Opinión

Mi legado, mi estrella, mi madre

Sentado junto mi papa en la cafetería de siempre con balcón al crepúsculo playero, vivíamos la penuria ensordecedora del silencio de los sentidos y soportábamos estoicamente el griterío del alma debido al adiós definitivo a Araceli. Sin embargo, la congelación emocional se iba desbaratar cuando él, con sus ojos columbrantes hacia la lejanía y el abismo del mar sin consuelo, manifestó: «hijo, el milagro no se produjo». Inmediatamente, le conteste: «no te equivoques papa, si se originó y fue allá en los carnavales de Cádiz de hace casi cincuenta años cuando decidisteis formar una familia maravillosa. Por tanto, sería muy egoísta de tu parte pedir otro milagro ya que el mundo actual, con su gente, necesita de más milagros como el tuyo y de mama en esa búsqueda de familias bonitas comprometidas con el planeta. Además, esto no se acaba aquí, hay que seguir prolongando el legado que nos dejó», y entre algunos que nos subrayó: «es vivir la vida como tú quieres, así que exprímela, porque si no ella no vale nada…».

En el mundo del legado conviven los dos extremos: el primero es estrictamente jurídico ya que trata de la herencia que en determinados casos es tan asimétrico y desproporcionado que amanece desigualdades perpetúas dentro de las sociedades. En esta línea, podemos citar también el legado casposo monárquico que refleja claramente las dos realidades socioeconómicas de nuestro querido país: una pobre, otro rico. Por otro lado, es totalmente personal puesto que lo que haces en esta vida «ese» será tu legado. Sin embargo, el legado de una madre es el más hermoso, incondicional, sincero y verdadero.

Ellas están llenas de asignaturas; te enseñan el lenguaje de los días, las matemáticas del calendario, te muestran como crear tu historia, son el conocimiento del medio de tus jornadas, partitura a partitura le ponen música a tu camino, te ayudan a responderte tus preguntas de manera filosófica, a través de su economía del día a día, «y del llegar a fin de mes», comenzamos a comprender como funciona el mundo, color a color con la plástica pintan tus valores como ciudadano y si te queda una pendiente te echan una bronca, pero te quieren tanto que, al final, te aprueban. En definitiva, las madres son maestras que con su tiza universal te esboza con su pizarra existencial los mejores consejos educativos ante cualquier tipo de duda que poseas; y, a partir de ahí empieza su legado a memorizarse en tu conciencia.

Sus lecciones brillan mediante su carácter indomable, que nos ofrece el privilegio de ver, en posición vertical, el reflejo de las batallas de la vida. Esto nos sirve como clases particulares de lo que nos deparará el futuro. El legado de una madre es la literatura de Don Quijote y Sancho Panza, es decir, idealismo y pragmatismo. Te inciden en que cumplas tus sueños de lo contrario otra persona te los robará para consumar los suyos; no obstante, no olvides dos cosas: la primera, sensatez de la realidad; y la segunda, humildad, de donde provienes para salvaguardarte tanto del fracaso como del éxito. 

La docencia de una madre no consiste en que vivas como ella desee; sino que en cada paso que des su huella perdure para siempre según la educación transmitida y la relación que hayamos tenido con ella. Por ello, el legado de una madre es un mar de inmortales emociones y de innumerables aprendizajes.

En esa construcción del legado, nuestra madre es la primera orientadora a quien le contamos nuestros secretos más íntimos y, ella, le pone el mejor idioma para aconsejarnos mediante ejemplos; y así hace que lo entendamos de una manera más adecuada ya que al principio solemos ser algo torpes.

Particularmente, mi mama me contagio, siendo éste su gran legado, la pasión por la educación. Ella me aleccionó que la frustración de un profesor no es suspender a un alumno; sino en no encontrarle su inquietud. Me indicó: «Todos los alumnos están capacitados para superar el sistema educativo actual; pero NO todos los alumnos están, por sus historias, vivencias, entorno -familiar, amig@s, ciudad, episodios- o cualidades intrínsecas del mismo-, soportan tal sistema. En este último caso, nuestra obligación es descubrir su DON que, por supuesto, lo tienen. Además, un alumno nunca es un marginado, quizás lo sea nuestra metodología de enseñanza, en tal caso revisémosla. Asimismo, la eterna y alargada estela de mi mama la veo en mí, en la educación, a golpe de concepto nuevo que enseño, de rociar cada alumno para que crezcan en su tránsito vivero y de contribuir en enderezar algún descarriado.

Siempre me llamó la atención el tatuaje taleguero «amor de madre», popular entre los presidiarios, marineros, protagonistas del cine quinqui y, en general, aquellos que quieren a sus madres; y quizás voy a sustituirlo por el de «legado de madre» debido a que para que se vislumbre el legado debe existir precedentemente el amor.

Una madre nace desde el reino de su vientre, pariéndonos; gatea en las llanuras de sus senos, alimentándonos; camina en el argot de sus cuidados, protegiéndonos; y corre en la experiencia de sus conversaciones, encaminándonos. Una madre es el clavicordio del todo o la nada, porque por poco que poseas o mucho que acumules no hay nada más grande que el amor de una madre, y con ella jamás sientes sensación de carencia por pobre que te consideres.

Por más que se empeñe la naturaleza en empuñar un rastrillo con siete dientes coloridos y enarbolar arcoíris, una vez apaciguado la lluvia, coronando así cualquier paisaje; por más que la madera perfume los bosques y logre escenarios de maravillosos cuentos; por más que las estaciones mediante suspiros primaverales goteé de flores los campos; por más que los poetas aniden entre versos y prosas historias de amores cautivadores; por más que el náufrago arribe su salvación; por más que las catedrales peinen las ciudades; y por más de lo romántico de tu primer beso, no hay nada más hermoso que la lira de una madre con su hijo e hija. Así que cuando navego en la fragata del desamor y aparece el consejo, con buena intención: «nadie es imprescindible», no me queda otra que revelarme ante tal manifestación y comentarle que una madre no es sólo imprescindible, sino, también, insustituible. Por tanto, querido consejero no me hagas pensar que no tienes madre o, peor aún, que no valoras ese tesoro infinito ya que me haces ver la incredulidad de tu interior.

En mi techo negro azabache ha nacido una estrella de cinco puntas, convirtiéndose en la que marca el Norte infinito: la Polar de todas las estrellas, la que me guía la que me ilumina y aunque a veces no te vea siempre, sé que estás ahí. Cinco puntas confieren su astro-cuerpo como la personalidad de tu ser excepcional.

ELLA es «disfraz. Con una aguja, dedal e hilo, ta-ta chin-ta-ta-chan, como si de una maga se tratase, un disfraz aparecía. Da igual que fuera monstruo, ser vivo o personaje famoso que un disfraz asomaba. La creatividad de su mente y la habilidad de sus manos la convertían en una artista. Además, pienso que no sólo era cuestión de arte, sino que veía la vida como un carnaval y que, ante cualquier situación, por muy compleja que fuese, ponía la mascara y la careta correcta.

ELLA es «entrega a la educación». Su pasión era su profesión y su profesión era maestra. No entendía una sociedad sin la madre de la educación. No contemplaba un alumno o alumna sin un cuaderno, un plato de comida o no tener acceso a una excursión, con sus compañeros, por cuestiones económicas; y, por ello, peleaba incesantemente hasta la victoria de la equidad entre sus pupilos labrando así la generación de oportunidades para que todos tuviesen folios para escribir, una barriga llena y una ciudad que fotografiar en sus ojos. De ahí, que tratase a todos por iguales independientemente de la posición socioeconómica de las familias; y, yo me pregunto que es más «público» que eso. También, le apareció el «amor al débil» y protegía al diferente, por ello, jamás supo del significado bullying quizás porque ella se encargó de acosar escolarmente a tal fenómeno y nunca le apareció entre los pasillos, patio y aulas de donde siempre fue directora.

ELLA es «generosa». Creo que unos de los principios de una madre es dar todo lo posible a sus hijos, pero es que ella, además, lo hacía con todo el mundo y jamás se permitía un capricho. Su mandamiento era dar todo sin recibir nada a cambio, porque es ahí donde la nada se convierte en todo y aparece el fruto del amor en cualquier aspecto de la vida ya sea personal, laboral o, incluso de inquietud. Esta punta estrellada queda reflejada en su playa victoria, en la hora de la merienda, una vez alcanzaba su termo de café y paquete de galleta desde su bolsa coloreada con dibujos tropicales; y como si el milagro de los peces y panes se tratase, multiplicaba tales bienes logrando alimentar a gran parte de la población bañista del lugar.

ELLA es «sentido del humor”. La sonrisa era la efigie de su naturaleza, por ello, no existía persona que no quisiera estar a su lado ya sea de fiesta o en el mismo hospital, es decir, nos pelábamos por estar a su vera. No entendía la vida sin humor y hasta en el último claro de luna pintaba una sonrisa en su cara, preocupándose por todos, dando así una gran lección de vida siendo positiva y alegre, incluso, en los momentos más difíciles. Esto muestra lo que hemos disfrutado de ella, inimaginable…

ELLA es «invencible». El mayor ejemplo de la palabra resiliencia que he conocido. Nunca hubo un problema que no pudiera resolver puesto que por más grave que fuera la dificultad del asunto más rápido lo minimizaba. Iba directo y de frente hacia el cometido sin arrugarse y tras batallarlo salía ilesa y victoriosa. Pienso que poseía dos características fundamentales para tener ese poder: la primera, su valentía y su burla constante al miedo hacía que no se le resistiera ningún contratiempo y de ahí su manera de encararlo. La segunda, la verdad, pues siempre caminó con ella por delante y, creo que, por ello, aunque a veces duela, y te haga dudar, incluso, de ti mismo, cualquier avatar que se interponga en tu camino se resuelve con mayor celeridad, porque la verdad no entiende de atajos. De esta manera, entiendo que una madre además de ser valiente es una súper heroína con poderes sobrehumanas que ciega cualquier tipo de problema que atente contra su familia y son las únicas con la capacidad extraordinaria de tapar el sol con un sólo dedo ante cualquier traba orbital.

Por muy grande que sea Dios, en cualquiera de sus vertientes ya sea cristiano, musulmán, judío y/o budista; y desde los cielos sus profetas –Jesucristo, Mahoma y/o Buda- bajasen a la tierra obsequiándonos con un pergamino de “autoayuda” para iluminar que estilo de vida consagrar; por muchas conquistas terrenales que fraguasen reyes y emperadores hasta el punto de dominar, en algunos casos, ambos hemisferios, y aunque el millonario lo concentre todo, ellos siempre necesitaron de la ternura oceánica de una madre. Sin embargo, no comprendo como la mujer invoca a dioses donde no se le ha permitido ni siquiera escribir una frase en los libros sagrados que pertenezca tal credo. Si la religión habla de la creación y de la vida quienes son ellos para enseñarnos de ese temario si la mujer es quien la origina, y, por tanto, como se atreven a diezmar al vector femenino hasta tal punto de no conceder ninguna frase de su puño y letra en cualquier testamento dogmático. En este punto reflexiono: «hasta que la mujer no deje de rezar y labre su propia fe, con sus imágenes, -madre nuestros- y templos religiosos, el sistema patriarcal jamás empezará a desmoronarse». Sueño que algún día llegará ese momento y cambiará la jerarquía machista mundial y actual de cualquier eslabón de nuestra sociedad.

El legado de una madre ni se toca ni se discute ni se blasfema ya que es el esqueleto de la aureola del hijo/hija y es la conversación entre dos bajo la soledad. Fijarse que si respetamos su legado que hasta en profesor convertí mis aspiraciones. Mi madre me abrazaba con un brazo reivindicativo compuesto con dos mensajes: la educación pública hasta el final, y el feminismo como puente hacia la igualdad. Y, con el otro brazo me apretaba bajo el paraguas del cuidado interminable. Su abrazo es universal al de todas las madres: reivindicación y amor, y sólo es, exclusivamente, patrimonio de ellas.

En nuestras últimas conversaciones, tan profundas, tan nuestras, tan gaditanas, te pude declarar todo lo que necesitaba decirte. Una vez, pasado el trance hacia el más allá, en mi cumpleaños ya no cumplo años sino recuerdos contigo; el café de la playa me sabe frio; los colores de mis disfraces ya no tienen tonos; al árbol de navidad le apagaron el espumillón y le arrancaron la estrella de Belén; y ya no tiene sentido que me obsequien con un regalo porque con ser mi madre poseo todos.

La vida es el encuentro entre dos eternidades. Mama, no se cuantas eternidades he vivido contigo ni cuántas me quedarán. Lo único que sé que siempre será bajo la posición de madre y yo de hijo, es posible que esto se deba a los caprichos mismos de la propia eternidad.

Araceli, una flor de Andalucía regado, en incontables ocasiones, bajo aguas ceutíes con vistas en África. Mama me lo enseñaste todo, pero te faltó sólo una lección, educarme a vivir sin ti…

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