Hoy contamos un nuevo suceso ocurrido en el entorno de las naves del Tarajal. Ese espacio que no deja de ser una selva en donde todo se permite, en donde todo ocurre y en lo que muy poco se denuncia. ¿Saben por qué? Porque hay mucho miedo, sobre todo entre los marroquíes que son víctimas de atracos brutales en los que se usan cuchillos y pistolas para amedrentarles.
Sí, nos contarán que esas armas son simuladas. Muy bien, pues que le encañonen con una de ellas y verán si se ponen a debatir si es simulada o no, o entregan todo lo que tienen al momento. Llevamos tiempo, años, contando lo que sucede en este lugar, narrando la hilera de sucesos protagonizados por grupos de indeseables que atacan al débil, que se mueven libremente por un espacio en el que la falta de seguridad es clara.
Porque allí golpean, roban, amedrentan... mientras las víctimas no gozan de auxilio alguno. Es cierto que se han practicado detenciones, pero también que estas no son suficientes porque el lugar sigue estando perdido, sigue abandonado, sigue siendo objeto de hechos vandálicos.
No es cuestión de que haya arrestos, ni de que se produzcan algunas resoluciones de delitos, sino de hacer que este espacio tenga un mínimo exigible de control que hoy no existe.
Porque no estamos hablando de atracos aleatorios, sino de un control permanente por parte de los delincuentes, que se pasan las mañanas vigilando dónde están los puntos más proclives al asalto o quiénes acaban de recibir algo de dinero.
Tras la comisión del delito tienen la escapada perfecta, porque se mueven como pez en el agua, gozando de una falta efectiva de control y vigilancia en el lugar.
Las estadísticas oficiales no sirven. No valen. Porque no plasman la verdad, no reflejan el número concreto de asuntos delictivos sino solo los denunciados, y estos no lo son todos, la amplia mayoría se oculta en el miedo que sufren aquellos que temen ser perseguidos cuando crucen la frontera o que simplemente no presentan denuncia porque ni saben a dónde acudir o cómo hacerlo.
Y esto les hace fuertes a los que viven de estas prácticas tan rentables que terminan transformándose en un negocio más.