La situación de colapso vivida durante toda esta semana en la frontera ha incidido directamente en los ciudadanos. Los de Ceuta, pero también los que vienen a visitarnos y eligen la vía de la frontera, o los marroquíes que quieren cruzar a este lado para hacer las compras. Sin porteo a modo de excusa, la situación ha vuelto a ser infernal. Esperas de más de cinco horas para entrar en la ciudad, falta de agentes para ejercer los controles debidos, situaciones esperpénticas que no pueden sostenerse por más tiempo por el daño directo que está haciendo en la ciudad y el que podrá hacerlo en un futuro inmediato. Son las consecuencias desastrosas de una frontera que no funciona y que convierte en pesadilla la relación en tráfico de personas y vehículos por este lugar. La acción política esperada se ralentiza, la coordinación entre uno y otro lado no es la adecuada, los criterios españoles y marroquíes no se ajustan en la medida que debe ser buena y positiva para el ciudadano de a pie y los resultados los tenemos en el día a día, en las historias de crítica que hoy contamos y en las que llevamos escribiendo desde hace tiempo sin que parezca que pueda haber un atisbo de solución a tanto desbarajuste.