Las obras de la Gran Vía ya ha alcanzado a unos de los lugares que más interés despertó durante la presentación del proyecto: el Convento de los Trinitarios. Después de más de un siglo oculto, desde ayer en sus restos han comenzado a reflejarse los primeros haces de luz.
Este lugar, desconocido para gran parte de la población y que durante décadas ha quedado relegado a un segundo plano en la arteria principal de la Ciudad, se encuentra ahora a corazón abierto.
En esta esquina que condensa gran parte de la historia de Ceuta trabaja un equipo de arqueólogos de la Consejería. Las primeras actuaciones corresponden al protocolo de actuación para comprobar los restos y la posible existencia de otras construcciones. Estos trabajos previos comenzaron con la eliminación de los muretes y de las plantas que estaban afectando a los restos arqueológicos para, así, proceder al vaciado de tierra de los alrededores.
Sin embargo, desde estos primeros días ya son perceptibles algunos restos que afloran en la gran excavación que se están desarrollando en el lugar en cuestión. Una vez finalicen las catas comenzarán los trabajos de restauración propiamente dichos, centrados básicamente en la reconstrucción de la fachada del antiguo Convento.
Los restos del antiguo Convento, situados junto al actual emplazamiento de la estatua dedicada a Sánchez Prado, se emergerá como una esquina, a modo de falsa fachada neoclásica, en la que se rendirá tributo al Pendón Real, regalo de Juan I de Portugal a la Virgen de los Remedios y al Cristo de Medinaceli, cautivo y rescatado precisamente por la orden Trinitaria. Un lugar que pretende concentrar la esencia cristiana de Ceuta.
La puesta en valor de este rincón olvidado ha estado dotada de 500.000 euros y las previsiones son que se una al resto de atractivos turísticos de la ciudad que conforman, entre otros, la Puerta Califal, las Murallas o la Basílica Tardorromana. En este caso, además, el espacio se presentará como una pequeña concentración de la médula histórica ceutí. La primera de sus funciones la ejerció como madrassa para pasar a convertirse en un convento franciscano hasta que en 1568 se hace con él la orden de los trinitarios portugueses. Esta situación se mantuvo hasta 1640 cuando los trinitarios lusos deben abandonarlo, entregándoselo a los trinitarios de Andalucía.
En el siglo XVII se acometen los primeros proyectos para acondicionarlo, culminando la remodelación con el convento de la Santísima Trinidad, la iglesia de Nuestra Señora de Gracia y el Real Colegio de los Trinitarios que se mantuvo activo hasta 1820, cuando los decretos de exclaustración del Trienio Liberal afectaron a la Orden y a esa casa.
En 1824 los monjes volvieron a ocupar el convento, pero en 1835 debieron abandonarlo recibiendo diferentes usos hasta que a finales del siglo XIX fue demolido por el estado de ruina en el que se encontraba.