A finales del siglo XIX, fueron muchas las cofradías andaluzas que introdujeron en sus cortejos procesionales grupos de soldados romanos que daban escolta a algunas de sus imágenes. En Sevilla, todavía hoy, hace estación de penitencia la centuria de los armaos de la Macarena y también la del Santo Entierro.
En el paso del siglo XIX al XX estas agrupaciones llegaron al Campo de Gibraltar y, por ejemplo, en San Roque contaron con un escuadrón romano a caballo que aún hoy continúa acompañando a la Cofradía del Calvario. Curiosamente, fue Mariano Bertuchi, en los años de estancia en esa ciudad, quien dedicó tiempo y esfuerzo a recuperarlos, para la entonces Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, diseñando nuevos uniformes y eligiendo las armas con las que salieron en procesión desde entonces, por lo que se le dio las gracias oficialmente en 1916. Es más, incluso existe un cartel de la Semana Santa sanroqueña de 1914 firmado por Bertuchi con la imagen de un centurión romano.
Constituida en 1913 en nuestra ciudad la Real Cofradía de Penitencia del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de la Soledad, fue necesario reconstruir un programa para la Semana Santa local, decidiendo qué imágenes serían portadas en andas y pasos por las calles de Ceuta. La primera estación de penitencia fue la del 10 de abril de 1914, saliendo la flamante Cofradía de su sede de la Iglesia de Nuestra Señora de Africa a las 8 de la tarde, presidida por el entonces alcalde D. Restituto Palacios Garrido.
La procesión hizo su recorrido por las hoy denominadas calles Edrisis, paseo de las Palmeras, plaza de la Constitución, Marina Española, Méndez Núñez, Revellín, plaza de la Constitución – Puente Almina, Alcalde José Victori Goñalons, Jáudenes, O’Donnell, plaza de Africa hasta su entrada en el Santuario, pasadas las 12 de la noche. Este recorrido se había hecho el año anterior, según recogió el canónigo Salvador Ros y Calaf, por equivocación, pero parece que gustó más que lo que se hacía anteriormente, que era subir por el Revellín y bajar por Méndez Núñez para retornar por la Marina hasta el puente Almina.
En aquella ocasión hicieron su estación de penitencia con las imágenes del Nazareno, Soledad –que estrenaba paso-, Santo Entierro, y como novedad, el paso del Calvario con el Cristo de la Expiración y la Magdalena.
Cayetano González Novelles dejó una nota sobre este evento en la cual decía que asistieron a la procesión, aparte de una música militar y una sección de infantería, varios nazarenos y un piquete de soldados romanos constituido por jóvenes. Es decir, que desde la primera vez en que hizo estación de penitencia la decana de nuestras cofradías, hubo presencia de armaos.
Dos años más tarde, en 1916, González Novelles hará una nota para el diario barcelonés La Vanguardia, hablando de los Cultos de la Semana Santa de Ceuta de ese año y dirá que:
escoltando la magnífica urna de plata del Sepulcro, marchaba una centuria romana a caballo, de severa propiedad histórica y artística, dirigida por el capitán de Regulares don Hilario Omedes.
El cambio a mejor de la participación de los armaos tuvo lugar gracias a la autorización dada por el comandante general Joaquín Milans del Bosch. Mucho nos hubiera gustado que los armaos de Ceuta los hubiese diseñado don Mariano Bertuchi, todavía entonces afincado en San Roque, y cuya residencia no desplazaría a nuestra ciudad hasta 1918, es decir, ahora hace un siglo. Sin embargo Hilario Omedes no es un personaje sin brillo y bien podría hacerse de él una biografía.
El entonces capitán de Regulares y parece ser que también ingeniero, era Hilario Omedes Hernández de Córdoba, que había llegado a la ciudad en 1914, cuando fue destinado al cuadro para eventualidades del Servicio de Ceuta, del que pasó a la Milicia Voluntaria de Ceuta y de ahí al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta número 3 en 1915, en el que permaneció hasta su traslado en 1919 al Regimiento Saboya número 6.
Durante su estancia en Ceuta no fue esta su única acción relevante en el mundo sociocultural local. Su primera e impactante actuación fue la de organizar una cabalgata con carrozas para celebrar el V Centenario de la conquista de Ceuta, éxito que refrendó la prensa nacional, como también el banquete en señal de homenaje y agradecimiento que le tributaron los oficiales del tercer grupo de escuadrones de fuerzas indígenas días más tarde, y que igualmente aparece en prensa nacional. Un acto que fue presidido por el entonces teniente coronel José Sanjurjo y Sacanell, jefe del Cuerpo.
También en agosto, pero de 1916, el capitán Omedes sorprendió a todos con una exposición de acuarelas, algunas de gran tamaño, que realizó en el patio cubierto del Casino militar. En la inauguración no faltó el comandante general Milans del Bosch y su esposa, así como el canónigo Manuel Miranda Moreno, prioste y fundador de la Cofradía del Santo Entierro y presidente que fue de la Comisión local de Cruz Roja, en cuya misión contó como gran colaboradora con Teresa del Pino de Milans del Bosch, primera mujer a quien el Ayuntamiento de Ceuta concedió el título de Hija Adoptiva de la Ciudad.
Omedes fue herido en junio de 1919 y desde entonces no sabemos que volviera a Ceuta. Hombre de ideas e inventos algo extravagantes, ya en 1910 había sido protagonista del proyecto de un torpedo relámpago que fue recibido con incredulidad por los artilleros militares, como el del procedimiento para lanzar castillos de fuegos artificiales sin peligro, que publicó en 1927.
A comienzos de los años 20 daba conferencias en círculos civiles y militares, en algunos de los cuales llegó a congregar a personalidades entonces tan populares como el general Miguel Primo de Rivera, sin embargo todo se torció cuando en 1928 fue acusado y juzgado por estafa y fraude en su gestión del almacén del Regimiento de Saboya, cuya condena le ocasionó cárcel, multas y la expulsión del Ejército.
En 1932, ya fuera de prisión y como ingeniero civil, presentó “una coraza que hacía invisibles las unidades de un ejército combatiente”, tan singular propuesta, que él decía basaba en el mimetismo, causó hilaridad en la prensa internacional, pero el gobierno de la República mandó a realizar pruebas en la Escuela Central de Tiro, en Carabanchel, hablándose de que algunas de ella serían presenciadas por el Presidente del Gobierno y Ministro de la Guerra, Manuel Azaña. Aún hoy, Omedes llena muchas páginas de internet con su proyecto de Soldados invisibles que obtuvo titulares en diarios tan serios como Heraldo de Madrid o La Libertad.
También lo hace por haber sido el autor de letras de diferentes composiciones musicales entre las cuales destaca “A la aviación española”, considerado el primer himno del Ejército del Aire que firmó con el maestro Marquina.
Los armaos sobrevivieron aún algunos años aunque ya en el programa de 1938 solamente aparece la Sección romana tras el paso de la Sagrada Urna
En la década de los 20, la escolta de soldados romanos fue uno de los grandes atractivos de la Semana Santa local. La participación del Ejército era muy pequeña y, por tanto ellos y los contados nazarenos eran quienes daban realce a los cortejos procesionales.
A pesar de que en casi ninguna publicación se hagan eco de su presencia y de que sean muy pocas las imágenes conservadas de sus participaciones en la Semana Santa ceutí, es lo cierto que eran casi omnipresentes. Un programa de Cultos y Procesiones Religiosas de 1927 nos aclara esa participación, que no se reducía a acompañar el Sepulcro.
La “Sección romana” abría el orden de la procesión del Martes Santo, que salía desde la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios con los pasos de Oración en el Huerto y Nuestra Señora de los Dolores, es decir, Nuestra Señora del Mayor Dolor, siguiendo a este último paso la “Centuria romana”.
El Miércoles Santo las procesiones salían del Santuario de Nuestra Señora de Africa, abriendo la misma la “Sección romana”. Tras ella, Flagelación, Nuestro Padre Jesús Nazareno y el Santísimo Cristo de la Expiración, al que acompañaba la “Centuria romana”.
El Jueves Santo la procesión del Silencio, con el entonces denominado Santísimo Cristo de la Piedad, es decir el primitivo Santísimo Cristo de la Buena Muerte, salía de la Iglesia de los Remedios, pero no lo acompañaban ninguna de las dos formaciones.
Por último, el Viernes Santo las procesiones volvían a salir del Santuario, de nuevo con la “Sección romana” por delante de la Cruz de mano, faroles, nazarenos, estandarte y las populares representaciones de las Sibilas y las Virtudes, a las que seguía el paso del Descendimiento, nazarenos, clero parroquial, arcángeles y la Presidencia Oficial, a la que seguía el paso de la Sagrada Urna, con la “Centuria romana”, la banda de cornetas y tambores de los Exploradores, nazarenos, el estandarte de la cofradía, la representación de la Verónica y el paso de la Santísima Virgen de la Soledad, a la que seguían la Sección de señoras, preste y vestuarios, comisiones oficiales, banda y piquete militar.
Los armaos sobrevivieron aún algunos años aunque ya en el programa de 1938 solamente aparece la Sección romana tras el paso de la Sagrada Urna. También acertamos a verlos en procesiones de comienzos de los años 40, pero después, con la presencia de unidades militares, así como de la Guardia Municipal en traje de gala, terminaron por desaparecer de nuestras calles.
– Por José Luis Gómez Barceló
Archivero Diocesano de Ceuta