Después de la acción vino la reacción. En el Consejo de Ministros extraordinario que se celebró en la mañana de ayer se aprobó la respuesta a la Generalitat y que había sido pactada por el propio Mariano Rajoy con los líderes de los partidos constitucionalistas. Se ha puesto en marcha el artículo 155 de la Constitución, con el paso previo, como es el requerimiento al propio Carles Puigdemont para que explique claramente si dentro de ese circo que montó en el Parlamento de Cataluña el día anterior, declaró la independencia de la región, aunque luego la dejara sin efectos. Cinco días para contestar a ese requerimiento y luego otros tres, en segunda oportunidad, para que vuelva a la legalidad constitucional.
Rajoy, Sánchez y Rivera saben a la perfección que, salvo sorpresa mayúscula, resulta que se mantendrá en sus trece y que no habrá vuelta atrás, asumiendo todo lo que venga encima. Nada le ha convencido a este iluminado de la política, que ha llegado a ser Muy Honorable desde la Alcaldía de Gerona, ni siquiera la sangría permanente de la huida de las empresas catalanas a otras regiones de nuestro país. Nos encontramos en este momento con una parada técnica que va a durar, como mínimo, hasta el jueves de la semana que viene, pero el Estado de Derecho ha comenzado a moverse claramente sin parada porque ya es imposible frenar este tren. Si la Generalitat no piensa marcha atrás, el Estado de Derecho, tampoco.
Por supuesto, nadie sabe que va a pasar luego, porque es un escenario que nunca se ha conocido en nuestro país y todo lo que alguien piense que puede suceder está abierto a la imaginación. Lo que es imposible será negociar con la Generalitat, dado que sus únicos pensamientos pasan por hablar únicamente de la desconexión con el Estado español.
Los ciudadanos, al menos, estarán tranquilos porque los poderes del Estado han respondido y se seguirá en esa misma senda.