Memorias de Ceuta | Noticias en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/tag/memorias-de-ceuta/ Diario digital Sat, 04 Nov 2023 16:58:20 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Memorias de Ceuta | Noticias en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/tag/memorias-de-ceuta/ 32 32 La visita de unos reyes que hizo historia en Ceuta hace 16 años https://elfarodeceuta.es/visita-real-reyes-hizo-historia-ceuta/ https://elfarodeceuta.es/visita-real-reyes-hizo-historia-ceuta/#comments Sat, 04 Nov 2023 16:42:26 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=967770 Este domingo, 5 de noviembre de 2023, todavía habrá quien recuerde uno de esos momentos históricos que quedan para la memoria de Ceuta. Porque fue eso, historia. La anunciada visita de los que eran reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, se cumplía y las calles de la ciudad se llenaban de banderas […]

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Este domingo, 5 de noviembre de 2023, todavía habrá quien recuerde uno de esos momentos históricos que quedan para la memoria de Ceuta. Porque fue eso, historia. La anunciada visita de los que eran reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, se cumplía y las calles de la ciudad se llenaban de banderas y patriotismo.

Hoy, 16 años después de aquel 5 de noviembre de 2007, todo ha cambiado. Del rey emérito se habla menos, bastante menos, pero se sigue guardando en la hemeroteca aquel día soleado que venía a ratificar la noticia confirmada pocas jornadas antes por la Casa Real.

“Me han dado la noticia que llevábamos 80 años esperando”, confesaba el presidente de la Ciudad, Juan Vivas.

Antes que los reyes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia

Y es que desde 1927 databan los últimos registros que atestiguaban una visita real a nuestra ciudad, en ese caso era la de don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, abuelos del rey emérito.

Tras Juan Carlos I no se han producido más llegadas pero sí un anuncio, el que había confirmado Zarzuela que incluyó en la gira por las autonomías a los actuales monarcas don Felipe y doña Letizia.

Poco después negó la noticia y en el recorrido para agradecer a todos los españoles sus esfuerzos en el confinamiento se obviaron las dos ciudades hermanas sin mayor explicación.

“Tenía un compromiso pendiente con Ceuta”

“Tenía un compromiso pendiente con Ceuta, con los ceutíes y sus autoridades pero también con nosotros mismos como reyes”, dijo el rey emérito en sus primeras palabras ofrecidas en el Salón del Trono.

¿Por qué no se repite ese mismo compromiso con los reyes actuales? Cada vez que hay un encuentro de autoridades ceutíes con los monarcas se traslada el mensaje de su deseo de girar visita a la ciudad aunque nunca tenga lugar.

Interpretaciones hay muchas y variadas, entre ellas las que apuntan a cuestiones de geoestrategia.

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607 años de la Batalla de Ceuta: el 21 de agosto de 1415 cambió el mundo https://elfarodeceuta.es/aniversario-batalla-ceuta-agosto-1415-cambio-mundo/ https://elfarodeceuta.es/aniversario-batalla-ceuta-agosto-1415-cambio-mundo/#comments Sun, 21 Aug 2022 07:00:24 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=781874 El 21 de agosto no es un día cualquiera en la historia local. También es una fecha clave en la historia del mundo tal y como lo conocemos actualmente. Tal día como hoy hace 607 años se libró la conocida como la Batalla de Ceuta de 1415 en la que los portugueses conquistaron esta ciudad […]

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El 21 de agosto no es un día cualquiera en la historia local. También es una fecha clave en la historia del mundo tal y como lo conocemos actualmente. Tal día como hoy hace 607 años se libró la conocida como la Batalla de Ceuta de 1415 en la que los portugueses conquistaron esta ciudad enclavada en el norte de África y que en aquel momento esta dominada y poblada por árabes.

Aquel 21 de agosto de 1415 cambiaría todo con la conquista portuguesa de Ceuta. Aquella ‘Toma de Ceuta’ liderada por el príncipe Enrique el Navegante, hijo del rey Juan I la reina Felipa, fue un episodio que dio un giro al mundo de entonces como después han explicado tantos historiadores y es que, aunque no es un acontecimiento en el que se repare mucho en colegios e institutos, lo cierto es que para muchos especialistas en la materia fue el punto de inflexión de la época del colonialismo.

La llegada triunfal de los portugueses fue, de algún modo, el pistoletazo de la globalización y las expansiones territoriales con el punto culmen de las grandes conquistas a lo largo del siguiente siglo. Sin aquella batalla no se entenderían los acontecimientos posteriores como el 1492 o las grandes expediciones de la vuelta al mundo del siglo XVI así como las tensiones territoriales que marcaron aquella época histórica. La contienda ceutí fue el germen de las batallas que librarían las potencias europeas por conquistar continentes como África, América o Asia.

Intento expansionista de Portugal

Aquella expedición bélica tenía un gran componente simbólico y, como se suele decir ahora, geoestratégico. El objetivo de la dinastía Avis procurando infligir la derrota a los sarracenas fue la de una cruzada religiosa que además daba un lugar preponderante a Portugal en el mapa internacional.

Mientras que los musulmanes aún resistían en la Península Ibérica con su bastión del Reino de Granada, Portugal dio un paso adelante cruzando el Estrecho ya que una victoria suya reforzaría a los cristianos y las relaciones de este país con la Santa Sede. A su vez, Ceuta estaba en un punto estratégico decisivo como siempre ha sido este territorio llave entre dos mares (Mediterráneo y Atlántico) y entre dos continentes (Europa y África).

De esta manera, según cuentan las crónicas de la época (algunas de ellas hoy revividas como en los magníficos mosaicos de Jorge Colaço la estación de tren de Sao Bento de Oporto) partieron más de 20.000 efectivos a bordo de unos 200 barcos desde Portugal. A Ceuta llegaron de madrugada y en pocas horas se hicieron con la ciudad conquistando el castillo ante la huida rápida de los musulmanes.

Reminiscencias lusas en la ciudad caballa

La plácida victoria de Enrique el Navegante dio paso a dos siglos de Ceuta bajo el paraguas de Portugal. La crisis sucesoria de este Reino y otros acontecimientos provocarían que en 1668 se firmara el Tratado de Lisboa entre España y Portugal que reconocía la soberanía española sobre esta ciudad.

Sin embargo, son muchas las reminiscencias lusas que han quedado vigentes como la propia bandera de la ciudad en blanco y negro, y que fue la que Portugal utilizó durante la Edad Media y aún sigue siendo la misma de la capital de Lisboa. Asimismo, hasta el escudo que está en el centro de la bandera se fijó en el escudo portugués.

Hasta el bastón de mando de la Ciudad es parte de esa herencia del país vecino de la Península Ibérica. Aunque, quizás, el símbolo más emblemático que marca esa relación ceutí-portuguesa es la patrona de la Virgen de África, una talla que Enrique el Navegante envió a Ceuta para proteger a la ciudad.

También dejaron su huella urbanística con el desarrollo del conjunto de las Murallas Reales que continuaban a la muralla califal. Igualmente, a día de hoy se siguen haciendo encuentros y actividades para rememorar esa relación. De hecho, en 2016 se celebró en Ceuta una exposición para conmemorar el 600 aniversario de la batalla.

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Memorias de Ceuta | Estudio fotográfico Arbona: Arte y fotografía https://elfarodeceuta.es/memorias-ceuta-estudio-arbona/ https://elfarodeceuta.es/memorias-ceuta-estudio-arbona/#comments Sat, 05 Oct 2019 11:31:30 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=449708 Los Arbonas se dedicaban al arte de la fotografía, y José Luis regentaba un estudio fotográfico junto con su hermano Salvador, en la calle Duarte que confluía en la calle Real. Este trabajo fotográfico lo comenzó su abuelo Luis con otro fotógrafo apellidado Vidal, allá a finales del siglo XIX (entre los años 1875-1889). Sus […]

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Los Arbonas se dedicaban al arte de la fotografía, y José Luis regentaba un estudio fotográfico junto con su hermano Salvador, en la calle Duarte que confluía en la calle Real. Este trabajo fotográfico lo comenzó su abuelo Luis con otro fotógrafo apellidado Vidal, allá a finales del siglo XIX (entre los años 1875-1889). Sus fotografías de estudio fueron muy celebres durante décadas, y no había bautizo, comunión, boda, o acontecimientos relevantes en los que no aparecieran los Arbonas para inmortalizar esos momentos. Tanto es así, que en algún que otro cajón de las casas de nuestros padres, siempre quedarán las añejas imágenes de familia con el sello y el año que el popular estudio fotográfico de la calle Duarte, tomaran la entrañable imagen.
Sin embargo, las familias, pasado un tiempo, toman otros rumbos diferentes a aquellos a los que originariamente se dedicaron. Y, en este caso, los Arbonas no han continuado con la tradición como fotógrafos clásicos de cámara y estudio; aunque también hemos de decir, que Jorge -hermano- y entre los hijos de Rosibel, pongamos a Ana, sus fotografías están llenas de una belleza delicada y exultante que hacen que de alguna manera, la tradición de su abuelo y de su padre, continúe viva en las nuevas generaciones…
Y, como si todo esos recuerdos y trabajos fotográficos, que se hunden en el pretérito de más de un siglo de intensa actividad por dejar reflejada en imágenes la pequeña historia de cada familia ceutí; cada mañana, vemos aparecer a Rosibel como la quinta esencia de aquel estudio fotográfico, donde ella posaba como la musa y modelo única e iconoclasta de su padre, que entre pose y pose atendía a la numerosa clientela que se allegaba todos los días al estudio.

Cartel del estudio fotográfico.

Y, Rosibel, como si aún posara para José Luis, el único fotógrafo de los Arbonas que tuvo el privilegio de aunar belleza e imagen, se pasea y viste para la calle de tonos rosas, azules, verdes o morados; porque cada mañana es diferente, como también tiene que ser diferente el color de la camisa, la blusa o la falda. Y, a juego con los zapatos, el cinturón, la felpa para el pelo y, como no podía ser menos unos llamativos pendientes. Cada mañana, sale de su casa en la calle Misericordia -eso de la “gran vía”, no nos parece tan poético ni tan añejo, cómo fuera el antiguo nombre que llevara esta calle- y se encamina a visitar al Cristo del Puente, para rezarle unas oraciones para aquel que lo necesite.
Apuntamos, que ella nunca va sola, la acompañan tres perritas de esas que son pequeñinas y llevan el pelo por la frente que nunca se le ven los ojos. La verdad, nunca recuerdo el nombre de esta raza, preguntaré, aunque para mí son todos caniches… Sin embargo, el diccionario dice que no son caniches, sino Yorkshire Terriers, y que fueron llevados por los trabajadores escoceses que emigraron a la agreste región del norte de Inglaterra, para dar lugar a su raza en la localidad de Yorkshire. Y, pueden verse cada día estas féminas muy compuestas, presumidas, y yendo siempre muy primorosas, adornadas con lazos rojos y azules, que parecieran mocitas a recorrer la largura de la Calle de la Muralla* y el Paseo de la Marina.

Reportaje de El Faro del Estudio Arbona

Rosibel, no se contenta con pasear a sus caniches -Yorkshires-, sino que lleva la comida a los gatos del entorno, que la esperan como “agua de mayo”, al filo del mediodía todos los días del año, salvo enfermedad o alguna urgencia. Y, ya no sólo la esperan los gatos del entorno; sino que hasta los gatos del Príncipe bajan “pa” saludarla, para luego pedirla también su consiguiente raciones gatunas.
¡Qué muchacha!, pareciera que la belleza hubiera habitado siempre en ella, y ya no quisiera nunca abandonarla. Todavía conserva los rasgos elegantes y bonitos de la adolescencia, cuando los niños del Instituto, suspirábamos al verla pasar camino de clase; o, a la salida entre sus amigas, bajando por el jardín de Rosende** hacia casa…
Nada, a nuestro modo de ver, la han cambiado los años, pues continua su eterna sonrisa, su rasgos delicados en el rostro y su estilizada figura. Nada le ha podido aún robarle el tiempo, pues al contrario, su amabilidad y sencillez, pareciera haberse incrementado, sorprendentemente, con el paso de los años.
Rosibel, pareciera a veces una niña por su manifiesta ingenuidad con que percibe las cosas de la vida; y, al momento, le trasciende una madurez sosegada, cuando te relata las diversas adversidades que le han ido acaeciendo. Es una acertada mezcla -yo diría-, entre mujer y niña, que sabe darle a la vida la inocencia y la sensatez que requiere en cada momento.
A veces, nos cuenta estampas de su niñez en aquel archiconocido estudio fotográfico que regentaba José Luis Arbona -su padre- junto con su hermano. En la calle, con sólo pronunciar Arbona, ya nos situábamos en la calle Duarte y delante de aquella cámara enorme de estudio, donde esperábamos el clásico clip-clap para saber que Arbona ya te había inmortalizado para la posteridad.

José Luis Arbona, trabajando en el revelado de las fotos

¿Quién no se ha hecho una fotografía en los estudios de los Arbonas? Quién no tiene un bautizo, una comunión, una boda, de Arbona. ¿Quién no ha ascendido la calle Real, pasar la heladería Glacial en la esquina de Echegaray, hasta alcanzar la cantonada de Duarte y subir hasta el Estudio de Arbona? Sólo hay que abrir un viejo cajón, mirar las amarillas imágenes, y en el envés de cada fotografía observar: FOTOGRAFIA ARBONA.
Ahora, cuando regreso a Ceuta, ella siempre viene a saludarnos a la Cafetería del Puente, donde tenemos nuestra tertulia y conversamos de aquella antigua ciudad tan distinta a la que podemos columbrar en ciernes. Todo ha cambiado en estos 19 kilómetros cuadrados de tierra de África que conquistara Portugal en el siglo XV y que después pasara a España al dividirse las coronas. Ha cambiado el paisaje urbano, la demografía, las tradiciones, las costumbres, los rincones llenos de poesía de antaño, los parques, los jardines, las plazas, las calles e incluso al Puente Almina -verdadero emblema de la ciudad-, que ahora se le llama Plaza de la Constitución. E incluso el barco que nos traslada a la Península, ya no toca el tifón a la salida para avisar a los pasajeros, ni le llamamos «Paloma», «Correos» o «Transbordadores», ahora llevan el nombre inglés de Ferrys…
Así, son las cosas de la modernidad, pero estábamos a otra cosa, estábamos a recordaros a Rosibel, tal vez como el Puente Almina, otro emblema de aquella ciudad que nos vio nacer, y que su padre -el recordado fotógrafo Arbona- nos dejó grabadas en las placas de su estudio, su fresca belleza de ceutí, de joven caballa nacida en la década de mitad del siglo pasado…
Si no quieren permanecer anónimos, si quieren conservar en sus retinas a un personaje popular donde los haya, a un personaje popular que identifica a una ciudad y a un tiempo determinado; donde hasta el tiempo ha firmado una tregua con las horas, no lo duden más, y bajen alguna mañana al Puente Almina, y camino del Cristo del Puente verán a Rosibel recitar sus oraciones entre sus presumidos canes, y los orgullosos gatos que acaban de bajar del Príncipe “pa” reverenciar a su Princesa…

José Luis Arbona, su esposa Isabel, y la pequeña Rosibel

Sí; efectivamente, de antiguo cada ciudad tenía a sus personajes, artistas que salían del pueblo, que sin ser grandes poetas o filósofos, estaban rodeados de un aura que les hacía diferentes y eran señalados como el duende que caracterizaba a un pueblo o una capital. Ese casticismo, ha ido despareciendo, pero antaño, existían mujeres distinguidas que hacían volver la cabeza; o, entretenidos buscavidas, que hoy llevaban un carrito de helados, mañana un barquillero y, pasado, la mejor garrapiñada o el más dulce pirulí; o, hombres cultos que llevaban el refranero a cada frase y lo mostraban para hacernos reflexionar acerca de cualquier acaecimiento que estuviese en boca de unos y de otros. Hombres y mujeres de diferente clase social, pero que en esto del arte, se daban la mano para ofrecer unas calles llenas de color y “grasia”, que hacían que en una esquina u otra se hicieran corrillos a su paso…
Rosibel, por su presencia, por su ingenuidad, por su exultante belleza, por su extrema amabilidad y sencillez, por esa forma tan peculiar de vestir que pareciera sacada del más puro estilo del romanticismo del siglo XIX; y, sobretodo, por esa alegría que contagia “na” más verla aparecer por cualquier esquina de cualquier calle, se ha hecho acreedora de ese título no escrito y tácito, que un pueblo de manera anónima y popular -sin que intervengan las Autoridades y políticos de turno- otorgan a uno de sus paisanos -sin birretes ni encorsetadas togas académicos- la mejor y más entrañable de las distinciones, a saber: El sentirse querida y admirada por la calle, que, en definitiva, es lo que hace que pasados los años, en las tertulias de casinos y cafeterías, se siga hablando de aquellos personajes populares que dieron señas de identidad a una determinada ciudad, que en el caso que nos ocupa, nuestro personaje se significa en Rosibel y se referencia en nuestra añorada ciudad de Ceuta…

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(*) Antigua calle de la Muralla, lego Paseo de las Palmeras; y hoy no sabemos a ciencia cierta cual es su nombre popular, porque alguno ya le llaman: “Paseo de los Tristes”, por lo poco concurrido y la poca luminosidad de sus farolas llegada la noche..

(**) Rosende: Antiguo jardín en honor del Director del Puerto, que subía lleno de belleza y esplendor desde los jardines de la Argentina en las “Puertas del Campo”, hasta el “Instituto”, antiguo Instituto Hispano-Marroquí cuyo nombre común se convirtió en propio, porque sólo existía uno, y es claro, que su nombre propio :”El Instituto”, no dejaba dudas a que instituto nos estábamos refiriendo…

Rosibel Arbona, en el Puente Almina de paseo con sus mascotas

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Abdelaziz o la búsqueda de la identidad (IV): Tren y campos https://elfarodeceuta.es/memorias-ceuta-abdelaziz-busqueda-identidad-tren-campos/ Sun, 09 Dec 2018 07:45:09 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=353900 Damián había asistido a un curso promovido por la Subsecretaria de la Marina Mercante para jóvenes pescadores; y en él, dado su locuacidad proverbial por manejarse en el arte de la oratoria -que siempre se le dio bien aun siendo un sencillo pescador del Puerto de Santa María- le cayó en gracia al director de […]

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Damián había asistido a un curso promovido por la Subsecretaria de la Marina Mercante para jóvenes pescadores; y en él, dado su locuacidad proverbial por manejarse en el arte de la oratoria -que siempre se le dio bien aun siendo un sencillo pescador del Puerto de Santa María- le cayó en gracia al director de las Escuelas de Formación Profesional de Pesca, que al finalizar el curso le entregó personalmente una tarjeta para en caso necesario le llamase.
De tal modo, que ya tenía perfectamente planeado allegarse al departamento de Formación de la Subsecretaria, y exponerle a don Mariano Ordóñez del Valle, la posibilidad de una beca para Abdelaziz, que entre sus diferentes aprendizajes también constaba el de grumete -niño del agua1- de las barcas de pesca de Tánger.
A la mañana siguiente de la llegada a Cádiz tomamos el exprés para Madrid, con la ilusión de conseguir para Abdelaziz la posibilidad de que cursase los estudios de patrón de litoral y de cabotaje. No era fácil, pero había que intentarlo y en nosotros prendía la llama solidaria que crece de manera natural en los corazones de los jóvenes...
El viaje en tren a finales de septiembre fue como un bálsamo después de un tórrido verano. El observar por la ventanilla de un vagón como raudo pasa el paisaje a nuestros ojos, siempre tuvo para mí una emoción literaria desde que leyera los versos de don Antonio Machado sentado en su vagón de tercera, y las narraciones costumbristas y paisajistas de Azorín. La literatura se ha escrito muchas veces en las largas horas que nuestro escritores han pasado sentados en viejos asientos de madera entre labriegos, comerciantes curas, doncellas, emigrantes, monjas, tratantes, militares y viajeros diversos que, algunos, incluso llevaban como racimos de uvas bíblicas a conejos y aves de corral cogidos por sus patas...
Sí; la locomotora de tiro y sus respectivos vagones de enganche, siempre han tenido buena prensa en la literatura y todo autor ha tenido su encuentro con el ferrocarril, entre sus páginas podemos citar: «El Tren» del poeta de Campos de Castilla:
«Yo, para todo viaje/ ¿siempre sobre la madera/ de mi vagón de tercera?, / voy ligero de equipaje. / Si es de noche, porque no / acostumbro a dormir yo, /  y de día, por mirar / los arbolitos pasar, / yo nunca duermo en el tren, / y, sin embargo, voy bien. / ¡Este placer de alejarse! / Londres, Madrid, Ponferrada, / tan lindos... para marcharse. / Lo molesto es la llegada. / Luego, el tren, al caminar, / siempre nos hace soñar; / y casi, casi olvidamos / el jamelgo que montamos. / ¡Oh, el pollino/que sabe bien el camino! / ¿Dónde estamos? / ¿Dónde todos nos bajamos? / ¡Frente a mí va una monjita /tan bonita! / Tiene esa expresión serena / que a la pena /da una esperanza infinita./ Y yo pienso: Tú eres buena; / porque diste tus amores/ a Jesús; porque no quieres/ ser madre de pecadores./ Mas tú eres/ maternal, / bendita entre las mujeres, / madrecita virginal./ Algo en tu rostro es divino/ bajo tus cofias de lino./ Tus mejillas/ -esas rosas amarillas-/ fueron rosadas, y, luego,/  ardió en tus entrañas fuego;/ y hoy, esposa de la Cruz,/ ya eres luz, y sólo luz... / ¡Todas las mujeres bellas/  fueran, como tú, doncellas / en un convento a encerrarse!.../ ¡Y la niña que yo quiero,  /ay, preferirá casarse/  con un mocito barbero! / El tren camina y camina, / y la máquina resuella, / y tose con tos ferina./ ¡Vamos en una centella!/».
O, también podemos recordar al de Alicante, don José Martínez Ruiz, en párrafos de «La ruta de don Quijote, Los pueblos, o Alma y paisaje» y autor de Tiempos y cosas:
«Y, lentamente, el tren arranca con un estrépito de hierros viejos. Y las estaciones van pasando, pasando; todo el paisaje que ahora vemos es igual que el paisaje pasado; todo el paisaje pasado es el mismo que contemplaremos dentro de un par de horas...».
«Ahora unos inmensos trigos aparecen y desaparecen, cuajados de florecillas gualdas, de florecillas azules. El tren corre vertiginosos. El tren corre, corre veloz. Nuestras miradas descubren otro pueblo...».
«Sí; tienen una profunda poesía los caminos de hierro. La tienen las anchas, inmensas estaciones de las grandes urbes, con un ir y venir incesante -vaivén eterno de la vida- de multitud de trenes; los silbatos agudos de las locomotoras, que repercuten bajo las vastas bóvedas de cristales; el borbotar clamoroso del vapor en las calderas; el zurrir estridente de las carretillas; el tráfago de la muchedumbre».
«El llegar raudo, impetuoso, de los veloces expresos; el formar pausado de los largos y brillantes vagones de los trenes de lujo que han de partir un momento después; el adiós de una despedida inquebrantable, que no sabemos qué misterio doloroso ha de llevar en sí; el alejarse de un tren hacia las campiñas lejanas y calladas, hacia los mares azules».
Damián y Abdelaziz dormitan, yo voy columbrando los campos agostados por el estío de Andalucía. Campos amarillos sedientos de lluvia y sobrados de sol. Campos íberos de romanos y árabes. Campos ensangrentados en mil batallas por la supremacía de la tierra. Campos donde no hay tiempo para soñar y el labrador levanta la azada en un mar de besanas, confundiendo a Dios con el primer rayo que el sol deja en la mañana.
Desde que la locomotora y los vagones de pasajeros parten de la estación de Cádiz, van describiendo hacia donde nace el sol un deslumbrante arco de hierro, que siembra a su paso un camino de raíles y traviesas de madera que alcanza Sevilla, Córdoba y la estación de Linares-Baeza, para al poco, girar definitivamente en dirección de la Polar. Son 90 grados perfectos que nos hace sentir el brillo del sol -en su escalada a su cenit- en los cristales de las ventanillas. Campos feraces de regadíos y secanos de estas tierras bajas del valle del Guadalquivir de la denominada «Baja Andalucía», donde se cultiva y se alterna: el trigo, la cebada, el maíz, el girasol, la soja, las leguminosas, la vid, el algodón, el arroz, las hortalizas, la patata, la remolacha, los cítricos y frutales, etc.
Y, prosigue el tren a Jaén adentrándonos en la «Alta Andalucía», donde de manera significativa el terreno va ganando en altura y se ondula en suaves lomas, alcores y cerros, donde el olivo cubre el horizonte y su verdor se funde en una armonía exacta de colores. Campo y cielo, Verde y azul. Olivos centenarios retorcidos en años en una agricultura antigua que ya contemplara Roma en el comercio del aceite en el Mediterráneo. Pudiera decirse que Jaén, tan lejos de la línea litoral, sus campos de olivos azuzados por las rachas de viento otoñal semejan el mar en su dimensión infinita del correr de las olas... Jaén de aceituneros altivos que dijera Miguel Hernández y preguntara: « ¿quién levantó los olivos?» Para responder los versos: «No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor».
El tren en su monótono y continuo traqueteo rompe el paisaje y, ahora, se alza abrupto y agreste dejando el llano y adentrándose en las alturas graníticas de Despeñaperros. Los desfiladeros rocosos y desolados se suceden entre túnel y túnel, como huyendo de la vida en su aceptación más gozosa de huerta, alberca, higuera y mujer... Todo es inhóspito, desapacible, hosco, amurallado entre rocas ciclópeas y un cielo feroz que degollara cualquier sentimiento indulgente.
Por fin el tren raíla2 por los anchurosos y secos campos de la Mancha subiendo inalterable hacia la capital. El paisaje, como en un tiovivo que girase por mostrar nuevas escenas, cambia en un trueque existencial, a saber: lo vertical por una horizontalidad a secas, eternizando el paisaje. Y, don Quijote y el bueno de Sancho, aparecen por un camino de tierra ocre, ceniciento, parduzco, tras unos molinos de viento tan blancos como los cúmulos que abarcan la inmensidad de la llanura manchega...
¡Oh, campos de la Mancha tan secos tras el estío, tan desolados en la quejumbrosa mirada sin límites, donde el horizonte nunca termina ni acaba con el sol agonizante en su trazo malva! ¡Oh, campos desolados en la inmensidad de la llanura en este seco y sediento septiembre, donde la lluvia es sólo el refrescante recuerdo de la primavera de abril y mayo!
Los pueblos en la Mancha se asientan en la comarca alejados y distantes... Son pueblos grandes, diríamos amanchegados en sus proporciones y en la forma y manera de sentir el tiempo. Todo es amplio y sin término en la Mancha. Pareciera que las pinturas que se enmarcan en los cuadros no tuviesen marcos para no acotar sus límites. Los caminos nunca acaban en sus interminables andaduras. Las cañadas, las veredas, los azagadores3, se pierden en los senderos polvorientos de labriegos y caminantes que van al tajo cubriendo las horas en sus menesteres agrícolas con el adeudo de una sentencia divina.
No; no hay escapatoria bajo los ásperos cielos y las largas besanas de estas feroces tierras. La azada, el arado, el surco, la bestia de tiro hunde la reja en la profundidad de los labrantíos, y la abre en canal para dejar que la siembre haga brotar de nuevo el goce de la vida en estos campos de espacios interminables. Dijéramos que el desánimo toma arraigo salvo en la verticalidad de los molinos de viento, y en el semblante del caballero de la triste figura -Alonso Quijano y su inseparable Sancho- que nunca faltan a la cita de cabalgar por unas tierras donde Cervantes dijera no acordarse...

(1) Chiquillo que ayudaba en las faenas y labores de la pesca a los marineros, y les llevaba a la voz de “agua”, un pote o jarrillo de lata a rebosar.
(2) Raíla: Acción de rodar el ferrocarril por los raíles de las vías. No se halla en el diccionario de la RAE.
(3) La definición de azagador hace referencia a una vereda, camino, paso o senda en que el ganado lanar como las ovejas y las cabras tiene que ir azagadas, que quiere decir: ir una tras otra.

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Memorias de Ceuta: Gigantes y cabezudos https://elfarodeceuta.es/memorias-de-ceuta-gigantes-y-cabezudos/ Sun, 28 Oct 2018 08:42:32 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=341985 Cuando llegaban las fiestas, la chiquillería se reunía en la verja del Ayuntamiento, junto al Bar Sin Nombre y la sacristía de la iglesia de África. Allí, en tropel, corríamos la bajada de la rampa hasta las estancias donde se acumulaban los trajes y las máscaras de cartón piedra de los Gigantes y Cabezudos. Aquello […]

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Cuando llegaban las fiestas, la chiquillería se reunía en la verja del Ayuntamiento, junto al Bar Sin Nombre y la sacristía de la iglesia de África. Allí, en tropel, corríamos la bajada de la rampa hasta las estancias donde se acumulaban los trajes y las máscaras de cartón piedra de los Gigantes y Cabezudos.
Aquello era un verdadero delirio, un caos multicolor donde cada uno cogía lo que quería, o mejor dicho, lo que podía: Había lobos, Caperucitas Rojas, osos polares, ciervos, conejos, tortugas, pájaros, ardillas, gatos, leones, tigres, elefantes, enanitos del bosque, madrastras, Blancanieves, príncipes azules, Cenicientas, Plutos, Mikeys, Patos Donals, brujas, enanos, hadas, gnomos y un sinfín de personajes de nuestro mundo infantil. Dame esto; coge aquello; eso es mío; eso es de aquel… En fin, un desbarajuste, un sálvese quien pueda entrañable, lleno de risas y de una alegría inconmensurable, infinita, como sólo los niños -tocados con la mano mágica de Dios- están dotados para gozar de estás simplicidades…


Cada cual iba colocándose su cabezota y ciñéndose los vestidos que a su parecer les parecía más afín con la imagen que debía portar sobre los hombros. Algunos acertaban, pero otros confundían el traje de león con el de Pluto; o el de caracol con el de rana; o el de lobo con el de pájaro… Aquello, si bien, la armonía no era la protagonista; en cambio en su ausencia, el colorido y la felicidad de participar en este cortejo, si se habían erigido en el auténtico y único protagonista.

Cada cual iba colocándose su cabezota y ciñéndose los vestidos que a su parecer les parecía más afín con la imagen que debía portar sobre los hombros

Yo, caprichoso donde los haya, me había colocado un modelo que me llegaba hasta los pies; el Tete y Juan Antonio, me avisaron de que aquel peso no lo podría aguantar por mucho tiempo; pero los niños sólo atienden a sus razones, y yo, por nada del mundo quería abandonar mi captura de oso que tanto trabajo me había costado conseguir.
Una vez toda aquella chiquillería se hubiese calmado y cada uno tomó la cabezota y el traje que quiso y pudo administrarse, unos utilleros que tenían apalabrado el negocio, se introdujeron debajo de los Gigantes y lo elevaron un poco para comprobar sus fuerzas y la solidez del armazón; a renglón seguido, asomaron sus ojos por una abertura del traje, asintiéndole al encargado con un pequeño ademán de arriba abajo, que no se preocupara, que la visión desde el interior de estos cíclopes estaba garantizada.


Y por fin nos tocó salir a las calles de Ceuta…Y paseamos nuestras cabezotas de fantasías infantiles por la calle de la Muralla y la calle Real arriba hasta la plaza de los Reyes: Aplausos, risas, jolgorio, canciones… ilusiones para niños aún más pequeños que nosotros. Ilusiones para niños que arremolinados a los pies y en los brazos de sus madres, soñaban, que nosotros, los Cabezudos, les íbamos a traer un mundo de golosinas y una luna de miel. Algunos, rompían a llorar cuando adrede, de manera precipitada y ostentosa, nos acercábamos con nuestras cabezotas hasta casi rozarlos; las madres se reían y en un claro juego de complicidades nos golpeaban para que sus niños dejaran, asustados, de gimotear y de hacer «pucheros». Nosotros, con el ánimo de consolarlos, íbamos apresurados a unas cestas repletas de caramelos, y a granel, con las manos llenas, retornábamos atropellándonos hasta dejarlos en las suyas.

Y paseamos nuestras cabezotas de fantasías infantiles por la calle de la Muralla y la calle Real arriba hasta la plaza de los Reyes

Volvíamos, ahora, calle Real abajo: Aplausos, risas, jolgorio, canciones…
Yo, alcancé al Tete como pude, y le cogí de la mano; él, adivinando mi sufrimiento, me quitó el pesado atuendo de cartón del oso -sólo me sobresalían los pies-, y me lo cambió por su cabezota de león. Él, me miró sin decirme nada, pero yo comprendí, que una vez más, el Tete, me había salvado de mi insensatez…
Al rato, mi arrepentimiento, se fue diluyendo entre el sonido de los tambores, los gritos, las palmas y las risas del gentío que esperaba nuestro paso. Los niños, somos caprichosos, y a veces, deseamos cosas que están fuera de nuestras posibilidades. Afortunados los que aprenden la lección y una vez abandonada la niñez, sólo deseen lo que sus corazones abiertos de par en par sientan de verdad.
Regresado al Ayuntamiento, cinco pesetas de papel verde a compartir con Juan Antonio -que después cambiamos por monedas (*)-, fue nuestro jornal por el pasacalle. No sabía que me iban a dar dinero por salir disfrazado con una cabezota de cartón, calle arriba, calle abajo; yo, incluso habría sacado las monedas de mi hucha, y por ellas, a cambio, hubiese pedido que me dejaran de nuevo, siempre, vestir de Cabezudo.


Desde entonces, cuando asomado en una esquina de una calle veo pasar a los Gigantes y Cabezudos, me acuerdo como si fuera ayer, de las dos pesetas y dos reales-con agujero-, que con tanto orgullo corrí a enseñárselos a mi madre….Y me pregunto con una cierta nostalgia, ¿si los niños de ahora ya no sueñan con vestirse de cabezudos y alegrar las calles con su presencia? O, ¿es qué acaso, ya no quieren ganarse unas monedas y comprarse unas golosinas? O, ¿es qué tal vez, ya las madres no desean que sus pequeños rían y lloren al paso de ellos?
¡Oh, venid, volved si acaso os habéis alejado en algún momento de nosotros! ¡Venid y volved!, porque los Gigantes y Cabezudos, como el mejor de los tesoros, ¡paradigma de ilusiones!, ha de estar guardado para siempre en el alma de los niños….
(*) En un «carrillo» al cambio de cinco pesetas nos dieron: una moneda de diez reales, dos monedas de una peseta y una de dos reales.
Real: 0.25 Ptas. ( 25 Céntimos)
Moneda 2 Reales con agujero: 0,50 Ptas, (50 Céntimos )
Moneda 1 peseta, “Rubia”: 1,00 Ptas.(100 Céntimos )
Moneda de 10 Reales: 2,50 Ptas ( 250 Céntimos )
Billete de cinco pesetas: Era de color verde y en él se dibujaba un rey sentado en el trono, ciñendo una corona y apoyado en su espada.

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Un paseo por la vida de Paquita Holgado https://elfarodeceuta.es/un-paseo-por-la-vida-de-paquita-holgado/ Sat, 06 Oct 2018 16:35:54 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=335989 La familia de Paquita Holgado no ha querido que su historia de vida se pierda, ya que tal y como explica su hijo, no sólo es la vida de su madre, sino “un paseo por la historia de Ceuta”. Así lo cuenta Germán, quien emprendió el proyecto de recopilar la historia de vida de su […]

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La familia de Paquita Holgado no ha querido que su historia de vida se pierda, ya que tal y como explica su hijo, no sólo es la vida de su madre, sino “un paseo por la historia de Ceuta”. Así lo cuenta Germán, quien emprendió el proyecto de recopilar la historia de vida de su madre en un libro que finalmente tituló ‘Las memorias de Paquita’.

Desde su nacimiento en 1930, en la segunda etapa de la II República, Germán fue recuperando historias que confiesa que han sido todo un descubrimiento para él. La etapa del Protectorado o los difíciles años de las posguerra son algunos de los capítulos que se incluyen en estas memorias que se han presentado coincidiendo con el 88 cumpleaños de Paquita.

En una celebración íntima y familiar, a la que también asistió el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, se le rindió este sábado homenaje a esta ceutí, que gracias a su extensa vida, ha dado a conocer cómo era la vida caballa en buena parte de siglo XX. ¡Felicidades, Paquita!

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Memorias de Ceuta: Buque/T ‘Ceuta’ https://elfarodeceuta.es/memorias-de-ceuta-buque-t-ceuta/ https://elfarodeceuta.es/memorias-de-ceuta-buque-t-ceuta/#comments Sun, 23 Sep 2018 05:56:16 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=332276 Sobre los primeros días de octubre de 1976, partimos de los muelles de la refinería de Algeciras, en el superpetrolero «CEUTA*» de la compañía Fletamentos Marítimos S.A. (MARFLET S.A.) de 260,35 m de eslora, 39 m de manga, 18,1 m de puntal y 14,75 m de calado máximo; una potencia de 27.000 CV, con una […]

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Sobre los primeros días de octubre de 1976, partimos de los muelles de la refinería de Algeciras, en el superpetrolero «CEUTA*» de la compañía Fletamentos Marítimos S.A. (MARFLET S.A.) de 260,35 m de eslora, 39 m de manga, 18,1 m de puntal y 14,75 m de calado máximo; una potencia de 27.000 CV, con una velocidad media de 16, 25 nudos, y con una carga a transportar de crudo cercana de 100.000 toneladas.
Aquella mole comenzó a arriar las amarras y los remolcadores hicieron su labor de poner al buque franco en la bahía de Algeciras. Arrumbamos a poniente en demanda de las aguas del Atlántico; y, desde el puente a babor, se dejaba ver a los pies del Yebel Musa, la ciudad de las siete colinas, Ceuta… El petrolero partía en lastre como un enorme cetáceo listo para navegar cientos de millas en la mar océana hasta su destino en el Golfo Pérsico**. Una vez pasado el cabo Espartel, los diferentes rumbos dados al timonel siempre fueron sur hasta llegar al cabo de Buena Esperanza, que irían cambiando a otros, arrumbando al norte.
Se realizó una parada técnica para suministro de diferentes piezas de material para las sala de máquinas, y aprovisionar la gambuza de los últimos aprovisionamientos de alimentos frescos. Fueron las últimas horas que abríamos de tocar tierra firme en los próximos dos meses, la cual aproveché para disfrutar de las bonitas playas de Tenerife, y adquirir las famosas Tablas Americanas de cálculo de estrellas y un sextante de respeto de aquellos que llevan los botes salvavidas para en caso de naufragio tomar la situación aproximada.
El viaje para cargar crudo en el puerto-boya de Rast Tanura -Arabia Saudí- de aproximadamente dos meses con la vuelta a España en la Coruña, se iba a caracterizar por el sempiterno paisaje de mar y cielo… Navegábamos sin puntos de referencia a la costa, con rumbos directos que nos apartaban de ella; y, para situarnos, habíamos de contar con el reconocimiento de las estrellas en los crepúsculos, y el sistema de situación Omega. Escudriñar los cielos en busca de astros para situarnos es uno de las tradiciones más legendarias del marino mercante, que a día de hoy con los GPS, están cayendo en desuso. Sin embargo en aquella década de los setenta, aún, bien cuando el crepúsculo fuera matutino o vespertino, el sextante era nuestra herramienta de trabajo más usual para situar el buque en la carta náutica.
En el matutino, al encontrarte las estrellas dejando sus destellos en la bóveda celeste, el cálculo astronómico era más fácil, porque los astros se situaban titilando sobre nuestras cabezas y una vez reconocidos, se tomaban las alturas y a esperar unos breves instantes a que pudiera observarse el horizonte, para bascular el sextante a un lado y a otro con la estrella en cuestión, rozándolo, Sin embargo en el vespertino, había que realizar un cálculo previo para reconocer donde se hallaban los tenues destellos de los astros. A continuación, calculadas las alturas, se realizaba el cálculo triangulando tres rectas de alturas que nos posicionaba el lugar donde nos hallábamos. Como un ritual, en la librería náutica de Tenerife, adquiríamos las Tablas Americanas de significativas pastas amarillas, donde se podía calcular por un método abreviado, el cálculo de 12 observaciones de alturas de estrellas de modo rápido que te situaban la posición a los pocos minutos.
La vida en alta mar cuando el mar y el cielo se convierten en nuestro único paisaje, adquiere una cierta monotonía, que yo dijera existencial, porque el tiempo se detiene al compás de unas horas que sólo se reflejan en el tic-tac del reloj; y, las otras horas, aquellas que salen del alma, se disuelven como pájaros de fuego, en la lejanía mágica de la línea curva a la que el buque navega a golpe de rumbo y hélice. Nada lo detiene, nada interrumpe su velocidad de crucero, siempre con las órdenes del telégrafo marcando: todo avante. El buque es un coloso que tutea al mar, como subido a lomos de una caballería que cruzara los campos de trigo que encañan aún verdes y luminosos. Todo es diferente en la inmensidad del mar, que aún se contiene en la otra inmensidad sin límites del cosmos. Lo que es arriba es también abajo, y ya no sabemos si el cielo nos cae encima, o nosotros vamos al cielo. Es, sin duda, la totalidad, el sentimiento de lo absoluto, en el absoluto silencio de la creación de la vida en la noche constelada...
La vida era excesivamente rutinaria, con sólo una parada en Canarias y otra en Ciudad del Cabo, donde se entregaban y se recibían las cartas hasta llegar a nuestro destino embocando el Golfo Pérsico, y la costa desierta del puerto de carga en la terminal de Ras Tanura en el país de la Meca. El paisaje no podía ser más desolador, en todos los puntos cardinales la bóveda de mar y cielo se nos antojaba infinita, y hacia poniente la línea del litoral, era una costa baja, donde las dunas doradas abrasadas por el sol se extendían sin límite más allá del horizonte… En el recuerdo, el paisaje se nos aviene como la nada, como la no existencia de lo temporal y lo finito, pues todo era inextinguible, inconmensurable, alejado de cualquier medida que no fuera mar, cielo y desierto…
Pasados los años, terminado mi ciclo vital de marino recalando en diferentes puertos y países, en la edad de Sinuhé y sus escritos alejados de los dioses y los hombres, sólo para su propios recuerdos en la desatadura existencial dónde algunos recalamos, Arabia viene de nuevo otra vez a ser protagonista del quehacer diario. Y, ahora protagonizada por la venta de España a esta país del Golfo, de 400 armas de precisión, pero que según la ministra portavoz y el de exteriores, no hacen ningún daño, salvo el preciso; pues para eso -valga la redundancia- son bombas de precisión, y como abundando en la máxima estupidez que pudiera darse, esas bombas de precisión -aunque así lo fueran-, no causaran daños y muertes como cualquier bomba que se arroje contra cualquier inocente yemení.
Cosas del destino que no me hubiese gustado columbrar, pues nunca imaginé que los trabajadores de unos astilleros -antes todos comunistas y socialistas, y rojos como algunos aún afirman- pudieran salir a la calle a manifestarse para que el Gobierno, de forma inmediata, remita las mencionas bombas de alta precisión –que sólo matan a los desdichados que tienen que matar- al susodicho país que un día sí y otro también, tiene la malsana costumbre de arrojarles azufre y fuego a los yemeníes, tal como si fuera un castigo divino al modo de Sodoma y Gomorra.
Ver para creer, nunca lo hubiera imaginado, pero así son las cosas en estos tiempos presentes, donde por un plato de lentejas, como nos cuenta el Antiguo Testamento, se puede vender hasta el alma, y eso que dicen que es inmortal. Sí; es cierto, hoy todo se vende y se compra, y todo se halla a precio de saldo, a saber: Ya no hay trabajadores comprometidos y con dignidad, porque la dignidad y el compromiso murieron hace tiempo, sometidos al poder del dinero y la falta de valores. Nadie se reconoce en un pensamiento liberador que nos aproxime a un horizonte donde la palabra solidaridad sea algo más que un término perdido en las páginas del diccionario de la Academia de la Lengua; y, por el contario, sea lo que nos distinga y verdaderamente nos marque como hombres libres, donde no haya dinero para comprarnos, y menos por 400 bombas, que a fecha de hoy, bien pudiéramos compararla con la cobardía y la traición de judas por 30 monedas de plata, a Cristo…
Nada hay nuevo bajo el sol, como siempre solemos decir, aquellos que frecuentamos los libros de historia y ponemos ojo avizor a los acaecimientos del día a día, que imponen los diferentes Gobiernos con el pragmatismo circunstancial del todo vale, con tal de no romper un puñado de votos de aquí y de allá… Pues, aún pasados dos milenios aún se recuerda de forma paradigmática el poder del dinero y la venta del alma en su beneficio; mas no ha de pasar mucho tiempo, en que la voz de aquellos que nunca tuvieron voz: ¡el pueblo!, les señale su cobardía y su traición por vender en nuestros nombres y traficar con un comercio ilícito de armas, sin importarles nuestras propias leyes, y las recomendaciones de la Unión Europea y de la Asamblea de Naciones Unidas***.

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Los gallos y los vuelos circenses https://elfarodeceuta.es/gallos-vuelos-circenses-memorias-ceuta/ Sun, 16 Sep 2018 07:19:35 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=330333 Un gallo y una alpargata... Sí; en aquellos días de la década de los cincuenta, ataban la pata de un gallo a una alpargata, y lo saltaban libre por el patio donde nacimos a la vida... Eran años de necesidad donde la carne sólo se probaba en alguna fiesta, alguna boda, o por Navidad... De […]

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Un gallo y una alpargata... Sí; en aquellos días de la década de los cincuenta, ataban la pata de un gallo a una alpargata, y lo saltaban libre por el patio donde nacimos a la vida... Eran años de necesidad donde la carne sólo se probaba en alguna fiesta, alguna boda, o por Navidad... De tal suerte, que se compraban en la plaza, en el zoco junto al "abujero", unos pollos, y se le iba alimentado con las sobras de las comidas como si fuera uno más... El gallo o la gallina iban creciendo saltando de rincón en rincón, entre lebrillos, macetas de geranios y claveles rojos, y verdes matas de yerbabuena para la sopa del puchero, canastas, cajones, calderos con cal para enjalbegar, mecedoras, cordeles pa la ropa, bidones de agua, cañas del país para pescar, alguna conejera y un sinfín de cachivaches y arreos que se guardaban para cuando se necesitaran, y algún puntapié de algún niño que no gustara de columbrar tanta pluma de aquí para allá...
Algunas veces, de un salto a medio vuelo, alcanzaban las tejas de los tejados, y allí se pasaban toda la tarde contando religiosamente las hileras de las ocres tejas cóncavas llenas de líquenes, que picoteaban hasta hacerlos saltar por los aires. Nadie podía alcanzarlos, y allí se mantenían ociosos vislumbrando todo el acontecer del patio, ante el asombro del vendedor de turno o el ajetreado ditero, que con su voluminoso cuaderno de recibos bajo el brazo, los saludaba con una sonrisa malévola, que los niños interpretábamos a la perfección cuales eran sus culinarios pensamientos, tal como Carpanta (*) los dibujaba en el TBO de “El Pulgarcito”.
Rondaba la tarde entre cacareos y algún quiquiriquí mayúsculo del gallo campeón del corral. Hasta que de pronto de casa de los Gaonas, sacaban el cubo de los restos y sobras, y de un sorprendente vuelo, o más bien un salto con pirueta y vuelta mortal -al modo circense- se allegaban con las alas extendidas a cobrarse su manduca. Una curva perfecta digna del mejor trapecista, sin red y los vecinos como el mejor público a aplaudir tamaña cabriola y rebotadura sin par...

Algunas veces, de un salto a medio vuelo, alcanzaban las tejas de los tejados, y allí se pasaban toda la tarde

Y, si bien, a cada tarde esperábamos esos minutos de gloria de las gallináceas, no es menos cierto, que la fama adquirida en tanto vuelo, revuelo y salto trapezoide, les perjudicaban sobremanera; porque aquella gratuidad circense, duraba menos que un pastel a la puerta de un colegio. El divertimento nuestro, y el gusto de gallos y gallinas por el boato y la fantasía del trapecio, se topaba con la terquedad de Josefina; pues, sin importarle nada nuestra manifiesta protesta, tomaba una vieja alpargata y la ataba a la pata izquierda del ave de corral -nunca supe porque tenía que ser atada a la pata izquierda, cosa que ningún experto en estos menesteres galliformes, a día de hoy, me ha sabido responder- para que se acabara con aquel espectáculo gratuito que aguardábamos cada tarde, ya que no le reportaba ningún beneficio, salvo que las aves domésticas, se desdomesticaran, y huyeran solícitas entre las alturas de los tejados que daban al huerto de Mariavera y se perdieran entre tanta espesura vegetal...
El gozo en un pozo, se terminaron las tardes de gloria y el aprendizaje aéreo de los plumíferos encartados; sin embargo, aún les quedaban una última actuación, porque de una manera sigilosa y jugándonos el cuello, tramamos un golpe de mano, para hacer ver nuestra protesta más enérgica, en el total desacuerdo en que por arte de birla birloque, nos quedáramos sin los divertidos números de los afamados trapecistas de pluma, ala pico y cresta.
De tal manera, que nos acercamos agachados -reptando por las losetas del suelo como lo hacen las bichas- a la puerta de los Gaonas, le retiramos al gallo en cuestión volatinero de afición- el cabo que le unía a la alpargata, corrimos en tropel, y dando dos vueltas, todos a una conseguimos en la tercera lanzada -las dos primeras dieron al ave contra la ventana y la puerta de María y el Chache, que se asomaron asustados por el ruido y el alboroto que formaba el animal de tanto ir y venir a cuerpo descubierto por los aires- que aterrizara de manera perfecta y sin daños aparentes, sobres las tejas ocres de los tejados del patio...
Es verdad, algo de alboroto vino a romper -tamaña acción- la tranquilidad de aquella tarde en el oasis de paz que en nuestro patio se recreaba hasta pasada la hora de la siesta, y las mujeres preparaban su gozoso café de pucherete para andar dando sorbos, mientras oían extasiadas el consiguiente serial de argumentos de secretos inconfesables.
Sin embargo, cercanos a la ramblilla, subidos y agazapados en el muro blanco y llenos de rosas de pitiminí del huerto de Mariavera, pudimos ver claramente, como el mayor espectáculo del mundo, el último vuelo que protagonizara el afamado gallo, en una geometría perfecta de la curva de la catenaria también perfecta, dada: entre las tejas amarillas de la casa de los Fortes, y el pie de la ventana donde Federico -uno de los mellizos- o tal vez Jesús -el otro mellizo-, acababa de dejar el cubo con las sobras del almuerzo...
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(*) Carpanta es un personaje de historietas y su serie creados por el autor español Escobar, y que apareció por primera vez en la revista Pulgarcito en 1947.
Fue uno de los personajes más representativos de la posguerra española,1 y su popularidad durante los años cuarenta y cincuenta fue tan grande que algunos lectores llegaron a enviar comida o dinero a la redacción de Pulgarcito para remediar su hambre.
Carpanta es el protagonista absoluto de estas historietas. Su nombre procede de la voz coloquial "carpanta", que significa, según el Diccionario de la lengua española, "hambre violenta". Calmar el hambre es el único objetivo de Carpanta en todas sus historietas, y su empeño resulta constantemente frustrado. La serie refleja las durísimas circunstancias de la España de posguerra, aunque el tono de crítica social es bastante comedido, para eludir problemas con la censura franquista. De hecho, a finales de los cincuenta la censura estuvo a punto de cancelar la serie, aduciendo que "en la España de Franco nadie pasa hambre". Afortunadamente Escobar suavizó sus guiones (por eso el personaje a menudo dice que tiene "apetito", en vez de "hambre") y la serie continuó publicándose en las revistas de Bruguera.
Carpanta es un hombre bajito, de edad indefinida; en su rostro destacan la nariz prominente característica de los personajes cómicos de Bruguera y una barba que recuerda un poco a la de Cantinflas. En la primera historieta de él que se conoce, "13 en la mesa" (1947), su atuendo es más bien propio de un mendigo, pero pronto Escobar le adjudicó su indumentaria característica: camiseta a rayas, cuello alto (hasta taparle la boca), pajarita y la cabeza cubierta con un sombrero canotier. Vive bajo un puente, sin familia y sin oficio, excepto el de ingeniárselas para comer, aunque en más de una ocasión podemos ver en sus aventuras intentos desesperados de conseguir dinero en trabajos como reportero, soplón (en una fábrica de botellas) o buscando el tesoro oculto de un castillo en ruinas. Con el paso del tiempo, llegó a cambiar el puente por una casita, pero sin abandonar su mítica hambre.1
El otro personaje importante de la serie es el orondo Protasio, amigo del protagonista, que no suele tener problemas para saciar su apetito. Este amigo suele aparecer con distintos empleos.
Un tercer personaje es Valeria, una linda chica de cabello negro que está enamorada de Carpanta, pero a la vez Protasio está enamorado de ella. Desdichadamente ninguno de estos dos amores son correspondidos; Carpanta rechaza a Valeria por miedo al amor y al compromiso, y Valeria rechaza a Protasio porque no le gusta, y además ella quiere a Carpanta. En varios episodios aparece en la serie su creador, Escobar, autocaricaturizado. (Licencia Creative Commons Artribución Compartir igual 3.0.Wikipedia®).

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Cruzar la frontera: el paso del Tarajal de ayer a hoy | Memorias de Ceuta https://elfarodeceuta.es/cruzar-frontera-ceuta-paso-tarajal-ayer-hoy/ https://elfarodeceuta.es/cruzar-frontera-ceuta-paso-tarajal-ayer-hoy/#comments Sun, 19 Aug 2018 12:48:02 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=324152 Para muchos de nosotros, nacidos en los 50, cruzar la frontera de Ceuta a Tetuán era algo usual. Aún niños, se iniciaba en ocasiones el viaje de ida y vuelta junto a nuestras madres, cuando estas se acercaban a comprar a Tetuán, caminando ellas presurosas por las estrechas calles de la medina, mientras los niños […]

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Para muchos de nosotros, nacidos en los 50, cruzar la frontera de Ceuta a Tetuán era algo usual. Aún niños, se iniciaba en ocasiones el viaje de ida y vuelta junto a nuestras madres, cuando estas se acercaban a comprar a Tetuán, caminando ellas presurosas por las estrechas calles de la medina, mientras los niños exhalábamos el aroma de las especias de colores. También los domingos eran días de pasar la frontera, cuando la familia se disponía a disfrutar en las magníficas playas del litoral marroquí en las que transcurría el día hasta el atardecer.
Eran jornadas de juego en la arena, combatiendo las olas en los días de levante o meciéndonos en las aguas mansas y cristalinas de los días de poniente. En aquel tiempo, las playas de Restinga, las más cercanas a Ceuta, se las veía casi vacías; los lugareños no solían acudir a ellas como más tarde hicieron. Solo casetas aisladas albergaban a los bañistas allegados de Ceuta – los nasrani, los cristianos -, que gozaban de aquel paraíso detenido en los días festivos del verano. Durante la infancia, la adolescencia, y hasta la primera juventud, aquellas arenas amarillas fueron los lugares más placenteros para solazarse en familia o entre amigos. Y tras el plácido día de domingo, de nuevo se cruzaba la frontera hacia Ceuta, sin más problemas que el cansancio acumulado y el escozor de las quemaduras en la piel que la crema nivea no había impedido, sino todo lo contrario.

Algunos de nosotros crecimos cuando aún quedaban unos años para la independencia de Marruecos en 1956, y era frecuente viajar desde Ceuta para visitar a los familiares residentes en Tetuán. Tíos y primos: Pepe Durán y Rosita, su mujer, que vivían en un bonito y amplio piso de la Calle Ahmed Ganmía. Pepe, delineante y topógrafo del Ministerio de Obras Públicas, también pintaba los pasquines publicitarios de los cines Avenida y Español de Tetuán. Era admirable ver cómo reproducía a todo color las imágenes y los rostros de los protagonistas de las películas que se proyectaban, con aquel asombroso realismo fotográfico. Mª África, su hija, era una vivaracha compañera de juegos y baños en los días de visita de cualquier estación del año, y muy especialmente en verano, cuando las playas de Rio Martín reunían a los españoles de Tetuán en torno a curiosas casetas de madera pintadas a rayas de colores. Los domingos al sol eran deliciosos en las tostadas arenas y las aguas azules del poniente en calma, cuando el antiguo esplendor de la capital del Protectorado español ya era solo un espejismo.

Para muchos de nosotros, nacidos en los 50, cruzar la frontera de Ceuta a Tetuán era algo usual

Joaquín, mi padre, siempre evocaba sus continuos viajes en el ferrocarril que unía Ceuta y Tetuán. Apenas con diez años – nos describía - se subía a ese tren para pasar el fin de semana con alguna de sus hermanas mayores: Anita, que vivía junto al mercado de abastos, y María, en la calle Trancat, en la medina. Detallaba nostálgico las distintas estaciones que atravesaba hasta llegar a la central de Tetuán, y su descripción se deslizaba en la imaginación adolescente alimentando la fantasía.
Las idas y venidas de Ceuta a Tetuán se ampliaron progresivamente en los 60, cuatro años después de la Independencia: el éxodo de españoles al país se tramitó de manera paulatina y tranquila hasta 1962, en que finalizó la retirada de las fuerzas españolas en la geografía colonial. Este telón político de fondo, complejo y singular para muchos de nosotros, niños aún, no hizo disminuir el paso del Tarajal acostumbrado. En este tiempo, el abuelo Paco nos conducía sin temor alguno a Tánger, Arcila o Larache. Viajes de ida y vuelta que desvelaban a los ojos infantiles la geografía atlántica, las grutas de Hércules, el mar bravío en su oleaje blanco, la enigmática ciudad de Tánger en las callejuelas de su vieja medina y las modernas avenidas de entonces; también en sus gentes, diversas y llenas de curiosidad. Inolvidables excursiones que, al cruzar de nuevo la frontera y llegar a Ceuta, nos provocaba la excitación de aterrizar en la vida cotidiana desde un mundo diferente muy alejado de este otro habitual.

También los domingos eran días de pasar la frontera, cuando la familia se disponía a disfrutar en las magníficas playas del litoral marroquí en las que transcurría el día hasta el atardecer

El paso de Tarajal ha sido para muchos ceutíes un hábito familiar en el tiempo que adquiría matices diferentes a medida que cumplíamos años y las relaciones políticas y sociales entre fronteras cambiaban paulatinamente, sin que nos alcanzara desazón alguna. Siempre reinó una absoluta tranquilidad y normalidad en aquellos viajes. De modo que en los 70, y en las Fiestas patronales de agosto, algunos de nosotros, siendo muy jóvenes, cruzábamos la frontera buscando las playas sosegadas y silenciosas del mediterráneo o del atlántico marroquíes; a veces se alcanzaba el camping de Arcila (Asila), la playa de las barcas, en la desembocadura del rio Tahaddart, al que acudían en aquel tiempo numerosos extranjeros, alegres y espontáneos en sus Volkswagen California. Algo más tarde, aquellos jóvenes ceutíes se aventuraron a otros parajes del sur marroquí que traducían otros hábitos, otras lenguas, otras culturas: otras fronteras irremediables que se quisieron capturar y suspender en un rincón tetuaní, junto al mediterráneo: un espejismo falaz. Es imposible detener el tránsito entre fronteras. Es parte de nuestra antigua identidad.

Joaquín, mi padre, siempre evocaba sus continuos viajes en el ferrocarril que unía Ceuta y Tetuán

El paso del tiempo no detuvo el viaje de ida y vuelta. El cruce de fronteras sumó objetivos e intereses de otra índole; las dificultades fronterizas fueron aumentando poco a poco. A la migración marroquí hacia Europa, se sumó un inicial mercado interfronterizo del que ha surgido en este tiempo el polémico comercio de las porteadoras (1); también el cruce cotidiano a Ceuta de más de cinco mil mujeres empleadas en el servicio doméstico en la ciudad(2), y más recientemente, la migración subsahariana. Y todo ello sin mencionar los graves problemas del terrorismo “yihadista” o del narcotráfico interfronterizo.
Sin duda, aquel viaje continúa a la luz de este siglo XXI, aunque lleno de sombras y transformado en pesadilla, horror, barbarie, e incluso muerte para las mujeres que cruzan a diario con el fin de ganarse el pan en Ceuta, y también para los subsaharianos que, además de morir en nuestras aguas del Estrecho, también han muerto a las puertas de nuestra frontera. Las alambradas, las concertinas rasgando la carne humana, el cuerpo de policía, a veces excediéndose en sus funciones, y otras impotente para frenar las órdenes gubernamentales, las disposiciones de Europa… Todo ello hace que cruzar esta frontera se haya convertido hoy día en un auténtico despropósito que debería quitarles el sueño a los políticos responsables de uno u otro país de semejante situación. Un lamentable escenario que a todos parece convenir ante la desidia, impotencia e incompetencia de los organismos responsables. Un auténtico dislate que rompe la memoria y las emociones de muchos ceutíes y marroquíes, que separa a los pueblos, a sus gentes, que nos divide…, presos de la rabia que alimenta culpabilidades y odios. Un negro paisaje que nos impide a unos y otros continuar el plácido viaje de antaño, cualquiera que sea su objetivo, de manera segura y serena, sin que nos sintamos agredidos, inseguros, ni perdamos la vida en ello, como suele ocurrir en las fronteras de las sociedades tercermundistas, en las que la sinrazón y la represión acampan por sus lares sin el más mínimo pudor y vergüenza.

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Así era el café bar Canarias hace casi un siglo https://elfarodeceuta.es/fotos-asi-era-cafe-bar-canarias-ceuta-siglo-xx/ Fri, 10 Aug 2018 10:04:08 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=322540 Las máquinas han empezado esta semana a terminar con una parte de la historia de Ceuta, la que representaba el histórico ‘Bar Canarias’, ubicado en Alcalde Víctori Goñalons. La construcción de un bloque de viviendas sustituirá a este emblemático lugar que forma parte de la memoria colectiva de muchos ciudadanos. Así era uno de los […]

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Las máquinas han empezado esta semana a terminar con una parte de la historia de Ceuta, la que representaba el histórico ‘Bar Canarias’, ubicado en Alcalde Víctori Goñalons. La construcción de un bloque de viviendas sustituirá a este emblemático lugar que forma parte de la memoria colectiva de muchos ciudadanos.
Así era uno de los edificios más clásicos de la ciudad hace casi un siglo.

Actual calle Víctori Goñalons. Hacia 1950. (Colección Copistería Ana Sánchez)
Jardines de San Sebastián. Hacia 1930. (Colecccion Copisteria Ana Sánchez)
Puente de la Almina y varadero. Hacia 1925. Colección Copisteria Ana Sásnchez )

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