Cada Domingo de Cuaresma, desde hace muchos años, como en una liturgia, tengo por costumbre preparar la “chimenea”, encender la pastilla de carbón y derramar sobre sus brasas, unos granos de gomorresina, que esconden celosos en su interior, su perfume místico y que el fuego hace que, en su unión, broten espirales de humo aromático que dibujan extraños arabescos, como un reflejo de la actitud de oración, mientras suenan las notas de una marcha procesional fundiéndose en un particular crisol cofrade, creando una atmósfera de pureza y fragancia que envuelve cada rincón de la estancia familiar.
Fue en uno de esos momentos, precisamente cuando sonaban las maravillosas notas de la marcha procesional “Nuestro Padre Jesús”, del maestro Emilio Cebrián, compuesta en 1935 y dedicada a Nuestro Padre Jesús Nazareno, «El Abuelo» de Jaén, cuando sin querer, me trasladé en alas del tiempo a la trasera de la Iglesia de San Francisco, lugar donde empecé a dar mis primeros pasos como costalero. El tiempo se paró en ese instante y me vino a la mente los nombres de costaleros de aquellos días, con los que compartí trabajo, oraciones y experiencias. Una cuadrilla de 42 hermanos costaleros dirigidos por mi buen amigo José Manuel Pérez Martín “Mané” en la delantera y por aquel maestro de contraguías que fue Paco Moreno en la trasera.
Un grupo humano del que todavía, pese a los años, siguen estado presente en mis recuerdos, que guardo celosamente en ese arca dorada que es el corazón y de los que no olvidaré jamás. Aquella formidable cuadrilla de la Virgen de las Penas, con mi hermano Juan (extraordinario patero), Curro, José y Andrés Lara, Carlos Selva, Aguilar, Zapiña, Eduardo Chacón, Eduardo Hernández, Viso, Rafa Vinuesa, Baldo, Juan Galiani, Miguel Matoso, Ali, Juanjo Vilches, Domingo Benítez, Paco Sánchez, José y Carlos Borrego, Javi Luque, José Luis Jiménez, (que se subió a una reja de un balcón, jugándose el bigote, para levantar un cable por el que no podíamos pasar dada su baja altura) Alberto y Eduardo Gallardo (su buen humor y ocurrencias, nos hacía levantar los ánimos cuando el palo nos machacaba contra el suelo). Aquellos ilustres veteranos: Rafa Borrego, Vinagre, Panocha…y los que ya están en ese cielo especial que existe para costaleros: Fortes, Morejón, Guri, López, Juanito Sarabia y Tito Aznar (que voy a contar que no se sepa, genio y figura…) No éramos costaleros como los de hoy, no teníamos tanta técnica, ni andábamos como ellos, ni nos vestíamos igual, pero eran grandes, muy grandes. Cuanto aprendí de todos ellos, su entrega, su fortaleza, su compañerismo, su amistad, su lealtad, su honestidad…
Aquellos años de almohadilla (que hacía que la ligualá no sirviera para casi nada, ya que el grosor de cada una era diferente) y toalla en el cuello… Aquellos años de música enlatada en un casete, que nos daba la hermandad, para aprendernos las cuatro o cinco marchas grabadas, entre ellas, Nuestro padre Jesús, (la misma que me transportaba al pasado) porque llevaríamos por primera vez la Banda Municipal en el palio, dejando atrás los roncos quejidos de los tambores a paso lento y las chirimías del Grupo de Regulares Tetuán nº1…
Aquellos años de camisetas con el escudo de la hermandad en el pecho, azul celeste para el palio, roja para el Cristo… Aquellos años de tómbolas benéficas de Navidad, de Cruces de Mayo y de caseta en la Feria (La Chicotá)… Aquellos años de montaje del paso de palio cada Cuaresma con Mané y Tito… Aquellos años de reuniones navideñas y cuaresmales en Casa Bravo, con Paquirri (q.e.p.d.) y Manuel, que nos preparaban las bolsas con naranjas (para llevarlas debajo del paso) y bocadillos de caballa (para cuando terminábamos la “corría”) y las comidas para las cuadrillas en el Casino Militar…
Aquellos años… con tanta buena gente, excepcionales cofrades, buenos amigos y mejores personas: Fernando Galindo, Mari Carmen y Lali Orozco, Araceli Canas, Pepe Álvarez, Paco Luque, Pepe Nieto (nuestro Fray Chapa como le decíamos cariñosamente) Gabriel Cruz, y Mangoli, (q.e.p.d.), Juanini, Jesús Bollit, Tomás Ballesteros, Chispa, José A. Benítez…
Cuánto y cuántos recuerdos, cuántos momentos vividos. Por ello he querido dar este pequeño recuerdo en forma de “chicotá” de todas aquellas personas (perdón porque alguna se me ha escapao) que, de una forma u otra, formaron parte e hicieron grande la Hermandad de Las Penas, en particular y nuestra Semana Santa en general.
– Por Manolo Creo Rocha