El canon que veremos en este espacio corresponde al siguiente pasaje evangélico: “Tomó entonces Pilatos a Jesús y mandó azotarlo. Y los soldados tejiendo una corona de espinas se la pusieron en la cabeza, le vistieron de manto púrpura y acercándose a Él le decían: Salve, rey de los judíos, y le daban bofetadas. Otra vez salió fuera Pilatos y les dijo: Aquí os traigo, para que veáis que no hallo en Él ningún crimen. Salió pues, Jesús fuera con la corona de espinas y el manto púrpura, y Pilatos les dijo: Ahí tenéis al hombre. Cuando lo vieron los príncipes de los sacerdotes y sus acólitos, gritaron diciendo: ¡Crucifícalo, crucificalo! Díjoles Pilatos: Tomadlo vosotros y crucificadlo pues yo no hallo crimen en Él “(Ju. 19,1-16).
Sin embargo, Aroca Lara sitúa acertadamente esta imagen en el pasaje “Jesús esperando la cruz “entre la sentencia de Pilatos y la calle de la amargura. Dicho autor advierte, además, sobre la confusión que puede existir entre las imágenes de Jesús Preso (Cristo maniatado caminando desde el Huerto de los Olivos hacia la casa de Anás) y los Cristos del Medinaceli, Cautivo o Rescatado, cuya diferencia, básicamente consiste en que estos últimos llevan la corona de espina y un cordón atado al cuello, del cual pende un escapulario con la cruz trinitaria que estas imágenes suelen llevar.
La imagen siempre nos muestra en su rostro las huellas de los malos tratos, a pesar de ello es un rostro sereno, tranquilo, nos da sosiego, paz, no acusa con su mirada ni guarda rencor sino se deja mirar, su rostro siempre llama la atención y nos obliga a dirigirle la mirada. Nosotros podemos ver en ella un soberbio Nazareno, con porte de rey, con gran empaque, solo en su cautividad, tranquilo en medio de la confusión, del odio, de la tensión del procedimiento y del juicio.
Iconográficamente, este tipo de Cristos, maniatados y solos, tienen su origen en el Ecce Homo, al que tradicionalmente se representa coronado de espinas, con el torso desnudo para mostrar las heridas de la flagelación y maniatados, con una caña en la mano. Después hay una evolución hacia los Cristos denominados Medinaceli, Cautivo, Rescatado y en casos Preso y de la Sentencia, que no hay que confundir con las imágenes de Jesús Cautivo o Preso en el momento del procedimiento en el Huerto de los Olivos, ya que estos no llevan corona de espinas.
Es en el siglo XVI cuando se comienza a representar al Redentor totalmente vestido, primero son de talla completa, con la túnica también tallada y policromada y a principios del XVII es cuando comienzan las figuras de forma articulada par vestir, con ricas telas y bordados, y así darle un mayor realismo según el gusto del Barroco. Por consiguiente, nos encontramos ante una imagen de Jesús Preso, generalmente de vestir, con los brazos articulados, que se puede incluir dentro de lo que conocemos como Nazarenos, pero sin cruz, a punto de iniciar el camino hacia el Gólgota. Es el momento de haber sido injuriado, coronado de espinas y haberle puesto de nuevo sus ropas. Las manos aún permanecen atadas, aunque pronto serán liberadas para cargar con la Cruz. Es el trágico instante en que Pilatos acaba de ceder a la presión del populacho, entregando a la muerte al que sabe inocente. Los imagineros han sabido captar esta situación reflejándola en el semblante del Señor, sus ojos, mirando generalmente hacia abajo, están llenos de una infinita tristeza unida a una resignada mansedumbre.
Pero no solo es la expresión conseguida en los rostros, sino la disposición de sus manos atadas por delante de la cintura, con un cordel sujeto al cuello. Su postura erguida con firmeza, la abundante melena postiza y la corona de espinas, acaban de configurar el dramatismo que desprenden estas imágenes.
En cuanto a la indumentaria del Cristo, que salvo raras excepciones, siempre son imágenes de vestir, esta debe ser morada, igual que el caso del Señor Preso, salvo en la zona de Málaga y en algunos pueblos de su provincia, aunque también se ha extendido a otras zonas de Andalucía, que visten las imágenes de blanco, cosa que puede ser errónea ya que la imagen no representa el momento del pasaje de “Jesús ante Herodes” .
La presencia de bordados en las túnicas depende de muchos criterios, auque el bordado no debe de entenderse como símbolo de ostentación, sino como representación de la realeza de Cristo, unida a la divinidad que simbolizan las tres potencias que sobre la cabeza llevan algunas imágenes. En cuanto al pelo, existen dos variedades, las imágenes que llevan el pelo tallado y las que portan pelucas. Son también características de estas imágenes las facciones ennegrecidas, los parpados semicerrados y la boca entreabierta.
Si añadimos a todos estos condicionantes el hecho de que estas imágenes van siempre en solitario sobre sus pasos, llegaremos a la conclusión del escaso margen de creación que sobre este tipo de advocación tienen los distintos escultores e imagineros.
Todos tenderán a parecerse, a aquel que desde la iglesia de extramuros de Sevilla, perteneciente al Convento de los Padres Capuchinos, fue al Convento que los padres de esta misma orden tenían en la Mámora, y a la posterior conquista de esta fortaleza atlántica africana por los sarracenos. Finalmente el rescate de esta venerada imagen, se llevará a cabo en 1.682 y antes de llegar a Madrid, la primera tierra española que tocará, será Ceuta.
La extensión de la devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno, más tarde llamado de Medinaceli, irradiará su fe y devoción por todas las regiones españolas y llegará asimismo a muchos países de Europa y América, tanto del Norte como del Sur.
Fuente: Emilio Iglesias. Archicofradía de Medinaceli, Avila.
– Por Francisco Hernández