Editorial

Sobre inmigración y mensajes

Hay momentos en la vida en los que hay que hablar claro. Los que se están viviendo en Ceuta obligan a un discurso contundente, sin medias tintas y alejado del buenismo. Un discurso como el que ayer ofreció el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, en torno al fenómeno de la inmigración y las consecuencias que este puede tener para Ceuta. Estamos atravesando un pico de presión migratoria como nunca, con entradas no masivas como las que llenaban portadas de medios nacionales e internacionales, pero sí constantes y diarias. Traducido en números, que quizá se entienda mejor, cada semana consiguen entrar en la ciudad de manera irregular una media de treinta inmigrantes que, con la frontera cerrada, se quedan aquí porque son imposibles de expulsar. Si van sumando semanas y semanas llega un momento en el que la presión pasa a convertirse en un gravísimo problema para la ciudad a todos los niveles. Económico: porque el Estado está desatendiendo sus obligaciones descargando sus competencias sobre las espaldas de la institución municipal que debe afrontarlas económicamente. Social, porque al no haber capacidad suficiente para afrontar esta situación surgen problemas de convivencia con sus riesgos de estallido social. De seguridad, porque ya son varios los conflictos que se han producido a raíz de la elevada presencia de marroquíes en lugares como el viejo hospital de la Cruz Roja o las naves del Tarajal.

El presidente de la Ciudad ha sido claro: Ceuta no puede más, Ceuta necesita una solución urgente para no convertirse en un punto al margen de todo. Si esto es confundido por algunos sectores como una manera de enarbolar un discurso radical están muy pero que muy equivocados. Sencillamente se trata de resolver una serie de dudas que todos deberíamos tener: qué ciudad queremos, qué modelo se puede soportar, qué futuro inmediato reclamamos para Ceuta. Responderlas con sinceridad absoluta, con la que nace del análisis de una realidad objetiva, es necesario porque en ello nos va nuestro futuro. Ceuta, con el cierre de fronteras, ha quedado aislada y se está convirtiendo poco a poco en la receptora de decenas de marroquíes que huyen de su país buscando aquí el futuro que no tienen en su tierra. No son casos aislados, son constantes, permanentes, hasta crear una bolsa que la Ciudad, como institución municipal, no puede controlar en solitario. El Estado le está obligando a hacerlo, a afrontar económicamente los gastos, a buscar lugares en donde ser acogidos, a darles una atención cuando no se trata de asuntos competenciales de un Ayuntamiento, a tener que resolver los problemas que suscita la concentración de estas personas. ¿Pero dónde están los límites?, ¿qué cantidad de personas pueden ser atendidas dignamente?, ¿dónde se les puede dar protección y acogida si no hay más recursos?, ¿quién los va a mantener económicamente si no hay siquiera trabajo que ofrecerles más allá de los mercados clandestinos que deben ser perseguidos al constituir fraudes laborales?

Esta es la realidad que vive Ceuta y la realidad que ayer fue definida con valentía por el presidente Vivas a riesgo de ser tildado de lo que no es.

No vivimos los mejores tiempos, se avecinan épocas incluso más complicadas. Las estadísticas sitúan a Ceuta en un lugar comprometido en la afectación por la pandemia. Ante estas circunstancias hay que actuar con franqueza, con claridad y sin evadir ninguna comparecencia por complicada que sea porque es en estos momentos cuando los líderes tienen que crecerse y ser claros ante todo los ciudadanos, le hayan o no votado. Y Juan Vivas es el alcalde de todos y por todos, sin miramientos.

Ceuta no ha dudado nunca en invertir los recursos necesarios para atender la migración, adulta e infantil, que llega a esta tierra erigida en ciudad frontera. La historia reciente arroja los datos de gasto económico pero también de atención social que ha definido la labor de la administración. Pero ahora no se trata solo de atender al que llega a nuestras costas, se trata de cómo se puede permitir que una ciudad con las problemáticas que le sacuden de forma constante se tenga que ver obligada a asumir un saco sin fondo.

El Gobierno de la Nación mira hacia otro lado, no hay gestos, no hay atenciones, no hay cuidados, ni siquiera mensajes de calma o de interés. Lo que sí tenemos, al menos de momento, es la voz clara de un Ayuntamiento al que no se le puede reprochar que no haya sido valiente en sus aseveraciones públicas. No le queda otra, es su obligación porque está en juego el futuro de Ceuta.

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