Artículos escritos por Manuel Abad en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/manuel-abad/ Diario digital Sat, 10 Apr 2021 08:08:27 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por Manuel Abad en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/manuel-abad/ 32 32 Ochenta años y uno más https://elfarodeceuta.es/ochenta-anos-uno-mas/ Sat, 10 Apr 2021 02:30:13 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=613758 En estos días pasados he cumplido ochenta años y uno más... Nunca imaginé que llegaría a tantos. A trancas y barrancas, jugué las correspondientes prórrogas y ahora estoy, como en fútbol, en las tandas de penalties. Por tanto, ya tengo asumido que más pronto que tarde, la señora de siempre (por estas tierras también la llaman […]

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En estos días pasados he cumplido ochenta años y uno más... Nunca imaginé que llegaría a tantos. A trancas y barrancas, jugué las correspondientes prórrogas y ahora estoy, como en fútbol, en las tandas de penalties. Por tanto, ya tengo asumido que más pronto que tarde, la señora de siempre (por estas tierras también la llaman Hisha Jandisha), conseguirá vencerme. Bueno, tampoco es para lamentarse, cuando tanta gente está sometida a los zarpazos de ese enemigo invisible, cabrón vigilante de nuestras imprudencias, las que nos hacen creer que los que se mueren son los otros. Y lo peor es, como ha escrito el neurólogo Marcos Altable, difícil será liberarnos del “bicho”, a pesar de las vacunas, pues aún con éstas no es extraño que acabemos arrastrando secuelas de todo tipo, de lo que se deduce que hay pandemia para rato.
Con estos ochenta, he vuelto a recordar aquello que se me ocurrió escribir en el margen de “Prepararse para bien morir”: “Llegó la hora de cerrar los libros; de abrir las ventanas y desplegar las alas”. La vida se queda corta. Es mi chantra favorito. Las celebraciones, pues, las tendré que dejar para más adelante. No es el momento adecuado para soplar velitas o romper piñatas. Me parece que optaré por explicarle a mi nieta Marina algo acerca de su próximo examen de Literatura. Mi penúltima lección presencial... Se trata del Modernismo: Juan Ramón, Valle, Los Machado, etc. Y el gran Darío, que fue, desde París, quien se propuso educar a los poetas españoles a vivir enun exquisito cosmopolitismo.- En la vida y en las artes. Su alumno más aventajado fue Manuel Machado, el hermano mayor de Antonio. El bueno de Antonio, con el que toda España, ha dicho mi amigo Rogelio Reyes, tiene una gran deuda de gratitud.

Manuel y Antonio Machado fueron como dos hermanos siameses. Juntos, hasta en las correrías de juventud

Manuel y Antonio Machado fueron como dos hermanos siameses. Juntos, hasta en las correrías de juventud. Por burdeles y los antros bohemios del Madrid de finales del XIX, en los que se reunían los quejumbrosos por la pérdida de las colonias americanas y preparándose para recibir los inmediatos desastres africanos: Antonio se retiró pronto de estos caminos de perdición, así gusta calificarlos los sátrapas del catolicismo español. Manuel, sin embargo, continuó haciendo gala de su donjuanismo y pecador continuo. Mas fue la guerra civil, la maldita guerra del 36, la que los separó. Antonio acabó muriendo, engrosando la lista de exiliados, en un pueblecito cerca de la frontera entre Francia y España.
A Manuel le obligaron a quedarse en Burgos (tenía él y su mujer los billetes para regresar a Madrid, el mismo 18 de julio). La ciudad estaba tomada por los militares sublevados. A partir de ese momento, tuvo que apechugar el resto de su existencia con la etiqueta de franquista, incluso de traidor a la República, viéndose obligado por miedo, a escribir versos laudatorios a los generales rebeldes, en especial los que le dedicó a uno de ellos, bajito, de voz atiplada y regordete, más conocido a por sus compañeros de promoción como “Paquita, la culona”. A Manuel Machado no le hizo ningún bien aquella “Oda” a Franco; “De tu soberbia campaña, caudillo noble y valiente, ha resurgido esplendente una grande y libre España”. Fue la razón fundamental para que otros poetas, que anteriormente lo habían ensalzaron, lo denigraran. De injusticia calificó esta actitud el mismo Borges, que no dudó jamás en considerarlo como un lírico excepcional.

Cuando el Modernismo desaparece, también lo hizo la consideración de una estética que hacía de la belleza un “Ars vivendi”

Cuando el Modernismo desaparece, también lo hizo la consideración de una estética wur hacía de la belleza un “Ars vivendi”. Con él, acaba de igual manera, las formas epigonales románticas “¿Quién que es, no es romántico?”, había exclamado Rubén Darío, como una fatídica lamentación. Después, no se retrasó el estallido de la Guerra del 14 y el mundo cambió de rumbo. Hasta hubo otra pandemia, la “la gripe española” que, como lo que hoy padecemos, diezmó a millones de seres. Estarán conmigo pues, que celebrar estos ochenta y uno, no es lo más acertado. La Magdalena, evidentemente, no está para tafetanes.

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¡Ay, de aquel veinte de noviembre! https://elfarodeceuta.es/aquel-veinte-noviembre/ Sun, 29 Nov 2020 03:00:36 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=575536 Una vecina del barrio la Feria, en Sevilla, exclamó al conocer la noticia: “¡vaya guasona que era la tía!”. Lo dijo con sorna. Había muerto la duquesa de Alba. Era el 20 de noviembre de 2014. Un día señaladito desde 1975. Cayetana ya había cumplido ocheta y ocho años. Siempre decía querer llegar a centenaria. Hoy, pues, tendría noventa y […]

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Una vecina del barrio la Feria, en Sevilla, exclamó al conocer la noticia: “¡vaya guasona que era la tía!”. Lo dijo con sorna. Había muerto la duquesa de Alba. Era el 20 de noviembre de 2014. Un día señaladito desde 1975. Cayetana ya había cumplido ocheta y ocho años. Siempre decía querer llegar a centenaria. Hoy, pues, tendría noventa y cuatro. Un ictus, tras la muerte de Jesús Aguirre, el segundo marido, la había puesto en el camino de su decadencia. Le dañó el habla y caminaba con dificultad. Una neumonía la que la llevó a la tumba.Hoy la hubieran incluido entre las finadas por la COVID-19.
Jesús Aguirre fue cura progre (próximo al PSOE), que colgó la sotana, como lo hicieron otros muchos por aquella época. Fue una pandemia, en cierto sentido. El virus también se dio en Ceuta. Omito nombres, pero algunas beatillas, aquella decisión del que las confesaba, les creó problemas sicológicos y hasta se sintieron viudas a lo divino.
Jesús Aguirre escandalizaba a la pacata sociedad madrileña, lanzando una serie de ‘boutades’, como “la de hacer el amor a Cayetana, dos o tres veces diarias”. Él empleaba un verbo que hacia enrojecer. El que fue “cura progre” se divertía de esta manera. Manuel Vicent lo llamó ‘abate’, como los confidentes de las aristócratas, en el siglo XVIII. El periodista lo definiría, de igual modo, “hombre raro”, y que cada cual escoja en la polisemia del adjetivo “raro”, la que más le convenga. Acertará.
De lo que no hay duda es que el Duque consorte de formación germánica, entró en su nueva familia, poniendo orden en el inmenso patrimonio de los Alba. Y lo justificaba porque se consideraba un “primus inter pares”. Eso le llevaría a la animadversión de los hijos de Cayetana. Quizás hasta les molestara a éstos el boato del que se hacía acompañar su padrastro. Por ejemplo, llevar bordado el escudo ducal en camisas, pijamas, ropa interior, y hasta en las zapatillas aterciopeladas para andar por casa. Perdón, por palacios. No obstante, los hijastros reconocen que en cuestión de dineros, casi fue un mendigo, pues solo contaba con lo poco que la duquesa le daba todos los sábados para que se comprase cigarrillos. Ya lo advertía el Duque de Huéscar, el primogénito: “nos hemos visto obligados a vender cosas, porque hay muchos cuadros, muchos palacios, pero ninguna liquidez”.
Así como los nostálgicos del franquismo acostumbraban cada veinte de noviembre a peregrinar a la Plaza de Oriente, también los fans de Cayetana lo hacen, yéndose a la Iglesia donde está ubicada la Hermandad de los Gitanos, pues allí reposan las cenizas de quien fue su mecenas. Algunos aprovechan las cercanías y se agrupan ante las cancelas del Palacio de Dueñas. Se rumorea que, incluso algunos han creído ver , al fondo de los jardines, a la Duquesa o a su espectro (ella que ya lo era cuando estaba viva), saludando a los mirones y hasta marcándose pasos de flamenco. Ojalá que la noticia no la difundan los medios y empiece a considerarse el lugar como uno más en ese itinerario macabro, la “Rutade las Setas”, donde se hallan las más afamadas momias beatificadas, como Sor Ángela de la Cruz, o María de Padilla, que tantos beneficios económicos dejaron a sus conventos, afamados por esos dulces que salen de sus obradores. Es la Sevilla de los fenómenos paranomarles y psicofonías extendidos ahora a otros edificios, como la Iglesia de la Asunción (vecina de la actual Escuela de Bellas Artes y antes, universidad Hispalense), en cuya cripta están enterrados Bécquer, Fernán Caballero, etc. Como se ve, hay muertos para dar y repartir. Aquí, en Ceuta, no hay monjitas que se dediquen a amasar la harina para hacer rosquillas (ellas no se asustan de los fantasmas), pero sí los vigilantes que son los que aseguran oir gritos, lamentaciones de niños, como si estuvieran emparedados en los muros, y que son culpables de que estos vigilantes pidan traslados a las empresas que los contratan.

Por suerte o desgracia, en nuestra Ceuta no se dan estos misterios. Conventos, como tales, dejaron de existir

Por suerte o desgracia, en  Ceuta no se dan estos misterios. Conventos, como tales, dejaron de existir. Las monjas optaron por los teoremas de Pitágoras en lugar de los postres celestiales. Rosquitas de canela y ectoplasmas de algunas santascaballas, podrían hasta traernos beneficios, ahora que a Ceuta le están cantando los oficios de tinieblas. La bancarrota, evidentemente, no la trajo el virus.
Ya va para años que no visitó Dueñas. Creo que desde que las sobrinas de Machado me contaron, que en una ocasión, su tío Antonio quiso pasear por aquellos jardines, los que fueron testigos de su niñez, y el guarda de turno le impidió la entrada, a pesar de darse a conocer y contarle que allí nació. Y es que estos cancerberos, ahora y siempre, son “malajes” por naturaleza. A Machado aquello le llegó al alma, sobre todo porque en ese momento, el poeta quería recuperar el tiempo pasado. Iba a la búsqueda de su paraíso perdido; búsqueda de la que surgen varios poemas, entre ellos, su famoso retrato: “Mis recuerdos son de un patio de Sevilla...”

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Antonio San Martín. El arte de comunicarnos su universo abstracto https://elfarodeceuta.es/antonio-san-martin-arte-comunicarnos-universo-abstracto/ Sun, 22 Nov 2020 02:59:42 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=573476 San Martín ha colgado en las paredes de la pinacoteca municipal del Revellín, sus últimos trabajos. Con ellos, ocupa parte de los espacios que, en época pretoriana, cumplió las funciones de pabellón castrense.  Menos mal que el caserón se salvó de la piqueta homicida, tan usada en este pueblo y que, en muchas ocasiones, nos […]

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San Martín ha colgado en las paredes de la pinacoteca municipal del Revellín, sus últimos trabajos. Con ellos, ocupa parte de los espacios que, en época pretoriana, cumplió las funciones de pabellón castrense.  Menos mal que el caserón se salvó de la piqueta homicida, tan usada en este pueblo y que, en muchas ocasiones, nos dejó huérfanos de patrimonio ceutí; el mismo cuya ausencia se ha querido suplir con una estatuaria algo caduca, o reemplazando lo perdido con falsas imitaciones, las que se etiquetan como horripilantes “pastiches”, que solo pueden ensimismar a gente con una dudosa sensibilidad. Lo contrario de lo que ocurría en otros momentos y que llenaba de orgullo a los paisanos. Fue cuando Ceuta se pavoneaba de ser pueblo, pero auténtico; y no aprendiz de urbe veraniega, de las que no provocan ninguna vibración estética.


La exposición de San Martín tiene sus días contados. La clausura está próxima. Es obligatorio visitarla. No ha sido el momento idóneo para disfrutarla. también el maldito virus la castigó. Pero, como decía, aún podemos recrearnos con los hermosos acrílicos, tan constantes en la producción del artista. Pienso que, con ellos, el espectador se sentirá inmerso en un estallido de color, en una apoteosis cromática, logrando evadirnos a la manera romántica, y alejarnos de los múltiples fantasmas que nos acechan. El arte en cualquiera de los dominios que se manifiesta, además de cumplir su función catártica, en ciertos momentos puede servir de antídoto y calmar los conflictos que nos asaltan.

Aún podemos recrearnos con los hermosos acrílicos, tan constantes en la producción del artista

La pintura de Antonio San Martín (y no me caso de reiterarlo), siempre testimonia el fenecimiento de algo que ya conocíamos, y anuncia otros rumbos, aunque sin desechar nada de lo que le ha precedido. En San Martín, cada una de sus exposiciones lo viejo y lo nuevo es un todo, pero jamás irrumpiendo bruscamente lo que calificaríamos de creacionismo novedoso. Es, como apuntaba, todo un reciclaje de cosas ya probadas aunque surjan con otros sesgos que nos parecen, porque lo son, innovadores. En esto radica la clave de su estética y las raíces de su pintura. Ambos presupuestos explican las abstracciones que nos oferta y en las que hallamos la representación de la multiplicidad de su mundo existencial. Y es a la manera en que nos lo comunica, cuando el pintor vuelve a darnos, como tantas veces, toda una lección de pedagogía artística. En San Martín no hay que buscar sumisión a lo propio y a lo ajeno. Impera la ruptura de todo creador aunque revistiéndola de una hermosura difícil de lograr en otros. A uno de mis maestros en Estética le oí decir que cuanto de más belleza nos rodeemos, más evolucionaremos. Mi amigo Antonio lo viene demostrando en cada ocasión como en esta muestra tan hermosa.

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Otro ceutí injustamente olvidado: Ángel Ruiz Lillo https://elfarodeceuta.es/ceuti-injustamente-olvidado-angel-ruiz-lillo/ Sun, 25 Oct 2020 02:59:56 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=565237 El pasado julio, Ángel R. lillo, de haber vivido, tendría noventa años; y en los primeros días de septiembre, los treinta y uno de su muerte. Ocurrió en Minneápolis (Minnesota), a donde llegó por primera vez en 1957, ciudad que convirtió en epicentro de su actividad docente y creativa. Allí enseñó en diferentes colleges; trabajó […]

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El pasado julio, Ángel R. lillo, de haber vivido, tendría noventa años; y en los primeros días de septiembre, los treinta y uno de su muerte. Ocurrió en Minneápolis (Minnesota), a donde llegó por primera vez en 1957, ciudad que convirtió en epicentro de su actividad docente y creativa. Allí enseñó en diferentes colleges; trabajó para varias galerías de arte e incluso fundó la empresa Ángel Lillo Creations, por la cual canalizaron los numerosos encargos que le venían de instituciones políticas, religiosas y de particulares. Con posterioridad, acercándose el desenlace de su enfermedad, dejó escrito en el testamento que, a través del “Fondo Becario de la Amistad, Ángel Ruiz Lillo”, se fomentara el intercambio de estudiantes españoles y americanos. Y en medio de esta vida, realmente breve en el tiempo y rica en experiencia, señalaremos las venidas a Ceuta, tierra de la que sentía orgulloso por haber nacido en ella, aunque la Ceuta ingrata, le devolvió ese cariño con denuestos que nada tenían que ver con su arte.
A Ceuta, tal como escribió Germán Borrachero en un Cuadernos del Rebellín (n 4), Ángel solía llegar siempre con una carpeta conteniendo dibujos, acuarelas, proyectos, etc. mucho de todo esto le ilusionaba exponerlo para que lo conocieran sus paisanos. En ocasiones, pudo colgarlos; en otras, las dificultades(por no decir prohibiciones) se lo impidieron. Los obstáculos procedían de esa “élite intelectual caballa”; la misma que, cuando aludían a Lillo, lo tildaban de ateo y comunista.
La ignorancia ceutí volvió a darle la espalda, como sucedería con Elena Alvarez Laverón, sin percibir que ambos artistas fueron los que trajeron a este pueblo, la auténtica modernidad en el campo de lo escultórico. ¡Qué lástima que, entonces y ahora, los ignorantes sigan imponiendo sus desvío estéticos gente tan insensible, esa que lleva años pidiendo que el “pastiche” o el “gigantismo” impere en el exorno urbano, fórmulas horrendas que hacen, además de afear a las ciudades, convertirlas en almacenes de chatarrería.
Lillo fue hijo de un maestro que antes de residir en Ceuta, fue alcalde de Medina Sidonia, uno de los pueblos blancos de la provincia de Cádiz, pero ‘rojizo’ por dentro. De los castigados. También la familia de Ángel padeció la dureza del franquismo y como tantas otras, por ella no pasaron de largo el miedo y las penurias que vivieron muchos españoles. Sin duda fue esto lo que marcase la identidad de Lillo, desde su juventud, y hasta le ayudara a entender el arte como un compromiso, actitud a la que jamás renunció.
Conocí a Ángel Lillo cuando vivíamos en la calle Duarte y Lillo visitaba con frecuencia a mi vecino, Manuel Téllez, un pintor con más voluntad que maestría. Desde mi ventana que daba a un patio, los veía y oía como hablaban de arte y discutían sobre los lienzos que le mostraba Téllez, docenas de óleos con una temática propia de aficionado: naturalezas muertas y marinas con viejos galeones que se debatían en mantenerse a flote en oleaje enfurecido. Uno de estas la tuvimos en casa durante mucho tiempo. De Lillo recuerdo como contaba sus vivencias como alumno en las Escuelas de Bellas Artes, de Sevilla y Madrid. Ángel criticaba el academicismo trasnochado que se respiraba en ellas, y con un profesorado que sólo veía en la madera, futuras figuras para la Semana Santa; y en los mármoles, no imaginaban más que túmulos mortuorios, como los que salían del cincel de Pérez Comendador. Mas, un día, aquellas tertulias, se acabaron. Téllez, el artista que se apoyaba en dos muletas por una enfermedad que dejó paralítico, se fue a Valencia. Y Lillo ya estaba preparándose para pisar tierras americanas.

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1986. Carta de Lillo a Pepe Abad. Mi mayor deseo profesional es que la escultura “La Dama de Ceuta” fuera expuesta permanentemente en la Sala de la Pinacoteca, encajaría bien el el Centro de la Sala u otro lugar de la misma, en pedestal bajo, que con gusto diseñaría.

"Sabemos que Lillo insinúa con frecuencia en algo que se convirtió en una obsesión: su obra debería estar en Ceuta, mas el sueño no se hizo realidad"

Sabemos que Lillo reiteraba una y otra vez en algo que se convirtió en una obsesión: su obra debería estar en Ceuta, mas el sueño no se hizo realidad: quienes hubieran ayudado en esto pareció no interesarle nunca. Todo lo que proponía debió caer en la talega del olvido, como un proyecto que elaboró en su taller en Minneápolis. Lo titulaba Homenaje al soldado español. El diseño consistía en un monumento a modo de plaza, en concordancia con las expectativas que, en su momento, despertaba la futura urbanización de los cuarteles de la calle Padilla; la que más tarde se vio como un negocio inmobiliario que encandiló a muchos, la famosa ‘manzana’ en la que Álvaro Siza construyó la ‘Gran mezquita Aljama’, utilizado también como Auditorio.
El proyecto se remitió al Ayuntamiento, para que los ediles lo debatieran, pero en la Casa Grande, el silencio habitual. El mismo artista confesaría a un periodista de El Faro, que jamás tuvo contestación ni a esa propuesta, ni a otras. Incluía el poder negociar con la Universidad donde se decía que estaba, traer hasta Ceuta, “la Dama de Ceuta” -¡qué buena ilustración para cualquier libro de Pérez Rivera!- o un vaciado. Juan Díaz Fernández comentó que ni siquiera lo intentaron. Fue una espina clavada en su corazón. Y con esa pena, murió.
El desinterés de antaño por Ángel Ruiz Lillo persiste. Se mantienen el perseverar con el olvido injusto de un artista que. como dijo él mismo en “la Voz de Ceuta”, “Esta es una tierra magnífica. Lo único que le censuro es su desidia; y el no volcarse en mostrar tanta belleza como encierra”. Somos así, y así nos va.
El Instituto de Estudios Ceutíes bien debiera despertar de su sueño de ‘Bella Durmiente’ y reivindicar lo que vale la pena. Lillo merecería, al menos, una placa donde nació.

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Guiomar: misteriosa y rara https://elfarodeceuta.es/guiomar-misteriosa-rara/ Sun, 26 Jul 2020 02:00:12 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=540415 Se dice que Antonio Machado sólo tuvo un único amor, su madre, doña Ana; y como prolongación de ella, Leonor, su esposa; aquella jovencita de Soria que murió de tuberculosis cuando tenía diecisiete años y llevaba solo tres de casada. Aunque es lógico pensar que en el poeta también debieron existir más mujeres, sobre todo […]

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Se dice que Antonio Machado sólo tuvo un único amor, su madre, doña Ana; y como prolongación de ella, Leonor, su esposa; aquella jovencita de Soria que murió de tuberculosis cuando tenía diecisiete años y llevaba solo tres de casada. Aunque es lógico pensar que en el poeta también debieron existir más mujeres, sobre todo Guiomar, otro gran amor a quien le dedicó los poemas más sensuales. “... junto a la fuente [quisiera] besar tus labios y apretar tus senos!”.

Guiomar aparece tardíamente en el escritor sevillano. Pero, ¿quién fue la misteriosa mujer que irrumpe en su vida, cuando se trasladó de Baeza a Segovia, llevándolo a un comportamiento de joven enamorado (tenía, entonces, cincuenta años), un tanto alocado, más propio de adolescente?. Difícil resultó identificar esta dama. No así los escenarios de algunos versos, pese a lo críptico, y que se corresponden con los lugares donde tuvieron lugar los encuentros prohibidos de los dos amantes.

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Es cierto que Guiomar llegó a convertirse en un enigma en la biografía machadiana, dando lugar a especulaciones de todo tipo, desde ser considerada como una mera invención del escritor (recordemos que así lo estimó Joaquín Machado, el hermano de Antonio); hasta barajarse una serie de nombres, quedando fundamentalmente reducidos a dos, a partir de 1950, cuando Concha Espina, la novelista, publica “De Antonio Machado a su grande y secreto amor”, convirtiéndose en una de las posibles mujeres del inquietante seudónimo -¿Por qué eligió Machado ese falso nombre que nos lleva al catálogo de las heroínas de nuestro Romancero? ¿Por qué tanto misterio y esconder con veladuras neorrománticas una gran pasión? ¿Lo pudo impedir el que estuviese casada, obstáculo del que habló el poeta?

A partir de estas preguntas y apoyándose en una escrupulosa investigación documental, respondió con su libro “Los últimos caminos de Antonio Machado” el hispanista Gibson, donde se arriesga a ponerle rostro a la musa que para él no es otra que Pilar de Valderrama, perteneciente a una familia acomodada de Madrid (poseían tierras en el pueblo cordobés de Montilla) y de la que se ha dicho que tenía un físico muy agradable, una palabrería que la llenaba de gracia, pese a lo cual, su introversión hizo que la tildaran de “rara”. Pilar estuvo casada desde los veinte años, con un ingeniero, también madrileño, Rafael Martínez Romarate, pese a que su auténtica vocación fue el campo de la escenografía y luminotecnia teatrales, llegando a convertirse en director del Teatro María Guerrero. Tuvieron tres hijos.

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Pilar de Valderrama, poeta y dramaturga, era una mujer asidua participante de tertulias culturales y reuniones, llamémosle, feministas, donde acudían entre otras, María Maeztu, la propia Concha Espina y la compañera de Juan Ramón Jiménez, Zenobia de Camprubí. Algunas del grupo defendían ideologías conservadoras en lo político, asó como no disimulaban una extremada beatería en lo religioso. Entre ellas, Pilar. Mas que el futuro de felicidad con el que soñó siempre Pilar, se truncó cuando el marido le confiesa haber tenido una amante, de cuyo suicidio él se siente culpable. Es esta confidencia la que divide su vida en un antes y un después, reaccionando al conocer la infidelidad del esposo, abandonando el domicilio y marchándose a Segovia, donde buscará tranquilidad y sosiego para decidir qué hacer en adelante... Pero no fue en esta huida cuando conoció a Antonio Machado, sino en un segundo viaje a la misma ciudad, encontrandose los dos en el Hotel Comercio. Todo esto lo contaría ella en su libro Sí, soy Guiomar, publicado posteriormente, en 1981. En el volumen, que prologó Jorge Guillén, se incluyen una selección de recuerdos, algunas evocaciones y parte, solo parte, del epistolario con Machado; aquellas cartas que Pilar no quemó. En una, incluso, sabemos que el poeta le hace una oferta de incluir versos suyos en la obra La Lola de va a los puertos, pero que, al final no pudo ser por oponerse Manuel Machado, coautor del texto.

Desde ese momento de verse en Segovia, Machado quedó embelesado con la dama, iniciándose una extraña historia de amor que, para Gibson, tuvo desde sus comienzos, mucho de literatura; en concreto la de los “Cancioneros., esas colecciones repletas de princesas taciturnas y despiadadas, y trovadores sumisos.

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Antonio ansía la plenitud de la pasión, mas le resulta imposible alcanzarla de aquella mujer, atada a prejuicios sociales y a un catolicismo extremo. Será pues Guiomar la que imponga que todo debe quedar reducida a una fusión, no de cuerpos, sino de espíritus. No obstante, se dieron como en otros modelos de amores ocultos, los encuentros furtivos, los paseos bien lejos de las miradas acusadoras y hasta las obsesiones otelianas, en el sevillano, celos que le inducen a convertirse en un guardián vigilante de la casa donde habita Pilar y donde ella, conocedora del juego erótico, sólo mostrará su figura de una manera evanescente que el poeta imaginaría através de los visillos del balcón. Nuestra ‘Guiomar’ es mujer que gusta más que mostrar, insinuar. Son estas normas las que la convierten en algo parecido a la Dama san merci y al autor como su fiel vasallo. Tenía razón Gibson: estos enamorados han conseguido que sus vidas sean controladas por normas literarias, trovadorescas, tan rememoradas por los modernistas y pintores de fin de siglo XIX.

En resumen: esta es la historia sintetizada de Guiomar, cuando empezaba su madurez, (treinta y ocho años); y de una poeta casi viejo. Fueron casi ocho años de una relación que calificaríamos de ‘casta’, reducida a citas semanales en los jardines de la Moncloa, o en un café , apartado, de Cuatro Caminos, al que llamaron “rincón conventual”. Encuentros de fines de semana y dos cartas cada siete días en las que fingían vivir unos amores que, como decimos, no fueron reales, sino de forzada castidad. Las citas quedarían canceladas por la inseguridad en las calles madrileñas, en momentos peligrosos, preludio del golpe militar. Solo hubo comunicación escrita en esas misivas que, también, se acaban en marzo de 1935 (se había iniciado en 1928), cuando el marido de Pilar Valderrama, quizás disponiendo de información privilegiada, decide llevarse a toda la familia, incluida su mujer, a Estoril.

Acierta José Luis Cano cuando escribe que en estos amores nunca hubo sensación de cansancio ni de agotamiento. Solo la muerte y la guerra los separó:

Sé que habrás de llamarme,
cuando muera, para olvidarme luego...
Más allá de tus lágrimas y
de tu olvido, en tu recuerdo
me siento ir por una senda clara,
por un “Adiós, Guiomar”, enjuto y serio...

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Leonor (Morir sin haber vivido)* https://elfarodeceuta.es/leonor-morir-sin-haber-vivido/ Sun, 12 Jul 2020 02:00:21 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=536667 Leonor fue el gran amor de Antonio Machado. Una jovencita, de Soria, casi una niña, con la cual el poeta se casó, cuando ella tenía quince años y él le doblaba en edad. El escritor llegó a decir que con este matrimonio ponía fin a un erotismo insatisfecho, algo así como “morir sin haber vivido”. Lamento […]

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Leonor fue el gran amor de Antonio Machado. Una jovencita, de Soria, casi una niña, con la cual el poeta se casó, cuando ella tenía quince años y él le doblaba en edad. El escritor llegó a decir que con este matrimonio ponía fin a un erotismo insatisfecho, algo así como “morir sin haber vivido”. Lamento reiterado en sus primeros versos, (“una juventud sin amor”), bien lejos de lograr esa intriga amorosa, como fue la que compartiría con ella.
A Soria llegó Antonio en los comienzos de mayo de 1907. En la modesta pensión donde se alojó, el dueño lo recordaba como un hombre poco hablador, algo Aniñado, exquisito en modales. Eso sí, desaliñado en el vestir, pues de este modo sería habitual verlo. Lo testimonia, también, Juan Ramón Jimenez: “Iba vestido con un gabán descolorido, viejísimo, que solo conservaba uno de los botones de una fila, abrochados equivocadamente, y debajo, unos pantalones sujetos por una cuerda”.
El cierre de la pensión donde estuvo hospedado le obligó a trasladarse a otra que regentaba un sargento de la Guardia Civil, jubilado, con mujer y tres hijos: Antoñito, de pocos meses; Sinforiano, de diez años; y Leonor, de trece, que desde el principio no pasó desapercibida para el sevillano. Sin duda, de Leonor debió atraerle su alegría, los brillantes ojos oscuros y una sonrisa un tanto tímida, que enamoraba a cualquiera. Fue lo que le sucedió a Machado, aunque las malas lenguas han hablado que en él debió despertarse algo de pedofilia. Lo ciero es que la seriedad del catedrático resultó un impedimento para unas relaciones que, al fin, se vieron colmadas, satisfactoriamente, con la boda que tuvo lugar el 30 de julio de 1919, sin olvidar que para una ciudad como Soria, que no llegaba a diez mil almas y que hacían de la murmuración un modo de combatir al aburrimiento, aquel matrimonio que escandalizó al levítico pueblo, tuvo que ser el tema de múltples comidillas, incómodo para el escritor sobre todo cuando la misma noche que inician el viaje de novios en la estación un grupo de gamberretes les faltaron el respeto, con un tradicional concierto de cencerros, claros augurios para un posible cornudo.


A Soria regresó la pareja, tras visitar Barcelona, pues allí se encuentran con su hermano Manuel, coincidiendo también con los sucesos de la llamada ‘Semana tragica’. Fue algo imprevisto que les obligó a desviar la ruta hasta Fuenterrabia, donde pasan el resto del verano. Y de allí, a Madrid para concocer al resto de la familia. Todo el año 1910 permanecen Leonor y Antonio en Soria. En 1911 le concederán a él una beca de ampliación de estudios, en Francia, para asistir a un ciclo de conferencias impartidas por Bergson. Regresar a París le entusiasma al poeta.  Ahora es diferente, pues le acompaña su esposa. , Antes de partir, el escritor deja depositado en la editorial Renacimiento, el texto original de “Campos de Castilla”.
Fue como un segundo viaje de bodas. Los enamorados tienen intenciones de conocer la Bretaña, pero el 13 de julio, víspera de la fiesta nacional, ella sufre un vómito de sangre que le obliga a ser internada en un sanatorio. Los médicos aconsejan el regreso a España y Machado tiene que recurrir al poeta Rubén Darío para que le adelante el dinero y poder volver a Soria.
Una leve mejoría les hace creer el milagro de una pronta recuperación. Sucede todo lo contrario. Leonor empeora. Desde Madrid llega a Soria doña Ana, madre de Antonio, para acompañar a su hijo en las dolorosas horas que le esperan. Leonor muere el 1 de agosto de 1912. Había vivido nada más que tres años de casada. Tenía dieciocho. Dos días más tarde fue enterrada en el cemeterio del Espino. Su tumba quedaría más tarde inmortalizada en el bello poema, con estructura de carta, que Machado dedicó a su buen amigo, José María Palacio:
“Palacio, buen amigo
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de
los chopos del río y los caminos...?
Y un ruego;
“En una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino, donde está su tierra”
El desgarro de esa muerte le llevó a Antonio hasta los límites de la desesperación, como le dijo a Unamuno; incluso hasta pensó en el suicidio, confidencia que le hizo a Juan Ramón.
De Soria a la monumental Baeza. En Machado se abre una nueva etapa en su expresión lírica. El pasado soriano se trasnforma en referencia estética, como un palimpsesto, es decir, no se borra del todo: “Adiós, tierra de Soria, en la desgracia y en la melancolía de tu recuerdo...”. Leonor y las vivencias, que ambos compartieron, ya serán materia poética, pues otra mujer le vuelve a hacer sentir lo que pensó que jamás podría recuperar: la pasión. Se trataba de Guiomar, que se oculta bajo un seudónimo de reminiscencia medievales, y que ha dado pie a capitulaciones de todo tipo. Se ha escrito que fue una mera invención del propio Machado, sin que obedeciera a ninguna realidad. No obstante algunos críticos se han lanzado a darle nombre propio a esta enigmática fémina. ¿Se trataba de la novelista Concha Espina? o, como opina Gibson, es Pilar de Valderrama, también poeta y comediógrafa. Hija de un abogado de prestigio
¿Por que tanta intriga? ¿Quizá lo impusiera el que fuese una mujer casada? Pero esto será tema para otra ocasión.

(*) Del libro de M. Abad, Manuel y Antonio Machado. Dos biografías paralelas. Arguval. Málaga 2011

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Visitando el Belén de un poeta https://elfarodeceuta.es/visitando-belen-poeta/ https://elfarodeceuta.es/visitando-belen-poeta/#comments Wed, 01 Jan 2020 02:52:57 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=476225 Hace años, Almuzara editó un libro titulado Los belenes de Córdoba, conjunto de artículos, escritos por historiadores y especialistas en el tema, cuyos textos se acompañaban de ilustraciones -grabados y fotografías- que testimoniaban la singularidad de estos monumentos, con gran arraigo en Andalucía y donde se siguen exponiendo con múltiples variantes, dentro de la artesanía […]

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Hace años, Almuzara editó un libro titulado Los belenes de Córdoba, conjunto de artículos, escritos por historiadores y especialistas en el tema, cuyos textos se acompañaban de ilustraciones -grabados y fotografías- que testimoniaban la singularidad de estos monumentos, con gran arraigo en Andalucía y donde se siguen exponiendo con múltiples variantes, dentro de la artesanía popular. En muchas ocasiones, incluso hasta pueden llegar a rozar los límites estéticos como auténticas obras de arte.
Tradicionalmente, los belenes solían construirse, no sólo en iglesias y conventos, también en palacios y casas particulares. Obligado estoy a citar el de mi amigo, Antonio Garrido Aranda, otro caballa de pro, en su domicilio cerca de la Plaza de la Corredera.
Ya sabemos que con los belenes lo que se pretende es la reconstrucción del lugar donde la leyenda ubica el nacimiento de Jesús, dándose paso a la imaginación y mostrándonos toda una geografía bíblica, disparatada un tanto y diferente de aquella que fue el escenario del parto de María: cascadas y ríos de papel de plata; montañas y riscos hechos de cartones, maderas y sacos viejos; desfiladeros con pasos inaccesibles y valles y veredas donde camina un cortejo de personajes variopinto: nobles, plebeyos, magos orientales y pastores... todos a la búsqueda de un lugar inhóspito, un abrevadero que ya debieron utilizar los ‘sin techo’ de entonces, pues corrían rumores que allí, en un pesebre de las afueras de Belén, había nacido, nada menos que el Mesías, el hijo de Dios. El mismísimo Dios. Un relato que en estas fiestas se transforma en casi ingenuo teatrito infantil, de factura tosca, aunque en los llamados ‘Belenes napolitanos’ alcanzan cortas de sublime belleza. Como sean, lo que es indiscutible es verlos o participar en sus montajes, pues conllevan experiencias sentimentales inolvidables que permanecen en cada uno de nosotros, formando parte de los llamados años felices de nuestra infancia.
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Pues bien, alternando el ‘belén andaluz’ con el de cierta reminiscencia barroca, Pablo garcía Baena, el poeta del Grupo Cántico, y Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1984), solía asombrarnos cada año con lo que siempre consideró como una ‘auténtica poesía visual’. De ahí que, desde que cambiase de domicilio y se fuese a Obispo Fitero, calle muy cerca de donde vivió mi familia, su casa se convirtiera en un santuario del buen gusto, motivo de peregrinaje de gran parte de los líricos del parnaso español.
Allí los esperaba siempre el poeta, con una copita de anís Machaquito (nada más cordobés) y pastelitos de Rute o de la Despensa de Palacio. Hasta en esta invitación, la gentileza de Pablo desprendía una elegancia supina, propia de todo un cónsul de la Hispania romana. Claro que esto le exigía al visitante respetar la norma: concertar estrictamente día y hora. no era capricho de un esteta diletante, sino la condición para que el escritor crease una atmósfera propia de una colegiata, a tono con el espectáculo a ver.
Sucedió que, aproximándose la Nochebuena del 2016, la Comisión Asesora del Centro Andaluz de las letras, del que Pablo fuer director honorífico, se acordó celebrar la reunión anual en Córdoba. Por eso, al acabar el ‘almuerzo de empresa’, como lo calificó Luis García Montero, se acordó que no podíamos abandonar la ciudad sin ser espectadores de lo que García Baena tenía preparado para esa Navidad. Y hasta su casa nos dirigimos como otros pastorcillos al encuentro del Misterio. El acceso no fue inmediato. Había que esperar en el zaguán: “Está creando la atmósfera”, advirtió Ana Rossetti. En efecto, en ello estaba Pablo. Y al fin, cuando el portalón se abrió, pudimos comprobar como una niebla densa nos envolvía, ascendiendo por las escaleras camino de la azotea, toda una nube de aromas que se confundían entre sí: tomillo, espliego, romero... y el significativo incienso que pretendía imponerse a los demás, en aquel sagrario sin eucaristía. Rafael de Cózar -Fito-, puso la nota chistosa: “¿No notáis cierto halo a hachís? ¿... o es de marihuana?”. La risa dio paso al asombro. Despejada la humareda, comenzó a oirse, algo lejano, un coro monjil que entonaba villancicos “a lo divino”. Era el equipo musical de Pablo, oculto tras un biombo pintado por el poeta.Y apareció, entonces, aquel tabernáculo, envuelto en multitud de ramajes, traídos de la Sierra. Lo cubrían todo, menos lo que servía de telón de fondo; uno de los tapices, también bordado por García Baena.
Allí estaba el Belén solemne , propio de una Capilla real. Lo había ideado en esta ocasión como una estructura escalonada, con plataformas a distintas alturas. Escena y objetos se esparcían por todas partes. Aquello se ajustaba, evidentemente, a un guión. No había improvisación. Volvía Pablo a servirse de lo que en él era una constante: los textos bíblicos y los cancioneros medievales, la misma inspiración que para sus hermosos reposteros.
En el centro de la escena, María Coronada, a la manera de una Dolorosa, sosteniendo entre sus brazos a un niño, envuelto con un trozo de tisú dorado. De pie, admirando la apoteosis, José, de rostro enjuto, algo malhumorado, parecía hacernos partícipe de la confusión que en e´l reinaba. Era la personificación de la duda, la que transmitía el arranque del “Auto del nacimiento”, cuanto el carpintero, dirigiéndose a los espectadores, exclamaba con desesperación lo de : “Oh, viejo desesperado... negra dicha fue la mía... el casarme con María”. El adulterio de la esposa flotaba en el ambiente.
Abandonamos el lugar. En la retina de todos, persistía aquella parafernalia que nos había dejado sin palabras. Mitad teología, mitad literatura. Pablo volvía a lograr un “cuadro” y en él, un ejercicio de sincretismo. Todas las artes se había unido. Eso solo lo consiguen los espíritus sensibles. Y García Baena dio, en su vida, buena muestra de ello. La Navidad cordobesa, sin él, ya no será la misma.
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Un cómico pintado por Goya viene a vernos https://elfarodeceuta.es/comico-pintado-goya-viene-vernos/ Sun, 08 Sep 2019 07:24:14 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=441659 Nada sería más de agradecer que uno de los retratos que Goya hizo a hombres destacados de la Ilustración, el del actor y amigo, Isidoro Máiquez, consiga convocar de manera masiva a los vecinos de este pueblo y conducirlos a la Pinacoteca Municipal, la de las Murallas Reales. Permanecerá colgado todo septiembre. Goya lo pintó […]

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Nada sería más de agradecer que uno de los retratos que Goya hizo a hombres destacados de la Ilustración, el del actor y amigo, Isidoro Máiquez, consiga convocar de manera masiva a los vecinos de este pueblo y conducirlos a la Pinacoteca Municipal, la de las Murallas Reales. Permanecerá colgado todo septiembre. Goya lo pintó en 1807. El cómico tenía, en aquel momento, treinta y nueve años. Ya su fama había logrado eclipsar a otros intérpretes de la farándula española. Le faltaban, aún, trece para morir, en Granada, desterrado, sin apenas recursos; enfermo de la mente y una situación de pobreza tal, que su hija no pudo costearle un entierro modesto. Sus restos acabaron en una fosa común. De Máiquez, pintado igualmente por Goya, existe otro lienzo muy asimilar al que nos ha mandado el Prado, en Art Institute de Chicago.
Vuelvo a lo anterior; cuánto nos gustaría que la estancia del retrato de Máiquez, en Ceuta, despertase el interés que se merece entre nuestros paisanos, pues es harto conocido que somos poco participativos en acontecimientos de esta clase. ¡Alabado sean los dioses, las múltiples divinidades que aquí se agrupan, ya que estoy completamente seguro que lograr el ‘milagrito’ de un comportamiento inverso, se lo deberíamos a fuerzas celestiales. Son las únicas capaces de romper el maleficio de la indiferencia caballa, una de sus ‘señas de identidad’. Ya es de viejo saber que somos de mirarnos de continuo el ombligo, el hoyo más feo de la anatomía humana, incluso taponándolo con un brillante de Chocrón. O como me dice mi sabio amigo, Adolfo Hernández, esta es una tierra que acostumbra a recrearse en todas las charcas, como Narciso, y todo lo demás ni le preocupa ni le interesa.

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Digámoslo una vez mas: el retrato de Isidoro Máiquez bien vale atravesar el Puente del Cristo. Estamos ante un cuadro tan genial como genial fue el personaje retratado. De Máiquez escribieron sus coetáneos, los que le vieron y aplaudieron en los escenarios; también los historiadores del teatro, entre otros Cotarelo y Mori, que me sirve de fuente informativa. Todos coinciden en calificarlo como el mejor actor de su época y quien por su vinculación a los círculos reformistas, percibió que también la escena española precisaba con urgencia de una renovación; cambios que podrían hacerse aplicando las nuevas reglas procedentes de la dramaturgia francesa. Las simpatías por Francia fueron las que llevaron a Máiquez a ser catalogado de antiespañol, además de acarrearle graves problemas en lo personal y en lo profesional. Aquí puede que residan las causas de que se olvidaran de él en las carteleras; de su ruina económica y el estado depresivo que le llevó a la tumba. Máiquez acabó sin nada, habiéndolo tenido todo.

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En Máiquez, pues, como en Jovellanos, Moratín o Cadalso, nos hallamos ante un afrancesado. Igual que Goya. A todos (y muchos más) los eternos ceporros intransigentes, los tildaron de traidores. En el caso del actor, hasta desconocerían que había participado en el levantamiento popular contra las tropas napoleónicas, el dos de mayo de 1808. Lo paradójico fue que el propio hermano del emperador, José I, “Pepe Botella”, lo eximió de penalizaciones en asuntos judiciales e incluso lo benefició con ayudas para que prosiguiera la labor en pro del teatro nuevo.
Francia fue el referente de Máiquez y otros liberales, para esos cambios que precisaba la sociedad española y que él lo llevo al dominio que mejor conocía: las artes escénicas. El teatro era de urgencia modernizarlo, estructural y literariamente. Despojarlo del lastre que arrastraba de un barroco epigonal. Aliviarlo de una escenografía repleta de máquinas y artefactos, con un exceso de tramoyas que oscurecían y velaban los textos. Teatro para asombrar a la gradería y sin ninguna pedagogía de lo útil, consigna de todo el pensamiento de la Ilustración. Discursos que, como papagayos repetían actores y actrices, en los que no se declamaban los versos, sólo se gritaban. Chillidos y gesticulación fueron modos de definir el espectáculo que, pese a anunciar su decadencia, lo hacía muy lentamente. A esa caída, Máiquez colaboró.
Máiquez reconoció que él también había hecho uso de ese teatro y de los vicios que le aquejaban, aprendidos, sin duda, de sus padres, actores. La crítica, cuando estudia a nuestro personaje, lo censura en esa primera fase de su profesión de cómico.

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El retratado por Goya, siempre tuvo muy claro que para ese teatro diferente con el que soñaba, precisaba marcharse a Francia y aprender del maestro Talma, genio de la escena gala que proyectaba sus enseñanzas a los suyos y a toda Europa. En Máiquez, Talma encontró su mejor discípulo y así lo reconoce en varias ocasiones, al considerarlo como uno de los mejores intérpretes del continente. Y como ejemplo, citará el ‘Otelo’, de Shakespeare. Hasta entonces, nadie había podido superarlo en el papel del celoso moro veneciano.
De Talma se trajo, igualmente, la idea de que el actor deber ser en el teatro, un hombre de formación completa, en ética y estética. Para Máiquez (también idea del francés), el cómico estaba obligado, cuando sale a escena, a buscar la verosimilitud de lo que representaba. Según el murciano, todo ha de empezar cuando el actor es consciente que en él nace el héroe de la comedia o el drama. El personaje, pues, hasta que no está entre las tablas, no es más que un boceto, sustentado por la palabra escrita, el texto; faltándole la catadura que lo transforme en algo vivo y convincente. Esto es lo que nuestro retratado por Goya se exigió a sí mismo y a los futuros cómicos que aprendían en la Escuela Nacional de Declamación que Isidoro Máiquez creó. De ese centro partirían muchos de los comediantes del Romanticismo, los que se vieron obstaculizados por múltiples razones a expansionar esa manera nueva de interpretar que ha perdurado hasta buena parte del siglo XX. Con el retrato que le hizo Goya, Máiquez recupera parte de la fama que el absolutismo borbónico le hizo perder.

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Goya nos visita https://elfarodeceuta.es/goya-nos-visita/ Sun, 01 Sep 2019 02:00:30 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=439728 El Prado, la pinacoteca más importante del país, cumple doscientos años de su apertura. Fue en 1819. Se hizo con fondos procedentes de colecciones reales y con el lógico apoyo de los Borbones, que vivían momentos de trasiego, una constante de esta familia en nuestra historia contemporánea. Extraño el comportamiento que han tenido los españoles con la […]

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El Prado, la pinacoteca más importante del país, cumple doscientos años de su apertura. Fue en 1819. Se hizo con fondos procedentes de colecciones reales y con el lógico apoyo de los Borbones, que vivían momentos de trasiego, una constante de esta familia en nuestra historia contemporánea. Extraño el comportamiento que han tenido los españoles con la saga pues lo mismo se han echado a la calle para vitorearlos (sucedió con Alfonso XII), como les han puesto los pasaportes en sus bocas y los han mandado a Estoril o a la Junquera.
En aquellos días de comienzos del siglo XIX, los Borbones eran polichinelas en manos de Napoleón; y en 1812 se vieron en la tesitura de acatar la Constitución de Cádiz. Fernando VII, deseado y odiado, la juró a regañadientes; claro que más tarde, la venganza del tal Fernandito fue más que cruel, sangrienta. Isidoro Máiquez, el retratado por Goya, está entre los represaliados.
En razón de este bicentenario que comentamos, el Patronato del Museo ha querido que algunos de sus cuadros viajen a varios lugares. Enhorabuena, por tanto, a los que desde la Asamblea han hecho la gestión y Ceuta participe en este excepcional circuito.
El beneficiado de recibir a Goya y a su retratado Isidoro Máiquez (1768-1820) , uno de los actores más famosos del siglo XIX, es el Museo de las Murallas Reales (increíble también que no lo hayan bautizado con el nombre de Adolfo Suárez), magníficos y emblemáticos espacios que engrandecen, aún más, la categoría de lo enviado. Por tanto, desde este momento, no cejaré de insistir ante mis paisanos para que hagan el esfuerzo de acercarse al recinto, ya que el caballa, como es harto conocido, acostumbra a mostrarse remolón, cuando hay que desplazarse y cruzar el Puente del Cristo. Es como si lo frenaran en seco, y más, si se trata de un hecho artístico. Un efecto, más que físico, psicológico. Atravesar el puente, es un finis terrae; una aventura a lo desconocido. Síndrome estúpido, pero que muchos lo utilizan como excusa: “Uff... eso está muy lejos”. Pero Goya, bien vale la aventura.


Insisto: la ocasión no debería perdérsela ninguno de los vecinos de este pueblo, pues también la ocasión es oportuna para volver a visitar (si no lo ha hecho antes), la gran antológica de Mariano Bertuchi, que ya lleva más de dos años en el mismo baluarte donde encontraremos a Goya. En aquel momento, transformarlo en el taller del pintor granadino, obligó a guardar lo que allí se colgaba. Espero que no fuera a ninguna mazmorra. Traer el casi “todo Bertuchi” fue empresa difícil que exigió muchas conversaciones. Casi estoy por asegurar que poco o nada sabe el ceutí de todo esto y si lo ha demostrado, yendo más de una vez, a contemplar la maestría del artista, Po consiguiente, acudir al “imaginario” encuentro de Bertuchi y Goya, teniendo como justificación la exposición de un magnífico retrato, el de Máiquez, sera para el espectador casi una “experiencia religiosa”, como dice la canción. Algo mágico, pese a que en ambos la manera de concebir la pintura es diferente y, en concreto, el retratismo.
Sabemos que no es nada nuevo que el Prado preste sus obras, lo normal es que se muestre poco dado a estos traslados. Pero la ocasión de una celebración, como la que festejan, inteligentemente lo justifica. Las exigencias del Ministerio de Cultura y del patronato del museo madrileño son estrictas: abultadas pólizas de seguros con firmas de prestigio; transportes de reconocida responsabilidad; vigilancia extrema, como si se tratara de un jeque saudí, y una climatización de los sitios expositivos, medidos segundo a segundo.
Claro que no siempre fue así. De mis años en Córdoba recuerdo aquella casa frente a la nuestra, en la cual, a diario, veía en su salón una “Adoración de los Magos” de factura postbarroca. Cuadro de gran formato que ocupaba toda una pared. Mas ocurrió que, un día, aquellos Magos desaparecieron de mi vista.. Pensé que , como en el poema de Cernuda, los Reyes de Oriente habían decidido regresar de donde partieron. Esa vuelta, en el poeta sevillano, queda justificada porque creen que la misión estaba cumplida y, además, sienten que sus mentes empiezan a denunciar desequilibres mentales. Mi vecina contó que el Prado, de donde llegó el cuadro, lo reclamaba con urgencia:
-Lo teníamos en préstamo... fue la manera de agradecerle a mi suegro (que había sido alcalde), su apoyo y fidelidad a Franco. Y cuando pensábamos que se habían olvidado de la pintura, van y nos la quitan. De nada ha servido eso de “Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita..”
Fue con la llegada de la democracia, cuando se movilizó esta cruzada de recuperar las dádivas franquista. Quiero pensar que en algunos hubo suerte y, como mis vecinos, también otras familias se hallaron en la necesidad de remodelar salones y despachos para disimular los vacíos.

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El Pabellón indultado https://elfarodeceuta.es/colaboracion-pabellon-indultado/ https://elfarodeceuta.es/colaboracion-pabellon-indultado/#comments Sun, 09 Jun 2019 01:00:07 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=410482 El Pabellón, ubicado en las calles Colón/Padilla, no ha merecido la indulgencia para que quede en pie: la prensa en estos días ya nos está dando imágenes de su derribo. Si se sigue el llamado protocolo,el solar se convertirá, primero en una escombrera, para, después, pasar a ser el consabido aparcamiento, gestionado por el listillo […]

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El Pabellón, ubicado en las calles Colón/Padilla, no ha merecido la indulgencia para que quede en pie: la prensa en estos días ya nos está dando imágenes de su derribo. Si se sigue el llamado protocolo,el solar se convertirá, primero en una escombrera, para, después, pasar a ser el consabido aparcamiento, gestionado por el listillo de turno y donde veremos los automóviles de alta gama, procedentes del vecino país alauita. Ya sabemos que destruir este Pabellón, fue una resolución del Patrimonio Militar Local que, allá en 2015, diagnosticó lo de siempre: estado ruinoso.
No somos tan ingenuos como para esperar que, en su lugar, se alce un ‘pulmón verde’. Los especuladores ya se preparan para advertir que la ciudad no está para antojos de ‘boys socouts’. Peor será si, puesta la piqueta en marcha, también arrastre edificios colindantes como el popular Casinillo o el Museo de la Legión, con o sin el ojo de Millán Astray. No, insisto, no ha habido indulgencia para un edificio donde, se dice, (aunque Gómez Barceló opine lo contrario), Franco ocupó una de sus viviendas y que Sanjurjo o Yagüe (“qué mas da, Isabel que Fernando”) dieran una arenga desde uno de los balcones. Nada de extrañar, porque este tipo de sentimentalismo no va con el férreo espíritu de los pretorianos.
El ‘Pabellón indultado’ es otro. A este no pudieron tirarlo. Continúa. Lo tenemos en pleno Paseo del Rebellín, vigilado día y noche por el Teniente Ruiz. Está casi a igual distancia del Mercado Central que de la Plaza de los Reyes, espacios que cambiaron su pasada escenografía urbana.
Si subimos el paseo, nos daremos con el Pabellón, casi de inmediato. Es un caserón gris-cemento y algo masacote. Una amiga de la familia lo llamaba ‘Le petit palace’. Era una cursi y beata, que a todo lo que le daba la gana lo pronunciaba en francés, lengua que había aprendido en el Colegio de las Misioneras Franciscanas de Larache.
Desde la azotea del Pabellón podemos ver en la lontananza, allá abajo, el último ‘ninot’ plantado frente a ZARA. Es el homenaje que la Asamblea rindió a Norma Duval, la super vedette que, políticamente, votaba a José María Aznar. El escultor la medio vistió con un peplo helénico y le colocó joyas con amuletos étnicos. La figura parece responder al icono de una ninfa, ligerita de casco y un tanto despendolada. Se cuenta que engatusó al astuto Ulises, que la preñó, retrasándole el regreso a Ítaca. Allí, la pobre esposa, Penélope, ya empezaba a cansarse de hacer tanto ganchillo y de verse asediada por docenas de libidinosos moscardones. Ulises, como lo canta Homero, no dejó ni uno. ¡Ah! olvidaba reseñar lo más despampanante que luce Calipso, la ninfa: su ‘wonderbra’ justificado, tal vez, como un guiño estético a la modernidad. Algo así como la ‘jarra de cerveza’ en la rotonda de la Plaza de Maestranza. El choque de lo imprevisto.
Por el contrario si, desde la misma altura del Pabellón, miramos hacia la derecha, dirigiremos la vista a la Plaza de los Reyes. Comprobamos que aún se mantienen vivas y revoloteando algunas palomas, las que se refugian del salvajismo infantil, subiéndose a una especie de momumento funerario, recreación kish de la antigua portada de un hospital que existió.  Continúan los dragones de la Casa Cerni, escandalosamente repintados; y la novedad más destacada: el homenaje al mundo cofradiero caballa, con ese nazareno de tamaño natural (yo sé quien sirvió de modelo) aunque el protagonismo se lo lleva el botijo del joven aguador. Todo poesía.
La verdad es que de aquella Plaza de los Reyes, solo queda el nombre. Sigue cumpliendo la función de ágora, lugar para los encuentros. De allí se partía para cualquier sitio: “Te espero en la baranda de San Francisco”, se acostumbraba a decir cuando fijábamos una cita. Y como referencia, el hombre de las “estampitas” religiosas que acostumbraba a exponerlas, con pinzas de ropa. Vociferaba las de algunas vírgenes y la ‘Hermanita Pilar’, aquel espíritu de una joven que visitaba a los vivos de noche y se colocaba a los pies de la cama. Si el mero hecho de rozar al vendedor era aterrador, porque respondía con un bastonazo, oirle contar las apariciones de este fantasma, resultaba escalofriante. Pero todo se ha esfumado. Los olores a mar que ascendían por los callejones desde la Marina y el sutil aroma de las celindas, de algunos patios cercanos, como el del Centenero, toda una kabila sin sarracenos. Vaciaron los patios, destruyeron sus casas y chabolas y en lo referente al perfume, hoy se impone el de la carne chamuscada.
Mas lo que pretendía destacar, tras la injustificada paráfrasis, es que el Pabellón indultado se salvó por la tenacidad e inteligencia de los miembros de la Comisión de Patrimonio. Así lo decidieron los que la formaban, a excepción de aquel concejal que llevó a una de las reuniones la sugerencia municipal o suya propia, de quitar del mapa patrimonial este edificio militar y sustituirlo, como se hacía en la Marbella del GIL, por un parking de siete u ocho pisos. El edil regresó por donde vino, con el combate perdido y mascullando que llegaría otra ocasión. Aquí parece que también vivieron los Franco, hecho que pesó a favor de respetar el inmueble.
Pero la ocasión no ha llegado. Incluso se le ha dado utilidad. La planta baja queda como pequeña pinacoteca, mucho más visitada que la de las Murallas Reales; la planta alta, para el Instituto de Estudios Ceutíes, “crisol de poetas, cenáculo de ilustrados”. No es un lema, mas podría serlo.
El Instituto está de cumpleaños. Hace 50 años de su fundación (1986). También su nuevo directos, José Antonio Alarcón, está de “soplavelas”. Ha entrado en los sesenta. Alarcón prepara los próximos fastos del Instituto. La efeméride lo exige. Los que conocemos los ímpetus del director, estamos seguros que la programación valdrá la pena. Y ha empezado cambiando el viejo logotipo por otro, diseño de Antonio Sanmartín.
¡Qué lastima que, como este Pabellón, no se puedan salvar otros edificios, que son los que han escrito la historia de este pueblo, tan desconocida por quienes lo habitan!. Podía haberse hecho lo mismo con el llamado “Cuartel del Rebellín” y transformarlo en un auditorio distinto al que se impuso por esa tendencia a lo faraónico. El proyecto de Siza (arquitecto al que admiro) no acertó en su ubicación ni en lo que perseguía. Hasta tal punto que muchos foráneos, cuando lo cruzan, se preguntan si se trata de un modelo nuevo de mezquita sin minarete. Espero que en el futuro no cumpla esa función.

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