Torturas con responsabilidad

La vida del ceutí Hamed Abderrahaman se truncó desde el momento en que ingresó en esa burbuja, alejada de cualquier atisbo de legalidad, en que se convirtió Guantánamo.

La base militar estadounidense fue, entre los años 2002 y 2005, un foco de torturas ejercidas sobre los presos que llegaron a ser tildados de terroristas sin pruebas y sin ser sometidos a un proceso privativo de libertad con todas las garantías.
Hasta que el 20 de julio de 2006, la Sala II de lo Penal del Tribunal Supremo no dictó sentencia absolutoria para Hmido, que había sido condenado previamente por integración en banda terrorista, no se abrió el camino de la búsqueda de responsabilidades por la ristra de malos tratos, presiones y torturas que sufrió este ceutí, señalado mediáticamente como el talibán español y que aún hoy sigue arrastrando esa etiqueta a pesar de que la justicia lo haya devuelto al ámbito de un ciudadano normal.
Esa búsqueda de responsabilidades constituye la batalla del magistrado de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, que la semana pasada contaba con el aval del Pleno de la Sala de lo Penal para continuar con la causa en la que investiga estas torturas, tal y como informó El Faro.
El Ministerio Fiscal se había opuesto a la continuación del procedimiento en base al principio de Justicia Universal y, en concreto, la Ley Orgánica 1/2014 de 15 de marzo modificando la Ley Orgánica del Poder Judicial por la que se derogaba la competencia de España para investigar hechos acaecidos en el campo de concentración de Guantánamo. Su recurso fue rechazado por unanimidad, por lo que Ruz seguirá siendo competente para conocer de la instrucción de los hechos.
La intención manifiesta del magistrado es poner claridad a unos hechos que supusieron un claro atentado contra la integridad moral del ceutí, pero su interés se topa con la escasa colaboración de Estados Unidos ya que aún se está pendiente de practicar una comisión rogatoria para poder recibir como imputados a los próceres del Gobierno de EEUU por delitos de torturas y violación flagrante y continuada de los Derechos Humanos además de tratos inhumanos y degradantes.
El magistrado Marcos García Montes lleva la representación de dos de estas víctimas, el propio Abderrahaman y el marroquí con residencia en España, Lahcen Ikassrien.
En esta búsqueda de culpables se piden las declaraciones del mismísimo expresidente de los Estados Unidos, George Bush, responsable máximo cuando se creó Guantánamo y comandante jefe de las Fuerzas Armadas, además del responsable del Ejecutivo norteamericano que aprobó el ahogamiento y métodos ilegales de interrogatorio. Junto a Bush, aparecen los nombres del exvicepresidente Dick Cheney o el exsecretario de Defensa Ronald Rumsfeld, quien creó las condiciones para que el Ejército practicara torturas e interrogatorios que violaban la Convención contra la Tortura. El general Geoffrey Miller o el exdirector de la CIA completan la lista de un caso que aún no se cierra por el empecinamiento de personas que luchan porque se haga justicia.

Las torturas de Guatánamo

Agresiones físicas y psíquicas terminaron por constituir el día a día que vivieron los presos que pasaron por la base de Guantánamo. Entre ellos Hmido. Todo el periodo en que fueron sometidos a actuaciones atentatorias contra los derechos humanos, los detenidos estaban bajo la autoridad de personal del ejército norteamericano. Las prácticas se produjeron en Guantánamo pero también en los países en los que se produjeron las detenciones: Afganistán, Pakistán o Gambia. Durante años se ha reclamado la cooperación de la justicia americana para que informe sobre qué actuaciones estaban llevando a cabo para esclarecer estas prácticas. Las respuestas nunca llegaron. La Defensa de los perjudicados entiende que existió un plan sistemático de torturas o malos tratos, inhumanos y degradantes en contra de los prisioneros, es decir, que se había perfilado una auténtica arquitectura mental planificada para someter a este tipo de vejaciones a los detenidos. Más de diez años después se sigue buscando claridad.