El muro de blindaje en la frontera del Tarajal, que separa Ceuta de Marruecos, se presenta como un monstruo sobre los derechos de ciudadanos tetuaníes que han visto mermada y alterada una vida normalizada que ahora ha dejado de serlo. Si hace unos meses podían entrar y salir sin problemas, esto se ha convertido ya en una cuestión de suerte. Hay días buenos y malos, hay veces que no hay problemas para entrar y otras en las que se pide una cantidad de documentos difícil de entender. Cada caso es distinto. Estas son dos historias de afectados por el conflicto entre fronteras.
Yassine es tetuaní. Investigador y estudiante. Tiene 27 años y es uno de los que “sufre” el problema de no poder entrar en Ceuta. “Quiero llegar para ir de compras y estudiar. Pero encuentro un problema, las autoridades siempre me detienen. No hago contrabando de mercancías ni nada ilegal. Mis objetivos son estudiar y comprar”, explica a este periódico.
Él trabaja investigando asuntos demandados en la universidad. En varias ocasiones se topa con el muro de la frontera, algo que en otras ocasiones no ocurría. “Soy estudiante de Historia. Vengo para visitar museos y algunos sitios arqueológicos. Trabajo investigando demandas de mi universidad”, añade.
Mientras el Gobierno de Ceuta anuncia visitas guiadas para dar a conocer el patrimonio local, ciudadanos marroquíes quieren visitarlo y se les niega el derecho a acceder por una frontera a pesar de residir en la vecina Tetuán. Las excusas son variadas. Se ha llegado al punto de solicitar al que viene a pasar por la frontera que demuestre que porta cierta cantidad de dinero para que esto sustente su versión de que entra a Ceuta para comprar.
Yassine es un afectado. Otra es una joven que estaba dispuesta no solo a entrar en Feria para conocerla sino, también, a pasar unos días para visitar a amigos, hacer compras, comer… “Me piden documentación, visado, cuando siendo de Tetuán no debo tenerlo. No entiendo por qué no dejan pasar”, lamenta. Casos como el de ella se repiten en el tiempo y en jornadas distintas. El hoy sí, mañana no, es la constante en un espacio fronterizo en el que poco o nada se entiende.
La imposición de mayores controles se llevó a cabo para evitar el porteo por el Tarajal y, también, para garantizar una mayor seguridad. Pero estas situaciones han llevado a que otras personas se conviertan en daños colaterales de este espacio fronterizo puesto que no pueden cruzar a pesar de tener derecho y tampoco reciben una respuesta clara.
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