Artículos escritos por Juan Manuel Parrado Sobrino en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/juan-manuel-parrado-sobrino/ Diario digital Thu, 17 Oct 2024 17:45:21 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por Juan Manuel Parrado Sobrino en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/juan-manuel-parrado-sobrino/ 32 32 Que trabaje tu padre https://elfarodeceuta.es/que-trabaje-padre/ https://elfarodeceuta.es/que-trabaje-padre/#comments Thu, 17 Oct 2024 17:45:21 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1112488 Cada vez es más frecuente encender la televisión y ver noticias de jóvenes (y no tan jóvenes) en manifestaciones contra el alto coste de los alquileres en el centro de las grandes ciudades, contra los ricos propietarios (o ricos a secas) y defendiendo sus derechos ciudadanos legítimamente consagrados. Ahora que lo pienso, no he visto […]

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Cada vez es más frecuente encender la televisión y ver noticias de jóvenes (y no tan jóvenes) en manifestaciones contra el alto coste de los alquileres en el centro de las grandes ciudades, contra los ricos propietarios (o ricos a secas) y defendiendo sus derechos ciudadanos legítimamente consagrados. Ahora que lo pienso, no he visto a nadie manifestándose contra los alquileres en Zamora, Jaén, Soria o Badajoz, ni en los miles de pueblos de España.

Pero bueno, a lo que iba. En ese mismo margen televisivo me da tiempo a recibir información también sobre quejas por el bajo nivel de los salarios, el alto coste de la vida, la falta de ayudas o de la imposibilidad de plantearse tener hijos. ¿Por qué? Pues porque los jóvenes no llegan a fin de mes de la manera en la que ellos quieren llegar a fin de mes.

Acto seguido, para no quedarme en una visión boomer de la actualidad (¿o es Z? No me queda claro), me lanzo a la red para comprobar decenas… cientos… miles de testimonios de todo tipo en los que los jóvenes muestran lo felices que son con ese estilo de vida por el que han elegido transitar, un postureo eterno aderezado con aires de indignación hacia una sociedad que no les facilita la alfombra roja que ellos, sin duda, merecen.

Antes de nada, reconozco que no es bueno ni justo generalizar. Por eso, la mayoría de las reflexiones que hago aquí tampoco son justas. Una vez reconocido mi pecado, ya puedo decir que las nuevas generaciones han llegado a una conclusión muy clara sobre el trabajo: el trabajo está sobrevalorado, mal pagado y además te quita mucho tiempo de ocio. Es más, me lanzo a afirmar que la palabra “sacrificio” es una palabra que los dermatólogos han empezado a reconocer en los congresos médicos internacionales como la causante de urticaria y erupciones cutáneas, casi al mismo nivel que “esfuerzo” u “obligaciones”, reliquias del pasado atrapadas junto con los VHS en una estantería oculta y llena de polvo a la que pocos quieren asomarse.

Circula ese mito entre los jóvenes, que dice que sus padres y abuelos vivían en una especie de utopía terrenal, porque tenían casa, coche e hijos y aun así llegaban a fin de mes. Poco importan las jornadas laborales eternas, la crianza de tres, cuatro o cinco hijos, no tener días libres en meses, no poder salir a cenar todos los fines de semana, ni de tapas con los amigos cada juernes, ni disponer del último outfit de moda por la instagramer “E-Molona”, ni tener un smartphone, smartwatch o tablet último modelo con las plataformas de streaming (total, tampoco había Internet), ni hacer viajes al extranjero cada puente para inmortalizar selfies que sin duda hoy cambian y mejoran el mundo. La sentencia es mucho más simple e inmediata, no hace falta profundizar. Sus abuelos simplemente no sufrieron tanto porque “no había tanta presión social ni tanta ansiedad”. No olvidemos que eso de la ansiedad se inventó ayer, es una gran aportación de esta generación.

Porque no nos engañemos, los (y las, me deben disculpar si uso las normas genéricas definidas en la Real Academia) jóvenes de hoy en día son especiales, unos seres de luz flotando por las redes sociales que han descubierto el verdadero secreto de la existencia. Ellos tienen todo el derecho a vivir de forma diferente a quienes les precedimos y que parece que lo tuvimos mucho más fácil. Y para certificar esta nueva filosofía, lanzan una frase demoledora con la que nadie osaría estar en desacuerdo: “Hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar”. Ante eso, ¿qué podemos decir?

Un momento, no seamos tan duros. Los jóvenes actuales han decidido que eso de trabajar es algo deseable, a veces hasta necesario, pero siempre dentro de unas premisas mínimas e irrenunciables. Es más, soy tajante al respecto: los jóvenes sí quieren trabajar. Eso sí, para ello mantienen una lista de expectativas. Quieren sueldos altos, pero sin largas jornadas; vacaciones infinitas, pero sin estar "encadenados" a una oficina; y si es posible, trabajar desde Bali o Corfú (porque España es un país en el que se vive fatal), con una piña colada en una mano y el portátil (cerrado) en la otra.

El problema es que encontrar ese “trabajo de tus sueños”, uno que te inspire, que te apasione, que te permita “ser tú mismo”, con un magnífico salario a la altura de tu esencia y que, de paso, te deje tiempo libre para vivir la vida que te mereces no siempre resulta factible.

Y es aquí, justo aquí, cuando comienza a producirse una especie de desazón en el corazón de todas esas pobres criaturas que han crecido en una sociedad bastante fácil para ellos hasta ese momento, llena de ejemplos de otros jóvenes congéneres que se han forrado a base de sentarse frente a la webcam a soltar bobadas para que miles de seguidores le resuelvan la vida. Es aquí cuando empieza a tambalearse el equilibrio social.

Porque resulta que, para que el mundo siga funcionando, alguien tiene que hacer el trabajo. Todos esos servicios, pequeños y medianos negocios familiares, todas esas profesiones imprescindibles para nuestro día a día, están en serio peligro. En España cada vez menos gente está dispuesta a trabajar lo suficiente como para sostener la rueda, es un país con una productividad en decadencia, un país con una natalidad que desciende en picado, un país en el que existe una debacle en el relevo generacional de miles de negocios y actividades que se ven abocados a la desaparición porque esos jóvenes no quieren trabajar de esa manera…. y paradójicamente con la tasa de paro más elevada de la UE. Y así, mágicamente, el castillo de naipes comienza a derrumbarse en un clamor de manifestaciones y lamentos.

Uno de los ejemplos más claros es la baja natalidad. Porque, seamos sinceros, tener hijos no sólo es una inversión económica (¡adiós viajes, aficiones, conciertos, escapadas y cenas!), sino un esfuerzo y compromiso de un nivel desconocido para los jóvenes de hoy. ¿Quién está dispuesto a dejar de ser el centro de su propio universo? No en 2024. Los niños requieren atención, sacrificio y esfuerzo continuado, y eso es, literalmente, lo contrario a lo que muchos jóvenes están dispuestos a dar, a la cultura del egoísmo. ¿¿Cómo van a conseguir los jóvenes “encontrarse a uno mismo” en cada esquina del planeta teniendo un hijo (y no decir ya más de uno)??

Otro gran pilar de esas quejas colectivas es el propio país que los maltrata. "España no ofrece oportunidades". Ah, España, ese país lleno de sol, tapas y fiestas, pero donde, según muchos jóvenes, no se puede prosperar. Sin embargo, el problema no parece ser tanto la falta de oportunidades, sino la falta de interés en ganarse esas oportunidades. De los aproximadamente 200 países que oficialmente existen en la Tierra… ¿cuántos ofrecen mejores condiciones que España? España ocupa el puesto 15 de las 34 economías que forman la OCDE. Eso quiere decir que tal vez existan en un puñado de ellos, cinco o diez países (sólo el 5% de todos los países del mundo y menos del 5% de la población mundial) y siempre que obviemos el hecho de que en la mitad de esos países están deseando jubilarse para venirse a vivir a Canarias, la costa levantina o la Costa del Sol.

¿Será realmente que no hay oportunidades fáciles en España, o no lo suficientemente glamurosas o que es muy cansado emprender para ganarse la vida? Las redes están plagadas de historias de aquellos que "huyeron" de España para encontrar trabajos mejor pagados, jornadas flexibles y un trato idílico en otros países. Pero, en la realidad, los sacrificios que aquí esquivaban se presentan en cualquier parte del mundo.

Se está dejando atrás una realidad básica: toda sociedad necesita que alguien se esfuerce para que las cosas funcionen. Y si nada cambia, la única oportunidad que tenemos para mantener un estado del bienestar no ya mejor, sino similar al que hemos disfrutado en los últimos treinta años, es la inmigración y la mano de obra extranjera. Si nuestros jóvenes cada vez son menos y no quieren ni comparten la cultura del esfuerzo de sus padres y abuelos, la rueda sólo puede seguir girando con inmigrantes.

Existe una frase atribuida al escritor estadounidense Michael Hopf que define el ciclo de las sociedades: "Los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean tiempos fáciles; los tiempos fáciles crean hombres débiles; y los hombres débiles crean tiempos difíciles". Mucho me temo que hemos criado a una generación de hombres (y me refiero a personas, no me lapiden) débiles que nos dirigen hacia tiempos difíciles.

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Cuando la inteligencia artificial se presente a las elecciones https://elfarodeceuta.es/cuando-inteligencia-artificial-elecciones/ Thu, 12 Sep 2024 02:25:04 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1096797 Cada vez que alguien tiene un problema también tiene la tentación de creer que no existe solución. Es una sensación pasajera, a veces un ligero instante de duda que inyecta adrenalina y acelera el corazón, pero que no es real. Sabemos por experiencia que, si exceptuamos los impuestos y la muerte, lo demás suele tener […]

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Cada vez que alguien tiene un problema también tiene la tentación de creer que no existe solución. Es una sensación pasajera, a veces un ligero instante de duda que inyecta adrenalina y acelera el corazón, pero que no es real. Sabemos por experiencia que, si exceptuamos los impuestos y la muerte, lo demás suele tener solución. La única duda es saber cuál es el nivel de esfuerzo, tiempo y recursos necesarios para conseguirla.
Para cualquier ceutí... no, discúlpenme, dejen que reformule la frase: para la mitad de los ceutíes (eso sí, mucho mejor), los problemas derivan de una misma preocupación. ¿Cuál va a ser nuestro futuro? ¿Cómo podemos garantizar un desarrollo económico viable para la ciudad? ¿Cuánto va a durar ese grifo milagroso de fondos públicos que llena dadivosamente nuestras vidas? ¿Qué camino tomaremos para poder garantizarnos nuestra propia subsistencia?
Aunque sean muchas preguntas, no son más que el reflejo de un único problema, para cuya solución algunas personas trabajan en esta ciudad. Pero a veces trabajar no es suficiente.
Me gusta poner siempre un mismo ejemplo que creo que ilustra perfectamente la situación que estamos viviendo y lo poco productivo que a menudo resulta el esfuerzo que se realiza.
Imaginemos que nos enfrentamos a un gran incendio forestal. De repente, viene alguien con un cubo de agua, y al cabo de un rato llegan dos personas con sendos cubos de agua más. A las dos horas llega otra persona con otro cubo de agua, y al final del día vemos cómo hay ocho o nueve cubos de agua que se han invertido en apagar el incendio. La pregunta es ¿se apagará el incendio? No, es evidente que el incendio no se apagará así.
En Ceuta nos empeñamos en traer cubos de agua bajo la premisa de que el agua es buena para el fuego, y eso es cierto. Hay muchas personas que traen uno, dos, tres, o incluso diez cubos de agua que sabemos que no perjudican, que incluso pueden ser fugazmente beneficiosos. Pero no solucionarán ningún problema. ¿Por qué? Pues porque el incendio necesita hidroaviones, mangueras, cortafuegos, limpieza de maleza en los montes y muchas horas e incluso días de esfuerzo de profesionales, todo a la vez. Y todos esos recursos y trabajo, orientados a una meta bien definida y consensuada por todos, es lo que apagará el incendio.
Pero me asalta la duda. ¿Será que tenemos un incendio tan desproporcionado que se convierte en un problema irresoluble? ¿Estaremos abocados a la desaparición como ciudad milenaria? ¿O es que, simplemente, no estamos más que echando muchos cubos de agua sin ninguna coordinación o sin haber planificado los recursos que harán falta para apagarlo?
Para asegurarme de que no es una mera sospecha mía ni una consecuencia de una indigestión nocturna, me he tomado la libertad de preguntarle a la Inteligencia Artificial, que a no ser que nos destruya en una rebelión distópica y muy cinematográfica, parece que es la nueva voz sabia de nuestra era, una suerte de mezcla ochentera entre Ramón Tamames e Isaac Asimov de la que está de moda fiarse.
Pues con esa inquietante confianza le he preguntado a la IA cuáles son las recetas mágicas para nuestro futuro económico en Ceuta. Y la respuesta ha sido curiosa.
Según me contado (en confianza), la economía de Ceuta enfrenta diversos desafíos estructurales, como el desempleo, la dependencia excesiva del sector público en detrimento del privado y la falta de diversificación económica. Hasta aquí no le he encontrado objeciones. A continuación, la IA ha propuesto algunas soluciones para mejorar el futuro económico de Ceuta, tanto a corto como a largo plazo. Entre esas soluciones ha relacionado la diversificación de la economía y desarrollo de sectores estratégicos, como el tecnológico, la digitalización, el desarrollo del sector marítimo y portuario, el comercio online, potenciar el turismo mejorando infraestructuras, nuestros incentivos fiscales, creación de zonas francas, mejorar la Educación y la FP o mejorar las conexiones entre Ceuta y la península, entre otras medidas. Y, es curioso, porque como conclusión finaliza diciendo que Ceuta necesita una estrategia integral que de sentido y coordine todos esos objetivos y medidas, con un seguimiento y redefinición periódicos de todos ellos.
Sí, lo sé. He pensado exactamente igual que ustedes. Me ha invadido una absurda sensación de inesperado respeto hacia esos duendes digitales que habitan dentro del ordenador (creo que funciona así, no estoy seguro). Tiene que haber truco, alguna trampa para que un sistema artificial “tonto” nos genere una respuesta tan obvia, tan conocida, y a la vez tan ignorada. Será porque se nutre de información que está disponible, y articula una respuesta contrastada, lógica y fácilmente comprobable.
El esfuerzo sin resultados genera frustración y también una inercia peligrosa de utilización de recursos inconexos que se pierden por el camino. El agua es demasiado valiosa para verterla cubo a cubo en unas llamas excesivamente grandes. Al menos la IA tiene bastante claro cuál es el camino que todos deberíamos seguir para garantizar nuestro desarrollo. ¿Tendrá razón o la han hackeado?
Lo que de verdad me preocupa de toda esta reflexión es que el siguiente paso en la evolución tecnológica sea añadir a las personas física y jurídica el reconocimiento de la “persona digital” y que la IA decida utilizar toda su lógica para presentarse a unas elecciones locales, autonómicas ¡o incluso nacionales! Dios me libre de ser alarmista, pero sería interesante ver el resultado.

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El asociacionismo empresarial y la Confederación de Empresarios de Ceuta https://elfarodeceuta.es/asociacionismo-empresarial-confederacion-empresarios-ceuta/ Tue, 26 Dec 2023 11:20:46 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=988983 Desde la crisis sanitaria de 2020 es frecuente escuchar que en España el asociacionismo no pasa por su mejor momento y que está en vías de extinción. Sin embargo, nuestro país ha experimentado un crecimiento cuantitativo desde los años 90 hasta el punto que, según datos del Registro Nacional de Asociaciones, existen registradas alrededor de […]

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Desde la crisis sanitaria de 2020 es frecuente escuchar que en España el asociacionismo no pasa por su mejor momento y que está en vías de extinción. Sin embargo, nuestro país ha experimentado un crecimiento cuantitativo desde los años 90 hasta el punto que, según datos del Registro Nacional de Asociaciones, existen registradas alrededor de 40.000 asociaciones de ámbito nacional.

Esta cifra no incluye a las asociaciones autonómicas o de ámbito geográfico inferior. Tampoco incluye a las fundaciones, partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales, iglesias, confesiones y comunidades religiosas, federaciones deportivas, asociaciones de consumidores y usuarios y otras reguladas por leyes especiales. No es descabellado, pues, afirmar que en España existen más de cien mil asociaciones, casi tres veces más que panaderías hay en todo el país.

Pero España no es sólo un país que prefiere las asociaciones antes que los bocadillos. El derecho a asociación viene expresamente recogido en el artículo 22 de nuestra Constitución, y el artículo 7 le asigna un importante papel tanto a los sindicatos de trabajadores como a las asociaciones empresariales para contribuir a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios. En definitiva, el asociacionismo, y en concreto el asociacionismo empresarial es un derecho y una necesidad para el buen funcionamiento de la sociedad en general y para su desarrollo económico en particular.

Durante los años 80 en Ceuta surgió la necesidad de disponer de una asociación empresarial fuerte que recogiera y representara toda la actividad económica que florecía en la ciudad, de crear una figura con voz a nivel institucional que participara en la vida económica y de seguir la misma senda de consolidar el asociacionismo que estaba despuntando por todo el país con el respaldo del reciente texto constitucional.

Por esa razón, en 1983 un grupo de empresarios, vinculados principalmente al sector del comercio, impulsaron la creación de la Confederación de Empresarios de Ceuta, siendo José María Campos Martínez el primer presidente de la organización.

Hoy, cuarenta años después, cabe preguntarse qué papel juega la Confederación de Empresarios en esta ciudad y, sobre todo, cuál va a ser su función de cara al futuro. Para dar respuesta a esta pregunta es necesario entender varias cosas.

En primer lugar, hay un hecho incuestionable: las empresas son la única vía para crear empleo y riqueza. Esto, que en cualquier lugar de España y del mundo es fácilmente comprensible, se suele olvidar en una ciudad donde el sector público es mastodóntico y supone el 50% del PIB. Especialmente en Ceuta, las empresas no son un problema, sino la única solución y la contundente respuesta que se debe ofrecer a cualquier duda sobre nuestro futuro.

En segundo lugar, una vez comprendido esto se debe tener claro que cuando los empresarios se unen en asociación, mejora su posición de fuerza, mejora la competitividad de sus empresas y se defienden con mayor eficacia sus intereses comunes. Esto no es simplemente una opción, es una ESTRATEGIA.

En un contexto de globalización, en un entorno de desventaja frente a la competencia de lo público, las empresas sobreviven gracias a la cooperación empresarial y a las estrategias definidas mediante fórmulas de asociacionismo.

En tercer lugar, existen dos características fundamentales de la Confederación de Empresarios que la hacen insustituible por cualquier otro organismo o entidad, pública o privada. La primera es que la Confederación de empresarios es independiente de cualquier poder público. Al ser una asociación empresarial privada de participación libre y voluntaria, su actuación y su posicionamiento son independientes y no está sujeta a intereses de ningún tipo más que los del sector empresarial al que defienden y que representan sus empresas asociadas.

La segunda es que Confederación de empresarios es AGENTE SOCIAL, es decir, que como asociación representativa de los empresarios tiene la legitimidad de las empresas que la componen y el papel institucional que le otorga expresamente la Constitución para intervenir y participar de manera efectiva y determinante en la vida económica y social.

Una vez entendidos estos tres condicionantes es cuando empieza a cobrar sentido la importancia real de la Confederación de Empresarios, la diferencia con cualquier otra organización y la necesidad de su existencia.

Desarrollar una actividad empresarial requiere preparación, determinación, tolerancia hacia el fracaso y también ayuda. Arriesgar el patrimonio, el esfuerzo e incluso la reputación para intentar conseguir el éxito de un proyecto empresarial creando puestos de trabajo, actividad, valor añadido e ingresos para las arcas públicas es la definición de valentía. Negar esa realidad es negar nuestro desarrollo social y económico.

Por eso los empresarios necesitan unidad y la fuerza necesarias al hacer balance de todos los desafíos que tenemos por delante en Ceuta. Por eso los empresarios de Ceuta necesitan asociarse.

Las posibilidades que ofrece el asociacionismo empresarial a través de la Confederación para establecer contactos y colaboraciones con otros asociados y profesionales, para estar constantemente informado sobre la realidad económica, para participar de procesos selectivos y formativos, para recibir asesoramiento en temas económicos y laborales, para ser representados en defensa de intereses comunes empresariales, para participar en los procesos de negociación de los convenios colectivos de cada sector, para intervenir en comisiones temáticas y comités frente a las instituciones públicas o privadas, para realizar jornadas, recibir boletines y circulares informativas, para interactuar dentro de un entramado empresarial de alcance superior al local a través de ATA, CEPYME Y CEOE, e infinidad de posibilidades que refuerzan la presencia del empresario en su entorno resultan vitales no sólo para sobrevivir, sino sobre todo para crecer y posicionar estratégicamente a las empresas.

Si hace 40 años tenía sentido escenificar la creación de la unión y asociación empresarial, hoy tiene mucho más sentido reforzarla y hacerla crecer. Esa es la verdadera razón para la existencia de la Confederación de Empresarios de Ceuta.

Juan Manuel Parrado Sobrino,

secretario general de la Confederación de Empresarios de Ceuta.

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¿Quién quiere jubilarse en Ceuta? https://elfarodeceuta.es/quien-quiere-jubilarse-ceuta/ Tue, 24 Oct 2023 18:20:39 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=963285 Haber nacido y crecido en Ceuta es un privilegio, lo reconozco con orgullo, aunque desgraciadamente no suele ser motivo suficiente para querer quedarse en esta ciudad, y esto es igual de cierto que decir que no ser de Ceuta tampoco es una razón que no amarla. Conozco a muchos ceutíes de adopción que me consta […]

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Haber nacido y crecido en Ceuta es un privilegio, lo reconozco con orgullo, aunque desgraciadamente no suele ser motivo suficiente para querer quedarse en esta ciudad, y esto es igual de cierto que decir que no ser de Ceuta tampoco es una razón que no amarla. Conozco a muchos ceutíes de adopción que me consta que les gusta vivir aquí y trabajan por hacer lo mejor para ella.

Existe una evidencia que a ninguno se nos escapa, y es la de la cantidad de personas que viven en Ceuta y que están deseando marcharse en cuanto tengan ocasión, da igual que hayan o no nacido aquí. Seguro que si hacen un poco de introspección logran elaborar una lista extensa de conocidos en esa situación. 

Algunos pretenden marcharse en cuanto puedan, normalmente son personas a las que no les gusta Ceuta y nunca les ha gustado estar aquí, simplemente prefieren vivir en otro lugar, es respetable, faltaría más. Sólo están aquí por la pasta, como los españoles que se marcharon a Alemania en los 60 y 70. Otros desean que sus hijos se marchen a buscarse un futuro que no sea el de funcionario, algo que también puede ser comprensible. Pero lo verdaderamente paradójico es la cantidad de personas que son de Ceuta, que han disfrutado de Ceuta, que viven muy cómodos con muy buenos sueldos y a pesar de ello no ven la hora de poder jubilarse para marcharse de aquí. 

Saber que hay tanta gente que se quiere marchar siempre genera una cierta desazón. Si les dijera que, según los expertos, las personas que se quieren marchar de un lugar no son aptas para tomar decisiones sobre el futuro de ese lugar, ¿qué pensarían? 

Tranquilícense, no hay expertos que digan nada así. Como mucho hay cuñados que tienen opiniones, como todo el mundo las tenemos. Pero el sentido común es bastante más contundente que las opiniones, por lo que no parece descabellado hacer esa afirmación. Si alguien no desea tener un futuro en un lugar determinado, al menos es discutible que esa persona se preocupe por trabajar por su futuro.

El éxodo masivo hacia la península los fines de semana y los puentes es algo habitual, estamos acostumbrados. Muchos tienen una segunda residencia en la península o hay quienes simplemente les gusta viajar o comprar fuera y pueden permitírselo. En sí mismo no es nada raro, la misma dinámica se puede encontrar en muchos lugares de España. Lo verdaderamente alarmante es que no existe una dinámica de entrada que compense, aunque sea parcialmente, esta fuga de consumidores, si exceptuamos un par de fines de semana al año, como el de la Cuna de la Legión. Y sí, digo consumidores porque esa fuga es parte de un problema mayor que afecta a nuestra capacidad económica, a nuestro empleo y a nuestro crecimiento.

Poniendo una comparación odiosa, Madrid registra una fuga de madrileños cada fin de semana y sobre todo cada puente que asciende a más de un millón de personas, casi un tercio de su población, pero a cambio recibe una cantidad similar de turistas. Ceuta no es Madrid, por supuesto, Ceuta es mucho más bonita. Pero también es mucho más caro llegar hasta aquí.

Las razones que esgrime quien se quiere marchar de Ceuta las conocemos todos, las escuchamos a diario: que si hay poca oferta de ocio, que si comprar es caro, que si Marruecos nos asfixia, y sobre todo que hay pocas oportunidades laborales. Pero existe una razón principal que creo que es la que más daño nos hace a todos los que sí amamos a esta tierra: la de que Ceuta no tiene futuro. Me van a disculpar, pero esa afirmación es algo que no comparto. Y no lo comparto porque el futuro se trabaja y se lucha, no viene impuesto por gracia divina, ni siquiera por la gracia de un Estado que nos subvenciona.

A pesar de las múltiples señales de alarma, de los indicadores económicos y de las constantes cantinelas que los caballas venimos escuchando desde hace más de medio siglo, Ceuta siempre se ha adaptado. Es posible que nos haya tocado vivir una época en la que se nos está poniendo a prueba desde múltiples frentes. Es posible que el tradicional espíritu comercial y portuario de nuestra ciudad haya cambiado contra natura para convertirse en una ciudad de espíritu funcionarial subvencionada que lucha por buscar nichos de mercado milagrosos y encajes económicos impensables hace unos años. Es posible. Pero no es más que otra etapa, otra época que muchos pueden confundir con lo que es esta tierra y con cuáles son nuestras verdaderas fortalezas. 

No soy una persona especialmente localista ni apegada al terruño. He vivido en varios lugares de España y soy un enamorado de mi país, pero precisamente por ello he podido apreciar Ceuta en su justa medida y comprobar que la calidad de vida en Ceuta es difícil de encontrar en cualquier otra ciudad de España. Quizás por ello me genere cierta tristeza que las respuestas a la pregunta de quién quiere jubilarse en Ceuta sean cada vez más escasas.

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Cómo sobrevivir a las promesas de la campaña electoral https://elfarodeceuta.es/como-sobrevivir-promesas-campana-electoral/ Mon, 15 May 2023 15:32:53 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=892992 Cada época del año tiene su encanto. Yo soy muy aficionado a los días navideños, pero entiendo perfectamente a quienes tienen otras preferencias. El verano posee un atractivo innegable, los rocieros tienen pasión por los días del camino, los chirigoteros se preparan durante meses para los carnavales, los nostálgicos desempolvan sus discos de new age […]

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Cada época del año tiene su encanto. Yo soy muy aficionado a los días navideños, pero entiendo perfectamente a quienes tienen otras preferencias. El verano posee un atractivo innegable, los rocieros tienen pasión por los días del camino, los chirigoteros se preparan durante meses para los carnavales, los nostálgicos desempolvan sus discos de new age cuando las hojas de los árboles comienzan a teñirse de ocre y los soñadores optimistas... bueno, los soñadores están de enhorabuena las semanas de campaña electoral.

Una campaña electoral es, por definición, una lista de promesas para convencer al votante. Se lanzan de manera estratégica dosis de anuncios atractivos para dar a conocer un programa electoral, aderezado con algún que otro golpe de efecto. Y no conozco a nadie que no se emocione ante una batería de anuncios apoteósicos. ¿Quién se resiste a que se creen miles de empleos, a que se construyan cientos de viviendas, a
que nuestros jóvenes sean los mejores jóvenes de todo el país gracias a las facilidades que van a poner a su disposición, a que nuestros barrios tengan más de todo o a que los semáforos te cuenten chistes cuando estás triste?

En campaña, además, escuchamos vítores de ciudadanos desinteresados en los mítines que aplauden con lágrimas en los ojos hasta hacer retumbar los empastes y los candidatos te saludan y sonríen como si no te hubieran visto en, no sé, los últimos cuatro años. No, no me nieguen que las campañas electorales suben el ánimo y te hacen ver la vida igual que el Coyote cuando recibe al Correcaminos por Amazon.

No obstante, existen unas cuantas paradojas en las campañas y promesas electorales, que a veces te hacen desconfiar de todo este tinglado.

¿Conocen a alguien que se haya leído un programa electoral entero? Y no hablo leerse el de todos los partidos para poder decidir, no, simplemente el del partido que más simpatías nos despierte. Pues no, sinceramente. A no ser que seas analista político o periodista, quizás alguno de ustedes, alguna vez, hizo un esfuerzo y lo intentó, pero no, no nos engañemos. La principal paradoja es que el votante indeciso no vota por el programa electoral, vota en base a los anuncios de promesas del programa que no leen y al carisma del candidato. Existen, claro está, una multitud de votantes decididos, esos que declaran en las encuestas y dan contenido a los sondeos del CIS, pero esos votan por otros criterios distintos, ideológicos o incluso por tradición.

Esto nos lleva a la segunda paradoja. Un político, ya que llega al poder por sus promesas, destaca por su poder de convicción, no por sus cualidades de gestión. Para eso se encargan sus asesores, directores generales, técnicos y funcionarios. Un político es, ante todo, un comercial, un buen vendedor, porque si un político no sabe vender su promesa, ¿cómo va a llegar al poder? Por tanto, elegimos a alguien por lo bien que vende, no por lo bien que gobierna. Esto es un hecho, y además un contrasentido. ¿Por qué no valoramos la formación, la experiencia o la profesionalidad del candidato a la hora de votar? Al fin y al cabo no estamos eligiendo a los reyes del baile de fin de curso.

Es cierto que no todos los políticos son desconocidos, algunos repiten y sí tienen experiencia en gobernar. Para estas opciones tenemos más fácil a priori valorar lo que nos ofrecen y lo que podemos esperar de ellos. Y aquí se nos presenta otra paradoja más: a pesar de que nos debería interesar los resultados obtenidos y si cumplen sus promesas, nadie comprueba qué es lo que han conseguido de todo lo anunciado en su programa electoral. ¿Por qué no se ofrecen datos y estadísticas objetivas e independientes sobre el grado de ejecución de un programa electoral cuando finaliza una legislatura? Nos llevaríamos enormes sorpresas, pero nadie se molesta en hacer ese ejercicio para tomar su decisión.

Por último, a menudo nos encontramos con la paradoja de que, a pesar de que estamos decidiendo quién nos solucionará los problemas del día a día, no hay nada que nos provoque más impacto que una promesa electoral original o extravagante. Un anuncio de un telecabina que cruza la ciudad, un submarino turístico o un museo de robots humanoides suele provocar mayor impacto, titulares y atractivo que presentar un plan de choque contra el fracaso escolar, un plan de reconversión de empresas en crisis o una línea de ayudas para rehabilitación de fachadas. Y esto nos debería hacer reflexionar sobre si de verdad somos conscientes de lo que estamos decidiendo o si en el fondo somos como cualquier otro marinero, muy vulnerables ante el primer canto de sirena que se nos cruza.

¿Es lícito, y sobre todo honesto, prometer futuros llenos de arcoiris sostenibles, fuegos artificiales y unicornios virtuales? Nos ilusionamos con propuestas llamativas de bajo impacto, nos anestesian con anuncios grandilocuentes de escaso recorrido, a ser posible con anglicismos de moda y políticamente correctos. Mientras tanto, la realidad nos dice que los barrios necesitan limpieza, los comercios necesitan actividad, los ciudadanos necesitan transporte público moderno y de calidad, los centros de salud necesitan especialistas, las empresas necesitan oportunidades de negocio, la educación necesita abordar el acoso en los centros y el fracaso escolar, la ciudad necesita transporte asequible para cualquiera que quiera visitarnos y que la enorme desigualdad social y salarial se combate con empresas y oportunidades laborales que no limiten las esperanzas a encontrar un puesto en la administración pública. Estas deberían ser nuestras preocupaciones inmediatas, y esos los verdaderos criterios para saber qué prometer y cómo valorar lo que un partido político es capaz de conseguir.

Las promesas son fáciles de hacer. Sin embargo el verdadero valor de una promesa está en su cumplimiento. Rousseau afirmaba que “el más lento en prometer es siempre el más fiel en cumplir”. Si seguimos la lógica de esta afirmación, una campaña electoral, que es un aluvión de rápidas promesas, estaría avocada a una inevitable avalancha de incumplimientos. Yo me pregunto, ¿están todos los soñadores optimistas preparados para que les rompan el corazón o harían bien en buscarse otra época del año favorita?

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El futuro del sector empresarial en Ceuta https://elfarodeceuta.es/futuro-sector-empresarial-ceuta/ https://elfarodeceuta.es/futuro-sector-empresarial-ceuta/#comments Fri, 10 Mar 2023 11:00:20 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=863406 Ceuta, al igual que le ocurre a nuestra ciudad hermana de Melilla, presenta una distorsión en la estructura económica del mapa autonómico de España. Las razones por las que esta ciudad lidera las tasas de paro son parcialmente explicables por su propias características geográficas y sociales, pero sólo parcialmente. Existen datos, como que Ceuta esté […]

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Ceuta, al igual que le ocurre a nuestra ciudad hermana de Melilla, presenta una distorsión en la estructura económica del mapa autonómico de España. Las razones por las que esta ciudad lidera las tasas de paro son parcialmente explicables por su propias características geográficas y sociales, pero sólo parcialmente. Existen datos, como que Ceuta esté a la cabeza de la destrucción de empleo autónomo de España, que presente el menor crecimiento económico en datos de PIB de todo el país o que esté a la cola en cuanto a la creación de empresas, que nos indican que existen problemas de fondo.

En Ceuta casi la mitad de los empleados pertenecen al sector público, ya sea estatal o local. Esto nos da una pista sobre qué tipo de actividad económica se desarrolla en la ciudad y, lo que es más importante, sobre el empleo y el valor añadido que generamos.

Existe un antiguo debate entre economistas sobre si el sector público genera o no riqueza a través del gasto público, si la inversión pública también es factor de crecimiento o si sólo es el sector privado el que lo hace. El empleo privado es sinónimo de generación de valor añadido, de actividad económica y de ingresos impositivos para las arcas públicas. El empleo público es sinónimo, en teoría, de gasto destinado a la cobertura de servicios públicos necesarios para mantener nuestro estado de bienestar. Realmente es un debate estéril que siempre nos conduce a la misma conclusión, la de que el gasto público debe ser sufragado mediante ingresos de la actividad privada. Pero en esta ciudad el gasto público no se sostiene con los recursos de su actividad económica, sino con las transferencias del Estado. Y quizás esa es la cuestión que de verdad importa y la cuestión que nos debería importar. ¿Se dan las condiciones para que las empresas de Ceuta despeguen económicamente y sean generadoras de empleo y riqueza?

Ceuta lleva en su ADN el de ciudad de oportunidades, por muchas razones. A nadie se le escapa, sin necesidad de ser economista o empresario, de dónde procede el verdadero potencial económico de Ceuta. Su ubicación privilegiada en cuanto a puerto de entrada al continente y punto estratégico en el Estrecho es una cualidad que le sirvió para que hace tres mil años se produjeran los primeros asentamientos fenicios con origen en el intercambio comercial. Hoy en día una cuarta parte de las empresas de Ceuta siguen siendo comerciales, algo que supone casi un 40 % más que la media española. Pero esto no es suficiente.

Precisamente porque esto no es suficiente, se ha procurado desarrollar un régimen económico fiscal especial adaptado a nuestras particularidades. Sin embargo este régimen por sí solo no consigue ser aliciente para conseguir una atracción empresarial significativa, sino sólo para facilitar las condiciones de supervivencia de los ciudadanos y empresas ya establecidas. Y esto sigue sin ser suficiente para nuestro despegue empresarial.

El sector empresarial de Ceuta se enfrenta desde hace décadas a una constante reinvención. Esta evolución nos ha llevado a una situación en la que las condiciones de supervivencia y desarrollo de nuestras empresas dependen de una serie de factores que trascienden las cuestiones geofísicas. Hoy en día el futuro del sector empresarial está en manos de la toma de decisiones políticas, tanto nacionales como comunitarias y extracomunitarias.

¿Cuáles son los frenos a nuestra actividad económica? ¿Por qué Ceuta no despunta en su desarrollo empresarial y cada vez más el sector público ensombrece parcelas de actividad que deberían ser privadas?

En primer lugar, el hecho fronterizo es un elemento de incertidumbre que genera vaivenes en la actividad y en las perspectivas de desarrollo empresarial. Las ciudades fronterizas son tradicionalmente ciudades ricas, zonas de tránsito turístico, llenas de posibilidades de intercambio comercial. Pero esas posibilidades requieren de una estructura normativa que genere seguridad jurídica en las transacciones. Las empresas huyen de la inseguridad jurídica y de los escenarios de incertidumbre. Mientras no exista una normalización en cuanto a la existencia o no de una aduana comercial, sobre el tránsito de personas y sobre la aplicación efectiva de un régimen de viajeros, esa incertidumbre supondrá un lastre en vez de una oportunidad.

En segundo lugar, dado que Ceuta no pertenece a la Unión Aduanera y cualquier movimiento de mercancías está sometido a un régimen de importación y exportación, necesitamos tener un marco normativo aduanero actualizado que agilice los trámites burocráticos y minimice las trabas. Del mismo modo, Ceuta también necesita desarrollar acuerdos preferenciales con el resto de la Unión Europea para que la mercancía con origen o destino Ceuta tenga un tratamiento beneficioso o, al menos, tan beneficioso como otros terceros países que ya cuentan con dichos acuerdos.

En tercer lugar, el coste del transporte es un problema que debe ser afrontado como iniciativa política de manera coordinada. Durante los últimos meses se ha avanzado en la bonificación al transporte de mercancías, pero se debe ir más allá y poner sobre la mesa la necesidad de un coste de transporte para pasajeros no residentes asumible como parte de la singularidad de Ceuta. Al igual que existe una red de autopistas y de carreteras nacionales sufragadas por el Estado que garantiza la libre circulación por todo el territorio nacional, se debe entender que el Estrecho es nuestra autopista. Una ciudad sin visitantes, una ciudad sin turismo, una ciudad con desplazamientos limitados por un coste inasumible para el no residente es una ciudad limitada en su crecimiento.

Por último, es necesaria una aplicación efectiva de las iniciativas y anuncios de carácter político. A finales de 2022 se anunció y presentó por parte del Gobierno de España una batería de inversiones y buenas intenciones para el desarrollo de Ceuta bajo la denominación de “Plan Integral de desarrollo socioeconómico de la Ciudad de Ceuta”.  Esta y otras iniciativas que se han anunciado en años anteriores deben ir acompañadas de un seguimiento y de un control de ejecución. De otro modo, lo que se anuncia como una gran oportunidad para nuestro desarrollo económico, podría quedarse en promesas sin ningún tipo de incidencia en nuestra actividad empresarial.

Es fácil caer en la autocomplaciente percepción de que Ceuta tiene seguridad económica que nos proporciona el Estado. También es frecuente encontrar la opinión, emitida desde esa falsa seguridad, de que las barreras que nos constriñen son infranqueables. Esas opiniones son erróneas.

Apostar por el futuro de nuestras empresas es apostar por un futuro sin hipotecas. Y para ello la capacidad de emprendimiento no es suficiente. Se requiere establecer condiciones adecuadas, seguir mejorando los incentivos, mejorar el sistema impositivo, buscar soluciones a los costes de movilidad y transporte, diseñar marcos jurídicos adecuados a nuestras necesidades y, sobre todo, entender que el bienestar de una sociedad pasa por su desarrollo económico y empresarial.

“Un barco está seguro en el puerto, pero para eso no son los barcos.”

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Ceuta, moneda de cambio https://elfarodeceuta.es/ceuta-moneda-cambio/ Tue, 22 Mar 2022 03:10:24 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=724093 Ceuta necesita a Marruecos. O mejor dicho, Ceuta por su condición de ciudad subvencionada no necesita a Marruecos pero deberíamos ser una ciudad que lo necesitara. Verán, hace un par de años escribí una opinión en la que hablaba sobre nuestras fortalezas y debilidades en la que exponía que Marruecos para Ceuta también es una […]

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Ceuta necesita a Marruecos. O mejor dicho, Ceuta por su condición de ciudad subvencionada no necesita a Marruecos pero deberíamos ser una ciudad que lo necesitara.

Verán, hace un par de años escribí una opinión en la que hablaba sobre nuestras fortalezas y debilidades en la que exponía que Marruecos para Ceuta también es una fuente de riqueza y grandes oportunidades, y esa opinión sigue teniendo exactamente la misma vigencia que hoy. La proclama de “más España y más Europa”, creada como respuesta populista al cierre de la frontera, contiene elementos a los que Ceuta nunca debió dar la espalda, como la pertenencia al espacio Schengen o la Unión Aduanera, pero la verdad es que se pensó para salir a la calle con un megáfono y darse golpes en el pecho, no como solución a nuestra situación. Durante demasiados años nos hemos encerrado en una burbuja de economía pública, de autocomplacencia pagada por el Estado que a muchos les resulta muy cómoda pero que no nos conduce a ninguna parte y que no es suficiente para garantizar nuestro futuro.

Podemos llamarlo buena vecindad, podemos llamarlo respeto mutuo o podemos llamarlo aprovechamiento bidireccional, pero la normalización de las relaciones con Marruecos es una buena noticia para la ciudad. No porque no podamos subsistir sin Marruecos sino porque nos abre de nuevo la posibilidad de aprovechar nuestras oportunidades para desarrollar la actividad económica de las empresas de Ceuta ampliando de manera directa nuestro mercado potencial y nuestra fuente de recursos, un hecho diferencial que nadie excepto las empresas de Melilla tienen para poder explotar.

Al contrario de lo que ha sucedido a nivel nacional, casi todos los grupos de la Asamblea lo han querido ver de este modo, como una situación beneficiosa para Ceuta a corto plazo. Y parece que sí, que la inmigración ilegal podría controlarse de manera más efectiva, las oportunidades de negocio se incrementarían, nuestro abastecimiento mejoraría, la seguridad sería mayor, el comercio transfronterizo se canalizaría con más garantías que antes y tendríamos una mayor movilidad de cara al turismo.

¿Entonces por qué hay tanta diferencia entre la postura de la oposición a nivel nacional y la postura a nivel local?

La respuesta es doble. La primera y más evidente es porque la repercusión nacional no es tan directa. España gana una mejora en las relaciones con otro país, sin más, pero su vida diaria apenas cambia, como sí ocurriría en Ceuta. La segunda y casi más importante, es que en Ceuta pensamos a corto plazo, no en el largo plazo.

No voy a entrar en la forma oscurantista en la que nuestro presidente Sánchez ha gestionado esta aparente nueva etapa, ni en la falta de consenso y acuerdo con los demás partidos en un cambio tan drástico en política internacional. Me voy a centrar en lo que hemos cedido a cambio de lograr esa ansiada “buena vecindad”.

La moneda de cambio ha sido importante, y nosotros, los ceutíes hemos sido parte de ella.

Por una parte, España ha puesto en peligro otra buena relación con un país vital para su dependencia energética del gas, como es Argelia. Pero no pasa nada, si confiamos en la capacidad negociadora y diplomática de nuestro gobierno, es posible que España no tenga que pagar ningún peaje, podemos estar tranquilos.

Por otra parte, España consiente en reconocer implícitamente que la ocupación por la fuerza de un territorio debería tener efectos legales a favor del ocupante, sin importar el drama humano del pueblo saharaui y los sacrificios que han hecho para dar forma definitiva a un estado propio. Esto al fin y al cabo tampoco debería representar ningún problema para España, todos sabemos que eso jamás ocurriría con nuestra soberanía. Aunque este punto empieza a afectarnos un poquito más.

Pero lo más importante para Ceuta es que este cambio de criterio de España respecto al Sáhara supondría, entre otras cosas, un reconocimiento de la españolidad de Ceuta y Melilla por parte de Marruecos. Esto no lo digo yo, es una idea trasladada a los medios de comunicación por “fuentes gubernamentales”.

Vamos a olvidarnos por un instante de que no necesitamos que Marruecos reconozca la españolidad ni de Ceuta, ni de Granada, ni de Toledo, pero ¿realmente esto es cierto? ¿Alguien ha escuchado algún tipo de declaración marroquí al respecto o esas “fuentes gubernamentales” del gobierno de Pedro Sánchez deberian ser suficiente para creérnoslo? Voy más allá, ¿somos tan ingénuos para pensar que décadas de reivindicaciones territoriales sobre territorio español por parte de Marruecos van a ser olvidadas de un día para otro sin más? Permítanme mostrarles mi incredulidad desde ahora mismo diciendo que temo que alguien nos este mintiendo o, lo que es peor, se esté dejando engañar.

Podemos regocijarnos en la idea de que nuestro día a día vaya a mejorar. De hecho la obligación de la política localista en Ceuta es apostar por esta situación, y por eso entiendo las declaraciones de casi toda la política ceutí celebrando el nuevo marco de entendimiento. Pero quizás deberíamos preguntarnos si alguien no está siendo objeto de una jugada de trilerismo político en la que podríamos salir muy mal parados a largo plazo. En Ceuta debemos velar no sólo por nuestro hoy sino también por nuestro mañana.

Si dentro de un tiempo, cuando Marruecos zanje su situación con el Sáhara y cierre uno de sus frentes gracias a nuestra aquiescencia, vemos que sus esfueros y objetivos se redoblan y centran con más fuerza en volver a reivindicar algo que nunca ha sido suyo, no servirá de nada decir “oigan, que fuentes gubernamentales españolas nos dijeron que estaba todo solucionado”.

No se preocupen, reconozco que yo no sé gran cosa de esto, y seguro que estoy equivocado. Ya verán cómo al final no pasa nada y nos convertimos a ojos de Marruecos en territorio español de pleno derecho (¡gracias, Marruecos!) y nos veremos obligados a levantar una estatua de Pedro junto a la de Calipso en todo un homenaje a la belleza. O mucho mejor, junto a la de Sánchez-Prado, por eso de ahorrar letras en el apellido, que la vida está muy “achuchá”.

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Adiós, Ceuta, adiós https://elfarodeceuta.es/adios-ceuta-adios/ https://elfarodeceuta.es/adios-ceuta-adios/#comments Thu, 01 Jul 2021 16:36:14 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=643809 Todo pasa, nada permanece. Esta verdad es algo que los seres humanos vamos descubriendo a lo largo de nuestras vidas de muchas y dolorosas maneras. Los padres vemos cómo nuestros hijos crecen y añoramos los días en los que éramos su único mundo y los hijos ven cómo los padres se van marchando. Es raro […]

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Todo pasa, nada permanece.

Esta verdad es algo que los seres humanos vamos descubriendo a lo largo de nuestras vidas de muchas y dolorosas maneras. Los padres vemos cómo nuestros hijos crecen y añoramos los días en los que éramos su único mundo y los hijos ven cómo los padres se van marchando. Es raro encontrar a alguien que no haya sufrido esta revelación vital, sobre todo en esta época de enfermedades y pérdidas de personas que de alguna manera esperábamos tener siempre con nosotros.

Con los lugares también sucede lo mismo. La ciudad que conocimos se convierte en un recuerdo, en una simple imagen en nuestras cabezas, la mayoría de las veces idealizada por la bondad de la memoria. Sin embargo la memoria no sabe ni le interesa la verdad, la de que los lugares tampoco permanecen.

No es la primera vez que hablo de Ceuta, desde la nostalgia, desde la crítica, desde la desesperación e incluso también desde la ilusión de lo que estoy convencido que podría haber sido, de lo que podría ser. Hoy todo eso también empieza a desvanecerse para mí, y quiero compartirlo por última vez a modo de despedida, aunque les pido disculpas de antemano por su extensión.

Verán, la gente que se marcha de Ceuta a estudiar rara vez vuelve, a no ser que sea como funcionario. Es algo que todos saben y que yo sabía cuando regresé hace más de veinte años a intentar trabajar en el sector privado con muchas esperanzas de ver crecer mi ciudad y de poder contribuir a mejorarla, a desarrollarla. No soy el único, conozco a un puñado de personas que han hecho lo mismo, sin la red de seguridad del sector público, las hay. Pero no es lo habitual.

He de decir que en todo este tiempo he asistido a una transformación brutal en todos los sentidos. Esta Ceuta de hoy tiene muy poco que ver con la Ceuta de hace más cuarenta años en la que me crié y que me sirvió de inspiración, que me mostró a personas que sabían buscarse la vida de verdad, creando negocio, buscando oportunidades, aprovechando las debilidades de esta tierra para convertirlas en fortalezas y hacerla crecer. Esto, aunque algunos no se lo crean, sucedió hace unas cuantas décadas aquí, en Ceuta.

Pero todo cambió. El detonante del estancamiento de esta ciudad no fue el constante problema de la amenaza de Marruecos, ni la extrapeninsularidad, ni las típicas excusas de mal perdedor que se suelen poner. Ceuta durante el siglo XX prácticamente quintuplicó su población hasta llegar a los niveles actuales con esas mismas características y carencias. Su puerto era fuente de riqueza y empleo. El comercio era fuente de riqueza y empleo. Las importaciones eran fuente de riqueza y empleo. Incluso la llegada de viajeros de la península (gran parte de ellos gracias a la actividad militar) y de Marruecos eran fuente de riqueza y empleo, y eso sin haber empezado siquiera a vislumbrar el potencial que siempre hemos tenido de turismo, patrimonial y de logística marítima por nuestra ubicación geográfica. No, el detonante fue que se nos acabaron las ganas de luchar y de esforzarnos, la necesidad de sobrevivir y evolucionar. Y esas ganas se nos acabaron en el mismo instante en que empezaron a darnos dinero gratis y nos convirtieron en una ciudad subvencionada.

Hace unos meses leí un artículo del señor Lupiáñez sobre los males que asolan a esta ciudad, y reproduzco unas palabras suyas que comparto en su totalidad:

“Sé lo que me van a decir, que si no fuera por ese dinero público esta ciudad estaría muerta. Pero no es así. Hay una serie de servicios básicos que son responsabilidad del Estado y que deben ser cubiertos, eso es una evidencia. Hay una necesidad educativa, una sanidad que hay que cubrir, una seguridad, una frontera, una hacienda estatal, unos puestos estructurales imprescindibles que deben ser y son adecuadamente cubiertos. Pero hasta ahí.

Existe un dicho universal, un hecho incuestionable que es cierto en cualquier lugar del mundo y que es el verdadero motor que nos hace evolucionar, que nos hace mejorar, progresar, que es que la necesidad agudiza el ingenio. El problema empieza cuando un ayuntamiento dispone de unos fondos aparentemente inagotables fruto de unas transferencias pactadas que no responden a actividad económica alguna que generen ingresos impositivos. En ese momento en que una ciudad recibe unos fondos que no merece, justo en ese instante se acaba la necesidad, se acaba el esfuerzo, se acaba el ingenio para sobrevivir.
Aquí hace ya muchísimos años que no es necesario sobrevivir, simplemente poner la mano para cobrar.”

La Ceuta de hoy es, como ya he dicho en muchas ocasiones, la ciudad de los funcionarios. Eso implica que no existe ningún aliciente desde el punto de vista del gobierno, absolutamente ninguno, para adaptar los presupuestos de la ciudad a un despegue empresarial y económico. ¿Para qué, si eso no nos da de comer?

Esta afirmación que acabo de hacer no es una afirmación gratuita. Les podría poner infinidad de ejemplos. Fíjense en lo que ocurre con el PGOU, por citar el más sangrante. Más de diez años de paripé intentando tramitarlo y aprobarlo. Pero sigue ahí, entre promesas, entre informes y más informes que se prometen, que se piden, que se exigen, que se demoran, que se pasan de tejado en tejado,... ¡más de diez años! Deben saber que existen lugares de España donde han aprobado un PGOU en unos meses. Sí, con la emisión de los informes preceptivos previos. ¿Dónde está el problema? El problema está en que aquí a nadie le importa aprobarlo, más que a los cuatro o cinco empresarios que intentan sobrevivir y cuya actividad se adapta a otro tipo de obras que realmente no aportan gran cosa a los ingresos de la ciudad. Y ahí sigue. En cualquier otro lugar de España esto habría sido un verdadero escándalo de dimensiones sociales, políticas y económicas y no se habría permitido. Aquí, en Ceuta, no pasa nada. Esperando estamos, pero eso sí, cada 6 meses nos hacen una nueva promesa de “pronto esperamos aprobarlo, la culpa es de fulanito que aún no nos ha dado tal o cual informe, y nosotros tampoco hacemos nada para agilizarlo”. Se ignoran los plazos y efectos más elementales de la Ley de Procedimiento Administrativo, nadie presenta alegaciones, ni recursos y nadie pide responsabilidades, ¿para qué? Y todos se fuman un puro, oigan.

Les pondré otro ejemplo: los magníficos planes estratégicos y económicos consensuados con agentes sociales y económicos y blablabla. ¿Sirven de algo? No. ¿Se van a aplicar? No. ¿Van a servir? No. ¿Por qué? Pues porque a nadie les interesa. El dinero público sigue llegando con o sin esos planes. Son lavados de cara, brindis al sol por los que no tienen intención de esforzarse. Se dice alegremente que hay un par de empresas de juego online que va a establecerse, que están trabajando para que la digitalización llegue al mundo empresarial y expediente cumplido. Ya pueden pasar por caja los responsables públicos de turno a cobrar a final de mes las indecentes cantidades estipuladas. ¿No es alentador?

En esta ciudad, lo que de verdad importa y por lo que de verdad se lucha, sin contemplaciones, es en defender las transferencias, las subvenciones, los planes de empleo y el dinero de Europa. Ahí sí se parten la cara si es necesario, porque los sueldos de esta ciudad dependen de ello. Tanto es así, que seguramente están escuchando en estos días el clamor de La Línea de la Concepción por convertirse en una ciudad autónoma como Ceuta. ¿Al alguien le sorprende? Es una ciudad con un paro galopante, sin desarrollo económico al margen de Gibraltar, y que además no es tonta ni ciega, que ha visto el chollo que tiene Ceuta desde hace décadas, que vive del cuento del sector público. ¿Quién no querría algo así? ¿Dónde hay que firmar?

Es cierto que mucha gente me ha preguntado por qué no me he hecho funcionario aquí, en la ciudad de los funcionarios. Siempre les respondo lo mismo, que no todo el mundo puede ser funcionario, no sólo porque no sea sostenible, sino porque el sector privado también tiene que funcionar. He tenido la inocencia de pensar, tal vez por el ejemplo familiar y de muchos amigos, autónomos y empresarios, auténticos valientes que intentan sobrevivir con lo poco que pueden en esta Ciudad, que Ceuta podría ser algo más de lo que es, que se podría desarrollar una actividad para poder crecer de verdad. Ha sido un espejismo y no me avergüenza reconocer hoy que esa forma de pensar me ha hecho perder la apuesta que hice en su día por mi ciudad.

Ceuta va a seguir siendo la tierra donde nací, donde nacieron mis padres y donde han nacido mis hijos. Y aunque me vea obligado a buscar mi futuro lejos, sigo pensando que no todo está perdido para Ceuta. Esta ciudad necesita a gente comprometida, que sepa lo que es esforzarse por crear actividad económica, que no esté acomodada en una poltrona, que sepa lo que es la necesidad de buscarse la vida para avanzar. Espero, de corazón, que algún día la gente de esta ciudad despierte y sea capaz de dar un puñetazo sobre la mesa para ser algo más que un puñado de promesas incumplidas de cara a la galería y de políticos pedigüeños mendigando a las puertas del Estado para mantener un opulento nivel de vida.

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Zona de guerra 2: Ceuta https://elfarodeceuta.es/zona-guerra-2-ceuta/ Mon, 24 May 2021 02:05:07 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=629755 Muchos de ustedes seguramente recordarán cómo el día 28 de febrero de 2020 se realizó en Ceuta una marcha multitudinaria bajo el lema “contra el racismo” que aglutinó a varios miles de personas, entre cinco y ocho mil, según las fuentes. La marcha fue convocada por diversas asociaciones y partió desde el barrio de El […]

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Muchos de ustedes seguramente recordarán cómo el día 28 de febrero de 2020 se realizó en Ceuta una marcha multitudinaria bajo el lema “contra el racismo” que aglutinó a varios miles de personas, entre cinco y ocho mil, según las fuentes. La marcha fue convocada por diversas asociaciones y partió desde el barrio de El Príncipe, recorriendo las calles hasta el Palacio Autonómico, donde se leyó un manifiesto.

Pocos días después, escribí un artículo titulado “Zona de guerra: Ceuta”, en el que me atreví a analizar qué estaba sucediendo en Ceuta para que se llegara a esa situación. En el fondo habría deseado que alguien me corrigiera diciéndome que no era cierto lo que yo percibía, que eran elucubraciones sin fundamento, pero para mi asombro, no recibí ningún insulto a través de las redes sociales por ninguna de las partes, algo que ya de por sí me inquietó.

Hoy, más de un año después, he releído el artículo y me doy cuenta de que sigue teniendo exactamente la misma vigencia. De hecho, fíjense que acabo de decir “por ninguna de las partes” como si fuera algo normal y ampliamente aceptado que hay dos partes, y ni se han inmutado. Eso empieza a darnos una pista de que, efectivamente, existe un problema insoslayable.

Pero ¿ha cambiado algo en este último año? Sí, han ocurrido tres sucesos que nos están marcando.

Por una parte ha habido una pandemia, algo que podría haber regenerado y revitalizado nuestro sistema de valores, nuestras prioridades vitales y la unidad entre toda la población. Sin embargo ese efecto duró sólo un par de meses de aplausos y cánticos, el tiempo del confinamiento, lo justo para convertirlo en una excusa más para tener munición de discusión, debate y enfrentamiento. Porque sí, no olvidemos que vivimos en un país de expertos y todos tenemos una visión sobre la libertad y sobre si debemos o no tener normas que regulen nuestra obligación de ser responsables.

Por otra parte, ha habido un cierre de la frontera con Marruecos. Pocos días después de la manifestación, se cortó el grifo de trabajadores transfronterizos y de turistas marroquíes que venían a consumir a multitud de comercios y locales de hostelería. Eso ha agravado aún más la desigualdad entre el amplio sector público, que no ha sufrido merma salarial, y el sector privado, que ha visto cómo muchos locales han cerrado sus puertas y los que quedan a duras penas se mantienen casi exclusivamente de dar servicio a los trabajadores del sector público.

Por último, la gota que ha colmado el vaso, ha sido la entrada a nuestro territorio hace unos días de miles de inmigrantes. No sé si coincidirán conmigo en que lo que de verdad ha contribuido a agravar el deterioro y la tensión en la unidad de la población de Ceuta no ha sido tanto la avalancha en sí misma y la indignidad de la actitud de Marruecos, que pienso que todos coincidimos en rechazar. Lo que ha agravado el clima entre la población han sido las consecuencias y las declaraciones posteriores de quienes están usando ese conflicto para su propio interés personal o colectivo.

Hay tensión en el ambiente, se percibe. Ahora mismo estamos inmersos en una lucha de símbolos, de posicionamientos, de ver quién se arma de más razones de peso, de discusiones sobre si los MENA proceden del infierno o de alguna de sus provincias limítrofes, sobre si Pedro Sánchez es la encarnación del mal en la Tierra, sobre si hay que ocupar las calles para denunciar el fascismo, sobre si hay que ocuparlas en cambio para defender la decencia y las buenas costumbres, sobre si Abascal es ese macho ibérico que nos salvará a todos, sobre si los racistas deberían ser colgados en la Plaza de los Reyes después de boicotear sus negocios, sobre si estamos o no de acuerdo en organizar un ataque táctico de la Legión al hotel de lujo de Mohamed VI, sobre cuán larga será la lista negra de personas non gratas en nuestros contactos de redes sociales y, sobre todo, sobre si mi vecino es o no de fiar.

A priori, hablar de culpas no tiene mucho sentido. Dependiendo de con quién se hable, le intentarán justificar de dónde procede ese malestar, pero cuando se llega a una situación de tensión, de reproches cruzados entre la población, lo que existen son responsabilidades.

La primera responsabilidad del clima de crispación y tensión es sin duda de las autoridades públicas y de los responsables políticos. No se puede consentir que un responsable público incendie las calles. Esos responsables están ahí para velar por el bienestar de toda la población, para dar servicio público, no para contentar a los suyos. Y también es responsabilidad de las autoridades públicas el poner los medios para cortar de raíz esa crispación de dos formas. Primero, mediante una labor de PEDAGOGÍA real, no de acusaciones ni de declaraciones institucionales insípidas para cubrir el expediente, y después mediante el consenso en la toma de decisiones, es decir, ofreciendo una imagen de UNIDAD de todos esos responsables y partidos políticos. Si no se hace eso y cada uno libra la guerra por su cuenta, la población toma nota y recoge el guante.

Pero, y lo voy a decir claramente, la auténtica responsabilidad es de usted, que me está leyendo y también es mía. Porque es usted, soy yo, y somos todos los que vivimos aquí los que decidimos qué relación queremos llevar entre nosotros. Usted ya ha decidido si cuando deje de leer estas líneas se va a sentir ofendido, o si va a seguir criticando, insultando y despreciando a su vecino porque no piensa como usted, porque no vota al mismo partido político, porque se siente más o menos sensibilizado hacia un MENA, porque vive en un barrio distinto, porque no acude al mismo templo de culto o porque no ve la vida como usted. Usted, señora, y usted, señor, decide si quiere señalar con el dedo en público o en privado a quienes considera que son los malos.

Yo le pregunto, ¿está usted dispuesto a odiar o tiene el respeto necesario para vivir con los demás? La respuesta a esa pregunta le dará una idea de si usted sólo tiene responsabilidades o de si también tiene la culpa de que nuestra vida se pueda volver insoportable. Todo lo demás son sólo mierda de excusas.

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El futuro del centro https://elfarodeceuta.es/futuro-centro/ Tue, 23 Mar 2021 11:07:02 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=607622 ¿Qué responderían si les hicieran un cuestionario dicotómico, sólo con respuestas cortas entre dos opciones, y les preguntaran si están a favor o en contra del aborto o de la eutanasia? ¿Qué dirían si les preguntaran si apoyan la inmigración, si son feministas o machistas (como si fueran antónimos), si entienden o apoyan el movimiento […]

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¿Qué responderían si les hicieran un cuestionario dicotómico, sólo con respuestas cortas entre dos opciones, y les preguntaran si están a favor o en contra del aborto o de la eutanasia? ¿Qué dirían si les preguntaran si apoyan la inmigración, si son feministas o machistas (como si fueran antónimos), si entienden o apoyan el movimiento independentista o si están a favor o en contra de subir los impuestos? ¿Qué responderían si son de izquierdas o de derechas, sin más explicaciones?

Es muy fácil definir de ese modo nuestro entorno, nuestro pensamiento, nuestra posición política. Es tan fácil, que de hecho es la tendencia imperante hoy en día en las encuestas de intención de voto o en los titulares de los medios de comunicación. Una respuesta breve, sin matices, blanca o negra, es lo que nos define ante los demás y a la vez la que nos hace juzgar y dictar sentencia ante otros.

Hace unos años escribí un artículo llamado “Pensar en gris”, en el que hablaba de la polarización de nuestra sociedad, y lo cierto es que la política en España también es así de radical. Definirse de izquierdas o de derechas es algo más que una opción, se ha convertido en una obligación en este país. ¿Cuántos personajes públicos no políticos conocemos que se definen políticamente sin ningún tapujo? Piensen en presentadores, locutores, periodistas, actores y actrices o cantantes, o incluso deportistas, por poner algunos ejemplos, y el número se vuelve inmenso.

Sin embargo la realidad de las cosas es muy diferente, muy distinta a esa postura tajante y enfrentada que insisten en vendernos. Los matices existen y son tan importantes que pueden llevarnos a un verdadero conflicto moral o ideológico. Pero los matices no son fáciles de gestionar, no son mediáticos, los matices no generan eslóganes, sino que entran dentro de la dialéctica, de la pedagogía, del diálogo, de la capacidad de escuchar, conceptos todos ellos ajenos y despreciados para el circo de la opinión pública. Tanto es así, que esos matices le han pasado factura al centro político.

Es necesario ubicarnos y entender este escenario para poder comprender por qué los intentos de despegar del centro político han sido siempre infructuosos. Si exceptuamos la época del CDS de Adólfo Suárez, (que acabó bastante mal para ellos pero que respondía a una necesidad de reconciliación y de unión nacional para sobrevivir al pasado), la efervescencia más o menos intensa de partidos como UPYD o Ciudadanos han resultado efímeras, con fecha de caducidad. Y no ha sido por problemas de corrupción, ampliamente institucionalizada y demostrada en partidos tanto de la izquierda como de la derecha, sino porque el centro es muy vulnerable a cualquier crítica o ataque ideológico, venga de donde venga.

El partido que desde hace ya unos cuantos años ha representado el centro político, Ciudadanos, ha recibido siempre las críticas asociadas a no seguir una ideología concreta en la aplicación de sus políticas. Y no es porque no tengan ideología, que la tienen. De hecho, comenzaron definiéndose como socialdemócratas o centro-izquierda y tras unos años decidieron redefinirse como liberales o centro-derecha (de nuevo los matices). Pero si hay un pecado que se ha demostrado como imperdonable a lo largo de los tiempos es la tibieza ideológica. A todos se nos puede perdonar un error, una salida de tono, un malentendido si es en aras de tus convicciones ideológicas. ¡¡Incluso los votantes perdonan la corrupción de los suyos!! Pero lo que jamás se perdona es que tu única ideología sea la aplicación de la Constitución y la igualdad entre españoles. ¿Qué clase de insípida política es esa?

Si no eres de derechas o de izquierdas, eres un veleta o un vendido, y precisamente las críticas siempre se dirigen a esa esencia, a su línea de flotación. El centro político asume planteamientos sociales y asume planteamientos de libre mercado para intentar realizar una política útil. Y esa forma de actuar es muy complicada, porque necesita llegar a acuerdos con partidos de derecha, y de izquierda. Y eso en este país es poco menos que una blasfemia.

El centro político no ha sido criticado por hacer tal o cual política, ha sido criticado siempre por con quién pacta o no pacta, por hacerlo con unos y también con otros. Porque una política de pactos y acuerdos entre posiciones ideológicas alejadas puede ser aceptable en otros países como Alemania, pero España no ha llegado a la madurez política necesaria para hacerlo. Cuando se ha pactado un paquete de medidas de gobierno con la derecha, la izquierda los ha tildado de fachas. Cuando pacta un paquete de medidas de gobierno con la izquierda, la derecha los acusa de ser unos vendidos al comunismo, a los independentistas y a Sánchez. La ceguera del odio en que estamos instalados, enjuicia los pactos de un partido de centro no por el contenido sino por el interlocutor con el que negocia.

Pero los problemas del centro no acaban ahí. La misma naturaleza moderada de estos partidos posibilita que en su seno se vayan aglutinando personas descontentas de una y otra ideología, que acaban en el centro político no por convencimiento sino como una forma de refugiarse temporalmente. Son, por tanto, frecuentes las facciones críticas internas, una constante inestabilidad que esconde una situación temporal de infiltrados que tarde o temprano acaban saliendo a la luz. Tanto es así, que ahora estamos asistiendo a una fuga de “centristas” que muestran su verdadera ideología y abandonan el barco tanto al PSOE como al PP o a VOX. Curiosamente, los más fieles ideólogos suelen ser los miembros de la extrema izquierda, que no se plantean nunca emigrar al centro o viceversa ni siquiera como una transición temporal para salvar los muebles.

Todo esto nos conduce a una triste verdad. Los acuerdos y los consensos en este país interesan muy poco. Lo único que de verdad importa es a quién desprecias. El odio visceral y la polarización en nuestra política, provocan que cualquier posibilidad de diálogo y de enfrentarse a los problemas de manera conjunta sea inútil.

Hay una verdad que todos alguna vez hemos escuchado y hemos olvidado. La paz sólo se firma con los enemigos, no con los amigos. Hasta que la gente no sea capaz de entender esto, el centro político en España no tendrá futuro.

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