La historia del patrimonio histórico artístico de nuestra ciudad se construye día a día, pues siempre pueden averiguarse nuevas cosas. Los archivos, las bibliotecas y las hemerotecas guardan infinitos datos para completar nuestros vacíos y en ellos hay que bucear constantemente.
En los últimos años, la digitalización de la prensa constituye una fuente al alcance de todos, que podemos consultar en la tranquilidad de nuestros ordenadores, aunque el esfuerzo no sea pequeño. Cada día nuevos periódicos y revistas se suman a hemerotecas nacionales, regionales o locales que hemos de descubrir una a una.
Durante muchos años, una de las fuentes principales para construir la historia del patrimonio de nuestras cofradías han sido los programas de Semana Santa, revistas y algunos artículos y estudios conservados por los aficionados como oro en paño. En muchos de ellos se deslizaban errores, muchas veces fruto de la desmemoria, que se iban perpetuando y acrecentando.
Algo de eso ocurrió con el origen del crucificado de la Iglesia de San Francisco, venerado con el título de Cristo del Perdón y la Misericordia, cuyo origen se fue desdibujando hasta que por las dudas, desapareció la historia de las reseñas de cada Semana Santa.
La Iglesia de San Francisco
La Iglesia de la Santa Cruz, hoy denominada de San Francisco, fue levantada a comienzos del siglo XVIII, entre el Hospital Real y el convento de padres franciscanos, convirtiéndose muy pronto en uno de los templos preferidos de los ceutíes. Sus proporciones, su luminosidad e incluso su sonoridad, ahora recuperada tras la restauración y la apertura de las gradas superiores eran parte de su atractivo. No lo eran menos sus retablos principales barrocos, en verde y oro, con el triple manifestador que se utilizaba en las fiestas mayores, así como las pequeñas capillas laterales hoy desaparecidas.
La desamortización de 1835 llevó a la exclaustración a los franciscanos y con ella se produjo una lucha importante por la posesión del templo, que estuvo en peligro de desaparecer en manos del Ministerio de la Guerra como lo hizo la iglesia del convento de trinitarios. Al final, el obispado consiguió mantenerla y los canónigos de la Catedral procuraron conservarla en el mejor estado posible.
Tenemos muy reciente el centenario de la llegada de la Comunidad Agustiniana a Ceuta y cómo en el convenio firmado con la diócesis se llegó a acuerdo de que ésta se encargara del mantenimiento de la Iglesia de San Francisco, lo que preocupaba especialmente al gobernador eclesiástico y deán, D. Eugenio Mac Crohon y Seidel, que se ocupaba de ella personalmente.
Podemos imaginarnos al deán, sentado ante la bellísima imagen dolorosa de Nuestra Señora de las Penas, entonces en el retablo colateral de la derecha, con la corona de plata y el cuchillo que el Crédito Público le habían querido retirar y a lo que se negó el Obispo Barragán, allá por el año 1835 diciendo que “sería una irrisión dejar a la imagen sin sus atributos”.
Desde la llegada de los agustinos las obras no cesaban para que el templo, entonces muy abandonado, recuperara su prestancia. Hubo que cambiar el suelo, que era de ladrillo y poner bancos, lo que daría comodidades a sus fieles.
El Cristo del Perdón y la Misericordia
Eran muchas las fuentes que hablaban de que el crucificado que hoy se venera en la capilla de la entrada, junto a Nuestra Señora de las Penas y el Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia había sido comprado como desagravio a un robo sacrílego producido en el templo a comienzos de siglo. Algunas fuentes apuntaba a 1916 como el año en el que pudo suceder el robo, la compra de la imagen y la constitución de un grupo de fieles que le dieran culto, para dotar de antecedentes cronológicos a la Cofradía.
Sin entrar a valorar las intenciones de esta datación, lo que parecía veraz era, como, decía el programa de Semana Santa de 1982, que
“fue adquirida a principios de este siglo con el sobrante de unas limosnas que se recogieron para reponer unos vasos y custodias que habían sido robados de la Iglesia. Su imagen sirvió de intercesora para el perdón del ladrón”.
La historia no procedía ni de los Cruz de Guía ni de los programas editados por el Ayuntamiento, la Junta de Cofradías ni tampoco por la Editorial Ebus, que se reparten los que conocemos de los años 40 y 50, por lo que había que buscar en otro sitio.
Al final fue un periodista de raigambre, José María Guerra Artiel, quien en un artículo publicado en la Semana Santa de 1949 en El Faro de Ceuta nos empezó a aclarar la historia. Lo primero era alabar la talla, de la que no dice autor, así como su nuevo paso, obra de José Garzón, llamándola “milagrosa y venerada imagen”. Pero lo más interesante, lo que comenzaba a cambiar las fechas, era el siguiente párrafo:
“Cuentan que allá por 1925 fue cometido un importante robo en la iglesia de San Francisco. Unos desalmados se llevaron de allí un cáliz y varios objetos sagrados más. Enseguida surgió la idea de abrir una suscripción que dio los mejores resultados. Pero cuando ya se iba a proceder a la compra de ellos, un alma caritativa hizo donación a la iglesia situada en la Plaza de los Reyes y regentada por los RR. PP. Agustinos de todo lo robado. Y el importe de la suscripción fue empleado en la adquisición de esta magnífica talla de Cristo Crucificado que desde entonces se venera en San Francisco y que por lo sucedido fue denominado del Perdón. Perdón para quienes osaron profanar el templo y robaron los objetos sagrados.”
Con una nueva fecha, volvimos a buscar en la prensa y hallamos la noticia en periódicos como La Vanguardia o ABC. Así lo contaba este último el 7 de marzo de 1928:
“Robo sacrílego en una Iglesia de Ceuta.
Ceuta 6, 11 mañana. Ha producido indignación el sacrílego robo cometido en la iglesia de San Francisco, que regentan los Padres Agustinos. Los ladrones se llevaron una custodia y un cáliz de gran valor. La Policía, que sigue la pista a los ladrones, ha practicado varias detenciones.”
Así, y gracias a la prensa de diferentes momentos, hemos logrado aclarar la historia, que sin duda enriquece la memoria de patrimonio material e inmaterial.