Opinión

InquieTÚd

Por ti inquietud mi locura desatada. La manera de vivir la vida originando interrogantes anárquicos, a diario, hace que presuma de una libertad revolucionaria en ese ansia por la juventud eterna.

Nadie me besó como tu; nadie me acarició como tu; nadie me quiso como tu; nadie me entendió como tu; nadie me susurró como tu; nadie me conversó como tu; nadie me enamoró como tu; nadie me cautivó como tu; nadie me embriagó como tu; nadie me tuvo las noche en vela como tu. Por ello, sin ella, la carretera se me acaba.

Mientras la orbe giraba debido una superficialidad societaria, que es el anuncio de una muerte cultural segura, mi semblante quedaba marginada en los libros para hacer de mi una persona libre. Asimismo, entendí que la pluma es el mejor disparo contra las desigualdades y, además, es una manera de manifestar lo que ocurre a nuestro alrededor.

Sin inquietud la humanidad naufraga en una tierra sin patria, ni acento, ni historia, ni himno, ni siquiera solidaridad. En este sentido, la inquietud es la única bandera donde agarrarse para principiar en una primavera de oportunidades para todos y todas. De lo contrario, el único patrimonio que poseeremos será la indolencia siendo ésta tan peligrosa como aquellas épocas del blanco y negro.

Sin inquietud, estaremos obligados a ser marionetas de un sistema patriarcal dominado por una élite de machitos que originan guerras para perpetuar sus privilegios y mantener al resto de la sociedad en una atroz desigualdad. Asimismo, regaremos macetas de inequidades hasta el limite de ver decorada de limosnas cada adoquín callejero de nuestras ciudades, mutando la pobreza como en pasajes dignos en vez de indignos.

A partir de aquí, la persona no puede ser tan tirante de riqueza como para comprar un ser humano ni la ser humana tan carente de recursos como para venderse. Sólo nos queda la inquietud como único elemento para que nuestro corazones estalle en realidades más equitativas.

La ignorancia de un pueblo es como una playa vacía; una lluvia hacia arriba que no moja los campos; un beso que no llega; un jardín marchito; un cuento sin final; unas alambradas en una montaña; un crepúsculo sin su cárdeno; una maestra sin su tiza; un pasillo de instituto sin un coqueteo entre alumnas y alumnos; una plaza sin niños y niñas; un horizonte sin desamores.

Entendí que satisfaciendo mis inquietudes no iba a ser suficiente y, por ello, me convertí en profesor. Una persona que se dedica a la educación no puede conformarse, exclusivamente, con enseñar su asignatura sino debe ser maestro y generador de inquietudes hacía aquellos y aquellas que te miran desde sus pupitres con los ojos tan grandes y brillantes como soles. Ellos y ellas son nuestra esperanza así que desde nuestras pizarras hagamos que bailen sus inquietudes y se alcen en auténticos exploradores del universo multidisciplinar académico. Sí logramos que la cultura sea la mayor de sus aventuras al mundo todavía le queda una última oportunidad.

Nosotros y nosotras, los y las docentes, tenemos el compromiso social de colorear nuestras aulas de una galaxia protagonizado por una hoja en casa mesa para fomentar que los y las alumnas pinten espacios, satélites y estrellas. De esta manera, si un día le preguntan: ¿porqué siempre estás en tu mundo?. Ellos y ellas les respondan: ¡porqué si estoy en el mundo real ya hace lustros que hubiera perecido!. Por ello, dibujo el mío propio, ese que me subraya una libertad distinta, ese que no tiene fronteras y su capital es la inquietud.

Sin embargo, como profesor, a veces, me cuesta generar y creer en tus inquietudes debido que, incluso, lográndolo después llega determinados capítulos del año y mostráis a la ciudad títeres tallado en madera a golpe de pasiones procesionales. Esta contradicción binomial religión-ciencia hace que resulte complejo despertar conciencias. Aún a mi pesar de tal contrariedad, y con esa cruz que cargo en mi interior, seguiré labrando ese camino hacia el cielo de los libros.

¡Ay! Si la fé mueve montañas, imagínense lo que movería la inquietud. Por ello, no puede ser más preocupante el rezo de un Dios desconocido que el conocimiento de las subidas de las temperaturas, la extinción de especies y/o la desigualdad de las personas. Además, la religión, en su carácter universal, ha sido un instrumento más de desunión que de unión tanto dentro como entre los territorios. En caso de duda, sólo hay que leer los más de tres mil años de historia de occidente y demás continentes.

La inquietud, esa mujer que un día me beso y, a partir de ahí, nada fue lo mismo.

Por más que piense en ti quizás nunca te besaré; por más que piense en ti quizás nunca te tocaré; por más que piense en ti quizás nunca te contaré un secreto al oído; por más que piense en ti quizás nunca contemplaré un atardecer junto en tu hombro; por más que piense en ti quizás nunca quedé desvelado en la noche observando las cordilleras de tu sequito; por más que piense en ti quizás nunca acariciaré el mayor sigilo de tu inefable faz; por más que piense en ti quizás nunca escuche tu meliflua voz; por más que piense en ti quizás nunca esté cerca de tu serendipia boca; por más que piense en ti quizás nunca me escape del laberinto de tu sonrisa; por más que piense en ti quizás nunca peine tu infinito cabello espejo de dunas interminables; por más que piense en ti quizás nunca…

De tanto pensar en ti, te has convertido en mi mayor inquietud y, paseando por los caminos de la utopía, con un libro bajo el brazo, eres lo más hermoso de resolver.

Siempre me tildaron de iluso pero que le hago amor mío si posees más colores que un campo de girasoles de la mano de sus tres tiempos. Así, si un día me das permiso a sotavento de los mares, quiero llevarte conmigo para responder inquietudes, mediante escritos u otras esferas culturales para ver si cualquiera de los hemisferios cambian; y si la sociedad universal se empeña en que no le apetece modificar sus conductas, pues sin rencores y sin recelos, viajemos hacia otro planeta, eso sí, cuando nos apetezca.

Inquietud, deja tu cabello crecer con una trenza hasta mi ciudad trimilenaria para agarrarlo con fuerza y poder alcanzar tus iridiscentes abrazos. Y sin que se enteré nadie, volemos en una nave hasta Saturno, sentémonos en un anillo, divisemos la estampa espacial y déjame rimar en tus etéreas mejillas.

La inquietud, ese ropaje que siempre llevo conmigo en los senderos de mis prerrogativas y en sus bolsillos contienen el apolíneo de mi querida juventud. Sin embargo, el día que ella no esté conmigo será el anuncio de mi ataúd.

La inquietud, esa mujer que un día me beso y, a partir de ahí, nada fue lo mismo.

X la revolución de los desiguales…

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