El 15 de noviembre de 2021 unos criminales mataron a sangre fría a Abdeselam Ahogan en Ceuta. Tenía 39 años y estaba trabajando en la hamburguesería churrería familiar del Príncipe. Aquella noche una bala mató a ‘Abslam’ pero esa misma bala también destrozó para siempre la vida de Ramia, su esposa.
De las víctimas indirectas de los crímenes que ocurren en Ceuta poco se habla, se les borra directamente hasta quedar en el olvido. Así ha ocurrido con el asesinato del churrero del Príncipe, se ha obviado que esos asesinos que terminaron con su vida también dejaron a sus seres queridos destrozados y desamparados.
La Sección VI de la Audiencia Provincial de Cádiz en Ceuta ha señalado ya la vista judicial que se seguirá mediante Tribunal de Jurado contra el llamado A.S.A., el único adulto que queda por juzgar ya que los dos menores detenidos fueron sentenciados ante la instancia judicial correspondiente.
La Acusación Particular pide hasta 31 años de prisión por delitos de tenencia ilícita de armas, constitución de grupo criminal y asesinato. La Fiscalía mantiene también una calificación por asesinato y reclama la máxima pena. El detenido está en prisión provisional desde que la Policía Nacional le puso los grilletes y tendrá que enfrentarse a un tribunal no profesional.
Ramia, la viuda de ‘Abslam’, ha tenido que cambiar su vida después de que su proyecto en común con quien era su esposo se lo arrebataran de la noche a la mañana de un disparo a traición y cobarde. Quiere que se haga justicia y lamenta que los menores ya sentenciados se beneficiaran de unas penas mucho más bajas de acuerdo a la ley. Uno de ellos no está siquiera privado de libertad ya que fue condenado a 2 años de vigilada.
Ahora, a falta de juzgarse al adulto, Ramia tiene claro lo que pide: “Que se haga justicia”. “Date cuenta que uno de los menores no está” siquiera interno “por lo que le hicieron a mi marido”, denuncia. Solo uno de esos dos adolescentes fue penado a la máxima condena de internamiento: 8 años.
“Los dos ejercían lo mismo, no entiendo cómo la Justicia le pone a uno una pena y al otro otra. Aquí las leyes amparan a todo el mundo, pero a mí no me ha amparado nadie. Yo no tengo a nadie. Desde el primer momento, cuando me he visto de cara a lo que me venía, he estado sola. No he tenido ayuda de nadie y, hablando de instituciones, nadie se ha manifestado por lo que le ocurrió a mi marido”, expone en una entrevista mantenida con El Faro de Ceuta.
El crimen “se publicó en El Faro, como es lógico porque se comete un delito; la Policía se volcó conmigo, pero las demás instituciones nada. Solicité una audiencia con el presidente de la Ciudad y no he tenido respuesta, no me ha querido recibir. Con la Delegación hablé y me prometieron muchas cosas, que me iban a ayudar a buscar una casa, un trabajo... pero a día de hoy no me han ayudado. Yo tenía una vida y una banda criminal me la ha arrebatado. Tenía unos derechos y de la noche a la mañana me vi en la calle. Si no es por mis cuñadas y mis padres, ¿qué hubiera sido de mí?”, recuerda emocionada.
Tras el asesinato de su marido solo recibió la visita de un psicólogo a través del convenio de la Ciudad “una vez” y fue “a los 15 días, creo, de cuando pasó”. En todo este tiempo ha tenido que ver cómo ella perdió todo y tuvo que buscar fuerzas de donde podía para reponerse, salir adelante, trabajar y enfrentarse a una situación que nunca esperó. Los asesinos, en cambio, no.
“Los delincuentes están ‘empadronados’ en la cárcel: comiendo, viviendo a costa nuestra porque somos los que les pagamos. ¿Y yo qué culpa he tenido de esto? De la noche a la mañana me vi en la calle” sin tener ayuda de las instituciones para quienes son víctimas de una delincuencia como la que terminó con el proyecto común de este matrimonio.
“Se cargaron todo. Yo tenía una vida formada, y de la noche a la mañana cómo te metes tú en la cabeza que ya nada va ser como antes. Vivimos en España, es que no me entra en la cabeza que pase esto”, relata indignada Ramia.
Cuando mataron a su esposo todo fueron promesas que nunca se cumplieron, duraron el tiempo de la presión mediática. Por aquel entonces le prometieron ayuda en la búsqueda de una casa cuyo alquiler pudiera afrontar. La única solución que se le dio por parte de la Ciudad fue trasladarla a la Península, algo que rechazó.
“Yo no he cometido ningún delito y lo último que podían hacer era alejarme de mis seres queridos. Dije que no. Entonces me indicaron que lo único que quedaba era meterme en un centro de acogida. Yo no voy a meterme en un centro de acogida, a mí mi marido nunca me maltrató para meterme ahí. Me pongo en el lugar de esas personas y las respeto, ¿pero acaso yo he padecido eso?”, recuerda indignada.
Ramia llevaba toda su vida con Abdeselam. Los sueños que tenían en común desaparecieron aquella noche, cuando tres individuos comenzaron a dar vueltas por el Príncipe disparando y sembrando el pánico. ‘Abslam’ estaba trabajando en la churrería. El disparo fue mortal. La Acusación Particular mantiene que el acusado disparó con la evidente intención de acabar con la vida de este trabajador al que apreciaba todo el Príncipe. El disparo se efectuó a través de la ventana de la cocina donde trabajaba la víctima, sin darle opción a escapar o defenderse.
Ramia recuerda esa noche como la de una pesadilla de la que todavía intenta recuperarse.
“Cuando me lo dijeron en la puerta de la hamburguesería, que fui la última en enterarme, me indicó la Policía que acudiera al hospital. Me monté en el coche de mi primo y tenía la sensación de que iba súper lento. Al llegar a la puerta de Urgencias me entró una cosa rara por el cuerpo y me tiré del coche. Tuve un moratón por lo menos dos meses. Cuando llegué, no me dejaron verlo, y cuando el médico me dio la noticia no me lo creí. Estaba en shock. No permitía que nadie de mi familia me abrazara ni nada ya que no me lo creía, pensaba que había un error”.
“Es que una persona, con 39 años, que llevaba aquí en Ceuta desde los 14, que nunca ha tenido un roce, ni un problema con nadie... Todo el mundo lo quería por cómo era, respetaba a todo el mundo... que tenga que morir a manos de unos cuantos desgraciados, de unos malcriados... No me cabe en la cabeza”, denuncia con dolor.
Ramia tiene claro que fueron más personas las implicadas en el crimen de su marido. Agradece a la Policía Nacional la labor que hicieron deteniendo a dos menores y a este adulto, pero ella habla de banda organizada y de criminales.
“Es una banda organizada y a esa banda la controla alguien que sigue estando en su casa calentito y sigue haciendo de las suyas. Todos tienen derechos, menos yo”, puntualiza.
Ramia, como le sucede a otras víctimas de crímenes en Ceuta, hace comparaciones en el trato recibido. Las hace porque no a todas las víctimas se les ha tratado de igual forma. Hace falta un protocolo común para que se sientan acompañadas y apoyadas sin discriminación en situaciones adversas.
Hace unas semanas la propia familia de Vanesa Martín, cuyo cadáver fue hallado calcinado en una de las cuevas de Juan XXIII, trasladaba cómo vivieron aquellos momentos en soledad, algo de lo que también se hace eco en cierta manera Ramia.
“Lo que me llama la atención de las otras historias, ya que poco después de lo de mi marido murió el chico Ibrahim, es que salieron todas las instituciones a hablar de ellos. Se manifestaron cuando murió ese chaval, que me parece correcto, pero ¿por qué no se hace con todo el mundo igual? Han arrebatado una vida. La Policía hizo su trabajo, es su deber y obligación, pero con mi caso ¿dónde están las instituciones?, ¿quién indaga en la mujer que se queda sola?”.
Cuando se celebre la vista oral con Tribunal de Jurado, prevista este mismo año, Ramia aspira a que se sepa más de lo publicado y difundido por la Policía, porque ella insiste en que hubo más personas detrás del crimen.
“Que diga quién más hay detrás del crimen de mi marido. Porque son más de tres” que iban buscando a alguien, insiste en un mensaje dirigido al acusado. La bala terminó con la vida de este trabajador ajeno a cualquier ámbito delincuencial y que solo se centraba en el trabajo, en estar con su esposa y familia.
“Le tocó a mi marido. Lo vieron detrás de la ventana, ya que su intención era cerrarla, y le dispararon. No es que no lo hayan visto es que le vieron y le dispararon. Por eso pido que se llegue hasta el final y que paguen todos”.
El adulto que se someterá a un Jurado y dos menores ya sentenciados estaban en el Príncipe disparando y causando temor en la barriada. Llegaron a la calle María Jaén con ropas oscuras y encapuchados, con la intención de ocultarse. Así llegaron a esta bocatería donde se produjo el crimen.
La Acusación Particular mantiene que los implicados quisieron acabar con la vida del churrero del Príncipe, no le dejaron escapatoria y le dispararon en la cabeza aprovechando que iba a cerrar la ventana del local.
31 años de cárcel con la agravante de empleo de disfraz para atacar a la víctima, que no tenía ni 40 años.
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