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“La izquierda es igualdad, democracia y libertad global”

{jaimage crop="TC" /}Si Joaquín Sabina decidió un día que él se bajaba en Atocha y se quedaba en Madrid, el tren político vital de Nicolás Sartorius (Madrid, 4 de mayo de 1938) tampoco ha recorrido más estaciones.

‘Siempre en la izquierda’ es su localización y el título del libro que esta tarde a las 19.00 horas presentará en el Parador La Muralla, treinta y tres años de escritos publicados en el diario ‘El País’ en forma de 84 artículos cuya vigencia, releída años o décadas después, asusta a veces y alumbra todas.
–Más de medio siglo en la izquierda...
– ¡Cincuenta años no! El libro repasa tres décadas de publicaciones en el periódico ‘El País’...
– Pero cuando usted empezó a escribir para PRISA ya llevaba mucho tiempo ahí
– Eso es cierto.
–¿Se han quedado muchos con usted o se siente un poquito solo?
– Solo no... Yo creo que en la izquierda se ha quedado mucha gente, aunque es verdad que otros muchos han desaparecido por razones ideológicas. Afortunadamente siento que hay muchísima gente que sigue sintiendo y pensando en izquierda.
–¿Qué es la izquierda ahora que todo parece ser relativo?
– La izquierda es, sobre todo, una visión solidaria, internacionalista, de democracia profunda, de igualdad. La izquierda es sobre todo y ante todo la igualdad de las personas de todo el mundo, no sólo de cada país. Es democracia más igualdad más libertad, pero sobre todo una visión global de las cosas.
–¿Es usted de los que piensan que para la izquierda casi cualquier tiempo pasado fue mejor?
– No, no lo creo, desde luego que no. A pesar de todo, de que estamos muy mal, de que el mundo está muy mal, en España estamos bastante mejor que en mi juventud con la dictadura. En eso hemos avanzado mucho. Pese a la crisis y a la situación desastrosa en la que nos encontramos ahora, este país ha avanzado mucho. El mundo también ha avanzado en muchos sitios. Hace diez o quince años América Latina estaba llena de dictaduras que hoy no lo son. Hay cosas que avanzan. En China hace 40 años la gente se moría de hambre y 400 millones de personas tienen un nivel de vida bastante alta. La humanidad avanza, a trompicones, con desigualdades, con guerras y con injusticias.
–¿Dónde está la izquierda, más allá de la teoría, hoy?
–Yo no so y quién es para dar títulos. No me atrevería a decir ‘esto es la izquierda’. La izquierda es una cosa muy amplia: no sólo están los partidos, también los sindicatos, la gente que se moviliza, muchísimas personas que no están en ningún partido... Es un concepto personal, una forma de pensar, que no se puede circunscribir a los partidos. En España hay partidos que se consideran como tales como IU o el PSOE y yo no soy quien para decir si lo son o no pero no lo constriñamos a unas siglas porque ahí está la gente que se moviliza por la Educación y la Sanidad pública, en contra de los desahucios, en defensa de los inmigrantes y de la igualdad... Ahí está la izquierda.
–Usted que dejó la vida de partido hace casi veinte años, ¿se ha arrepentido alguna vez o, con todo lo que ha llovido sobre la clase política, se alegra?
–Ni me alegro ni me arrepiento. Creo que fue una decisión acertada y pienso que se pueden seguir haciendo cosas sin militar en un partido. Yo defiendo que es bueno afiliarse y que los partidos y los sindicatos sean fuertes. Es importantísimo. Yo lo estuve durante muchos años y en un momento determinado, cuando no coincidía con lo que hacía la formación donde estaba [IU], me alejé de la vida orgánica. Aún así sigo en política y en la izquierda escribiendo, hablando, dirigiendo una Fundación progresista [Alternativas]...
–En ‘Corrupción versus democracia’, publicado en 1994, decía usted: “No hemos llegado al nivel [de corrupción] que ha conocido Italia en los últimos años, pero la gente está bastante indignada y es dudoso que España aguantase una situación como la que ha vivido el país transalpino”. ¿Hemos superado sus expectativas de transigencia?
–Hace casi veinte años que vengo alertando sobre la necesidad de tomar medidas sobre el tema de la corrupción, un cáncer de la democracia...
–Casi podría haberlo escrito hoy
–Es verdad. No son los mismos corruptos y corruptores pero esto se veía venir. Ese ‘boom’ inmobiliario, ese dinero fácil que había, creó las condiciones para expandir el fenómeno  de la corrupción.
–¿Ya hemos llegado a los niveles de putrefacción de aquella Italia? ¿Le sorprende cómo lo estamos llevando?
– No hemos llegado a tanto. La corrupción en Italia se llevó por delante a los socialistas y a la Democracia Cristiana. Eso permitió que viniera un personaje como Berlusconi, un delincuente condenado. Yo avisaba de que podíamos terminar igual y afortunadamente aquí, sobre todo en los últimos tiempos, quien la hace la paga gracias a los policias y los jueces. Hay casos concretos que se investigan, se juzgan y en algunos casos merecen una condena y en otros no.
–¿Cuando escucha eso de que ‘todos los políticos y partidos son iguales’ qué piensa?
–No estoy de acuerdo. A veces se parecen pero no son iguales. El PP y el PSOE no han hecho lo mismo desde el Gobierno. La política de la Junta de Andalucía con el PSOE e IU no es la misma que la de la Generalitat de Cataluña con CiU. Lo que pasa es que los gobiernos, debido a la globalización, a la fuerza de los organismos internacionales y los mercados, no tienen el mismo margen de maniobra que antes. Hoy estamos en una organización con una serie de normas que impiden hacer algo completamente distinto al resto, pero tampoco creo que todos hagan lo mismo.

Los sindicatos
–Hay otra frase que dice que ‘los sindicatos no sirven para nada’. ¿Qué parte de culpa tienen las centrales en su extensión?

–Eso lo dirá gente que no tiene ni idea de lo que hacen los sindicatos...
–Usted mismo se lo habrá escuchado a muchos trabajadores.
–Sí, pero son frase que se dicen de una manera un poco así. ‘No sirven para nada’, pero cuando tienen un problema recurren a ellos. Además de sus negociaciones con los Gobiernos siguen trabajando en los Convenios Colectivos y yo, que lo he hecho, sé que las condiciones de vida de millones de personas serían muy distintas sin esa labor conseguida año tras año, negociación tras negociación. El Estado del Bienestar en España sería inconcebible sin los sindicatos. Ahora, además, lo tienen especialmente difícil porque negocian en cada país mientras el capital es global, internacional, y juega con una ventaja enorme, la de moverse a la velocidad de la luz.  
– A mediados de los ochenta firmó usted un par de artículos titulados ‘El hecho diferencial español y las reformas necesarias’ en los que reclamaba grandes cambios para modernizar nuestro país. Tras décadas de avance, ¿estamos ante la gran involución?
– Me preocupa mucho lo que está pasando, es uno de nuestros grandes problemas. Se está aprovechando la crisis para darle un golpe al Estado del Bienestar. La parte más negativa de la política del Gobierno de Rajoy y otros europeos es haber aprovechado la crisis para reducir Educación y Sanidad públicas, bajar pensiones y salarios... La democracia tal y como se entiende en Europa es inseparable del Estado del Bienestar. Golpear a éste es golpear, vaciar, aquélla. Se trata de un juego muy peligroso que facilita el avance de fuerzas políticas racistas, ultraderechistas, fascistas... Es un peligro muy serio.
–En España también parece dar cada vez menos vergüenza lucir el aguilucho y la parafernalia franquista. ¿Le inquieta?
–Me parece profundamente negativo aunque sean fenómenos puntuales. Me preocupa que la reacción del PP no sea en muchos casos lo bastante enérgica. Si un alcalde permite eso tiene que dimitir. Me inquieta más eso que los descerebrados, que siempre los ha habido, los hay y los habrá. Hay que ser fulminantes en la reacción, como en Alemania, que  castiga penalmente. Aquí se consideran chiquilladas que no tienen importancia y sí la tienen, sobre todo cuando un grupo de falangistas o como quieran llamarse se atreven a asaltar un local catalán el día de la Diada, amenacen, golpeen e insulten. Si no se corta de raíz corre el riesgo de extenderse.
–¿Es posible que la Transición fuese demasiado laxa con el Franquismo? ¿Se pudo hacer algo mejor o de otra forma sobre esto?
– Ha pasado tanto tiempo... La Transición que se hizo fue la que se pudo hacer. Ahora se critica la amnistía, sus insuficiencias, que si esto, que si lo otro... Hay que colocarse en aquel momento, no juzgar desde el presente. Entonces había una relación de fuerzas que dio como resultado lo que se hizo, que fue un éxito, con una Constitución muy avanzada y una democracia europea, que era a lo que se podía aspirar. Fue un gran pacto que no se puede juzgar desde la óptica de la España de hoy, sino con la policía, los jueces y los políticos que había, que no son los de ahora.
–Mencionaba antes el lamentable episodio de ‘Blanquerna’ en Madrid y en su libro dedica varios artículos a Cataluña. ¿Cómo ve lo que está sucediendo allí? ¿Hay que dejar votar a los catalanes si quieren independizarse o hay que primar el marco legal existente?
–Veo este tema con gran preocupación, es el que más me preocupa, el número uno, porque su deriva no me gusta nada. No se hace nada y ese sentimiento independista o soberanista va creciendo y su final sería una catástrofe para Cataluña y para España. Hay que respetar el marco constitucional. El ‘derecho a decidir’ es una trampa. Es lo que antes se llamaba el derecho de autodeterminación, que la ONU ya ha dicho que se tiene en situaciones coloniales, de opresión o de guerra, en situaciones que no tienen nada que ver con la catalana. El nacionalismo catalán está pidiendo la soberanía, que se le reconozca que tiene la capacidad de decidir, y la soberanía en España reside en todo el pueblo español, no sólo en una parte. Ese camino no tiene salida porque saben que sería irse de España y de Europa. Incluso de la ONU, se dice ahora. Un desastre absoluto.
–Lamenta que “no se hace nada”. ¿Qué habría que hacer?
–Dialogar.  Lo que hay que hacer es negociar, ver de qué manera se encaja mejor a Cataluña en el conjunto de España. Buscar un mejor sistema de financiación para Cataluña y para el resto del país. Hay que sentarse, negociar y dialogar. Y después votar lo que se pacte, como se hizo con la Constitución y con los Estatutos. Las cuestiones unilaterales son inviables e imposibles.

 

“Una línea de pensamiento político” en 84 artículos

Con prólogo del secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, Nicolás Sartorius ha recogido en ‘Siempre en la izquierda’, el libro editado por la Fundación 1º de Mayo que presentará esta tarde a partir de las 19.00 horas en el Parador La Muralla, los artículos que ha publicado en el periódico ‘El País’ durante más de 30 años. Se trata de “comentarios y análisis realizados al hilo de la actualidad en cada momento” que, en su conjunto, “representan mucho más en la medida en que constituyen una línea de pensamiento político”. El volumen recoge un total de 84 textos que vieron la luz entre 1980 y 2013 organizados en nueve grupos que expresan la visión de Nicolás Sartorius “sobre un mundo globalizado, la Unión Europea, el europeísmo de izquierda, el sindicalismo, la economía, la política desde la defensa de la democracia y la libertad”. Antes que ésta, Sartorius ha escrito, entre otras publicaciones ‘El resurgir del movimiento obrero’, ‘El sindicalismo de nuevo tipo’, ‘Un nuevo proyecto político’, ‘La memoria insumisa’ y ‘El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España. Noviembre de 1975-junio de 1977’. Abogado y periodista, además de en el diario del Grupo PRISA ha ejercido de abogado laborista y de colaborador en ‘Mundo Social’, ‘Triunfo’, ‘Siglo XX’ y la Cadena SER. Durante el Franquismo participó en actividades estudiantiles contra la dictadura en el Frente de Liberación Nacional, militando posteriormente en el PCE. Fue condenado por Consejo de Guerra en varias ocasiones entre 1962 y 1970. Después fue uno de los fundadores de Comisiones Obreras y, más tarde, de IU, así como diputado nacional y portavoz de la coalición en el Congreso en varias legislaturas, apartándose de la actividad partidaria desde 1994.

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