Tenemos una herida abierta, sangrando, que amenaza con infección severa. Pero la clase política cree que es un sarpullido de los que se curan con un parcheo. No. La muerte de Omar ‘Susi’ en el puerto no ha hecho más que poner en primer plano una situación denunciada durante años. Eso es lo grave. Que se lleva años escribiendo, narrando, fotografiando y difundiendo lo mismo sin que se adopten soluciones efectivas.
¿Quién le pone el cascabel al gato? Nos podríamos preguntar. Ahora, mañana, pasado... y siempre, porque nadie quiere hacerlo, porque existe una cobardía generalizada cuyas consecuencias pagamos todos. Nadie quiere problemas y por eso nadie adopta decisiones necesarias y urgentes. Ellos cobran por llevar, cada uno dentro de sus competencias, las riendas de esta ciudad por los caminos adecuados, pero no lo hacen. O no saben cómo hacerlo (que no lo creo) o se someten a la cobardía de no protestar en los foros adecuados con el mismo cabreo que tenemos quienes vemos que esto no puede continuar así.
Murió Omar ‘Susi’, pero antes murieron otros en distintas circunstancias. Y seguirá ocurriendo porque no se pone remedio, porque hoy siguen produciéndose las mismas escenas de inmigrantes colándose entre las rejas coronadas de concertinas, trepando por los amarres, ocultándose entre bateas en donde pueden morir atrapados, colándose en los bajos de vehículos a riesgo de ser atropellados. Y no pasa nada, pero la sociedad necesita respuestas. Y no. No las está teniendo, porque esa clase política durmiente, escondida cual tortuga, no hace lo que debe y, por contra, deja alimentar desde el odio insano hasta esa sensación de lamento continuado que no es bueno ni para esta ciudad ni para nosotros como sociedad.
¿Dónde está el delegado del Gobierno para comparecer?, ¿es más importante estar en una convención del Partido Popular que en Ceuta?, ¿acaso usted es el delegado solo del PP o lo es de todos los ceutíes?, ¿a quién se debe: al partido o al bien social quebrado y mancillado de esta ciudad?
Llama la atención que ante un asunto de esta gravedad el silencio se adueñe de quienes, por competencia, están llamados a intervenir. Tienen la obligación de hacerlo, pero ni siquiera dan la cara. ¿Cómo puede soportarse tamaño despropósito?, ¿se imaginan un policía que tuviera miedo a intervenir cuando hay que detener a un pistolero?, ¿a un juez al que le tiembla el pulso a la hora de dictar sentencias?, ¿a un empresario que se ocultara bajo las sábanas de su cama mientras sus trabajadores pierden sus empleos? Pues imaginen a una clase política a camino entre el miedo y la incapacidad, porque esto último sí que no es difícil. Han pasado cinco días y nos lo siguen demostrando.