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El Aula de Mayores de Ceuta

La enseñanza está muy difícil, pregúntenle a cualquier docente y le dará la misma opinión. Pero tiene que ser así. La enseñanza siempre tiene que ser difícil porque las circunstancias y el material con el que trabajamos es muy complicado, ni más ni menos que personas en formación, proyectos de personas. Y es nuestra responsabilidad que esos proyectos sean exitosos y salgan adecuadamente preparados para enfrentarse a un mundo que siempre ha sido complicado. El de ahora quizás sea especialmente complicado, más complicado que nunca, pero el mundo de antes tampoco era fácil.
Y no digamos nada si los docentes estamos trabajando en Educación Secundaria. ¿Cómo no va a ser complicada la enseñanza si nuestro material de trabajo (adolescentes) son seres que se caracterizan por la rebeldía y el conflicto?. Y es bueno que presenten esas características. Recordemos esa etapa, ya lejana para mí por desgracia, de la adolescencia y comprenderemos que los valores predominantes en ella son necesarios para que el mundo siga avanzando. Después el tiempo y la experiencia harán que nos acomodemos y no seamos tan contestatarios.
Hoy día los adolescentes tienen un panorama más complicado que el que yo tenía, por ejemplo, cuando era un adolescente. Las perspectivas laborales son sombrías, la motivación para el estudio se ve eclipsada ante modelos que alardean de conseguir dinero fácil sin apenas esfuerzo, observan un contraste entre los valores que los profesores intentamos transmitirles en las aulas y los que los políticos y los medios de comunicación les muestran… Y en medio de todo este panorama, el profesor intenta cumplir con un trabajo que requiere mucho de motivación, de ilusión. Porque trabajamos con personas y si no sabemos transmitir que creemos en lo que decimos, las clases se hacen monótonas y frías, contribuimos a que los alumnos también se desmotiven y no estudien. Y eso es muy triste.
Tenemos que mantener siempre encendida en ellos la llama de la ilusión, de la alegría, de la confianza, de que vale la pena hacer el esfuerzo de estudiar porque, tarde o temprano, tendrán su recompensa. Y eso no es fácil. En los tiempos actuales, mantener esa motivación y esa ilusión por el estudio en los alumnos es difícil. Y muchas veces, el profesor acaba cayendo también en la desmotivación. Y eso es triste, muy triste, porque no trabajamos con papeles, ni con máquinas, sino con personas, con personas en formación, con proyectos de personas como dije al principio.
Valga todo este preámbulo para decir que para los que llevamos bastante tiempo en la enseñanza y hemos tenido la suerte de pasar por todos los niveles educativos, desde la Educación Primaria hasta la Universitaria, pasando por la Educación Especial y la Educación Secundaria, tener la oportunidad de impartir clases en el Aula Permanente de Formación Abierta (Aula de Mayores, como popularmente se le conoce) de la Universidad de Granada en Ceuta, es como un premio, como un colofón a nuestra carrera docente que nos da la oportunidad de entrar en contacto con un tipo de enseñanza que pocos profesores tienen la oportunidad de conocer.
Creo que abrir este Aula Permanente en Ceuta ha sido uno de los mayores aciertos de la Universidad de Granada, pues como decía el Decano de la Facultad de Educación y Humanidades de Ceuta, Don Ramón Galindo, en el acto de apertura del presente curso: “es de las cosas que más beneficios da con menos inversión”.
Por si ustedes no lo saben, les diré que el único requisito para ser alumno de este Aula es ser mayor de cincuenta años y puedo dar fe de que la mayoría de nuestros alumnos cumplen con creces este requisito.
Llevo impartiendo clases de Psicología en ella desde sus inicios y les puedo asegurar que ha sido y sigue siendo una de las experiencias más gratificantes que he vivido a lo largo de mi carrera como docente. Nos podemos encontrar alumnos de las más variopintas condiciones: desde aquellos que tienen estudios universitarios hasta aquellos que quisieron tenerlos pero que por diversas circunstancias no pudieron acceder a ellos y ahora ven en este Aula la oportunidad de acercarse a los conocimientos científicos con la tranquilidad y la serenidad que dan los años, sin la premura ni los agobios de cuando se es joven.
Todos, sea cual sea su formación y conocimientos previos, escuchan con inusitado interés y atención nuestras clases, intervienen para preguntar cada vez que lo estiman oportuno y crean un cálido ambiente donde se respira interés por aprender todo lo que se les propone, que es mucho y variado.
Impartir clases en este Aula de Mayores no es nada rentable desde el punto de vista económico. Pero los profesores ya lo sabemos y no es esa nuestra motivación. El aspecto económico no lo es todo y hay otras cosas mucho más importantes.
Impartir clases en el Aula de Mayores requiere tiempo. Mucho tiempo de preparación de las clases, que deben ir siempre acompañadas de una presentación informática (normalmente, power-point, ese es el nombre del programa informático) donde se apoyen las explicaciones y haga más accesible la explicación para los alumnos. Y eso lleva tiempo.
Hay que buscar temas que tengan, al mismo tiempo, un cierto nivel científico y sean amenos y fáciles de entender por todos, independientemente de su nivel y formación previos. Concretamente, los tres profesores que impartimos la asignatura de Psicología, nos reunimos cada año al finalizar el curso para pensar cuáles son los temas que vamos a impartir el curso siguiente, ya que no hay un programa preestablecido. Llevamos ya varios años impartiendo esta asignatura, hemos abordado ya muchos temas y cada año nos cuesta más trabajo encontrar temas que reúnan las características requeridas por nuestros alumnos. A veces les pedimos que sean ellos los que nos propongan los temas que quieren que impartamos y nos quedamos sorprendidos por la originalidad, la actualidad o la profundidad de sus propuestas.
Otra cosa que nos sorprende a todos los que estamos en contacto con estos maravillosos alumnos es su vitalidad, su entusiasmo, la cantidad de actividades que organizan, pues no se limitan a asistir a las clases sino que el Aula es, además, un foco de organización de actividades sociales, lúdicas y culturales. Que yo sepa, tienen un club de lectura, un suplemento en el periódico “El Faro de Ceuta”, una revista propia, organizan viajes, comidas y otros eventos sociales, como fiestas de Carnaval y hasta un concurso de relatos cortos. Además, no hay manifestación artística o cultural en Ceuta que no cuente entre el público asistente con la mayoría de los alumnos del Aula de Mayores.
En muchas ocasiones he oído decir a personas que colaboran desinteresadamente en obras sociales dedicando a ellas la mayor parte de su tiempo libre que, sin embargo, reciben mucho más de lo que dan. Creo que los profesores que impartimos clases en el Aula de Mayores podemos decir lo mismo. Aunque la compensación económica que se recibe es pequeña en proporción al tiempo de dedicación para la preparación e impartición de las clases, sin duda recibimos más de lo que damos. Difícilmente hoy día un docente puede experimentar mayor satisfacción profesional con unos alumnos mejores que estos.
Detrás de muchos de ellos hay historias de soledad, de pérdida de seres queridos que a estas alturas de sus vidas los han dejado descolocados, desnortados, solos… El Aula de Mayores ha sido, al principio, como un salvavidas al que se han agarrado desesperadamente para permanecer a flote en medio de la tormenta. Después de esos momentos de angustia, ha continuado desempeñando una labor terapéutica de la que tampoco somos ajenos y nos beneficiamos los mismos profesores pues, quien más y quien menos, todos tenemos heridas que restañar.
A continuación ha venido a cumplir la función académica y científica que les ha ilusionado y les ha demostrado que nunca es tarde, que cualquier edad es buena para aprender y que lo que no pudieron hacer cuando eran jóvenes, aún están a tiempo de hacerlo, ahora se ven las cosas de otra forma, con más sosiego, con más tranquilidad, sin las prisas y las obligaciones de cuando se es más joven y se está aún activo, laboralmente hablando.
Y por último, ha cumplido una labor social creando un grupo de personas que está bastante unido, que se ayudan que se apoyan en los momentos buenos y malos y que, como he expuesto anteriormente, realizan multitud de actividades fuera ya del ámbito de las clases.
Podría hablarles de anécdotas y de casos concretos de alumnos y alumnas del Aula de Mayores, pero no lo voy a hacer porque seguro que me dejaría hechos y nombres en el tintero y eso sería injusto. Pero, porque creo que es de justicia hacerlo, sí quiero recordar la figura de un alumno que ya no está entre nosotros. Me refiero a Pepe Ferrero, uno de los primeros y más destacados alumnos del Aula. Que nunca hacía los “deberes”, que deliberadamente quería suspender los “exámenes” para repetir todos los años y no irse nunca de ella. Hace unos meses tuve el privilegio de asistir al homenaje póstumo que le hicieron sus compañeros. Ellos y ellas no lo olvidan. Nosotros, los profesores, tampoco olvidamos a alumnos y personas como él.
En fin, como les decía al principio, el Aula de Formación Abierta de la Universidad de Granada en Ceuta, el Aula de Mayores, una de las más acertadas iniciativas de la Universidad de Granada, ejemplo de que se puede hacer mucho con poco.

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