Después de unos cuantos lustros que cubren mi rostro me he percatado que es más sincero manifestar “quiero verte” a decir “te amo”. Te amo se lo apropió la primavera como si cada vez que lo dijese floreciese algo. Sin embargo, son tantas las veces que me declararon tal oración que, finalmente, el invierno lo gobernó y a mi corazón heló.
Dicen que cuando repites mucha veces una mentira al final se convierte en verdad y, precisamente en ocasiones, esto le ocurre al “te amo”. Musitas tantas veces “te amo” que robas lo más bonito que existe entre dos personas, la asunción de pintar historias con ella o con él, y es a partir de ahí cuando la relación naufraga en una mendacidad amorosa.
“Quiero verte” estalla en la misma pasión de tus entrañas que reside en los infinitos balcones que tiene el universo, empezando por los de tu ciudad y acabando por los que posee el anillo de Saturno, hasta el calambre que quebranta tu iris por volver a observarla. Mientras “te amo” se repite tanto que pierde el fuego y la relación empieza a tiritar tanto de frío que ya confundes los besos de amor con los de cariño y estos se vuelven tan monótonos como los propios calendarios.
Quiero verte es una expresión libre de teorías, por eso es infinita en su proceder y rebelde en sus expresiones. No existen palabras suficientes que sepan explicar lo que significa; no habita partitura que refleje totalmente su emoción; no permea un verso que sea tan fiel como su rima; no hay película rodada que proyecte de manera tan viva sus claves; no habita una vista que proporcione tanta belleza como el resplandor del encuentro; no reza religión posible que sepa mejor orar su imagen; no contiene tanto vino como la uva de sus instantes; y no subraya rincones con tanto duende como el aliento de sus quedadas.
Te amo envidia al quiero verte, ya que el primero puede cabalgar en un paisaje con el mismo final de siempre, día tras día. Mientras que quiero verte es el cuento inefablemente interminable que supone el inicio continuo de una aventura unido al arrebol de la necesidad convertida en el deseo de estar contigo otra vez.
Quiero verte se plasma tanto en una persona como en cualquier disciplina académica y/o territorio que quieras visitar. No se trata solo de querer ver a una persona, sino de querer ver también ese lienzo para colorear tus mejores garabatos; ese papel para escribir los mejores versos; ese pentagrama para crear el mejor tema musical; esa calculadora para descubrir las mejores fórmulas que nos ayuden a comprender mejor el mundo que nos rodea y así sucesivamente, con diversas materias que pintan nuestro panorama cultural. De ahí que “quiero verte” es la máxima expresión del artista, solo que cuando se refiere a una persona esto es inmarcesible ante cualquier avatar, ya que el mensaje embriagador que sucede por tal acontecimiento supera los límites de la lógica y es entonces cuando todo subraya ilimitadas limerencias.
Por otro lado, “quiero verte” alumbra cualquier región que alcancen tus ojos. En mi caso, caminé en el refugio latinoamericano de su pobreza extrema y conviví con una de sus familias: los campesinos, gente sin nada en los bolsillos, pero de hospitalidad inmensa y rica, adornados con sombrero de paja para aliviar las altas temperaturas de sus clavos solares , pintorreadas sus manos y sus atuendos de tierra para aprovisionar, en cualquiera de sus haceres agropecuarios, a su humilde pueblo. Ellos y ellas me enseñaron que lo pequeño es hermoso y que los retales ostentosos son eso, simples retales, ya que lo más minúsculo que puedes considerar, como es querer ver a alguien, es precisamente lo más inmenso que te concierne como ser humano. En este caso, pretendo volver a verte Latinoamérica para que me sigas ilustrando lo bello de lo supuestamente chiquitito y, además, te quiero como a una madre ya que siempre me cuidas, incluso desde la lejanía, acariciando mis ideales revolucionarios y cobijándome en la soledad de mis pensamientos anárquicos, como tus mismos paisajes con principio pero sin fin.
Creí que decir “te amo”, por teoría, era más importante que “quiero verte” debido a que jamás tuve un amor de instituto y nunca escribí en ninguno de mis cuadernos de inglés en aquella época «I love you». Será por mi abrazo fraternal con el signo de interrogación, será por coquetear en innumerables ocasiones con la inquietud que me hizo no tener tiempo de mirar a otras, será porque no respondía a los cánones de belleza del momento o será simplemente porque el amor nunca quiso atracar en el puerto de mi escuela,, sinceramente, no lo sé. Asimismo, lo que tengo claro hoy, cuando me susurran “quiero verte” me hace sonrojar más que al pronunciarme “te amo”.
Te lo digo a ti, educación, que me haces sentir tan libre dentro de un aula que, en vez de “docente”, considero que es el único lugar donde soy una persona “decente”. En este caso, os veo a vosotros, mis alumnos y alumnas, y no existe día en el que lo único que intento es volver a veros porque me dais tanto amor sin ánimo de lucro, que solo os puedo devolver lo recibido a golpe de conocimientos y sobre la base de mi asignatura enseñaros cómo funciona el mundo para que vosotros, a sabiendas de lo explicado, construyáis un orbe más igualitario. Estar y mantenerme de pie como maestro fragua una responsabilidad hacia mis pupilos y pupilas para que no tengan que arrodillarse ante cualquier injusticia que les pueda ocasionar la vida. Por ello, quiero verte hasta el final, educación.
Quiero verte le confiesa las estrellas en su bóveda de faz llena de pecas estelares a la luna; quiero verte le grita la tormenta cuando entra en calma lluviosa al arcoíris y corona cada rincón de la tierra; quiero verte le pronuncia la arena a su orilla o la orilla a su arena y nos regala continuos cuadros de playas descalzas; quiero verte le chilla el horizonte oceánico, a la canica anaranjada para hacerle el amor en su atardecer e iluminarnos con su luz color cárdeno para así quebrantarnos, de manera etérea, cada uno de nuestros sentidos; quiero verte le indica los barcos en el mar descontrolado, a los faros clavados en piedras milenarias para no perder el rumbo; y quiero verte le entona la gracia de mi gente en las alamedas de mi municipio para hacer de mi ciudad gaditana un lugar extremadamente maravilloso. Quiero verte a ti naturaleza que no solo me regalas los mejores frescos naturales sino que nos proporciona lecciones de vida con tus comportamientos. Por ello, sigamos a la naturaleza con sus mensajes ya que, por ejemplo, nos indica que cuando una fruta está podrida la que le acompaña también se pudre. De esta manera, cuidado con a quién quieras ver, no vaya a ser que te marchites.
Querer verte es un estilo de vida, es un frenesí emocional que nadie entiende, es un vivir a tu manera que pocos conocen, pero en cualquier estampa natural que conforma los cinco continentes de nuestra amada bola terrestre, quiero llevarte conmigo para resolver todas nuestras inquietudes, y construir proyectos con tu pincel y mis escritos para ver si así logramos que ambos hemisferios cambien. Y si la sociedad universal se empeña en que no le apetece modificar sus conductas, pues sin rencores y sin recelos, viajemos hacia otros planetas cuando nos apetezca; con la suerte de poder observar distintos atardeceres con tres soles, de la mano de colores más allá del cárdeno.
Ahora entiendo los estudios de Galileo Galilei. El descubrió que la tierra era redonda y que, incluso, se movía alrededor del sol. No obstante, demostrando que nuestro planeta es redondo profetiza que la potencia del mensaje “quiero verte” es mayor que la de “te amo” debido a que si una persona va hacia un punto cardinal y la otra hacia el contrario al final se encuentran. Esto da por hecho que somos tan iridiscentemente esféricos como nuestra atmósfera terrenal. Por ello, el mundo es redondo para que siempre nos encontremos cuando queramos y así poder “querer verte”.
El tiempo no indaga en un quiero verte ya que es una declaración de intenciones verdadera como la calle y, además, despeina cualquier tipo de conjugación verbal. Pasado y futuro se encelan con el quiero verte porque éste no les necesita ya que es el instante de un lapso, entre tu y yo, pero tampoco es adornado por el presente; debido que la premura de otearte, nuevamente, rompe toda ley relacionado con el espacio-tiempo. En caso, si existiese una nave del tiempo tengo claro que todo ser humano ahondaría por encontrar la manera de volver a verla; y si hablo de mi pues está claro que haría todo lo posible por verte de nuevo mama.
Solo imagina lo hermoso que es decirle alguien: “quiero verte”, arriesgándote en el intento y que a partir de ahí todo salga bien. Quiero verte en esta vida que es una carretera utópicamente compleja pero ya que estamos, pues bailemos. Existen dos amaneceres. El primero, el que me regala la naturaleza cada día entre el sol y cualquier paisaje caprichoso. Mientras que el segundo me lo obsequian tus ojos claros al despertar contigo. Aún así no sé si acabaré amándote porque no creo mucho en ello ya que se han acometido las mayores mentiras entre dos personas por tal manifestación. Sin embargo, quiero verte.
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