Opinión

Anécdotas personales sobre Millán Astray

Creo que a José Millán-Astray Terreros, fundador de La Legión, no sólo debe conocérsele como creador de dicho Cuerpo de élite, del que este año se conmemora su Centenario, porque no sólo debe tenérsele como militar, héroe, bravo y duro para imponer una férrea disciplina a sus subordinados, sino que también debe ser conocido por su faceta personal y humana, como hombre con alma y corazón, con sentimientos, virtudes, defectos, flaquezas y debilidades, que todas las personas tenemos. Nadie es infalible.

En esa línea, me ocuparé hoy de algunas de sus anécdotas personales; aclarando antes que no escribo aquí para hacer ni críticas exacerbadas ni apología alguna sobre el personaje ni como militar ni como político, porque ninguna de las dos cosas soy. Me limitaré a relatar hechos anecdóticos suyos que son públicos y notorios por haber sido antes publicados en los medios, referentes a su carácter y vida personal, pero sin hacer juicios de valor y comentándolos con el debido respeto y consideración hacia todas las personas que citaré.

No descubro ningún secreto sobre la vida sentimental de Millán-Astray, diciendo que contrajo matrimonio canónico en 1906 con doña Elvira Gutiérrez de la Torre. Pues bien, tras haberse convertido en su esposa, la misma noche de boda ella le confesó el secreto de que tenía hecho voto de “castidad”. Él, al saberlo, reaccionó enormemente sorprendido, como era lógico, pero también como todo un “caballero” legionario que acataba el mismo Credo que para sí y los suyos se había dado, respetándola cortésmente en toda su integridad. En adelante, sus relaciones matrimoniales serían simplemente civilizadas y “fraternales”, pero sin más.

Ella lo adoraba y cuidaba con verdadera devoción y cariño. Y él, habiendo así resultado su matrimonio rato, pero no consumado, podía haber instado la disolución matrimonial que para tales casos prevé el canon 1142 del Código de Derecho Canónico. Sin embargo, ambos contrayentes reflexivamente convinieron en seguir viviendo juntos, guardando las apariencias, en evitación de polémicas y murmuraciones, siendo ambos tan conocidos. Eso acredita, de forma inequívoca, que también la había respetado durante el noviazgo.

Pero, en 1941 (35 años después), Millán-Astray conoció a la señorita Rita Gasset, hija del que fuera Ministro de Fomento Rafael Gasset y prima del gran filósofo José Ortega y Gasset. Fruto de tal relación extramatrimonial, el 23-01-1942 (sólo dos días antes que yo) nació su hija Peregrina Millán-Astray Gasset. Ambos progenitores decidieron que ella diera a luz en Portugal, donde poder legalizar sus relaciones extraconyugales y legitimar el reconocimiento de la niña por la pareja, dándole sus apellidos. Pero el entonces general Franco lo supo, reprobándoselo severamente.

Entonces, tras haber ella dado a luz en Portugal, su legítima esposa doña Elvira y Millán-Astray volvieron a acordar seguir viviendo juntos; aunque él ya no dejó de visitar a diario a su hija y la madre de la niña; siendo doña Elvira perfectamente sabedora y conforme de todo. De hecho, antes de fallecer la esposa, instituyó heredera a título universal a la niña Peregrina Millán-Astray y Gasset, que cuando su padre falleció, ella sólo tenía 11.

La carencia inicial de hijos hizo aumentar a Millán-Astray aún más su cariño y exquisita ternura hacia los niños. Cuenta su hija Peregrina que ella para su padre era como un juguete cariñoso. Todos los días iba a recogerla al colegio y solía llevarla al Retiro de Madrid, al Prado, Museo del Ejército y Casa de las Fieras. Un día, paseando por el Retiro - dice la hija- se encontraron con un moro (sic). Mi padre me presentó y, como hablaba francés, le di la bienvenida. Al Sultán le hice mucha gracia y me preguntó qué quería de regalo y, como estábamos cerca de la Casa de Fieras, le pedí en francés un camello, “Je veux un chameau”.

Tres semanas después llamaron desde Valencia porque estaban desembarcando tres parejas de dromedarios, enviados por el Sultán, Mohamed El Mustafá-Mabbi, hijo de un notable de Ifni-Sahara, Chej-Ma El-Aimín. Su padre no sabía qué hacer con los camellos, donándolos a la Casa de Fieras. Igualmente tiene manifestado su hija Peregrina, que su padre le regaló el Libro de la Legión por él escrito, donde escribió como dedicación: “Jamás pude pensar que la Virgen Santísima me concediera el don de la suprema dicha, de poder dedicarte a ti, hija queridísima, este libro que contiene todas las escenas de mi ardiente espíritu militar, la heroica Legión, mi hija mayor, y tú la pequeña. Tu amantísimo papá”.

Esa delicadeza de Millán-Astray hacia los niños, me fue confirmada por doña Paloma Mansfield, distinguida señora que sigue leyendo mis artículos desde California (EEUU), sobrina de otro héroe español: Santiago González-Tablas, que siendo ella niña con ocho años y encontrándose un día jugando en el Retiro con sus amiguitos Alberto Vera y Marilén, llegó Millán-Astray con su ayudante y se sentaron en un banco inmediato al suyo. Millán-Astray preguntó a la niña Paloma por su nombre. Y en cuanto supo que se apellidaba González-Tablas y que era sobrina de su íntimo amigo Santiago González-Tablas, que ambos aparecen abrazados por los hombros en una fotografía de cuando ambos estuvieron en el Hospital de Santa Adela en Madrid, donde convalecían de sus heridas sufridas en Marruecos, pues Millán-Astray colmó a los tres niños con vivas muestras de cariño, terminando por montarlos en el coche oficial y llevándolos hasta su casa, un bloque contiguo al que también el general fundador vivía.

Otra anécdota que su hija Peregrina refirió al periódico El Mundo, es que su padre era pobre y murió sin apenas dinero, con sólo 1.800 pesetas en la cuenta corriente con saldo del 1-01-1954. Y que, para comprar su tumba en el cementerio de la Almudena, tuvieron que vender un cuadro de los muchos que tenía, al Cuerpo de Mutilados de Guerra, para poderla pagar por 75.000 pesetas. En mi artículo del lunes pasado, en una entrevista que Millán-Astray concedió al diario Pueblo, declaró: “Los legionarios somos pobres de dinero y hombres honrados”. Y refiere su hija Peregrina a El Mundo, que su padre nunca quiso reconocimientos, ni títulos, que el rey Alfonso XIII le ofreció uno y lo rehusó; ni estatuas, porque decía que servían para que las palomas defecaran encima; ni le gustaba aparecer en los periódicos, porque después iban a parar a los inodoros.

El testamento otorgado por Millán-Astray el 23-03-1953, recoge: “Tengo dicho por escrito que siempre he procurado (…) rendirle culto a la Patria, al honor, al valor, a la cortesía, al espíritu de sacrificio, a la caridad, al perdón, al trabajo y a la libertad con justicia. O sea, el camino de los Caballeros”. No quiso solemnidad ni honores fúnebres de ningún tipo, tan sólo los legionarios de su escolta fueron los encargados de darle cristiana sepultura en el cementerio de la Almudena. En su tumba, tiene una lápida de granito con esta lacónica expresión: “CARIDAD Y PERDÓN”. Firmado: “MILLÁN-ASTRAY. CABALLERO LEGIONARIO”.

El general Rafael Dávila Álvarez, refiere sobre él la siguiente anécdota que se dio entre Millán-Astray y Franco. Ambos tenían mucha amistad: eran gallegos; cuando el primero fundó La Legión, designó a Franco jefe de la Primera Bandera y combatieron juntos en Marruecos. Pero se decían las cosas cara a cara. Franco había vuelto de un corto permiso en Galicia y Asturias. En una de las primeras juntas económicas que se reunió a su regreso, presidida por Millán-Astray con la asistencia de los jefes de bandera y capitanes de compañía, el teniente coronel jefe propuso el ascenso a sargento de un cabo primero que tenía de escribiente y siempre le acompañaba en los combates. Nadie se opuso y se aceptó la propuesta de Millán-Astray.,

Pero seguidamente, Franco hizo una propuesta similar proponiendo que un legionario de su bandera fuese ascendido a cabo. Millán-Astray hizo constar que, en su opinión, aún le faltaban méritos para obtener esa recompensa. Franco, con absoluto aplomo, contestó a Millán-Astray: ‹‹Tal vez le falte ser escribiente de la primera compañía›› (en clara referencia al de Millán-Astray, cuyo ascenso a Sargento acababan de aprobar). El momento se hizo tenso; ninguno de los oficiales levantaba la mirada de la mesa. La voz de Millán-Astray no se hizo esperar: ¡Vaya un “pacazo” que me has tirado! (Millán-Astray llamaba Paco a Franco).

Refiere su hija Peregrina que, “un día fue a ver a su padre una marquesa. Había perdido un hijo en el frente, capitán de La Legión, muy enamorado del Cuerpo y de la personalidad de mi padre. La dama quiso regalar a mi padre el palacete que existe en el 107 de Velázquez. Mi padre le dijo que no podía admitir un regalo de ese calibre, pero la señora insistió y, al final, se estableció allí la sede del Cuerpo de Mutilados”. Pero, antes de aceptar tan generoso regalo, su padre hizo pasar a la marquesa por un tribunal médico para asegurarse de que estuviese en sus cabales y que pudiese hacer la donación legalmente al Estado. “Mi padre no era ambicioso”, termina diciendo Peregrina.

Durante una visita que Millán-Astray realizó a Badajoz le esperaban las autoridades civiles y militares, incluido el obispo, en solemne recepción y una comida de gala en su homenaje. Cuando entró en el salón y se percató de tan extraordinaria comida organizada en su honor, ante el asombro de todos manifestó que ni él ni los que le acompañaban tenían hambre, que rehusaba tan dispendioso ágape, y que lo servido fuera puesto a disposición de las monjas de los pobres de la caridad para que fueran ellos quienes degustaran el banquete. Era muy solidario y cercano con los pobres.

Cuenta el general Franco Salgado: “Millán-Astray siempre fue supersticioso. El día 29-09-1936 Franco entraba en victorioso en el Alcázar de Toledo: Un día lleno de emociones y fuerte carga emocional. Almorzaron en el Hotel Castilla los generales: Franco, Varela, Millán-Astray; coroneles: Moscardó, Martín Moreno y varios jefes hasta hacer un número de “trece”. Millán-Astray debió contar y darse cuenta de aquella cifra. Al entrar un botones del restaurante le obligó a sentarse en una esquina de la mesa y para completarla con catorce comensales. El pobre botones no sabemos lo que haría en aquella mesa ni si de algo se enteraba, pero seguro que en cuanto pudo comprobar la poca atención que le prestaban se quitó de encima el hambre que pasada desde el comienzo de la guerra.


Sobre el incidente que Millán-Astray mantuvo con Miguel Unamuno en la Universidad de Salamanca, refiere su hija Peregrina que su familia le tienen referido lo siguiente: “La situación estaba muy candentes. Unamuno era un hombre inteligentísimo, pero con muy mala uva. En la víspera le había pedido a Franco prepotentemente un favor [clemencia para un amigo]. Franco no le contestó. Unamuno empezó a dar leña. Mi padre entonces pidió la palabra, pero el rector siguió hablando y le ignoró. Entonces mi padre se levantó dando un golpe en la mesa y los falangistas empezaron a gritar ¡Viva la muerte!, lema de la Legión. Mi padre dijo - y lo confirmaron Pemán y Tebib Arrum [seudónimo de Víctor Ruiz Albéniz]: ‘Si la inteligencia sirve para el mal, muera la inteligencia’. Cuando acabó el acto, los falangistas querían linchar a Unamuno, pero mi padre les paró y habló con él, diciéndole: ‘Se acabó. Dé el brazo a doña Carmen y ustedes (dijo a los dos legionarios) le escolten’. Después Tebib Arrum se acercó al escritor Unamuno al que escuchó decir: ‘Yo tenía que lanzar una bomba y ya la he lanzado’”. No obstante, sobre dicho incidente hay numerosas versiones, sin que todavía haya podido aclararse de forma cierta e inequívoca cuál de ella fue la verdadera.

Millán-Astray perdió su brazo izquierdo en el Fondak el 26-12-1924. Y, como había muerto en el combate el que fuera jefe de la Tercera Bandera, José Valdés Martil, ordenó que su brazo seccionado fuera enterrado con él, “para abrazarlo eternamente”, dijo el mismo Millán-Astray.

MUCHAS FELICIDADES en el Centenario de La Legión a todos y todas Caballeros y Damas legionarios.

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