Dicen que los mitos son relatos propiciados en la explicación de cualquier laguna que tenga el universo y/o, incluso, fenómenos naturales donde la ciencia no halla respuesta. A partir de aquí, empiezan los mitos a mantenerse de generación en generación.
Yo os puedo asegurar que los mitos son reales y a mi me toco sentirlo con silueta de mujer, cabello infinito y piernas de escamas; convirtiéndose así en una bella deidad que complementa una de mis pasiones.
Hablo de una sirena que viene buceando desde Latinoamérica y sin querer escuchar su canto no tuve más remedio que rendirme ante ella debido a su sonrisa, que ocupa gran parte del firmamento azul claro. Durante las conversaciones, siempre evoca una sonrisa que embriaga hasta el poema más bonito todavía sin escribir. Cada mueca, es una flecha salada que me dispara en las entrañas de mis apellidos y con tal maremoto de venablos no enamorarse es hilar en blasfemia.
Un día le pedí a la naturaleza que me debía algo pero nunca imagine que me iba regalar los besos más bonitos desde las profundidades del Océano Atlántico. En América Latina volé casi un lustro y anduve por paisajes difícil de describir; vi tejidos complejos de imitar; divisé horizontes que no están imprimidos ni en los libros; y escuche música de pentagramas callejeros donde no palpita su repetición como consecuencia de la maravillosa improvisación de sus maneras musicales. Sin embargo, la figura de la sirena latinoamericana acaba con los adjetivos inmarcesibles que le puedo dedicar al continente del Amazonas ya que nereida, de rostro canalla, se roba cada uno de ellos.
Estando con ella en una roca de playa inhóspita y con la entretela totalmente descalza me insinuó que su color favorito es el cárdeno del adiós de los días. Me explicó que tal color es el susurro del secreto universal que el sol le brinda al mar cuando éste se despide de la jornada dando así la bienvenida a la noche; es decir, hablamos de los atardeceres. Y, sinceramente, no existe lienzo natural más hermoso que la naturaleza pinte. Además, me recalcó que el color cárdeno también es el color de los corazones ya que cada latido es cómo una pronunciación continua de atardeceres de nuestra alma con cada uno de nuestros sentidos. De esta manera, se originan los secretos más íntimos, al igual que la estrella de la bola naranja con el mar en los eternos crepúsculo de su inefable horizonte.
Al explicarme eso, yo le comenté que las puestas de sol de cada tarde, son como un amigo, un amante o una mujer de compromiso futuro ya que me regala el color del melocotón de su firmamento proporcionándome almíbar en cada uno de nuestros diálogos para atenuar momentos tristes de mis pasajes. Ella me enseña lealtad y fidelidad auténtica debido al compromiso sincero de nuestros innumerables encuentros. Es más le reconocí a la sirena que un día estuve a punto de pedirle que nos hiciéramos pareja de hecho, pero sin la presencia de templos, porque si le declaró matrimonio a ver en que iglesia caben sus hélices de luces cuando asoma el crepúsculo.
"Estando con ella en una roca de playa inhóspita y con la entretela totalmente descalza me insinuó que su color favorito es el cárdeno del adiós de los días"
¡Ains! sirena no te enceles que puesto a seleccionar, ya sabes mi elección. Y como en mi cultura no me permiten dos parejas pues prefiero tener al atardecer de amiga. Así que sigamos como estamos, eso sí, nunca le fallaré a nuestras citas y jamás dejaré de piropearle.
Por otro lado, si tengo suerte, y puedo observar su “destello verde” mi mente enajenada logra divagar en tantas ciénagas, mitos, relatos e inspiraciones como pompas puede dibujar una niña con su soplador. En ese instante, se contempla un baile entre cielo y mar que sólo tú puedes aplaudir desde el balcón arenal de la diversa estampa. Esta pareja nos muestra la estría del infinito, envuelto en un horizonte mayestático que es pupitre del curioso, escuela del inquieto, alumna del verso y numen del artista puesto que cuántas veces se habrá preguntado el individuo qué hay detrás de la tangente y decidió ir tras lo desconocido, y cuántas obras se han escrito por observar su espectacular ocaso.
Sirena, hembra de infancia difícil y huérfanas de oportunidades por tu situación desigual. No obstante, irrumpiste de personalidad inquebrantable y sensibilidad etérea para tronar en un altavoz sobre las injusticias mundiales. Nadas sobre los terrenos más hostiles para llenar tu elocuente inquietud y así mostrarle al mundo la verdad de la globalización que es un sistema donde el pobre es más pobre y el rico más rico. Asimismo, denuncias que el desarrollo/progreso impuesto en tu continente es un discurso político y académico sin saliva.
De ahí, que el ser latinoamerican@ tiene corazón indígena pero cerebro occidental y eso está originando que seáis la región más desigual del universo mi amor puesto que no se puede amar a la naturaleza utilizando maneras contaminantes de la civilización “supuestamente” más antigua.
La whipala es la bandera que adorna tu ser proveniente del panguea latinoamericano, que va desde el Estrecho de Magallanes hasta el pueblo yanqui. Asimismo, la gama diversa de colores del estandarte lo imprimes sobre cada una de tus escamas subrayando: que nos enamoramos de la persona y no del sexo ya que somos seres sexuales; la raza, etnia y fronteras es una invención del hombre blanco ante la cobardía de creerse superior; el feminismo como guerrera de la próxima rebelión; Dios no es más que una palabra vacía ya que sólo sirve para justificar actos; la pobreza es un interés de unos pocos para mantener sus privilegios; la desigualdad tiene cura como el cáncer sólo hace falta inversión y que las decisiones no las tomen las élites empresariales; y que la generación de oportunidades es un derecho planetario.
Sirena, mujer cuya frente iridiscente pinta las cinco punta de Guevara; despeinada cómo los mares; orgullosa como Cuba; alta como los Andes; pequeña como los frijoles; fuerte como el clima; alegre como el carnaval; parlanchina como el tucán; brava como su gente; profunda cómo la selva; rica como la samba; pública como la calle; valiente como las madres de tu territorio; pintoresca como las favelas; bonita como los metales de tu tierra, rebelde como los poemas asonantes de los poetas latin@s, de curvas vertiginosas como el rio Orinoco; y libre como los libros.
Sirena, eres tan feminista que no quisiste tener piernas para enmaromarte de un “machito” sino para cambiar el mundo a golpe de reivindicaciones, de inquietudes, de valores revolucionarios y de argumentar mediante tus investigaciones que lo imposible es, totalmente, posible.
"Estando con ella en una roca de playa inhóspita y con la entretela totalmente descalza me insinuó que su color favorito es el cárdeno del adiós de los días"
Al vivir en un océano, te das cuenta que al no habitar el ser humano allá en las profundidades del mar la vida es mejor ya que existe un respeto y armonía entre todos los seres vivos que acá, en la tierra no existe. Sin embargo, debido a la solidaridad de tu actos tú te empreñas en querer cambiarnos y mi amor la utopía nunca se da aunque el camino es mondo. Sinceramente, no puedes ser más sirena, tener más compasión con los demás, vestir un comportamiento con mayor bonhomía que tu, y ser más fiel con tus ideas.
Sirena, saliste de los mares para cambiar el mundo pero si no puedes modificarlo que el mundo no te cambie a ti, y si empiezas a sentir eso, vuelve a los océanos, tu hábitat, que ya demasiado lucha por nosotros.
Al viento de los cinco continentes de nuestro amado mundo, quiero llevarte conmigo para resolver todas nuestras inquietudes, y construir proyectos con tus estudios y mis escritos para ver si así logramos que ambos hemisferios cambien; y si la sociedad universal se empeña en que no le apetece modificar sus conductas, pues sin rencores y sin recelos, viajemos hacia otro planeta quizás con otros atardeceres más bellos, eso sí, cuando nos apetezca.
Sirena, dime que tiene tus mares, que desatas mi mente como nadie; Sirena, dime que tienes tus mares que sin ser marinero me transformas como tal, debido a tus golfas corrientes; Sirena, dime que tienes tus mares que con tus besos mitológicos encuentro la vulnerabilidad del niño; Sirena, dime qué tienes tus mares que tu sonrisa es el calambre que enciende mis sentidos y me hace navegar en el olimpo de mis pasiones; Sirena, dime qué tienes tus mares que en los altares y miradores que me regala tu cuerpo, las noches en vela pasé en una furgoneta allá perdido en las carreteras de los Caños de Meca; Sirena, dime qué tienes tus mares que mi amor por ti es un sempiterno inmortal, Sirena dime qué tienes tus mares…
Sirena dime qué tienes tus mares que de la mano de tantos atardeceres que llevan mis ojos buscando la revolución, al final la encontré en ti…
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