Artículos escritos por Ramón Galindo Morales en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/ramon-galindo-morales/ Diario digital Wed, 01 Mar 2023 07:32:14 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por Ramón Galindo Morales en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/ramon-galindo-morales/ 32 32 Mujeres ceutíes olvidadas... https://elfarodeceuta.es/mujeres-ceuties-olvidadas/ Wed, 01 Mar 2023 02:55:44 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=858842 En “La Historia oficial”, película sobre la dictadura argentina, con distintos galardones, entre ellos el óscar a mejor película de habla no inglesa (1986), Alicia, profesora de Historia en un instituto de Buenos Aires, encarnada por la actriz Norma Alejandro, se dirige a sus alumnos, a comienzo de un nuevo curso, diciéndoles que “… ningún […]

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En “La Historia oficial”, película sobre la dictadura argentina, con distintos galardones, entre ellos el óscar a mejor película de habla no inglesa (1986), Alicia, profesora de Historia en un instituto de Buenos Aires, encarnada por la actriz Norma Alejandro, se dirige a sus alumnos, a comienzo de un nuevo curso, diciéndoles que “… ningún pueblo podría sobrevivir sin memoria… que la Historia es la memoria de los pueblos”. Esta película, en la que las mujeres adquieren un protagonismo importante, nos hace reflexionar sobre consecuencias dramáticas que provocan las dictaduras, la argentina, de la que trata la película, pero también la sufrida en España desde 1939 a 1975, la dictadura franquista. Durante la lectura del nuevo libro de Francisco Sánchez Montoya: “Mujeres ceutíes olvidadas. Represión, cárceles y fusilamientos (1936-1958)” me vino a la memoria esa cinta, como me podrían haber venido otras, españolas: “Las cartas perdidas” (Amparo Climent), “La voz dormida” (Benito Zambrano) “Las trece rosas” (Emilio Martínez Lázaro), “Los girasoles ciegos” (José Luis Cuerda) o “La trinchera infinita” (Jon Garaño); todas ellas comparten denominador común: reflejan las consecuencias de la guerra civil, con la posterior dictadura, tienen a la mujer como protagonista destacada, víctima de distintas formas de represión y constituyen magníficos ejemplos de recuperación de memoria histórica.

"Tenemos muchos motivos, como ciudadanos ceutíes, de agradecimiento a Francisco Sánchez ante su nueva obra"

Tenemos muchos motivos, como ciudadanos ceutíes, de agradecimiento a Francisco Sánchez ante su nueva obra: por seguir arrojando luz sobre un período de nuestro pasado reciente lleno de oscuridad durante mucho tiempo … por seguir defendiendo el derecho a la memoria… por luchar contra olvidos interesados … por dignificar con su trabajo a víctimas de la represión franquista en nuestra ciudad… Desde la docencia, debemos agradecerle el que nos aporte valiosos materiales para la enseñanza de la Historia, especialmente ahora que los nuevos planes de estudio, tanto para educación primaria como para secundaria, prestan más importancia a la Historia reciente de España. Muy personalmente, le agradezco el permitirme acompañarle, desde un lejano 2004, en que se presentó su pionera y exhaustiva investigación sobre la IIª República, la Guerra Civil y la Represión en Ceuta, en lo que él llama “aventuras literarias” y yo considero un riguroso, valioso y muy necesario trabajo de investigación sobre las páginas más negras de nuestra reciente Historia; a la obra citada hay que añadir la biografía de Antonio López Sánchez-Prado, último alcalde republicano, el álbum fotográfico de nuestra ciudad, el trabajo sobre la Masonería en Ceuta y el que motiva este artículo, sobre mujeres víctimas de la represión franquista.
En tiempos en los que asistimos a una cierta banalización y blanqueamiento de la dictadura franquista, del golpe de estado que la originó y a posiciones equidistantes sobre las causas de la Guerra Civil, el conjunto de su obra, centrada fundamentalmente en Ceuta, cobra una gran importancia, situando siempre a las víctimas en el centro de su trabajo, dignificándolas, rescatándolas del olvido, sin atisbar el menor espíritu revanchista o vengativo, persiguiendo un conocimiento riguroso de nuestro pasado. En esta ocasión, su trabajo se centra en rescatar la Memoria, la Historia, de una gran cantidad de mujeres ceutíes que, muy a su pesar, fueron protagonistas de unos dramáticos acontecimientos provocados por el brazo armado de los que, durante siglos, habían detentado el poder en nuestro país y no estaban dispuestos a perderlo.
Los dramas vividos, las injusticias sufridas, la vulneración de sus derechos más elementales, salen a la luz tras haber permanecido durante décadas en el ámbito estrictamente familiar e íntimo, envueltas en una espesa capa de temor, de recelos, de estigmas, de olvidos impuestos, de vergüenza para nuestra democracia. Este libro contribuye a dar voz, a visibilizar a personas que, durante décadas, fueron prácticamente invisibles para la sociedad. Las protagonistas directas de estas memorias abandonaron este mundo sin recuperar la dignidad robada, sin que se les hubiera hecho justicia y sin, prácticamente, ningún reconocimiento; el delito cometido: haber luchado para conseguir mejoras sociales y laborales, ser mujer, madre, hermana o hija de hombres que creyeron en la República, que defendieron su legalidad, enfrentando el golpe de estado de 1936 o, simplemente, fueron objeto de denuncias por rencillas vecinales o laborales, en un tiempo en que eso era suficiente para sufrir represión. Al recordarlas lo que debe movernos es denunciar las injusticias cometidas con ellas, a modo de antídoto para un presente y un futuro que destierre diferentes formas de violencia de la política.

"Este libro contribuye a dar voz, a visibilizar a personas que, durante décadas, fueron prácticamente invisibles para la sociedad"

Sirvan estas líneas para reivindicar la puesta en valor de la antigua cárcel de mujeres, en la Barriada de El Sarchal, bien de interés cultural en un lamentable estado de abandono; la edición de este nuevo libro podría venir acompañada de la colocación de una placa conmemorativa, en recuerdo de las numerosas mujeres que allí sufrieron cárcel, represión y, en casos extremos, muerte. Podemos convertirlo en un lugar para la memoria de las víctimas del franquismo, en un centro vecinal de dinamización cultural de esa zona, en un edificio para la investigación sobre nuestro pasado reciente… Estas ciudadanas ceutíes, rescatadas del olvido por Francisco Sánchez, merecen tener mayor presencia en nuestro espacio público, avanzando en lo que ya se ha hecho con dos de ellas, Antonia Céspedes (“la latera”) y Antonia Castillo (primera mujer médica en Ceuta), a las que la ciudad dedicó, hace unos años, sendas calles.
Recuperar la memoria histórica, además de una obligación de la historiografía sobre el pasado reciente, constituye un servicio que se presta a la ciudadanía, debe servir para rescatar del olvido acontecimientos y personajes, clarificando unos y dignificando otros, diluyendo los tupidos velos que fronteras temporales e intereses de distinto tipo han ido tejiendo. Esta tarde, el autor presenta su nuevo libro en la Biblioteca Pública de Ceuta, no se lo pierdan, es una buena forma, como decía Alicia, profesora de Historia en la película con la que abrimos este artículo, de que nuestro pueblo no pierda su memoria.

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La libertad y los guardianes de las esencias https://elfarodeceuta.es/libertad-guardianes-esencias/ https://elfarodeceuta.es/libertad-guardianes-esencias/#comments Tue, 23 Mar 2021 06:00:16 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=607546 Nadie debería querer ni poder adueñarse de la palabra LIBERTAD, pues al hacerlo van en contra del sentido más auténtico de la misma, pues ésta debe ser de todos y no pertenecer a nadie; como nadie debería adueñarse de la BANDERA, pues al hacerlo, la convierten en “un trozo de tela triste”, como diría Jorge […]

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Nadie debería querer ni poder adueñarse de la palabra LIBERTAD, pues al hacerlo van en contra del sentido más auténtico de la misma, pues ésta debe ser de todos y no pertenecer a nadie; como nadie debería adueñarse de la BANDERA, pues al hacerlo, la convierten en “un trozo de tela triste”, como diría Jorge Drexler, a lo que podríamos añadir, en un arma arrojadiza, en lugar de un símbolo de integración e identidad; tampoco debería adueñarse nadie del concepto de ESPAÑA, pues quienes lo pretenden, pueden llegar a caer en el triste y dramático pasado del “una, grande y libre”, frente a una España cuya riqueza debe estar basada en su diversidad y pluralidad cultural. Quienes todo esto pretenden, quizás utilicen la libertad, la bandera y España, como conceptos que puedan servirles para tapar posibles corruptelas, ocultar clientelismos y disimular nepotismos; en cualquier caso, lo hacen de una forma excluyente, dejando fuera a todas las personas que tenemos un pensamiento discrepante, distinto, sin que por ello tengamos que ser, o sí, comunistas, socialistas, nacionalistas o independentistas, por no decir, ser tachados de populistas, peligrosos radicales, extremistas, bolivarianos o filo terroristas … sino simplemente ciudadanos con capacidad de decidir con pensamiento propio y, a ser posible, crítico.
En la palabra LIBERTAD debemos caber todas las personas, independientemente de nuestras creencias, planteamientos políticos o concepciones sobre la vida; a partir de disponer de unas condiciones laborales, sanitarias, educativas, de vivienda o de seguridad básicas y de calidad. ¿Se puede ser libre sin disponer de estas condiciones? ¿Qué sentido tiene la libertad cuando no puede ejercerse a partir de ellas?
La LIBERTAD es, sin duda, una bella y gran palabra, sublime; en nombre de ella se han cometido grandes barbaridades en la Historia, a la vez que se han producido importantes progresos políticos, económicos, sociales y culturales. También ha sido una palabra vapuleada, manipulada y maltratada a lo largo del tiempo, en España y en otros muchos territorios, en tiempos pasados y presentes… es una palabra utilizada como justificación de enfrentamientos entre pueblos, guerras, conquistas, construcción de muros, fronteras y vallas… en nombre de una supuesta LIBERTAD se han recortado y se recortan libertades y derechos…
Miremos la Historia contemporánea de España, siempre que se atisbó un rayo de democracia, de LIBERTAD, los que detentaban el poder desde tiempos ancestrales, lo abortaba, así, podríamos hablar del Trienio Liberal (1820-1823), la Gloriosa (1868), la Iª República (1873-1874) y, sin duda, la situación más palmaria y reciente, la IIª República (1931-1936) con la dramática Guerra Civil (1936-1939) y la posterior dictadura franquista (1939-1975), cuya sombra sigue alargándose en la actualidad; tras la recuperación de la democracia, de la LIBERTAD, durante la Transición, se intentó abortarla de nuevo con el golpe de estado fallido del 23 de febrero de 1981, precedido de intentonas menores….
¿De qué libertad nos hablan los que ahora la esgrimen como eslogan electoral? No parece que sea la que han cantado, simbólicamente, José A. Labordeta (Canto a la libertad), Nacha Guevara (Yo te nombro… libertad), Jarcha (Libertad sin ira) o Joan M. Serrat (Para la libertad), musicalizando al poeta Miguel Hernández, víctima en la lucha por la LIBERTAD, entre otros… Creo que entienden la libertad como algo que les pertenece, que si no la gobiernan ellos no existe, que solo a ellos corresponde establecer qué, cómo y cuándo hay que vivirla… A estos “guardianes de las esencias” hay que decirles, alto, fuerte y claro, que no hay una concepción más autoritaria, antidemocrática y excluyente que esta.
En nombre de esa LIBERTAD, quieren hacerse con el poder del estado, para minimizarlo y ponerlo al servicio de los poderes económicos y mediáticos afines, para exprimirlo y tenerlo como balón de oxígeno ante las crisis que ellos mismos provocan, como ocurrió a partir de 2011, Ignacio Ramonet lo sintetizó muy bien, “se privatizan los beneficios y se nacionalizan las pérdidas”; quieren la libertad para controlar y manipular la información, para adoctrinar educativa y religiosamente a la población, especialmente a los grupos más jóvenes, resultaría sarcástico, si no es porque es muy grave, que a los que se les llena la boca con la libertad en educación y el pin parental, sean los herederos ideológicos y, en muchos casos, biológicos, de los mayores representantes del adoctrinamiento educativo que ha sufrido este país durante, al menos, 40 años, ¡qué bien hubiera venido, en esos años, un pin parental!. Quieren la LIBERTAD, en definitiva, para seguir disfrutando de privilegios, de una sanidad, educación o seguridad, privadas, a las que muchas personas no tienen acceso, de un mercado laboral clientelar y con una mínima regulación, de un tipo de vivienda al alcance de unos pocos, de una justicia condicionada por el poder político… una LIBERTAD que ahonde en las desigualdades sociales y económicas, que siga enriqueciendo a los que más tienen y empobreciendo a los que menos tienen.
Dejen de utilizar la LIBERTAD en beneficio propio, dejen de adueñarse de ella, dejen de considerarla como un producto más que se puede comprar, vender o alquilar… no la envilezcan más de lo que lo han hecho hasta ahora; trabajen para que sea un patrimonio de toda la ciudadanía, independientemente de posicionamientos político-partidistas; para ello debe hacerse cada vez más efectiva a través de una sanidad, una educación, y una seguridad públicas y de calidad, a partir de un acceso a la vivienda y al mercado laboral como requisitos básicos para ejercerla, de un necesario consenso de estado sobre estos y otros temas.

“Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad”
José Antonio Labordeta.

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Sobre muros y vallas... 30 años de la caída del muro de Berlín https://elfarodeceuta.es/caida-muro-berlin/ https://elfarodeceuta.es/caida-muro-berlin/#comments Sat, 09 Nov 2019 03:00:01 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=460518 Hace 30 años, un 9 de noviembre de 1989, caía el muro de Berlín, símbolo de la división europea y, por extensión podemos decir que mundial, heredada de las consecuencias de la IIª Guerra Mundial y ejemplo de la denominada política de bloques y “Guerra Fría”. La trascendencia del hecho histórico fue muy resaltada en […]

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Hace 30 años, un 9 de noviembre de 1989, caía el muro de Berlín, símbolo de la división europea y, por extensión podemos decir que mundial, heredada de las consecuencias de la IIª Guerra Mundial y ejemplo de la denominada política de bloques y “Guerra Fría”.
La trascendencia del hecho histórico fue muy resaltada en los medios de comunicación de la época. Ese año, poco antes de la caída del muro, apareció un famoso artículo de Francis Fukuyama, politólogo estadounidense, sobre “el fin de la Historia”, desarrollado pocos años después en un libro traducido al español como El fin de la Historia y el último hombre (1992). Los planteamientos de ese libro, en relación con las consecuencias de la caída del muro de Berlín, han ido siendo matizados por el propio autor, hasta llegar a la reciente publicación de Identidad (2019).
Coincidiendo con la caída del muro de Berlín, publiqué un artículo en la prensa local del momento, “El Periódico de Ceuta”, de efímera duración, en él asociaba un capricho histórico: en torno a noviembre de 1989 se cumplían doscientos años del comienzo de la Revolución Francesa, que derribó muchos muros, no sólo físicos, también económicos, políticos, sociales y culturales, fundamentalmente los levantados por el denominado “Ancien Régime”, fue el final de una sociedad estamental, muy estratificada, tremendamente desigual, en la que una inmensa parte de la población no tenía más derecho que trabajar, sobrevivir y contribuir a la riqueza de los estamentos privilegiados, la aristocracia y el clero; el concepto de “súbdito” fue sustituido por el de “ciudadano”. La Revolución Francesa significó la entrada en una nueva edad histórica, la “Edad Contemporánea” que, más allá de aproximaciones específicas, abrió desarrollo y progreso para una parte importante de la humanidad, fundamentalmente europea. Cuando cayó el muro de Berlín se habló, también, del fin de una época, surgida tras otra gran revolución, la soviética, acaecida en 1917 y que, tras la IIª Guerra Mundial dividió a Europa y, por extensión, a otras regiones mundiales, en dos grandes bloques, el comunista, dependiente de la Unión Soviética, y el capitalista, a la sombra, fundamentalmente, de Estados Unidos, gran beneficiada, como nación, del final de la II Guerra Mundial. La caída del muro de Berlín ponía, por tanto, fin a una época y abría otra, en la que las relaciones internacionales iban a sufrir importantes transformaciones. Sami Nair, años después (2003), escribió un interesante libro que ayuda a comprender las consecuencias y la deriva mundial desde entonces, El fin del imperio y la diversidad del mundo, también es interesante la obra de Antoni Segura, Señores y vasallos del siglo XXI. Una explicación de los conflictos internacionales (2004); ambos libros se hacían eco de las consecuencias de otro hecho fundamental, el atentado terrorista a las torres gemelas y al Pentágono, que ha condicionado las relaciones internacionales, las políticas de seguridad, migratorias y de identidad.
Cayó el muro de Berlín pero…. ¿desaparecieron los muros? A partir de entonces, otros, en distintos lugares del planeta, han ido surgiendo, adquiriendo distintas formas y dimensiones. Si ponemos las luces largas para estudiar la Historia de la Humanidad, podemos afirmar que, desde el momento en que el ser humano empezó a considerar algo como propio, ya fuera un territorio, objetos o grupos socio-culturales, empezó a protegerlo; en un interesante reportaje, a modo de foto-ensayo, aparecido en El País Semanal (20/10/19), Murallas desde el cielo, Georg Gerster nos presenta numerosos ejemplos históricos de nuestra necesidad de marcar límites materiales que han ido adquiriendo distintas formas, en distintos lugares, pero siempre con una misma función, proteger, de los “otros”, lo que se considera “propio”, esto lo podemos ver desde la Gran Muralla china hasta el proyectado muro entre Estados Unidos y México o el existente entre Israel y territorios palestinos. En este sentido es muy ilustrativo el reciente libro de David Frye (2019) Muros. La civilización a través de sus fronteras o el Atlas de las fronteras. Muros, conflictos, migraciones, de Bruno Tertrais y Delphine Papin (2018).
Históricamente, los muros han ido creciendo y desarrollándose para separar territorios con altos niveles de desigualdad, fundamentalmente económica, pero también política, cultural y/o identitaria. Podemos señalar una constante histórica, cuanto mayor es la desigualdad en la distribución de recursos, en el acceso a los mismos, cuanto mayor ha sido la expansión de imperios y naciones, cuanto mayor ha sido el desarrollo de políticas unilaterales, cuanto menor ha sido la cooperación para el desarrollo, mayor ha sido el crecimiento de muros y la “necesidad” de ellos. En los últimos años, la lucha contra la inmigración “descontrolada” e “ilegal” (consecuencia, en gran medida, de la globalización económica, de las políticas neoliberales), la proliferación de distintos conflictos intra e internacionales (alimentados desde las grandes potencias) , las políticas de “seguridad” (como respuestas unilaterales ante las nuevas formas de terrorismo) y la protección del crecimiento económico propio, podemos identificarlas como las principales razones que se utilizan para justificar el levantamiento de muros, de controles fronterizos, de barreras digitales y/o arancelarias.
En nuestro espacio geoestratégico más próximo podemos señalar dos grandes muros, naturales, el Mediterráneo y el Sáhara, que se están convirtiendo, también, en grandes cementerios, para vergüenza de la vieja Europa, colonizadora del continente africano. En un territorio más “doméstico” podemos señalar las vallas de Ceuta y Melilla a lo largo de sus respectivos perímetros fronterizos. Llevamos años debatiendo sobre la “impermeabilización” de nuestra frontera, que no lo es solamente entre España y Marruecos, sino entre Europa y África, entre el desarrollo, el progreso, el bienestar y el subdesarrollo y la desesperanza, entre distintas manifestaciones culturales, demográficas, económicas o políticas. Limitándonos a nuestra ciudad debe preocuparnos cómo hemos ido levantando distintos muros, de diferentes formatos; como docente, siento pena viendo cómo nuestros centros educativos han tenido que ir protegiendo cada vez más sus respectivos recintos, síntoma de una sociedad enferma, casi con metástasis, que se ve obligada a defender los templos del conocimiento donde se forman los más jóvenes; recientemente, vemos nuevos muros y vallas en la zona portuaria, ¿qué será lo próximo?, ¿ver cómo surgen muros y/o vallas en torno a zonas privilegiadas de la ciudad?, ¿muros y/o vallas dificultando la salida de determinados barrios ceutíes o la entrada a otros?, ¿se recuperará el foso y las Murallas Reales como elemento “defensivo”….? No debemos caer en la ingenuidad de la supresión absoluta de muros, de vallas, de controles fronterizos…. la realidad histórica se impone, pero sí reflexionar sobre la “necesidad” de seguir levantando otros o reforzando los existentes; se avanza muy poco, o nada, en planteamientos alternativos, en medidas, de distinto tipo, que representen alternativas a la política de muros. Quisiera destacar la importancia de un tipo de muro, los “mentales”, que condicionan y, casi determinan, las relaciones entre personas, pueblos, comunidades, culturas, identidades, etc.; son invisibles y, precisamente, en ese carácter, radica su poder, vamos chocando continuamente contra ellos, teniendo muchas dificultades para superarlos. Fernand Braudel, uno de los padres de la historiografía contemporánea, nos decía algo así como que … las mentalidades son las prisiones y condenas de más larga duración que existen; estos muros mentales están construidos con tópicos, estereotipos, recelos, actitudes, malentendidos, prejuicios frente a los otros…. que, a modo de elementos arquitectónicos, son más impermeables y difíciles de atravesar que los ladrillos, el hormigón, las rejas metálicas e, incluso, las temidas concertinas, pudiendo llegar a constituir la antesala a actitudes racistas y xenófobas, segregacionistas y excluyentes. Quiero pensar, aún a riesgo de ser acusado de instalarme en una especie de “buenismo”, que si somos capaces de ir derribando muros mentales, los materiales serán cada vez menos necesarios. Los pueblos, las naciones, los territorios, cuando más se han desarrollado es derribando muros y construyendo puentes, mejorando las comunicaciones y las relaciones internacionales, fomentando la integración y no la exclusión.
Personalmente, me ofrecen muy poca confianza y credibilidad quienes plantean levantar muros, sean del tipo que sean, quienes pretenden, con la excusa de la seguridad o la defensa de la identidad, aislar o excluir al otro, al diferente, a quien tiene apellidos distintos a “los nuestros”, ello representa un fracaso del diálogo, de la cooperación, de la integración, una victoria de la intolerancia, de políticas supremacistas y una consagración de la desigualdad. El muro contribuye a radicalizar posturas a ambos lados del mismo, a enquistar problemas, a generar repliegues identitarios, es una respuesta fácil, pero ineficaz, a situaciones y problemas muy complejos, el símbolo de un fracaso, que, lejos de solucionar problemas, lo que aleja son posibles soluciones. Los muros nunca pueden ser la solución, son, más bien, el problema, el fracaso de nuestras sociedades más ricas y desarrolladas, el fracaso de una mayor, justa y equitativa distribución de recursos, el fracaso de la extensión de la democracia como sistema político garante del desarrollo y el bienestar. Creo que es conveniente revisar planteamientos de pensadores como Amin Maalouf en su reciente El naufragio de las civilizaciones (2019).
No hay que levantar muros, hay que ir haciendo menos necesarios los existentes, ni siquiera hay que levantarlos (a modo de “cordones sanitarios”) frente a los que promueven la exclusión, la criminalización del “otro”, del inmigrante, de quienes niegan, banalizan o trivializan problemas tan graves como el cambio climático, la violencia de género o quieren recuperar políticas autoritarias y antidemocráticas de tiempos afortunadamente superados. Frente a estos planteamientos: educación, diálogo, pensamiento crítico, en definitiva, profundizar en valores democráticos. Necesitamos responsables políticos con altitud de miras, que vayan más allá de intereses partidistas y electoralistas, que aporten soluciones a medio y largo plazo y gestionen el corto plazo sin el recurso fácil al muro.

*Ramón Galindo Morales es Profesor de la Universidad de Granada (Campus de Ceuta) y miembro del Instituto de Estudios Ceutíes

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Diversidad cultural, Patrimonio, convivencia y política   https://elfarodeceuta.es/diversidad-cultural-patrimonio-convivencia-y-politica-%e2%80%83/ Fri, 24 May 2019 04:50:51 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=404482 La diversidad cultural es un patrimonio que hay que preservar y respetar, ello es una condición básica para avanzar en la convivencia; desde la política hay mucho camino por recorrer. El respeto a la diversidad cultural, al patrimonio y a la convivencia, implica mucho más que habitar unos mismos espacios, adornar nuestras calles en Semana […]

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La diversidad cultural es un patrimonio que hay que preservar y respetar, ello es una condición básica para avanzar en la convivencia; desde la política hay mucho camino por recorrer.
El respeto a la diversidad cultural, al patrimonio y a la convivencia, implica mucho más que habitar unos mismos espacios, adornar nuestras calles en Semana Santa o Ramadán o decidir qué fiestas (casi siempre religiosas) incluimos en nuestro calendario, es, fundamentalmente, avanzar hacia una ciudad con más justicia social, con mayores oportunidades para sus ciudadanos y con una mejor distribución de recursos, al margen de en qué barrio vivamos, cómo nos llamemos o cómo (si lo hacemos) recemos.
En un trabajo clásico, Edward T. Hall (1976), nos decía que, al igual que el 90% de un iceberg se encuentra por debajo del agua y no se ve, el 90% de la cultura queda fuera de la percepción consciente, denominándose “cultura profunda”. Efectivamente, la cultura de una persona, su identidad, integra numerosos aspectos, factores y variables, no debemos categorizarla o clasificarla a partir de una sola categoría, minimizando otras; Vargas Llosa (Premio Nobel de literatura y Premio Convivencia de Ceuta), con su talento literario, lo ejemplifica muy bien en uno de sus muchos artículos (“Y el hombre… ¿dónde estaba?”) poniéndose a sí mismo como ejemplo:
… Yo soy un buen ejemplo de ese crucigrama de pertenencias y rechazos que constituyen la identidad de un individuo, para mí la única aceptable: peruano, latinoamericano, español, europeo, escritor, periodista, agnóstico en materia religiosa y liberal y demócrata en política, individualista, heterosexual, adversario de dictadores y constructivistas sociales … defensor del aborto, del matrimonio gay, del Estado laico, de la legalización de las drogas, de la enseñanza de la religión en las escuelas, del mercado y la empresa privada, con debilidades por el anarquismo, el erotismo, el fetichismo, la buena literatura y el mal cine, de mucho sexo y tiroteo…..
Al margen de la mayor o menor sintonía con las categorías que utiliza Vargas Llosa para definirse a sí mismo, lo importante de su mensaje es que cada persona tiene derecho a decidir lo que quiere ser, sin imposiciones. En nuestra ciudad tendemos a categorizar o clasificar culturalmente a las personas a través de la religión que profesa (o se supone que profesa), lo hacemos a partir de sus apellidos, indumentaria o lengua materna, así, es habitual hablar, tanto en el lenguaje coloquial como en el político-institucional, de “cristianos y musulmanes”, por referirnos a dos grupos mayoritarios, enfatizando, por tanto, una variable cultural (la religión) y obviando (o minimizando), como señala Vargas Llosa, que un ser humano es muchas cosas a la vez y sólo a él (o a ella), corresponde dar mayor o menor importancia a las que estime oportuno, respetando su privacidad e intimidad. Destacar el componente religioso para clasificar culturalmente a una persona, o a un colectivo, implica contemplar la cultura desde una perspectiva teocrática, ello, además de una simplificación científica, entendemos que es un error que ayuda poco a profundizar en la convivencia, enfatizando el “nosotros” de el “ellos”, de esta cuestión nos habló muy bien Ryszard Kapuscinski (Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades) en su libro “Encuentro con el otro” o Amin Maalouf en “Identidades asesinas”.
Creemos que una concepción de cultura, respetuosa con la diversidad, con el patrimonio (material e inmaterial) y, por tanto, favorecedora de convivencia, debe contemplar y respetar los numerosos y diversos componentes que integran lo que una persona quiera ser, la cultura se refiere a la manera de ser de una determinada comunidad humana, de sus integrantes, a sus creaciones, sus valores, sus costumbres y sus comportamientos , por supuesto, también sus creencias; la cultura sería el conjunto de significados, compartidos en mayor o menor medida, que nos permiten dar sentido a los acontecimientos, a los fenómenos, a las conductas propias y de los demás, integra nuestras expectativas, intereses, motivaciones y formas de ver el mundo, que compartimos con otras personas, que construimos a través del proceso de socialización, de la relación de cada persona con el medio en el que se desarrolla. La cultura es un todo integrado en el que cada uno de sus elementos se explica en relación a los restantes; algunos son fácilmente detectables y observables, otros más abstractos y difíciles de observar, entre los primeros estarían la gastronomía, el folclore, la música, el arte, la literatura o la vestimenta, los segundos son más profundos, están en la parte oculta del iceberg, condicionando nuestra manera de ser y de comportarnos (percepciones, visiones, actitudes, comportamientos, relaciones, experiencias, creencias, sentimientos...). De ello podemos deducir que una cultura no es algo homogéneo ni monolítico, sino heterogéneo y dinámico, abierto a cambios que corresponde a cada una de las personas gestionar. Son muchos los trabajos, desde distintas perspectivas, que nos hablan de ello (J. Besalú, G. Malgesini, J. Lluch, T. Aguado, M. Azurmendi o A. Cortina). En nuestra ciudad, durante una serie de años, desde el Instituto de Estudios Ceutíes, se desarrollaron congresos, y otras actividades, que ilustraron muy bien sobre estas cuestiones.
Del análisis de nuestras sociedades, y la ceutí no debemos considerarla una excepción, podemos concluir que las personas somos diferentes y que las diferencias constituyen la realidad y debemos considerarlas como algo que nos enriquece, que nos hace mejores, que nos acerca o aleja a unas de otras, sin que ello implique enfrentamiento. Los seres humanos somos diversos y plurales a partir de distintos factores y variables, junto a categorías tradicionalmente asumidas de diversidad cultural (etnia, lengua o religión), se hace cada vez más necesario tomar en consideración otros factores, tales como la edad (jóvenes, adultos o ancianos), el género (hombre-mujer-homosexualidad-heterosexualidad), el hábitat (centro ciudad-barrio), las formas de ocio, las discapacidades o las profesiones, y todo ello cada vez más influenciado por las tecnologías de la información y de la comunicación, la “cultura de las pantallas”, la globalización (en gran medida cultural) o los flujos migratorios.
Como hemos señalado más arriba, la religión tiene una influencia casi determinante en la clasificación cultural en nuestra ciudad, oscureciendo otros muchos aspectos; reiteramos que la importancia de las creencias en la configuración cultural de una persona sólo corresponde a ella misma, nunca a una especie de imposición exterior y colectiva; desde estas líneas defendemos que una buena manera de respetar la libertad religiosa de cada persona es dejando que ésta la viva en la intimidad, al margen de protagonismos político-institucionales; nuestros representantes, en cuanto tales, independientemente de sus creencias personales, deberían quedarse al margen de participar en celebraciones religiosas; en esa reforma pendiente de la Constitución de 1.978 se debería avanzar desde un estado aconfesional, que muchas veces no apreciamos a nuestro alrededor, hacia un estado laico, en el que la separación entre las distintas religiones y el estado, sea una realidad.
Una cuestión importante y aquí interviene la acción político-institucional, es que cada persona tenga la capacidad y las condiciones para vivir su diversidad cultural, también su religión, desde el respeto al diferente y desde el derecho a sus diferencias. Avanzar en la convivencia es trabajar, desde las distintas instituciones, fundamentalmente, en nuestro caso, desde la Ciudad Autónoma en colaboración con la administración general del estado, para que toda persona pueda desarrollar su proyecto de vida en las mejores condiciones socio-económicas y culturales posibles, priorizando programas y proyectos que reduzcan las tasas de paro, especialmente el juvenil, el absentismo escolar, el abandono escolar temprano, el fracaso educativo; es trabajar con colectivos en riesgo de exclusión social, es fomentar una educación intercultural que, arrancando desde la familia y la escuela, se irradie al entorno, que elimine prejuicios, tópicos y estereotipos, antesala de actitudes discriminatorias cuando no xenófobas. Es necesario priorizar la inversión en barriadas (frente a las macro obras del centro) en infraestructuras y profesionales (por ejemplo educadores sociales) que las dinamicen, y abran posibilidades de futuro, especialmente a una amplia juventud que tenemos en nuestra ciudad que pasa muchas horas al día apoyados en las esquinas, con un horizonte vital incierto. Es fundamental descentralizar la cultura, llevarla a los barrios, a través de la apertura de centros cívicos y de distintas actividades.
Avanzar en convivencia es desterrar del discurso político actitudes que fomenten el enfrentamiento, el repliegue identitario, los recelos, atrincherarse en planteamientos cerrados, excluyentes, el “nosotros” frente al “ellos”, considerar las diferencias como potenciales amenazas, huir de quienes pretenden imponer lo que debe ser sentirse ceutí y, por extensión, español, de quienes pretenden adueñarse de unas señas de identidad que debemos ir construyendo entre todas las personas que habitamos la ciudad y que cambia con el paso del tiempo; es, en definitiva, adoptar el diálogo, el respeto, la participación, la integración, el consenso y el acuerdo como camino y meta, sin cordones sanitarios ni líneas rojas, con los únicos límites de lo establecido en nuestro estado de derecho.
Una sociedad bien vertebrada social, económica, política y culturalmente, es una sociedad que convive, no coexiste, que aprecia, valora y respeta la diversidad como un patrimonio a preservar. Esperemos que las personas que salgan elegidas el 26 de mayo, nuestros representantes, estén a la altura de lo que la ciudad necesita.

Ramón Galindo, es profesor de la Universidad de Granada en Ceuta y miembro del Instituto de Estudios Ceutíes

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Entre la Historia y la Memoria https://elfarodeceuta.es/entre-historia-memoria-javier-cercas-ceuta/ Mon, 29 Apr 2019 05:00:35 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=395743 Parafraseando a distintos historiadores (Julio Aróstegui, Julián Casanova, Enrique Moradiellos, Santos Juliá, Juan S. Pérez Garzón o Francisco Espinosa), podemos decir que estamos en el “tiempo de la memoria, en una cultura de la memoria, en un boom de la memoria o bajo el imperio de la memoria”. En paralelo a ello, asistimos a un […]

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Parafraseando a distintos historiadores (Julio Aróstegui, Julián Casanova, Enrique Moradiellos, Santos Juliá, Juan S. Pérez Garzón o Francisco Espinosa), podemos decir que estamos en el “tiempo de la memoria, en una cultura de la memoria, en un boom de la memoria o bajo el imperio de la memoria”.

En paralelo a ello, asistimos a un auge de la divulgación de la Historia, son varias las revistas, numerosas las novelas, los ensayos, las películas, las series, los documentales o los canales temáticos que ponen su atención en tiempos pasados, especialmente recientes; a nivel institucional también se aprecia una atención especial por la recuperación del patrimonio histórico, entendido más allá de una perspectiva monumentalista, resaltando conmemoraciones históricas, a través de homenajes, nombres de plazas, calles o placas recordando a tal o cual personaje, lugar o hecho histórico. No es un fenómeno nuevo, siempre ha habido un interés hacia el pasado, pero nunca, como en las últimas décadas, éste ha irrumpido en el debate socio-cultural, mediático y político-ideológico.

Este interés por el pasado cobra especial relevancia cuando lo aplicamos a tiempos próximos, que forman parte de lo que en la historiografía actual se denomina “Historia reciente”, “Historia vivida” o “Historia del presente” . En el caso español el interés se centra en la Guerra Civil y sus antecedentes –Segunda República-, la Dictadura franquista y la Transición política a la democracia. La preocupación por la recuperación de la memoria histórica trasciende fronteras, está muy presente en países de nuestro entorno geo-político y cultural, así, se pueden citar los casos de Francia (colaboracionismo con la ocupación nazi o colonialismo y descolonización), Alemania (Nazismo y Holocausto judío) y Argentina o Chile (dictaduras militares), entre otros.

Este interés memorialista pretende rescatar y fortalecer identidades, reparaciones de víctimas, una especie de justicia sobre el pasado, el rescate del olvido y la recuperación del papel de personajes y colectivos, de biografías marginadas; el profesor Amalio Blanco lo definió bien “... hay que recordar alejado de la venganza y sin convocar el rencor ni el resentimiento inútil. El recuerdo se convierte así en un deber moral”; el gran hispanista Paul Preston señala es necesario desarrollar “una política de la memoria para no repetir el pasado”. Es interesante, también, tomar en consideración la presencia que la memoria está teniendo en el paisaje, en el patrimonio de nuestros pueblos y ciudades; qué hechos y personajes de ese pasado reciente se han ido incorporando, de qué modo lo han hecho, qué papel tienen en todo ello distintas instituciones (Ayuntamientos, Diputaciones o Comunidades-Ciudades Autónomas), en definitiva, el poder político, pues el Estado desempeña un papel fundamental en la configuración de una memoria sobre el pasado, en la construcción de una identidad nacional ; también qué protagonismo tienen en ello asociaciones o colectivos ciudadanos; quién decide qué lugares, por qué y cómo deben ser preservados para la memoria; distintos autores hablan de “lugares de la memoria” o de “marcas en el espacio”.

Por otra parte, la memoria, en su dimensión histórica reciente, se ha ido convirtiendo en objeto de conflicto cultural, ético y político, más allá de su tratamiento historiográfico. Asistimos a un permanente debate en torno a ella, en especial acerca del pasado reciente y más concretamente en relación con la Segunda República, la Guerra Civil y la represión de la dictadura franquista.

En este artículo queremos centrarnos en las aportaciones que, desde la literatura, se ha hecho en lo que venimos denominando recuperación de la memoria histórica. Aprovechamos, para ello, la ocasión que nos brinda la presencia en nuestra ciudad de Javier Cercas, invitado por la Biblioteca Pública del Estado “Adolfo Suárez” en una de las muchas e interesantes actividades culturales que viene desarrollando, ésta, en concreto, asociada a la celebración, el pasado 23 de abril, del Día del Libro.

En el extenso, rico, diverso y complejo panorama literario español de las últimas décadas, hay un “genero” (“o sub-género”), dentro de la narrativa, que podemos denominar como “memoria histórica”, esto es, todas las novelas que tienen como eje central de la trama nuestra historia reciente ; Javier Cercas ocupa, sin lugar a dudas, un lugar muy destacado en la misma, junto a otros importantes representantes, como Almudena Grandes, Rafael Chirbes, Ignacio Martínez de Pisón, Jesús Ferrero, Dulce Chacón, Alberto Méndez, Ángeles Caso, Juan Iturralde, Joaquín Leguina, Jorge Semprún, o Manuel Rivas; Ceuta, el norte de África y el Campo de Gibraltar han sido escenarios de algunas de ellas, así, podemos citar obras de Carlos Fonseca, Rosario Pérez Villanueva, María Dueñas o Javier Reverte. Si nos remontamos a décadas anteriores, coincidiendo con el franquismo o los primeros años de democracia, podríamos citar a Ana María Matute, Arturo Barea, Ángel María de Lera, Camilo José Cela, Agustín de Foxá, Carlos Rojas, Jesús Torbado, Ignacio Agustí, José Mª Gironella o Josep Plá.

Centrándonos en nuestro invitado de hoy, Javier Cercas, debemos remontarnos a la publicación, en 2001, de Soldados de Salamina, su primera incursión literaria en lo que venimos llamando literatura sobre memoria histórica, a partir de ella, distintas han sido las obras de este autor que podríamos integrar en la misma categoría: Anatomía de un instante, El impostor, Las leyes de la frontera o El monarca de las sombras. Esta literatura recorre nuestra historia reciente, desde la Guerra Civil hasta la Transición, pasando por el largo franquismo.

Sin menosprecio de otras obras, queremos comentar dos de ellas: Soldados de Salamina y Anatomía de un instante. En relación con la primera, muchas cuestiones podrían plantearse, centrada en los últimos momentos de la Guerra Civil y en un personaje histórico, Rafael Sánchez Mazas, destacado falangista y escritor, padre de uno de los representantes de la generación literaria de los cincuenta, Rafael Sánchez Ferlosio, autor de El Jarama; el proceso seguido en la construcción de la novela constituye, en sí mismo, un elemento a destacar, apreciándose muy bien, un cierto carácter periodístico de la obra, el autor nos va desgranando el proceso de escritura y las fuentes utilizadas, personas anónimas que protagonizan la Historia; querría destacar, también, cómo la dramática guerra civil, que siguió, entonces sí, a un sangriento golpe de estado, término sobre el que se está trivializando y utilizando con gran ligereza en relación con la actualidad político-judicial de nuestro país, vino a romper familias y amistades; en la novela se hace alusión a las buenas relaciones personales y profesionales que tuvo el protagonista, destacado falangista, como hemos señalado, con Julián Zugazagoitia y con Indalecio Prieto, importantes dirigentes socialistas, que ocuparon importantes responsabilidades políticas durante la Segunda República y la Guerra Civil, el primero fusilado al final de ésta, y el segundo, exiliado, como otros muchos miles de españoles, tras la misma.

La segunda obra, Anatomía de un instante, podemos considerarla como uno de los mejores libros que se han escrito sobre el golpe de estado (aquí también entendemos que está utilizado el término con rigor histórico-político), afortunadamente fracasado, del 23 de febrero de 1981, sin duda, el momento más crítico de nuestra joven democracia. A mitad de camino entre el ensayo, el gran reportaje y la novela, se trata de una obra coral por la que transitan numerosos protagonistas del acontecimiento en cuestión, brillando, de forma especial, el Tte. General Manuel Gutiérrez Mellado, ejemplo de militar comprometido con la democracia.

Terminamos agradeciendo al autor su importante y rigurosa contribución a la recuperación de nuestra memoria histórica reciente, impidiendo que el paso del tiempo sepulte en el olvido acontecimientos y personajes que deben servirnos para poner en valor, día tras días, la democracia, con sus fortalezas y debilidades, de la que disfrutamos desde hace algo más de 40 años, máxime en una coyuntura política en la que, desde un cierto revisionismo histórico, se pretende normalizar posicionamientos político-ideológicos que creíamos superados.

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