Al final se confirmó, y como se preveía, se suspendieron todos los actos presenciales programados para la Semana Santa de 2020, incluidos los cortejos procesionales. Es cierto que algunos años, las inclemencias del tiempo han impedido el que uno o varios días, los pasos con las imágenes de nuestras devociones hayan podido salir a la calle. Naturalmente ello causa frustración en sus devotos, y esta vez será aún más traumático sin duda. Muchos dirán que esto no se había vivido nunca, y en parte será verdad, pero muchas veces, todo depende de nuestra propia memoria y nuestra edad.

Ninguna verdad es inmutable y tampoco las cosas han sido siempre como uno las recuerda. Nuestra Semana Santa ha cambiado mucho en el transcurso de la historia. Poco o nada tienen que ver las estaciones de penitencia de la etapa portuguesa con el movimiento penitencial que fomentará la emigración andaluza desde mitad del siglo XVII y que tendría su eclosión en el XVIII.

No obstante, este último modelo estaba totalmente sostenido por los conventos de franciscanos y trinitarios, así como algunas cofradías y hermandades, entre las que destacaba la Santa y Real Casa y Hermandad de la Misericordia.

Si sumamos las primeras medidas desamortizadoras de finales del siglo XVIII a la exclaustración de ambas comunidades de frailes a comienzos del siglo XIX, tendremos como resultado la reducción de los cortejos procesionales hasta prácticamente uno solo, en los últimos años del siglo XVIII: La salida procesional del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad.

Un canónigo de la Santa Iglesia Catedral, don Manuel Miranda Moreno, fue el responsable de que las cosas comenzaran a cambiar. Para él, una de las razones por las que la religiosidad popular no se vivía en la calle, era que las imágenes existentes, procedentes de gustos de otras centurias, no conectaban con la calle. Así que promovió una rifa para adquirir un nuevo Cristo Yacente con su urna, que salió a la calle, por vez primera, en 1903.

Así y todo, la ciudad mantenía su tibieza a la hora de recuperar una Semana Santa que no había llegado a la memoria de sus habitantes, por lo que el canónigo Miranda, de nuevo, tuvo que ponerse manos a la obra y ser el inspirador de la que podemos considerar cofradía matriz: La Real Cofradía del Santo Entierro.

La constitución de la Comisión Organizadora tuvo lugar el 31 de marzo de 1913 y las 1000 circulares repartidas por toda la ciudad para constituir un sólido cuerpo de hermanos consiguió nada menos que 347 inscripciones en pocos días. Desde entonces, las sucesivas Mesas intentaron aumentar sus cortejos, restaurando y adquiriendo imágenes, tronos y pasos, en una progresión que continuó sin parar hasta 1931.

 

Según las anotaciones del libro de actas de la Cofradía del Santo Entierro, en 1929 habían salido a la calle el Lunes Santo Oración en el Huerto y Mayor Dolor, el Martes Santo Nazareno y Flagelación, el Miércoles Santo Expiración y el Viernes Santo el Santo Entierro y Soledad. En 1930 no salió Nazareno y Flagelación y Expiración salieron el Miércoles Santo, mientras que Santo Entierro y Soledad volvieron a hacer estación de penitencia el Viernes Santo. Por último, en 1931, no hubo procesiones el Lunes ni el Martes Santo, para salir el Miércoles Flagelación, Nazareno, Expiración y Mayor Dolor, el Jueves Santo Vera Cruz y el Viernes Santo el Santo Entierro y Soledad.

El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República Española y con ella el Estado laico. Si sobre el papel se podían celebrar actos religiosos públicos, previa autorización de los gobernadores civiles, no es menos cierto que eso fue algo prácticamente extraordinario, y en 1932 y 1933 las procesiones desaparecieron prácticamente de todos los lugares, salvo alguna salida tan excepcional como la de la Hermandad de la Estrella, en 1932, por las calles de Sevilla.

Ceuta no fue una excepción y los cultos en esos dos primeros años se redujeron a lo que podía hacerse dentro de los templos, que no era mucho, dadas las dimensiones interiores y estado de los mismos. No hacía falta que las autoridades civiles prohibiesen hacer estación de penitencia por las calles. Las autoridades eclesiásticas estaban de acuerdo en que el momento no era el adecuado.

Hay que recordar que el Domingo de Ramos de 1932 fue 24 de marzo y en las semanas anteriores habían sido incendiados el Juzgado de primera Instancia, la Fábrica de muebles de Baeza o asesinado el coronel de La Legión Juan Mateo y Pérez de Alejo, que sin tener nada que ver con el problema religioso, habían enrarecido el ambiente y dejado una clara sensación de inseguridad.

Con posterioridad sí que el problema llegó al mundo católico. El 5 de abril de 1932 “La Vanguardia” denunciaba el intento de haber prendido fuego al Santuario de la Virgen de África, rociando con gasolina la puerta principal, abortando el hecho la intervención de la guardia del Parque de Artillería, y en septiembre el Ayuntamiento propuso y consiguió que se quitara de su hornacina el Cristo del Puente.

No parece que ni en 1933 ni en 1934 hubiera intentos de hacer actos religiosos públicos en nuestra Ciudad, por los datos que manejamos. Los festejos del mes de agosto sí que continúan celebrándose, aunque despojados de cualquier mención religiosa, por lo que aunque hubo incidentes graves, como la bomba cargada de metralla que explotó el 9 de agosto de 1933 y que causó heridas graves a dos personas –una de ellas falleció-, no pueden relacionarse con atentados a los sentimientos religiosos.

A partir de 1934, en numerosas capitales de Andalucía se solicita permiso para celebrar la Semana Santa de forma tradicional, pero en Ceuta no ocurre otro tanto, a pesar de que el gobierno nacional está en manos de los conservadores. Quizá porque la actividad de la izquierda más radical se había vuelto mucho más violenta, con numerosas explosiones de pequeños artefactos y otros ataques a entidades y empresas. Por poner algunos casos, la bomba del Colegio de los Agustinos de 15 de febrero de 1934, la profanación y robo en el Santuario de la Virgen de África el 20 de agosto de 1934.

En 1935, “El Faro de Ceuta” se hace eco del deseo de muchos vecinos de volver a hacer estación de penitencia por las calles de Ceuta. En un primer momento parece que iba a salir el Viernes Santo Nuestra Señora del Mayor Dolor desde la Iglesia de los Remedios, pero luego se decidió no hacerlo. En sucesivos números, el diario se lamentará no haber seguido el ejemplo de otras capitales como Sevilla, Murcia, Cartagena o Málaga. Sin embargo, se celebró la procesión de Corpus Christi sin incidentes.

La primavera de 1936, con el nuevo gobierno del Frente Popular no permitió ni atisbar la posibilidad de salir a la calle. Fueron los momentos en los que se intentó incendiar la Iglesia de los Remedios, con destrozos en varios altares, así como el local de la Federación de Estudiantes Católicos, en la calle Duarte, y se asaltó el Colegio San Agustín.

Después del golpe de estado del 18 de julio de 1936, son muchos los cristianos locales que proponen una restauración de la Semana Santa local. Figuras del movimiento cofrade local como el práctico del Puerto Matías M. Carmona solicitan una subvención del Ayuntamiento, que negará ante la falta de partidas para ello. No obstante, seguirán adelante y conseguirán que el Alcalde, Fernando López Canti los reciba y se comprometa a asistir.

La primera procesión, después de varios años, tuvo lugar el Domingo de Ramos, con la salida de Nuestra Señora del Mayor Dolor, desde la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios a la de Nuestra Señora de África, con enorme participación de los ceutíes. No hubo más procesiones hasta el Viernes Santo, con la salida desde el Santuario de la Gran Cruz de Guía, tras la que venían las representaciones de las Virtudes Teologales –Fe, Esperanza y Caridad-, los pasos de Flagelación, Cristo Crucificado –Expiración-, Santo Entierro, una representación de La Verónica, y Mayor Dolor, que continuaba en África. Naturalmente, con una gran participación oficial y política de las nuevas autoridades.

El itinerario que siguió fue: Calle O’Donnell, Independencia, Alcalde Victori Goñalons, Puente Almina, Marina Española Méndez Núñez, Revellín, Camoens, plaza de los Reyes –desde donde Mayor Dolor continuó hasta su templo-, Camoens, Revellín, Paseo de las Palmeras y Plaza de África hasta el Santuario.

La imagen que intuimos de esas procesiones de 1937 son prácticamente las mismas que se dieron en 1938 y cuyo reportaje se conserva en el Archivo General de Ceuta que nos sirven para ilustrar estas notas.

– Por José Luis Gómez Barceló
Archivero Diocesano
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