La llegada de subsaharianos en pequeñas embarcaciones playeras dotadas con remos tiene mucho que ver con la pérdida de poder adquisitivo que también afecta a los flujos migratorios. La posibilidad de un naufragio es mayor. Se ha convertido en la imagen típica de los últimos episodios migratorios registrados en las costas ceutíes: la llegada de subsaharianos a bordo de endebles balsas playeras dotadas con remos. Y es que la crisis afecta también, y lo hace de forma sangrante, a los sin papeles que buscan, sin poder adquisitivo alguno, la entrada, a la desesperada, en Europa. La crisis navega en balsas. O esa al menos es la forma que ha escogido para posibilitar la entrada de inmigrantes en nuestro país.
“No hay dinero. Quienes intentan llegar a nuestras costas ya no reciben ayuda económica de aquellos familiares que tienen en la península y buscan otras formas más peligrosas para sus travesías”, indica una fuente policial experta en materia de Extranjería.
La llegada inminente del verano apunta a un incremento en el número de entradas por vía marítima (como sucede todos los años) y a un aumento de la peligrosidad que rodea este tipo de pases. Hasta diez personas llegan a ocupar la pequeña balsa dotada con remos con la que se inician las salidas desde Beliones. Todo un desafío a la vida que tiene, a ojos de la Policía, también su explicación.
“No tienen dinero y se aferran a esta vía para entrar, pero también persiguen que se les coja obteniendo más fácil su entrada en España ya que, en esas condiciones, no se les puede rechazar”, añade la misma fuente.
Los inmigrantes que en las últimas semanas han intentado entrar en Ceuta de esta guisa están en el CETI. Ninguno de los integrantes fue rechazado, acción que sí se ha llevado a cabo con los intentos realizados de manera individual con subsaharianos que han pretendido su entrada a nado o lo han hecho en embarcaciones menos rudimentarias. En cambio, buscar su entrega a Marruecos haciéndoles retroceder a bordo de este tipo de balsas sería provocar un suicidio colectivo. La entrada, marcada por la crisis, es, en cambio, mucho más seguro que otras.
Así, con un perímetro prácticamente limpio ante la inexistencia de pobladas bolsas de inmigrantes en los montes cercanos -según ha certificado la Guardia Civil tras desplazar a varios de sus efectivos a estos montes debido a la difusión de datos de población erróneos-, es la entrada por mar y de esta forma la que constituye la auténtica pesadilla a la que, en materia de inmigración, se enfrentan las fuerzas de seguridad.
La llegada de estos inmigrantes hasta el norte marroquí para posibilitar su acceso a Europa sí se hace bajo el control de las mafias, perdiendo el escaso capital del que gozan en el camino. En cambio la adquisición de la balsa corre a cargo de los subsaharianos que parten sin consejo alguno de patrones y buscando, a la deriva, el auxilio de cualquier embarcación. De hecho las últimas balsas han sido detectadas, todas ellas, por los ferrys que cubren la línea con Algeciras.
Para partir de las costas cercanas sí cuentan con el visto bueno de las mafias, que escogen el momento en que la vigilancia marroquí debe ser menor. Al menos así lo obligan los cerca de 2.000 euros que debe abonar cada subsahariano que opta por embarcar de esta forma. Bajar la guardia también se paga y todavía hay vigilantes que cambian de actitud según los dirhams que se le ponen encima de su mano.
A los inmigrantes nada les frena y a pesar de la peligrosidad siguen embarcando. Esta semana dos de los ocho subsaharianos que ocupaban la balsa rescatada por una unidad de Salvamar ‘El Puntal’ tuvieron que ser ingresados en el hospital con cuadros de hipotermia. Uno de los indocumentados portaba el móvil que les servirá de enlace para, alcanzado el objetivo, poder ocultarse en la península. Algunos todavía lo logran.
La prostitución también baja sus precios creando otros mercados
La crisis tiene también sus efectos colaterales en el mundo de los sin papeles. Así si influye en el tipo de travesías que están llevando a cabo los subsaharianos, también lo hace en la prostitución, ejercida en Ceuta por féminas marroquíes llegadas, a diario, desde el norte del vecino país. Estas mujeres han tenido que unir al intento de escapada de la presión policial para que no ejerzan el negocio más antiguo del mundo en el centro, una reducción de sus tarifas. El mercado se resiente y hasta quienes cruzan a diario la frontera, engañando incluso a sus familias diciéndoles que van a trabajar en las casas, se ven obligadas a ejercer sus servicios por mucho menos dinero. También la población asentada en las escolleras se ve afectada por la crisis. Según la Policía del Puerto, la presión registrada ahora es menor que la de unos años atrás. Los intentos son protagonizados, casi de manera exclusiva, por subsaharianos que, portando la documentación de peticionarios de asilo, ven vetado su derecho al embarque.