La Semana Santa presenta muchos aspectos interesantes para reflexionar. Aparte de sus valores religiosos, que son los que le dan identidad, existen otros muchos como el antropológico y el artístico-patrimonial, que convocan a curiosos y eruditos no sólo de nuestro País.
Resulta paradójico el hecho de que una religión que comienza sus cultos de forma reservada y casi clandestina encontrase, ya en la edad media, en sus manifestaciones públicas una forma de evangelización o expansión, que se convertirían con las disposiciones tridentinas, en una forma de lucha contra herejías, sectas y desviaciones.
Así pues, la imagen, y todo lo que entorno a ella se formaliza, tiene una capital importancia en nuestra Semana Santa. También en la ceutí, que hoy en día adopta formas barrocas andaluzas casi estandarizadas.
El pasado islámico ceutí, llevado al siglo XV, no permitió un origen medieval como en diferentes ciudades andaluzas, teniendo que encuadrar las manifestaciones pasionales del siglo XV y XVI en la estética lusitana, bastante diferente a las castellanas y andaluzas.
En el siglo XIX la Semana Santa local vivió una travesía del desierto que duró casi medio siglo. Su reorganización comenzó tibiamente a producirse en la década de los sesenta, al tiempo que surgía la prensa.
Carecemos prácticamente de descripciones de los cortejos procesionales, y menos aún de forma gráfica. Las reseñas que ofrece la prensa de finales de la centuria son escasas, y las referencias que hacen algunos particulares en sus correspondencias y diarios abundan en la pobreza y desorganización de los mismos. Esta imagen era compartida por el clero, que como todos sabemos, estuvo detrás de su resurgimiento a comienzos del siglo XX.
Manuel Miranda Moreno, canónigo de la Santa Iglesia Catedral dio razones muy similares para la fundación de la Real y Venerable Cofradía del Santo Entierro, la matriz, cuyo centenario está ya próximo a cumplirse y que no debería pasar inadvertido.
Sin duda, no existe mejor descripción de una talla que una imagen gráfica. Las pinturas y grabados de la Virgen de Africa corroboran que su advocación se ha correspondido siempre con la actual talla, como el grabado del Cristo de la Portería de los Trinitarios nos confirma ser un crucificado. Algo que puede ser tan obvio no lo es tanto, pues algunas imágenes citadas en inventarios y textos de nuestra Ciudad, no podemos confirmar si fueron Dolorosas o de Gloria y, a veces, resulta incluso difícil identificar imágenes conservadas con las referencias históricas.
Así, colecciones fotográficas como la que formaba parte de los álbumes de la familia Matres o la que custodian los hijos del Sacristán mayor de la Santa Iglesia Catedral, José López Maldonado, nos permiten detectar sustituciones y transformaciones, además de apreciar la evolución en la riqueza y gusto de sus pasos y tronos.
Cristo de la Vera Cruz en el retablo, col. Familia Ros Amador
Grupo del Descendimiento en su paso, col. Familia Ros Amador.
Estos días se expone en Málaga una colección con 75 imágenes, la mayoría de Ceuta, que formaron parte de la muestra Bartolomé Ros. Frontera de Africa, presentada en 2009 dentro del Festival Photo España. Si entonces sus instantáneas dieron la vuelta al mundo gracias a la prensa en papel y digital, estos días estamos teniendo la experiencia de ver enorme número de personas que visitan las salas del Ateneo, comentando y disfrutando de su belleza.
Resulta interesante que Bartolomé Ros (Cartagena 1906-1974 Madrid) hizo estas y otras muchas imágenes en el intervalo que va desde sus 14 años a los 30. Una etapa profesional cargada de juventud y que quizá por eso ofrece una frescura indiscutible.
Aprendiz en el Estudio Calatayud, asociado más tarde a Angel Rubio, para independizarse casi por la fuerza, al fallecer éste prematuramente, en 1929 se le encarga un reportaje sobre la Semana Santa y sus imágenes, sin que sepamos quien fue su verdadero destinatario.
Es posible, inclusive, que estuvieran llamadas a formar parte de una publicación o de alguna colección postal, como entonces se hacía en otras poblaciones cercanas –pienso ahora en la serie de San Roque, casi de la misma cronología- y que si hubiera impreso Hausser y Menet serían hoy tesoro de coleccionista.
Como estos días, las fotos de Ros han sido el centro de mis actividades, pensé en traer parte de dicho reportaje a estas páginas. Hace algunos años, cuatro de ellas fueron publicadas por El Faro de Ceuta, en una carpeta apadrinada por Ricardo Lacasa. Entonces se eligieron el retablo del Cristo de la Vera Cruz, el grupo del Descendimiento y dos instantáneas del Cristo de la Flagelación.
En algunas colecciones hemos visto los pasos saliendo de la Iglesia de Africa: Nazareno, Soledad, Santo Entierro, Descendimiento… Menos conocidas son otras fotos de imágenes no pasionistas del Santuario, como el San Jorge. Hoy en día, estas fotografías son más que una curiosidad. Son un material precioso para conocer nuestro patrimonio, para conocer sus vicisitudes y conservar las piezas que han llegado a nosotros.
Paso del Descendimiento, positivo firmado por Bartolomé Ros en 1929. Col. J.L.G.Barceló.
El Cristo de la Flagelación en su altar, col. Familia Ros Amador.
El Cristo de la Flagelación y los sayones antes de colocarse en el paso, col. Familia Ros Amador.