasia, teórica y especialmente, acondicionamiento del campamento, para que aunque sufriendo muchas incomodidades, hacer en lo posible tener un poco confortable su alojamiento, cosa un tanto difícil debido a la climatología y estar al aire libre en un territorio como era África Occidental española en aquellas fechas, aunque según los que por allí pasaron dicen: “para conocer el Sáhara hay que amarlo y una vez conocido no se olvida jamás”.
Desde febrero que llega la II Bandera, el territorio estaba en una tensión enorme. Raro era el día que no se producían incidentes, cortes de tendido telefónico, obstaculización de carreteras, constante provocación a las tropas españolas y hasta algún tiroteo aislado. El 28 de febrero 15 patrullas de la 7ª, 9ª y 10ª Compañías de la Bandera se lanzan desde cinco aviones Junkers en Tisgui, Remy. Al día siguiente, la 7ª salta al completo sobre Tiliuin, lo que representaba una exhibición de fuerzas ante la población nativa.
A su vez, varias patrullas se recorrían todo el territorio, visitando los puestos de Tenin de Ame-Lu, Zoco el Arba de Ait-Adela, Tiugsá y Tag Agra entre otros. Así, de esta forma, con su presencia no solo daban ánimo a las guarniciones de Tiradores y Policía, sino que hacían ver al enemigo que en caso de ataque se iban a enfrentar a los Caballeros Legionarios Paracaidistas, unas fuerzas magníficamente preparadas, y con un espíritu combativo admirable, como así lo demostraron en todas las acciones de guerra que intervinieron, aunque les costó sangre de sus mejores paracaidistas.
Cierto es que a pesar de que todas las tropas que guarnecían Ifni estaban perfectamente preparadas para hacer una limpieza del territorio, las cuales ascendían a unos 7.500 efectivos, como suele suceder en estos conflictos, los despachos de Madrid no autorizaban acciones de fuerza al principio. Los resultados eran los de siempre tan esclarecedores en esta frase: “los errores de los políticos, los pagan los militares”.
Gotas de sangre de un oficial sobre un soldado
El 8 de mayo de 1957 una patrulla de la 9ª Compañía al mando del teniente José Cañadas Armengol, embarcaba en un Junkers (36-15) de la Zona Aérea de Canarias en el aeródromo de Sidi Ifni, para realizar un salto de entrenamiento sobre Tiliuin. Las condiciones climatológicas eran buenas, por dicho motivo el jefe de pista, el teniente Gustavo Calvo Goñi a las 9:15 de la mañana daba autorización para el despegue una vez a bordo la patrulla. Según fue cogiendo velocidad el Junkers despegó, pero, inesperadamente, el avión hizo una extraña maniobra perdiendo altura, pero desapareciendo de la vista de los presentes hasta que instantes después se oyó un golpe sordo y a continuación una gran llamarada y una espesa columna de humo. Inmediatamente los que estaban presentes para embarcar en otro avión, el teniente Sagaseta y otros paracaidistas, partieron en una ambulancia hacia lo que era un amasijo de hierros y una hoguera, lanzándose todos ellos poniendo en riesgo sus vidas a salvar a sus compañeros.
Destacando entre ellos el entonces cabo 1º, Ángel Canales López, que iba en dicho avión el cual, herido y casi quemado su cuerpo, consiguió rescatar a sus compañeros Diego Fernández Rodríguez, Carlos Ramos Suárez y Juan Vargas Muñoz, hasta que al ver el lastimoso estado en que se encontraba, arrastrándose por el suelo con los codos intentaba de nuevo llegar al avión, el teniente Sagaseta le ordenó que se retirase, aunque él se negaba. Finalmente, fue introducido en una ambulancia, logrando salvar su vida tras muchas curas. Aun así, el tributo fue muy caro, ya que murieron el teniente José Cañadas Armengol, siete paracaidistas, la tripulación del Junkers y un comandante de Tiradores que iba como pasajero para Tiliuín.
Mi buen amigo y compañero, José María Contijoch Casanovas, soldado de Policía de Ifni del reemplazo de 1956 y universitario, así recuerda al teniente Cañadas: “el teniente Cañadas era un militar serio, exigente pero justo. Cuando sucedió la catástrofe aérea, pidieron voluntarios para velar el cuerpo del teniente. Fui el primero en salir, pues había sido mi instructor en el período de recluta, hecho que no hice para que se me considerase. En aquel momento sólo pensaba en el teniente Cañadas y en los compañeros fallecidos y, especialmente, en este teniente, casado y con una hija de pocos meses. A mí me cupo el honor de ser uno de los portadores del féretro del teniente Cañadas. Durante tiempo guardé una tirita de la hombrera de mi uniforme, donde había caído del féretro unas gotas de sangre. La sangre también manchó mi mano, pero lejos de resultarme desagradable esa circunstancia, por el contrario, lo tomé como una reliquia al tratarse de un hermano mío muerto en trágicas circunstancias”.
Hechos como el que relata este universitario soldado de reemplazo en Ifni, demuestra que el compañerismo en el Ejército brilla con luz propia y más viva que en otras colectividades, por esa vida en común que engendra esa virtud. Duermen bajo el mismo techo, juran la misma Bandera, comparten riesgos y fatigas, y la misma Bandera envolverá sus cuerpos, si el cumplimiento del deber exige dar la vida por la Patria.
