Cualquier desfile procesional responde, sin más, al deseo humano de exteriorizar la fe y el culto con la dignidad y grandeza que merece como tal. Toda procesión despierta, por si misma, un gran interés popular, porque en ella desfila simbólicamente la sociedad misma. En sus filas están representados todos y cada uno de los estamentos e instituciones sociales: religiosas, políticas, militares, civiles, etc.
Sabido es como las procesiones de Semana Santa surgen a raíz del Concilio de Trento (1545) que potencia la imaginería sagrada al máximo, utilizándola como elemento representativo de la pastoral. Las hermandades penitenciales, como se puede deducir de todo lo expuesto, cobran un gran auge. Las cofradías organizan, con sus titulares, la puesta en escena según un ritual protocolario y ancestral. Cuentan, por lo común, con dos pasos: el primero, dedicado a Cristo y el segundo a la Virgen.
La salida del cortejo procesional, organizado con anterioridad, se inicia con la Cruz de guía, flanqueada por dos faroles. Es una cruz grande de metal o madera, plana en general aunque las hay de tipo arbóreo, ornamentada con labores de orfebrería o símbolos pasionarios y llevando en su extremo superior la iniciales “INRI” (Iesus Nazarenus Rex Juaorum).
Tras ella, en silencio y en fila de dos, los hermanos que portan cirios o hermanos de luz que mantienen su anonimato (función que data del siglo XVII) a lo largo de todo el recorrido gracias a la túnica y el antifaz con capirote cuya altura es fijada por la hermandad. El cortejo se articula en varios tramos marcados por variadas y vistosas insignias que separan los distintos tramos. En ellos se encargan del orden y buen discurrir, los diputados o celadores, que itineran con sus palermos (bastón con el que dan la señal de parada o marcha a la comitiva) y cestitas de mimbre donde llevan los útiles necesarios para encender los cirios. Acompañan al primer paso: el Senatus Populusque Romanus, S.P.Q.R., emblema del poder romano que dictó sentencia. Es un enseña de carácter histórico, no religioso, formado por un vástago rematado por el águila imperial, de cuya parte superior pende un banderín de tela bordada o de metal labrado; le siguen banderas, algunas de ellas recuerdan su vinculación con órdenes religiosas, e insignias propias de cada hermandad; el Estandarte, símbolo de la corporación, es una bandera plegada donde figura el blasón de la cofradía que se recoge sobre un asta rematada por una cruz. Se le conoce popularmente como el “bacalao”; otra insignia que figura en algunos cortejos es el Lábaro que es un estandarte de forma rectangular rematado con una cruz, al que siguen las bocinas o trompetas cuya función es meramente decorativa siendo de metal plateado y repujado adornándose con paños bordados. En la antigüedad se utilizaban para dar la señal de parada o marcha de la comitiva y evocaban las tubas que precedían a los ejércitos romanos. Delante del paso se colocan los ciriales en número de cuatro o seis. Son pértigas de metal labrado donde se dispone, en su extremo superior, un cirio corto o codal, portados por acólitos dirigidos por el pertiguero. Aquí se sitúan también otros acólitos y servidores que, vestidos de librea, portan los incensarios y navetas. Por último, la presidencia con el Hermano Mayor y oficiales de la junta de gobierno que portan varas.
El paso de la Virgen es acompañado también por tramos de hermanos de luz o nazarenos, que pueden o no lucir capa sobre túnica. Túnica que puede ser simple o de cola. Ahora, en vez de la Cruz de Guía, abre camino la Cruz Parroquial o manguilla entre ciriales y colocada en el centro de la procesión, si la cofradía tiene un solo paso. Se trata de una pértiga rematada por un crucifijo al que también puede añadir a su vez un paño oscuro. Luego pasa el Sine Labe o Simpecado, la insignia mariana por excelencia que, en algunas ocasiones, son dos insignias diferentes. El Simpecado se impone, poco a poco, a imitación de la cofradía del Silencio de Sevilla, que lo consagró como recordatorio perenne del voto concepcionista de 29 de septiembre de 1.615.
Se trata de un estandarte, normalmente de terciopelo ricamente bordado, que en ocasiones lleva en su centro una pequeña talla de la virgen. Le siguen banderas con colores distintas a la del Cristo (blanco, verde, azul y celeste). A continuación el Libro de Reglas donde se recogen los estatutos por los que se rige la hermandad siendo portado por el secretario. Suele ir encuadernado en terciopelo con cantoneras y el escudo de metal, aunque sus guardas pueden ser confeccionadas de orfebrería. Su presencia es un recuerdo de los antiguos conflictos en que entraban las distintas cofradías y para acreditar la antigüedad de cada una de ellas y por consiguiente el derecho a pasar antes que otras.
Aquí puede aparecer la bandera con los colores blanco y amarillo perteneciente al Vaticano, que procesiona en corporaciones que ostentan el título de pontificias. Presidencia, Ciriales, incensarios, bocinas acompañan a pasopalio en su delantera. Tras el, la banda de música, importante acompañamiento para que las cuadrilla puedan andar al ritmo que les marcan las notas de las diferentes marchas al igual que al paso de Cristo, ya sea Nazareno, Misterio o Crucifijo irá acompañado por banda de cornetas y tambores o por agrupación musical.
#eso Madre te digo lo que ya dije una vez…
– Por Manolo Creo Rocha