Una visión de nuestra Semana Santa en 1937

Hacía ocho meses que había estallado la guerra civil. Matándose unos con otros los españoles en el frente y fuera de él, se hace difícil concebir en medio de aquel belicoso y horrendo ambiente una Semana Santa, la primera bajo el doloroso yugo de la fraticida contienda.  Al contrario que en otras localidades, Ceuta no vio interrumpida la celebración de su Semana Mayor, entre el 21 al 28 de marzo. Tres días antes de la ofensiva sobre Vizcaya y el bombardeo de Durango, y en plena conclusión de la batalla del Jarama con un contraataque del ejército republicano dirigido por el general Miaja. Terrible.

Si bien la totalidad de las imágenes de entonces no estuvieron en la calle, el patrón de celebración era prácticamente el mismo de la época, alterado, eso sí, por la exaltación nacionalista del régimen de los sublevados del 18 de julio en todas las procesiones.

Del Cristo del Puente al Domingo de Ramos

Hacía ocho meses que había estallado la guerra civil. Matándose unos con otros los españoles en el frente y fuera de él, se hace difícil concebir en medio de aquel belicoso y horrendo ambiente una Semana Santa, la primera bajo el doloroso yugo de la fraticida contienda.  Al contrario que en otras localidades, Ceuta no vio interrumpida la celebración de su Semana Mayor, entre el 21 al 28 de marzo. Tres días antes de la ofensiva sobre Vizcaya y el bombardeo de Durango, y en plena conclusión de la batalla del Jarama con un contraataque del ejército republicano dirigido por el general Miaja. Terrible.

La imagen del Cristo del Puente era llevada a la Catedral y viceversa, en una solemne doble procesión, para celebrar en la sede septense los tradicionales cultos en su honor

El Domingo de Ramos se celebró la primera procesión con la salida de la Dolorosa de Los Remedios hasta la iglesia de África.

Si bien la totalidad de las imágenes de entonces no estuvieron en la calle, el patrón de celebración era prácticamente el mismo de la época, alterado, eso sí, por la exaltación nacionalista del régimen de los sublevados del 18 de julio en todas las procesiones. Siguiendo una tradición que no ha logrado recuperarse, llegada la cuaresma el Cristo del Puente era traslado en medio de una gran solemnidad desde su hornacina del Puente del Cristo a la Catedral, donde tras de recibir los cultos de rigor era devuelto en las vísperas de la Semana Santa a su lugar en medio de otra multitudinaria y devota procesión con la presencia de las autoridades en pleno.

Por entonces la Semana Mayor no comenzaba con la Pollinica ya que, si bien la hermandad se había constituido en 1923, su primera salida no se produjo hasta 1944.

La primera procesión era la del Domingo de Ramos, con la salida de la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor, a las cinco de la tarde, desde su templo de Los Remedios hasta la iglesia de África, de donde habría de salir de nuevo el Viernes Santo para escenificar la pasión junto a otras imágenes.

Con las calles abarrotadas de público, abría aquella primera procesión una sección de Pelayos con sus bandas de cornetas y tambores, seguidos de chicas de Falange y numerosísimas damas ataviadas con la clásica mantilla. Dando escolta al paso de la Virgen un pique de guardias de asalto. Detrás una banda de música de Falange con instrumental nuevo. Finalmente una centuria de vanguardistas y cuatro de flechas. Lo dicho, toda una exaltación del régimen de Franco llevada al máximo grado en aquellos primeros meses de la contienda.

Al llegar la imagen frente a la Comandancia de Ingenieros (un desaparecido edificio junto al del actual museo del Rebellín) y dando media vuelta, se colocó cara al mismo, donde se cantaron algunas saetas. Después siguió hasta la plaza de África donde aguardaba una gran multitud de personas. Al entrar la imagen en el santuario de la Patrona se sucedieron los vivas sin interrupción.

Los cultos y la profunda religiosidad de entonces

Junto con las procesiones y los templos a rebosar, los ceutíes asistieron masivamente a lo largo de esos días a los tradicionales cultos, centrados principalmente en los Santos Oficios, el Septenario de Dolores, el triduo a Jesús Nazareno con su tosca y primitiva imagen con la cruz a cuestas, el Sermón de la Soledad y el canto del Sabat Mater en la Catedral, todo ello en medio de la mayor religiosidad.

A partir de las diez de la mañana del Jueves Santo se suspendió el tráfico rodado por la población hasta la misma hora del Sábado de Gloria, excepto para los vehículos autorizados, para un mayor silencio y recogimiento. Los autobuses urbanos y los de las líneas con el Protectorado, trasladaron esos días su parada a la explanada que existía junto al Puente del Cristo.

El triduo a Jesús Nazareno, con su tosca y primitiva imagen de entonces con la cruz a cuestas, congregaba una extraordinaria devoción popular en los cultos de Semana Santa.

Un grupo de chicas de la Sección Femenina en la plaza de África a la salida de una procesión.

En plena guerra civil las procesiones de 1937 reflejaban una manifiesta exaltación nacionalista del régimen del 18 de julio con la presencia de formaciones y bandas de falangistas, y de flechas y pelayos.

La solemne procesión  del Santo Entierro

Según decíamos, de la procesión del Domingo de Ramos se pasaba a la del Viernes Santo, la que se venía organizando desde 1913 la Real Cofradía del Santo Entierro, con una imagen de la Virgen de la Soledad, del siglo XVIII y un Cristo Yaciente, a la que con los años se le fueron incorporando otras imágenes con sus respectivos pasos constituidos en secciones de la hermandad matriz: los del Nazareno, la Flagelación, la Expiración, el Descendimiento y el Buen Fin, escenificando así las escenas de la pasión y muerte de Cristo.

A hora bien temprana, las cuatro de la tarde, efectuaba su salida esa solemne procesión del Santo Entierro, desde la Iglesia de África, donde se encontraban los pasos, junto con el de la imagen de la Virgen de los Dolores, que con anterioridad había sido llevada procesionalmente desde la parroquia de Los Remedios.

Salida del Santo Entierro del templo patronal con su antigua imagen y urna de cristal.

Abría la procesión el paso de la Flagelación con su escolta de guardias de seguridad, la sección de nazarenos, cruz y clero parroquial, ángeles y farolas. Tras él, el Cristo de la Expiración con la misma escolta, seguido de la presidencia oficial con las autoridades en pleno y los hermanos mayores de las diferentes hermandades. Finalmente el paso de la Sagrada Urna flanqueado por una sección de la Guardia Cívica nacional, y ya el de la Virgen de los Dolores escoltado por una sección de Falange Española, otra segunda presidencia de autoridades a la que seguía la banda de trompetas y tambores de la Comandancia de Artillería de la plaza y, ya por fin, numerosísimos falangistas y chicas de la Sección Femenina con sus respectivos uniformes y muchísimas mantillas.

Partiendo de la plaza de África, el recorrido de entonces continuaba por Independencia, bajada por la actual Vitori Goñalons hacia la Marina, subida por Méndez Núñez y Camoens hacia la Plaza de los Reyes, donde la imagen de la virgen retornaba a su iglesia de Los Remedios, mientras los demás pasos bajaban por el Rebellín para retornar a la iglesia de África por el Paseo de Las Palmeras.

Las crónicas de la época dan cuenta de la gran aglomeración de personas que se dieron cita en la calle y de  las muchas saetas que se cantaban durante el recorrido.

1937: un año providencial para el Medinaceli

Fue en aquel año de 1937 cuando el entonces jefe de los Servicios de Automovilismo, Andrés Prados, vivamente impresionado, cuentan, al contemplar por primera vez la imagen del Cristo de Medinaceli que se había venerado en el convento de los Trinitarios desde su llegada a Ceuta en 1728, hasta su traslado al asilo viejo, decidió llevar la mencionada imagen a los talleres de su Unidad. Allí se restauró en lo posible su cuerpo, no atreviéndose quienes realizaron la labor a hacer lo propio con las manos, los pies y el rostro del Cristo.

Al año siguiente el Medinaceli salía ya en procesión, por iniciativa y patrocinio de Automovilismo, si bien la hermandad no se fundó hasta 1946.

Procesiones y calles se poblaron de mujeres con mantillas.

Andrés Prados, Jefe de Automovilismo, impresionado con la imagen del Medinaceli, decidió restaurarla tras sacarla del Asilo Viejo, procesionando ya a partir del año siguiente.

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