La megalomanía del Poder

Unir megalomanía y poder tiene unos antecedentes históricos nada recomendables. No hace falta recordar obras monumentales como las pirámides, por ejemplo, donde miles de personas, esclavos la mayoría, sucumbieron a los delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia; cuando no al miedo de una vida extra corpórea llena de escaseces.
Los nazis lo tuvieron claro desde sus inicios y uno de los ministros favoritos de Hitler, Speer, ya lo dijo en su momento: "Al Führer le agrada explicar que él construye obras para transmitir a la posteridad su espíritu y el de su tiempo. A fin de cuentas, lo único que nos hace recordar las grandes épocas históricas son las obras monumentales que han dejado constancia de ellas". Lo dicho, a más grande, más complejo de superioridad; no en vano las raíces griegas mega (grande) y manía (obsesión) dejan poco lugar a dudas del significado nada complejo de megalomaníaco.
Franco se las tuvo también con la Cruz de los Caídos; siempre grandes obras apoyadas en la mano de obra fácil y, a ser posible, gratuita. Veníaa decir Speer que las obras nazis debían hacerse tan grandes "cuanto las posibilidades técnicas actuales lo consientan, y debemos construirlos para la eternidad", aunque no sirvan para mucho, para nada en concreto. Y una apostilla del ministro nazi, según escribe Gubern en su libro Patologías de la Imagen "la monumentalidad tenía como objetivo aumentar la propia confianza en sí mismo". Ya, es decir, a más grande la obra más confianza propia aunque la cosas no sirviera para mucho más.
Pareciera que las cosas han cambiado mucho en las últimas décadas pero nada más lejos de la realidad. Un ejemplo muy socorrido cuando se escribe de las patologías del poder: el aeropuerto de Castellón, del ínclito Carlos Fabra, al que le toca la lotería todos los días, presuntamente. Resulta que el único avión que anda por esos lares es el que culmina la obra de Juan Ripollés; obra insigne donde las haya de la escultura homenaje a Fabra con el avión en la cabeza, un detalle con el que la cosa ha salido por cerca de medio millón de euros. Sólo para que la estatua y el avioncito se derritan al sol de un aeropuerto que se ha construido para nada.
Dice el psiquiatra, amigo, José Cabrera Forneiro, que "los líderes políticos son tan susceptibles como el resto de los ciudadanos para tener problemas emocionales o psicológicos e incluso llegar a desarrollar graves alteraciones psiquiátricas es algo sabido, por lo tanto, no solo porque no son seres excepcionales, ni investidos por fuerzas divinas, sino porque proceden directamente de la sociedad a la que quieren gobernar y padecen de sus mismas fortalezas y debilidades". En efecto, ocurre que además atesoran un alto grado de narcisismo, lo que les hace gravemente inmaduros, impidiendo de paso que se den cuenta de sus errores. lo que conlleva que hagan grandes aportaciones a la sociedad como lo del aeropuerto. O que se crean y nos quieran hacer creer que sólo la suerte, o la ayuda divina, vaya usted a saber, les otorgue la felicidad de verse agraciados con la lotería nacional, él y su familia, cada dos por tres, y con premios gordos, para más inri.
Estos son nuestros políticos, los que echan por tierra a la profesión y los que dejan a la ciudadanía perpleja. Pero como siempre digo, la culpa no es solo de ellos, nosotros somos los que tenemos el poder de ponerlos o quitarlos, pero seguimos votando lo mismo. Tenemos lo que nos merecemos porque, en el fondo, la sociedad que se está creando está hecha a imagen y semejanza de estos individuos, o al revés, da lo mismo.