Definitivamente, la Semana Santa dejó ser la que fue aunque se siga manteniendo viva su celebración para la que no faltan quienes se empecinan en erradicarla. En medio del actual clima de laicismo, resulta curioso lanzar una mirada retrospectiva para recordar determinadas secuencias perdidas de tiempos en los que la más rigurosa religiosidad, la oficial o la puramente familiar, presidió la vida de los españoles durante más de la mitad de la pasada centuria. 

Es el caso de la visita a los sagrarios expuestos en los distintos templos o capillas en la solemne jornada del Jueves Santo, en la que se reserva la Eucaristía en el Monumento. Una suerte de altar o triunfo distinto del altar mayor, artísticamente adornado con luces y flores, simbolizando a la vez la institución de dicha Eucaristía y el Sepulcro del Señor. Monumento al que aún se le sitúa en un altar preferente de la iglesia o en la capilla sacramental para la reverente adoración de los fieles.

El Jueves Santo era el día de la tradicional visita a los sagrarios. Ver a las mujeres ataviadas con su mantilla negra y a los hombres con sus trajes oscuros acompañándolas de templo en templo, era todo un típico cuadro devocional perdido, hoy ya solo visible, en el caso de las mantillas, en algunas procesiones y en imparable recesión.

Como imaginar, quienes no lo vivieron, calles y templos colmados de fieles en piadosa peregrinación, de monumento en monumento, en tan solemne día. De la Catedral a África, y de África, en fechas más remotas, a la capilla del viejo Asilo a través de aquel desaparecido dédalo de calles humildes limpias y aseadas por lo propios vecinos, pescadores en su mayoría, que configuraban el barrio de su nombre, donde hoy se alza la Gran Vía. Capilla aquella, por cierto, en cuyas alturas destacaba la imagen del Medinaceli, tras el derribo del convento trinitario, antes de su traslado al Príncipe. Y del Asilo hacia el colegio de las Concepcionistas, siguiendo por San Francisco para concluir en Los Remedios donde solía cerrarse el piadoso peregrinar para postrarse ante el que, cuentan, era el mejor y mas soberbio monumento con sus balaustradas, columnas, escalinatas, arañas, candelabros y jarrones deslumbrantes configurando un impresionante conjunto de luz y belleza. O al revés, claro.

No era menos destacable y curioso, menos aún en nuestra ciudad, la presencia masiva de soldados de la guarnición, de uniforme e impecablemente engalanados con sus guantes blancos y acompañados por su oficialidad, recorriendo puntualmente también los sagrarios de acuerdo con las implacables ordenes del alto mando.

Y como remate a esta glosa de aquellos jueves santos, nada mejor que las imágenes del Archivo Municipal que ilustran esta página y que hablan por sí solas. Camino de Los Remedios en una vemos, de izquierda a derecha al padre Chico Vaello, al alcalde, Francisco Ruiz Sánchez, al vicario y al inolvidable cofrade y popular edil, ‘Pepe Remigio’. En la otra fotografía aparece la Policía Local en traje de gala flanqueando a la corporación municipal en pleno junto a miembros del cabildo catedralicio, también por la Plaza de los Reyes en dirección al mismo templo en su recorrido por las distintas estaciones de los sagrarios.

Ya digo, son otros tiempos y el peregrinaje ya tiene distintos horizontes: la playa, la escapada a la Península o a Marruecos o a los más variados destinos turísticos… Por fortuna nos quedan las salidas procesionales, tan arraigadas a nuestras tradiciones gracias al esfuerzo de tantos abnegados y entusiastas cofrades.

– Por Ricardo Lacasa

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