Artículos escritos por José Manuel Pérez Rivera | El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/jose-manuel-perez-rivera/ Diario digital Thu, 03 Oct 2024 06:52:26 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por José Manuel Pérez Rivera | El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/jose-manuel-perez-rivera/ 32 32 La sombra https://elfarodeceuta.es/sombra-colaboracion-perez-rivera/ Thu, 03 Oct 2024 02:06:34 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1105390 Llevo varias semanas sin salir a pasear por la naturaleza de Ceuta. Por un lado, estuve resfriado; y por otro, la semana pasada fui con un grupo de alumnos de mi instituto a Cantabria. Ahora estoy disfrutando de la aurora acompañado por un grupo de aves que trinan de alegría al ver el rostro luminoso […]

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Llevo varias semanas sin salir a pasear por la naturaleza de Ceuta. Por un lado, estuve resfriado; y por otro, la semana pasada fui con un grupo de alumnos de mi instituto a Cantabria. Ahora estoy disfrutando de la aurora acompañado por un grupo de aves que trinan de alegría al ver el rostro luminoso del sol. Hasta el viento de poniente se pesenta para recibir al astro rey.
Mi alargadísima sombra me antecede en mi recorrido por la pista de la Lastra. El fresco aliento de Céfiro mantiene limpio el horizonte y permite contemplar con nitidez la orilla europea del Estrecho de Gibraltar. Yo avanzo con lentitud, cuaderno y bolígrafo en mano, disfrutando de un paisaje muchas veces visto, pero que no me deja de conmover. Un agradable cosquilleo recorre mi cuerpo sintiendo que penetro en el sagrado templo de la naturaleza.
El camino está seco y polvoriento. El otoño no ha dejado la suficiente agua en Ceuta y, por desgracia, tampoco en el resto de España.

colaboracion-jose-manuel-perez-rivera-3Al caminar por la senda abandono la zona de umbria, pero mi sombra no me abandona, aunque algo más disminuida. La creciente luz de la mi conciencia reduce su tamaño. Escribir contribuye a ello. Como dijo C.G.Jung, hacer visible nuestra sombra e integrarla es lo que nos permite avanzar en nuestro proceso de individuación. Este proceso es una actualización de la fase de nigredo en la obra alquímica. Reconocer nuestros defectos y asumir nuestra personalidad es un paso fundamental para lograr una vida plena y significativa. Como estoy haciendo esta mañana, en nuestro camino por la vida pasamos por etapas de sombra y por fases soleadas en las que, de manera paradójica, proyectamos con más nitidez nuestra sombra. Nosotros no la vemos, pues estamos en un momento de esplendor, pero para los demás resulta más reconocible.

Puede que el secreto para una buena vida sea lo que estoy haciendo en este momento: caminar con lentitud, con los sentidos despiertos, así como con el pensamiento activo, haciendo paradas para reflexionar y plamar por escrito las ideas que brotan desde el manantial situado en nuestro templo interior. Una gran piedra es una irresistible invitación para sentarse a escribir.

El viento de cara dificulta mi avance, pero al mismo tiempo me mantiene despierto y obliga a mis piernas a esforzarse. Resulta más fácil andar con el viento a favor, sin embargo, nos aletarga y acomoda demasiado. Según me acerco a la tumba de Sidi Boudras noto un cambio en la naturaleza circundante. El monotono, aunque bello pinar, da paso a un alcornocal centenario. Dos sauces custodían la tumba del santo al que acompañan lentiscos, erguenes, lavandas y un frondoso brezal.

"Al caminar por la senda abandono la zona de umbria, pero mi sombra no me abandona, aunque algo más disminuida"

Restiego entre mis dedos flores secas de lavanda y absorbo su perfumada fragancia. Los majuelos muestran sus rojizos frutos otoñales. También me llevo a la nariz una rama florida de poleo que introduzco entre las páginas de mi cuaderno para perfumarlo.

colaboracion-jose-manuel-perez-rivera-1Me acerco a ver y fotografiar una planta trepadora con unas flores aún cerradas que parecen pendientes de perlas.
Me deleito observando las ramas de los majuelos cargadas de bayas rojizas. Un sendero desconocido para mí atrae mi atención y accedo a él encontrándome una higuera seca.
Después de un paseo de dos horas llego a una curva en la que se entremezclan las luces y las sombras de los árboles. De esta combinación surge una extraordinaria belleza. Yo añado a la composición mi sombra, aún alargada, pero consciente.
En mi camino de vuelta no podía dejar de visitar el santuario de San José. Me encuentro con mi amigo Pedro, quien me comenta que las brigadas de OBIMACE han arreglado los caminos interiores del santuario, algo que he podido comprobar con alegría. Este lugar merece valorado y cuidado.

Ceuta, sábado 25 de noviembre de 2023

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Paz y armonía en el Valle Sagrado https://elfarodeceuta.es/paz-armonia-valle-sagrado/ Tue, 24 Sep 2024 02:20:55 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1101702 Día nublado y de levante. No obstante, no quería dejar de venir a sentarme, acompañado por la naturaleza, en el valle sagrado de San José. Son las 9:00 h y tengo tiempo por delante para dar rienda suelta a mis sentimientos y pensamientos. En este lugar encuentro paz, la belleza de la naturaleza y la […]

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Día nublado y de levante. No obstante, no quería dejar de venir a sentarme, acompañado por la naturaleza, en el valle sagrado de San José. Son las 9:00 h y tengo tiempo por delante para dar rienda suelta a mis sentimientos y pensamientos. En este lugar encuentro paz, la belleza de la naturaleza y la fuerza vital que mana del manantial del agua de la vida. Todas las personas a la que he acompañado a este santuario y se han sentado donde yo lo hago ahora mismo han experimentado una intensa sensación de paz y armonía.
Este lugar no sólo atrae a los buscadores espirituales, sino también a las aves. No hace falta levantarse para ver a los carboneros, petirrojos, mirlos, palomas torcales e incluso picapinos. Necesito esta dosis de paz para contrarrestar la continua agitación diaria y las preocupaciones personales, familiares y laborales. Aquí todo se mueve a un ritmo más lento: el del sol, el viento y el del paso de las estaciones. Todo se renueva de manera constante, pero mantiene su identidad. Esta es una importante lección que nos enseña la naturaleza. Nuestra vida sería más satisfactoria si nos sincronizamos con el ritmo de las estaciones y sus cambios.

Queda poco para que celebremos el solsticio de verano, día en el que el sol alcanza su cenit en el hemisferio norte y dispondremos de más horas de luz solar.
Un pinzón, que desde que llegué aquí se ha mostrado esquivo, se ha acercado a verme y ha posado para que pueda fotografiarlo.
Resulta gratificante comprobar que soy bien acogido en la naturaleza y que para sus criaturas no soy un extraño. Hasta una cría de petirrojo ha venido a saludarme. También tengo la oportunidad de saludar a mi amigo Pedro, que se ha acercado con su perro. Hemos estado charlando un rato y al despedirme me ha que le he transmitido mucha energía positiva. Me he sentido halagado por las palabras de mi amigo, ya que mi principal aspiración es llegar una fuente del agua de la vida que vitalice a los que me rodean.

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Ceuta, residencia del Atlante dormido y Sísifo https://elfarodeceuta.es/ceuta-residencia-atlante-dormido-sisifo-colaboracion/ Thu, 19 Sep 2024 02:06:35 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1099745 Ayer estuve con mi mujer y mis hijos Alejandro y Sofía contemplando el atardecer desde el mirador de San Antonio. Tenía ganas de observar la caída del sol para comprobar una teoría que acudió a mi mente el otro día. Cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo salgo por la tarde a contemplar el […]

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Ayer estuve con mi mujer y mis hijos Alejandro y Sofía contemplando el atardecer desde el mirador de San Antonio. Tenía ganas de observar la caída del sol para comprobar una teoría que acudió a mi mente el otro día.
Cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo salgo por la tarde a contemplar el ocaso del sol. Esta costumbre me ha permitido observar la cambiante posición del sol en los atardeceres ceutíes. Siempre lo hago tomando como referencia la figura del Atlante dormido, que es la montaña que delimita a Ceuta por el oeste.

En el día del solsticio de verano el sol alcanza su posición más septentrional para acto seguido deshacer su camino y subir, como una pesada piedra, sobre el cuerpo del Atlante hasta llegar a la cima del Yebel Musa en el solsticio de invierno. A partir de este día comienza a rodar de nuevo hacia el norte hasta pararse el día de comienzo del verano. Cuando me di cuenta de este hecho me acorde del mito de Sísifo.

colaboracion-perez-rivera-ceuta-residencia-atlante-dormido-sisifo-2De Sísifo sabemos que era hijo de Eolo, dios de los vientos; y que se casó, precisamente, con la Pléyade Mérope, una de las hijas del Atlante. Era conocido por su astucia y valentía. Zeus ordenó a su hermano Hades que arrojará a Sísifo al Tártaro y le castigará eternamente por haber violado secretos divinos. Pero Sísifo no se dejó intimidar: astutamente puso a Hades unas esposas diciéndole que le iba a mostrar cómo debían usarse, y las cerró rápidamente.

Así, Hades quedó como prisionero en casa de Sísifo durante unos días. Esta situación provocó una situación imposible, porque nadie podía morir. Es de suponer que estos días en los que Hades abandonó su puesto no pudieron abrirse las puertas de inframundo situadas en el Estrecho de Gibraltar por las que cada noche entra Apolo conduciendo el carro solar. Estos días corresponderían a las jornadas próximas al solsticio de verano, que es el momento en el que los días son más largos y las noches más cortas. No fue hasta que Ares acudió a liberar de su cautiverio a Hades cuando las puertas del infierno se abrieron de nuevo y los días comenzaron a ser más cortos.

colaboracion-perez-rivera-ceuta-residencia-atlante-dormido-sisifo-1Por el encontronazo con Hades y con el mismo Zeus, Sísifo recibió un castigo ejemplar. Homero, en la Odisea, lo narra de la siguiente manera:
“Iba a fuerza de brazos moviendo un peñón monstruoso y, apoyándose en manos y pies, empujaba su carga hasta la cima de un monte; más luego, llegado ya a este punto de dejarlo en la cumbre, la echaba hacia atrás su gran peso; dando vueltas la impúdica piedra, llegaba hasta el llano y él tornaba a empujarla con todas sus fuerzas. Caía el sudor de sus miembros y el polvo envolvía su cabeza” (Odisea, Canto XI, 595-600).

"Siempre que observo los atardeceres ceutíes, lo hago tomando como referencia la figura del Atlante dormido, que es la montaña que delimita a Ceuta por el oeste"

Según Robert Graves, “la piedra de Sísifo era originalmente un disco solar, y la colina por la que rodaba es la bóveda celeste, lo que constituía una imagen bastante familiar”.

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Sísifo, por Tiziano.

Desde mi punto de vista, existen motivos para pensar que la montaña por la que Sísifo rueda su piedra o disco solar es el Yebel Musa, o lo que es lo mismo, el propio cuerpo tendido de su suegro el Atlante. Todos los años, en el día del solsticio de verano recoge su piedra de la misma puerta de Hades situadas en el Estrecho de Gibraltar y comienza a subirla por el perfil del Atlante hasta que consigue situarla en la cima del Yebel Musa en el día del solsticio de invierno. Ese día la piedra comienza su descenso hacia el mar en un ciclo interminable a la vista de todas aquellas personas observadoras.

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Sísifo, por Frank Von Stuck.

La vinculación del Atlante y Sísifo es clara. Este último, como comentamos al principio de este escrito, se casó con Mérope una de las siete hermanas que forman la Pléyades. También guarda una estrecha relación con Hades, al que consiguió engañar y mantener preso varios días y que se vengó de él obligándole a subir el disco solar sobre el cuerpo del Atlante y haciéndole sufrir viendo cómo su trabajo resulta infructuoso año tras año.

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La luna y el Atlante dormido https://elfarodeceuta.es/luna-atlante-dormido/ https://elfarodeceuta.es/luna-atlante-dormido/#comments Wed, 11 Sep 2024 02:25:26 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1096425 Esta mañana he pasado, en apenas unos minutos, de la frustración a la emoción. Había madrugado mucho para presenciar el ocaso de la luna tras el Atlante dormido. Iba bien de tiempo, pero al llegar a la altura de la playa de Benitez me he encontrado con una caravana de cubas de la limpieza que […]

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Esta mañana he pasado, en apenas unos minutos, de la frustración a la emoción. Había madrugado mucho para presenciar el ocaso de la luna tras el Atlante dormido. Iba bien de tiempo, pero al llegar a la altura de la playa de Benitez me he encontrado con una caravana de cubas de la limpieza que han retrasado mi llegada a la barriada de Benzú. Con gran enfado he visto como la luna se ocultaba tras el rostro del Atlante sin que me diera tiempo a parar y captar este momento con mi cámara fotográfica. Con la esperanza de que ganando altura contemplara la luna, he subido hasta el mirador de Benzú. Al doblar la cerrada curva que antecede al mencionado mirador panorámico se me ha alegrado el corazón al ver que la luna era aún visible y podría obtener un bello encuentro entre el Atlante dormido y la luna llena.
En varias ocasiones me he fijado que el atardecer de la luna era sobre el Yebel Musa, así que uno de mis sueños era asistir a este momento cargado de magia y belleza. Aprovechando que ya estoy de vacaciones, ayer pensé que no podía desaprovechar la ocasión.
Cuando he entrado al mirador de Benzú he pillado desprevenido a un zorro que ha huido ante mi inesperada presencia. Al fotografiar el encuentro de la luna y el Atlante dormido he experimentado una indescriptible alegría y emoción. La belleza y magia del momento es difícil de describir con palabras.

"La calidez que envuelve el mirador de Isabel II me invita a tumbarme y a soñar despierto"

Con el telón de fondo del cielo índigo y las primeras luces del día he presenciado cómo la luna lucía al igual que una joya brillante sobre la cabeza del Atlante dormido para introducirse en ella y darle vida. El anima femenino, la diosa luna, regresaba y se introducía en la cabeza del Atlante haciendo el camino inverso de la diosa Atenea cuando nació de la testa de Zeus. El Eros volvía para complementar al Logos y completar la conjunción de opuestos que persigue la obra alquímica.
Hasta hoy había sido testigo de muchos amaneceres y atardeceres, pero no había sido testigo de una acontecimiento tan mágico y bello como el de esta madrugada. Luego me he acercado hasta el mirador de Isabel II. El aire caliente se concentra en este lugar y resulta muy agradable esperar la salida del sol mientras plasmo por escrito mis impresiones de este amanecer en el que el sol y la luna han invertido sus posiciones respecto al atardecer de anoche. Hace unas horas era el sol quien se ocultaba por Occidente y la luna salía por Oriente. Esta última, después de recorrer la bahía sur de Ceuta, se ha introducido en la cabeza del Atlante dormido. Volverá esta noche, algo disminuida, paa iluminar con su blanca luz la noche de verano.
La calidez que envuelve el mirador de Isabel II me invita a tumbarme y a soñar despierto. Siento que la naturaleza quiere que me quede con ella y siga escribiendo sobre su belleza y sabiduría ignorada por la mayoría. Me pide que traslade la idea de que la naturaleza no es algo inerte, sino plena de vida y consciente.

"Al fotografiar el encuentro de la luna y el Atlante dormido he experimentado una indescriptible alegría y emoción"

Nuestra inteligencia es la suya, pero hemos olvidado que formamos un todo con el cosmos y con la naturaleza que nos rodea. Todos los seres vivos cumplimos una misión para que el poderoso drama, como lo denominó Walt Whitman, prosiga. La existencia está plagada de circunstancias adversas, de frustraciones, desengaños y tristeza, pero siguiendo al sabio Walt, más allá de estos avatares existe la vida y la identidad, así como la posibilidad de contribuir con un verso al despliegue de la plan cósmico y divino que supera con creces nuestra capacidad de comprensión. Me siento en este momento un componente más del infinito firmamento que hace el esfuerzo de incluir el todo en su limitada mente. Desde la perspectiva cósmica soy un ser insignificante, pero al mismo tiempo extraordinario al ser capaz de percibir, sentir, emocionarme y crear relato que hablan de asuntos que trascienden mi condición humana. Establezco un diálogo entre mi conciencia y el centro de mi ser del que brota el agua de la vida.

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Paseo vespertino https://elfarodeceuta.es/paseo-vespertino/ Sat, 31 Aug 2024 02:06:33 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1092024 Para mí resulta una experiencia diferente pasear por la tarde. Aprovechando que mañana es festivo [el artículo está escrito el 30 de abril de 2024], y ante las previsiones meteorológicas que anuncian lluvia, he decidido pasar la tarde en la naturaleza. Hoy es un día de poniente y las vistas que deja son impresionantes. Para […]

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Para mí resulta una experiencia diferente pasear por la tarde. Aprovechando que mañana es festivo [el artículo está escrito el 30 de abril de 2024], y ante las previsiones meteorológicas que anuncian lluvia, he decidido pasar la tarde en la naturaleza.
Hoy es un día de poniente y las vistas que deja son impresionantes. Para observar con más detalle la silueta de Ceuta y los paisajes del Estrecho he visitado primero el mirador de Isabel II y después he subido hasta el monte del Renegado o de la Tortuga para sentarme a escribir en el bordillo exterior de una garita. Desde aquí disfruto de una panorámica completa de la península ceutí, de la bahía de Restinga y de las costas europea de la península ibérica.
No soy el único que disfruta de este privilegiado balcón. Un nutrido grupo de vencejos sobrevuelan este lugar. Me encanta escuchar sus agudos chirridos mientras dibujan círculos en el cielo.

El mar es de un azul intenso y Ceuta parece flotar encima de este zafiro.

Las nubes, blancas con la nieve, avanzan sobre Ceuta ocultando a intervalos al sol. Cuando deja de mirar mis otros sentidos toman el relevo y entonces percibo el fuerte olor de las rudas que rodean la garita. También escucho a los grillos que ensayan su melodia nocturna y el roce de las finas ramas de los escobones movidos por el viento. Igualmente aprecio el zumbido de las abejas y de otros insectos polinizadores. Algunos de ellos van besando todas las flores expresando su enamoramiento de la naturaleza. Me siento identificado con este insecto enamorado de la obra divina. Como dijo en una entrevista el analista junguiano James Hillman, la única manera de salvar a la naturaleza es a través del amor.
Me ha llamado la atención la belleza de la flor del majuelo. Se asemeja a la flor del almendro en miniatura. Siento igualmente una gran atracción por las rosáceas flores del jarguazo y por el olor del martuezo o lavanda. La flores está diseñadas para enamorar a las abejas, pero también para hacerlo con los seres humanos. Como escribió Lewis Mumford, somos hijos de las flores.
Los olivillos son muy curiosos con su flor en forma de lanza. El repertorio de formas, colores y fragancias de las flores es muy amplia.
Bajo por el empinado camino que conduce a la valla que rodea al polvorín del Renegado. La subida ha sido dura, pero este paseo vespertino ha merecido la pena.

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Estampas otoñales https://elfarodeceuta.es/estampas-otonales-perez-rivera/ Mon, 26 Aug 2024 02:10:48 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1090411 Escrito el 12 de octubre de 2023 Solemos asociar el otoño con la tristeza y la melancolía, pues termina el verano, el buen tiempo y los niños y jóvenes tienen que volver a la escuela, el instituto o la Universidad. Con esto del cambio global los veranos se prolongan más de lo habitual y hasta […]

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Escrito el 12 de octubre de 2023

Solemos asociar el otoño con la tristeza y la melancolía, pues termina el verano, el buen tiempo y los niños y jóvenes tienen que volver a la escuela, el instituto o la Universidad. Con esto del cambio global los veranos se prolongan más de lo habitual y hasta bien metidos en el mes de octubre seguimos en mangas de camisa y pantalón corto. Bien es cierto que desde hace unos diez días las temperaturas han descendido un poco y, por fortuna, han llegado las primeras lluvias. Yo he aprendido a apreciar los otoños desde que hace una década he hecho de mis paseos por la naturaleza una arraigada costumbre. Siempre voy con mi cámara fotográfica, mi cuaderno y mi bolígrafo captando imágenes y tomando nota de mis percepciones, sentimientos, emociones y pensamientos que me inspiran los paisajes de Ceuta.

Aprovechando la festividad de la hispanidad me levanté bien temprano y me encaminé al mirador de Isabel II. De esta posición elevada puede comprobar que la niebla cubría el istmo y la Almina, dejando al descubierto el Campo Exterior y el Monte Hacho. Este promontorio parecía esa mañana un islote rodeado por un mar de nubes bajas. Según el sol iba tomando altura y fuerza, la neblina se despejaba permitiendo ver el puerto y luego la Almina. A las 8:55 h entró en el puerto el fast-ferry de la compañía Transmediterránea, después de lo que a buen seguro tuvo que ser un travesía fantasmagórica por el Estrecho de Gibraltar. El barco entraba en la bocana con el sonido de las bocinas de niebla y escoltado por las gaviotas. Éstas pasaban de una bahía a otra con las alas apenas desplegadas aprovechando el viento de levante. La niebla ascendía por la vertiente occidental de García Aldave trayendo humedad hasta donde me encontraba. El sonido de la bocina de los barcos me retrotraía a mi infancia y al recuerdo de que nací y vivo en una ciudad marinera.

Desde el mirador de Isabel II me dirigí al de Benzú. Quería observar el efecto de las nubes sobre el Atlante dormido. Las nubes se elevaban para superar las cotas más altas de Sierra Bullones y así acariciar el cuerpo del titán petrificado. Pasaban a una apreciable velocidad, como si tuvieran prisa por disolverse en el Estrecho de Gibraltar. Es como si antes de desaparecer quisieran tocar esta montaña sagrada y mágica que sirve de Axis Mundi entre el inframundo, la tierra y el cielo. Nuestra vida, pensé, se asemeja a estas nubes: nacemos a nivel del mar, nos elevamos hasta alcanzar la cúspide y luego los años corren a toda prisa antes de diluirnos en el infinito firmamento. Hay quienes, como estas nubes, rozan la eternidad, apreciando el milagro de la vida y la belleza de la naturaleza.
Después de desayunar un buen té moruno, paseé por el arroyo de Calamocarro. Ya desde la playa escuchaba el canto de los bulbules naranjeros, considerados los “ruiseñores de África” por sus bellas entonaciones. Mi corazón se alegraba a cada paso que daba por este paraíso natural. Los bulbules no se dejan ver con la misma facilidad que lo hacía un curioso petirrojo que se asomó para verme. No obstante, agudizando el oído y la vista, conseguir ver y fotografiar a un bulbul naranjero que se escondía entre un frondoso palmito. Su canto había delatado su posición.

Un metros más adelante se cruzó en mi camino una bella y elegante mariposa monarca que se posó el tiempo suficiente para captar su imagen.
Por desgracia, el cauce del arroyo de Calamocarro estaba completamente seco. Supongo que tras las lluvias de los últimos días se habrá recuperado un poco y con él los colores del campo. En este día los únicos colores que resaltaban era las flores amarillas de las albahacas, los frutos rojos de los lentiscos, las moras y el intenso negro de los frutos de las hiedras. El marrón era la tonalidad dominante, como corresponde a la estación otoñal. Los alcornoques desechan en estas semanas sus viejas hojas y dejan sobre el suelo las bellotas destinadas a repoblar de manera natural estos bosques.
El verde manto de helechos, que suele cubrir la ribera oriental del arroyo de Calamocarro, había cambiado al marrón otoñal. Están quemados por los rayos solares durante un verano cada vez más prolongado. Un metros más adelante me encontré con una explosión de color en torno al único manantial del arroyo del que sigue brotando agua. Aquí se concentraban las flores de “Lantana camara”, más conocidas como “banderita española” por su semejanza a los colores de la insignia nacional, cuyo día celebrábamos el día de mi paseo por el arroyo.

En la subida a los castaños centenarios hice una parada para disfrutar de viejo chopo, el más alto de los árboles de este arroyo. Lucía un renovado vestido de hojas verdes que brillaban como lentejuelas agitadas por el viento. Por su parte, los acebuches mostraban sus aceitunas de piel negra y carne granate. Quise acercarme hasta uno de ellos, pero un oloroso hinojo me cerraba el paso para que me detuviera a olerlo, algo que hice gustoso. Me resultó una fragancia muy agradable. Esta obligada parada me permitió contemplar, a pocos metros, a uno de centenarios castaños de este arroyo de Calamocarro. Algunos testimonios recogidos en las fuentes escritas dicen que estos castaños fueron plantados por un grupo de los nazaríes expulsados de Granada en tiempos de los Reyes Católicos. Si esto fuera cierto llevarían más de quinientos años contemplando el Estrecho con la misma nostalgia que quienes lo plantaron. Es muy probable que sus semillas fueran traídas desde Granada a esta tierra transfretana. Cada otoño estos castaños dejan caer sus frutos protegidos por la cápsula subglobosa muy espinosa denominada “zurrón”. Con cuidado para no pincharme, cogí un par de castaña para comérmelas a la sombra del castaño. Al probarla me dejó un amargo sabor en la boca. Supongo que habrá que esperar un poco antes de comerlas.

A pesar de su longevidad, los castaños muestran unas hojas grandes y verdes que son toda una delicia para la vista. Sentando sobre las raíces de un castaño sentía la calidez que parecía desprender su grueso tronco para protegerme de la fresca y húmeda brisa de levante. Hay que lamentar que varios de estos castaños se quemaron hace unos años por causa de un devastador incendio forestal. Otros ejemplares quedaron malheridos y, a pesar de que las autoridades ambientales no se preocuparon en curarlos, sobreviven de manera milagrosa, aunque algunos no tengan suficiente fuerza para dar frutos.

No podía salir de arroyo de Calamocarro sin visitar al majestuoso pino que reina en este lugar. Cada vez que vengo reconozco un nuevo rostro emergiendo de su tronco. Permanecen dormidos y con semblantes serios y compungidos llorando resina por sus ojos. Les duele mucho el maltrato que se le dispensa a la naturaleza. Pocos prestan atención a sus enseñanzas ni respetan a las criaturas que habitan la tierra. El destino de la humanidad es el de ser la conciencia que experimenta, siente y expresa toda la verdad y toda la belleza de la obra divina, para enlazar la Realidad con el mundo aparente en el que discurre nuestra existencia terrenal. Este es un mundo hecho para la experimentación, el aprendizaje y la conformación de nuestro cuerpo sutil de luz. Me dio la impresión de que el viejo y sabio pino está de acuerdo con mi pensamiento al esbozar una leve sonrisa de aprobación.

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El mito de la vida https://elfarodeceuta.es/mito-vida/ Sat, 24 Aug 2024 02:30:16 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1089758 Ceuta 9 de diciembre La lluvia nos ha dejado sin que sepamos cuándo la volveremos a ver. Espero que sea pronto. El que no se ha ido es el viento que sopla con fuerza con dirección a Occidente. Es un aire más fresco y persistente que hace poco prudente adentrarse en el bosque ante el […]

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Ceuta 9 de diciembre

La lluvia nos ha dejado sin que sepamos cuándo la volveremos a ver. Espero que sea pronto. El que no se ha ido es el viento que sopla con fuerza con dirección a Occidente. Es un aire más fresco y persistente que hace poco prudente adentrarse en el bosque ante el riesgo de caídas de ramas, así que que me he subido al Monte del Renegado, más conocido como Monte de la Tortuga. Desde aquí tengo una panorámica completa del Estrecho, desde Tarifa a Cabo Negro. Una ligera neblina, que recuerda a una gasa de tul, cubre el paisaje difuminando y emblanqueciendo las figuras.
El mar guarda reposo permitiendo apreciar su inmensidad. Desde este lugar Ceuta es el faro del Mediterráneo y el vigía del Estrecho. De hecho, estoy sentado en el escalón de entrada a la garita desde la que se divisa todo el entorno.

Los disparos de los cazadores no cesan. Me inquieta este sonido, no quiero pensar en lo que sufrirán las aves y otras posibles presas al escuchar las detonaciones de las escopetas. No entiendo esta cruel afición que disfruta matando en vez de contemplando la diversidad de formas de vida. Buena parte de Ceuta fue declarada “zona controlada de caza”, como si no hubiera otra manera de divertirse menos cruenta y violenta. Pasear por la naturaleza en esta fecha es un riesgo. Por eso me pongo un chaleco reflectante para que no me confundan con una pieza de caza.
En estos días estoy releyendo el libro “Escribir” de Henry David Thoreau. En distintos pasajes insiste en la idea de que su obra era un intento de dar forma a una nueva mitología. Pienso que Thoreau profetizó el advenimiento de mito de la máquina y quiso adelantarse poniendo las bases del mito de la vida. Por este camino siguieron autores como Walt Whitman, Patrick Geddes y Lewis Mumford. Este último pensador tituló, a su serie de libros más importante, “La renovación de la vida”, que concluyó con los dos volúmenes del “Mito de la máquina”. En el epílogo de esta última obra, Mumford esbozó los principios del mito de la vida.
La mitología vital intenta abrirse paso entre el dominio imparable de la megamáquina conducida por el complejo del poder. En este tiempo se discute, al mismo tiempo, del cambio global y de cómo regular la inteligencia artificial que inquieta hasta a los mismos que la han desarrollado y puesta a nuestra disposición de manera irreflexiva.
El dominio de la máquina es cada día más patente en todos los ordenes de nuestra vida diaria. Nos mantiene atrapados en un mundo virtual, mientras se destruye el real debido a la codica de unos pocos y la indiferencia colectiva.
La megamáquina avanza laminando nuestra humanidad, cosificando al ser humano y arrinconando su alma, lo que provoca todo de tipo de desordenes físicos y psíquicos. Una epidemia psíquica, más grave incluso que la COVID-19, se extiende por el mundo provocando depresiones y causando millones de suicidios. Nuestra salud y felicidad depende del hallazgo de un sentido transcendente para nuestra vida, tal y como expuso de manera magistral Waldo Frank. Este sentido no hay que buscarlo fuera de nosotros, sino en nuestro interior haciendo algo tan sencillo como escuchar la voz interior que nos habla durante los sueños y en cada acontecimiento significativo.Para combatir la epidemia psíquica de las que no hablaba C.G. Jung, no hay otra vacuna ni tratamiento que concentrarnos en el proceso de individuación, sobre todo a partir de rebasar la medianía de la vida. Yo cada día tengo más claro que esta tiene que ser mi principal dedicación y no encuentro mejor medio para hacerlo que salir a la naturaleza para percibir, experimentar, emocionarme reflexiona sobre mi mundo interior y exterior. Ambos forman, en conjunción, el “Unus Mundus” de C.G. Jung.

Uno de los placeres sencillos que se pueden disfrutar en Ceuta es tomarse un buen vaso de té moruno contemplando el rostro pétreo del Atlante dormido, la embocadura del Estrecho y sintiendo el fresco viento de poniente masejeando la cara y escuchado el sonido del mar rompiendo contra las rocas sobre las que se asienta la tetería. Al romper las olas se desprende la maresía, el olor a mar, en la que se mezclan el agua, la sal y las algas.
Antes de llegar a la cafetería, he hecho una parada en el mirador de Benzú para contemplar la imponente figura del Atlante dormido. Henry David Thoreau buscó trazos de mitología en su Concord natal y las halló en las tribus indias que habitaron aquellas tierras. Estoy seguro que hubiera disfrutado mucho extrayendo, hasta la médula, toda la mitología que guarda Ceuta. Aquí se encuentran las semillas del nuevo mito de la vida que él y otros grandes escritores y pensadores buscaron, pero no lograron ver germinar. Solo aquí se encuentra la fuente del agua de la vida, capaz de la gran gesta mítica que persiguieron héroes como Gilgamesh, Odiseo, Moisés o Alejandro Magno: conseguir la inmortalidad.

"Al romper las olas se desprende la maresía, el olor a mar, en la que se mezclan el agua, la sal y las algas"

Cuando me dirijo al coche para volver a la ciudad, se me ha acercado un señor mayor de color con las ropas andrajosas que lleva muchos años en Ceuta. Desde hace algún tipo solo se le ve por la barriada de Benzú. Al pasar junto a él me ha ofrecido su mano y se ha presentado como el faraón Tutankamón. Acto seguido me ha indicado que este lugar es el antiguo Egipto y que espera la apertura de las puertas del paraíso. Este comentario me ha sorprendido bastante, ya que la idea de que Ceuta es una puerta a la eternidad es una de mis ideas recurrentes. Todo va a cambiar, me ha dicho, pues el paraíso esta cercano. Le he pregunta quién era yo y me ha respondido que un alemán de Hamburgo.

En el momento de sentarme en el coche y mirar al mar he divisado un enorme carguero de color verde y de nombre “Evergreen” que atraviesa el Estrecho en dirección al Mediterráneo. Evergreen es el título de una obra de Patrick Geddes dedicada a revitalizar las tradiciones y los mitos de su Escocia natal. En algunos de mis escritos he comentado que Ceuta es un “evergreen” por su permanente color verde y por ser el lugar donde al-Khidr custodia la fuente del agua de la vida.

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Paseando bajo la lluvia https://elfarodeceuta.es/paseando-bajo-lluvia/ Fri, 23 Aug 2024 02:25:08 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1089297 Dedicado a Reduan Ben Zakour Ceuta, 6 y 8 de diciembre de 2023. Las previsiones meteorológicas para este puente de la Constitución y la Inmaculada se cumplieron. La lluvia, el frío y el viento, acompañados de un fuerte oleaje, hicieron su aparición. Cuando llegué a Calamocarro, el cielo estaba completamente encapotado, como si Ceuta estuviera […]

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Dedicado a Reduan Ben Zakour
Ceuta, 6 y 8 de diciembre de 2023.

Las previsiones meteorológicas para este puente de la Constitución y la Inmaculada se cumplieron. La lluvia, el frío y el viento, acompañados de un fuerte oleaje, hicieron su aparición. Cuando llegué a Calamocarro, el cielo estaba completamente encapotado, como si Ceuta estuviera engullida por una enorme nube cargada de agua. El horizonte estaba esfumado y su color grisáceo se reflejaba sobre un mar encrespado en el que una tenue tonalidad azulada adquiría matices verdosos en la franja cercana a la orilla. Aquí morían las olas generando un potente estruendo.


En el cielo un grupo de gaviotas patiamarillas intentaban arrebatarle a una de ellas una rana que debía llevar tiempo muerta por su rigidez.
La lluvia era incesante y pronto tenía el pantalón chorreando, a pesar de portar un paraguas. El agua, además de resbalar por mis pantalones, discurría por el arroyo de Calamocarro tintado de ocre por la tierra que araña de las riberas del cauce que estaba, hace unos días, seco y polvoriento. Me alegro observar que el agua había regresado al arroyo trayendo vida y renovación. Los helechos moribundos de la pasada temporada acogían a los retoños que lucían su característico verdor. El agua resaltaba el contraste entre el rojizo de los helechos del pasado y el verde de los del presente. El rojo también se hacía presente en los frutos de los majuelos y los lentiscos.
Mi destino era el centenario pino que preside el arroyo de Calamocarro. Sobre el rostro del viejo sabio que se asoma del tronco resbalaba el agua haciendo de él un manantial del que bebí. Desde aquí contemplé el arroyo tomado por la lluvia y el viento.
Los naranjos tenían sus copas peladas, pero mantenían sus frutos y las hojas más cercanas al tronco. Ya queda menos para ofrezcan de nuevo la fragancia de azahar y sus flores blancas. Cerca de uno de estos naranjos, un sauce mostraba sus hojas doradas que contribuían a crear una primorosa composición de colores verdes, rojizos y dorados tan habituales en la estación otoñal.
El agua potencia también los aromas de la naturaleza. El penetrante olor de la ruda hizo detenerme para coger algunas de sus hojas y olerlas.


Me adentré en el mismo cauce del arroyo para observar más de cerca un llamativo torrente que corría por su vertiente occidental. Asomé la cabeza entre las zarzas y localicé una cascada por la que el agua caía con fuerza. Parece que este torrente era el responsable de la apreciable cantidad de agua que era visible en el tramo inferior del arroyo, pues la parte superior apenas lleva agua.
El camino de regreso lo aproveché para escuchar el murmullo del arroyo que susurraba palabras ininteligibles.
Para calentar mi cuerpo, y tomar algunas notas, me acerqué a Benzú a tomarme un buen vaso de té moruno.
El viernes volví a salir a pasear por la naturaleza aprovechando el puente. Este día también traía agua, aunque algo menos. La lluvia no supone un impedimento para salir al encuentro de la madre tierra. Esa mañana hice mi primera parada en el mirador de Isabel II. Una fina lluvia caía sobre toda Ceuta. Desde el mirador me dirigí al monte de la Tortuga. Unos días antes me topé con un sendero que no conocía situado en las inmediaciones de la pista de la Lastra. De manera casual, al rato de dar con este lugar me encontré con mi amigo Pedro, que paseaba con su perro por la pista de la Lastra. Le pregunté por el camino y me dijo que se llama “la senda de la Casa del Conde”. Aquello me llamó poderosamente la atención y pensé que en la primera oportunidad que tuviera exploraría esa senda y es lo que hice la mañana del viernes.


Tal y como me indicó mi amigo Pedro, los restos de la “casa del Conde” son reconocibles por el añil del enlucido de los restos de paredes que se asoman al camino. El resto de la edificación ha sido cubierta por las zarzas. Unos metros más abajo, me sorprendió un conjunto de grandes alcornoques distribuidos por un ancho claro. En él los majuelos han situado un criadero. Muchos retoños crecen aquí aprovechando el espacio libre. Una pareja de majuelos los vigilan y protegen bajo sus amplias ramas. Apoyado sobre el tronco de un robusto y centenario alcornoque escribo sobre esta familia de majuelos.
Durante mi recorrido por este sendero, tuve que protegerme, bajo un alcornoque y un acebuche, de la lluvia que había conducido hasta Ceuta el viento de poniente. Al rato, las nubes se abrieron para dejar entrar los rayos solares. No obstante, el viento seguía soplando y meciendo las ramas de los árboles, en los que me fijé durante mi paseo por la pista de la Lastra. La lluvia ha rejuvenecido y vitalizado a los pinos que jalonan el camino: es una de las cualidades del agua de la vida. Al igual que a C.G.Jung y su discípula Marie Louise Von Franz, me entusiasma la búsqueda de la fuente del agua de la vida. Yo he tenido la enorme fortuna de hallarla en el lugar en el que nací y en el que vivo. Esta agua tiene la propiedad de otorgar la sabiduría y la inmortalidad a quien la bebe.
La lluvia de estos días ha favorecido la emergencia de los primeros acantos, cuyas complejas hojas inspiraron a los griegos para diseñar los capiteles del llamado estilo corintio. Los acantos están tan incipientes que, en algunos casos, lo único que asoma de ellos es una pequeña haba.

Este es un magnífico lugar para reflexionar y conectar con el centro de nuestro ser. El manantial que se encuentra en el centro del arroyo de San José es la proyección de mi fuente interior o, más bien, puede que sea al revés. La naturaleza es el espejo en el que nos miramos para ver, escuchar y sentir nuestra alma. En este sitio emergen, como los acantos tras la lluvia, la esencia de mi personalidad, así como las ideas, sentimientos y emociones que permanecen ocultas en las profundidades de mi inconsciente personal mezcladas con las aguas del inconsciente colectivo o alma de mundo, personificada en Sophia Aeternae.

Sophia es capaz de tomar forma y presentarse como una reina coronada con las estrellas señalando que gobierna en el cosmos y en la naturaleza. Sin embargo, su presencia es intangible. Noto su cercanía en la luz que me envuelve, en el aire que respiro, en el murmullo de los árboles agitados por el viento, en las gotas de agua que empiezan a caer, en el olor que desprende la tierra mojada, en el canto de los mirlos que se asoman a observarme y que me regalan su melodía, en la inspiración que acelera el ritmo de mi escritura, en la compañía que me ofrece toda la naturaleza ,en la exaltación que siento de mi alma, en el color azulado de las rocas, en el verde de los acantos, las adelfas y las vinagretas, en el silencio que a veces se hace en el campo, en la santidad de las personas, cuyas imágenes jalonan el santuario, en mi mismo que me reconozco hijo de Sophia y su templo terrenal, en el espíritu de este lugar, en los mitos que aluden a su sacralidad y magia, en las nubes que discurren por el cielo a toda velocidad, como si tuviera prisa en llegar a algún sitio, en el sonido de las hojas al caer al suelo en estos últimos días de periodo otoña, en la vida que brota a la más mínima oportunidad, en el organismo vivo que es la tierra y, cerrando el círculo, en su alma que inspira a poetas, escritores y artistas.
La apertura del cielo, la claridad y el calor de la luz del mediodía saca de su letargo a los libélulas y mariposas.

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Náufragos en el firmamento https://elfarodeceuta.es/naufragos-firmamento/ Thu, 22 Aug 2024 02:25:40 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1088934 Este otoño no se han prodigado mucho los temporales. El mar ha mostrado en estos meses su mejor cara. Da la impresión que en los últimos días del año quiere desatar su furia contenida. El viento de levante sopla con fuerza esta mañana sabatina. Lo curioso de este día de temporal es que el cielo […]

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Este otoño no se han prodigado mucho los temporales. El mar ha mostrado en estos meses su mejor cara. Da la impresión que en los últimos días del año quiere desatar su furia contenida. El viento de levante sopla con fuerza esta mañana sabatina. Lo curioso de este día de temporal es que el cielo está despejado y no presenta los típicos nubarrones plomizos que suelen acompañar al levante.
Esta mañana he presenciado el amanecer desde el fuerte de la Palmera. El sol ha emergido en su punto más suroriental. A partir de solsticio de invierno, que tendrá lugar a finales de la semana que viene, el sol volverá a acercarse al fuerte del Desnarigado. En la cala del mismo nombre me he sentado a escribir, mientras observo el encrespado mar azul batiendo contra los acantilados y adentrándose en la ensenada para dibujar perfectos arcos de espuma blanca que se deshacen en la orilla.
Las primeras luces del día transparentan las crestas de las olas resultando su tonalidad verdiazulada, así como el blanco de la espuma marina. El aerosol que se forma al romper las olas contra las rocas salpica en mi rostro. Siento que esta agua marina en dispersión aviva mi inspiración y despierta mi alma dormida. Me sobrecoge la belleza que tengo ante mis ojos: el celeste del cielo, el beis de los gneiss del Hacho, el blanco de las olas, el verdiazul del mar, la intensa luz que lo enciende todo, el sonido embravecido del mar, el graznido de las gaviotas, el verde de la vegetación que cubre las paredes del Hacho, componen, en conjunto, un cuadro conmovedor que guardo en la memoria e intento plasmar mediante unas palabras acompasadas con las olas.


En este estado transciendo la dimensión terrenal y me elevo para tomar conciencia del extraordinario hecho de que un simple mortal pueda imaginar, sentado junto al mar, a la tierra flotando en el insondable cosmos. Somos náufragos en el firmamento, habitantes de una isla paradisiaca llena de vida y belleza ¿Cuál es nuestro verdadero hogar? ¿A qué responde el exilio del que hablaba el místico persa Shoravardi? ¿Qué camino debo tomar para regresar a mi patria? Dicen que la puerta celestial está situada en la cima de la montaña esmeralda y que para subir hasta ella es preciso beber de la fuente del agua de la vida. Por suerte, vivo en la ubicación de la fuente del agua de la vida y tengo sobre mí la puerta de la eternidad.
Después de estar un rato escribiedo en el Desnarigado, he subido hasta el faro de Punta Almina. Durante la subida, el Monte Hacho y los pinos me han protegido del viento de levante. Ha sido una tregua breve, pues al pie del faro me he vuelto a encontrar con el aliento de Euro y con la inmensidad del mar. Desde aquí el Monte Hacho es el centro del Axis Mundi que sirve para trazar un perfecto círculo en el horizonte y para conectarla tierra y el cielo. Pienso entonces en toda la belleza que muestra el Monte Hacho y toda Ceuta, tan desconocida como ignorada por propios y extraños. Escribo sentado en un peldaño de la escalera que conecta la carretera del Hacho con el fuerte de Punta Almina y la sirena del mismo nombre. Este es uno de mis lugares preferidos para escribir y para contemplar la salida de la luna llena.


La umbría y la lluvia de estos días son la razón de que el camino esté jalonado por una alfombra de ombligos de Venus y de vinagretas, algunas de las cuales empiezan a mostrar sus alargadas y amarillentas flores.
Me llama la atención que la hierba ha dibujado unos setos naturales al crecer entre las losas de arenisca que cubren el suelo del fuerte de Punta Almina. Es una lástima el total abandono de nuestro patrimonio cultural. Pocos lugares pueden presumir de una patrimonio tan variado e integrado en un paisaje evocador y emocionante. Me asoma para ver el mojón que marca el punto más septentrional del continente africano. En este momento pienso en la poesía que encierra la mitologización de las columnas de Hércules, pues efectivamente uno siento que en este lugar uno tiene un pie en África y otro en Europa.


Según avanzo por el camino que lleva a la Sirena de Punta Almina me llega un intenso aroma a eucalipto. Grandes ejemplares de esta especie arbórea protegen la entrada a este lugar. La parada que hago para tomar nota de esta fragancia me permite descubrir una bella flor de color violácea.
Las hojas de los eucaliptos tintinean a mi paso, como si fueran el llamador de una puerta. No soy el único que disfruta el camino soleado que une Punta Almina con los isleos de Santa Catalina. Una salamandra calienta su cuerpo asido a un contador de agua.
Yo sigo mi recorrido y me adentro en el sendero del parque de Santa Catalina. Una mesa me invita a sentarme y lo hago junto a una piedra dispuesta en forma de menhir, lo que demuestra que la idea de rendir culto a las piedras está profundamente enraizada en la psique humana.
En los isleos de Santa Catalina es donde más se nota el viento. Las olas parece que se detienen ante la sumergida atalaya de piedas y se calman protegiendo a Ceuta. Puede que al contemplar el Atlante dormido, el protector de la ciudad, decidan dejar a un lado a la ciudad y tomar el centro del Estrecho de Gibraltar. En estas aguas onduladas y removidas los pescadores y las gaviotas prueban suerte.

Hago una última parada en mi recorrido por el Monte Hacho en la llamada playa de la Bolera. Quería mojarme las manos y refrescar mi cabeza con agua del mar. El temporal no está siendo tan fuerte como se esperaba. Los barcos rápidos ya salen con normalidad y las olas mueren con más resignación. La brisa marina me trae el aroma a maresia y el sonido del tintineo de las piedras cuando el agua se retira tras dejar un rastro de espuma blanca en la orilla. En todo este tramo del paseo vengo pensando en la intensidad del azul del mar y en la luz que lo envuelve todo a mi vista.
La salpicadura blanca de las olas se ha metamorfoseado en las flores de tamarindo que cubren las rocas en este tramo del litoral. Imitando a Ovidio, me dejo llevar por la imaginación y reconozco, en la garceta que se mueve entre las rocas, a una bailarina del coro de las Musas o una nereida interesada en los asuntos mundanos.
Los dioses murieron cuando el ser humano dejó de mirar a la naturaleza con los ojos del corazón. Sin embargo, en ocasiones, regresan a nuestro mundo y se dejan ver, como me ha sucedido a mí esta mañana.
Al fotografiar los isleos he intuido que mi cámara fotográfica había captado una imagen espectral y así ha sido. He pillado al mismo Dios Euro intentando derribar con su aliento a las rocas que impedían su avance hacia el Atlántico.

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Todo es luz https://elfarodeceuta.es/todo-es-luz/ Wed, 21 Aug 2024 02:15:09 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1088651 Después de contemplar el amanecer desde el mirador de Isabel II me he adentrado en la pista de la Lastra. El camino está perfumado con una mezcla de fragancias preparada en la noche por la sabia naturaleza. La Gran Diosa ha extraído la esencia de las plantas y los árboles para luego esparcirla por este […]

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Después de contemplar el amanecer desde el mirador de Isabel II me he adentrado en la pista de la Lastra. El camino está perfumado con una mezcla de fragancias preparada en la noche por la sabia naturaleza. La Gran Diosa ha extraído la esencia de las plantas y los árboles para luego esparcirla por este lugar. Yo avanzo cuaderno en mano absorbiendo esta fragancia mientras escucho atento el melodioso canto de las aves. La naturaleza muestra su vitalidad mediante las inquietas aves.

Los mirlos son los más atrevidos. Se cruzan en mi camino por la pista para alimentarse de las heces de los caballos o puede que por la simple curiosidad de ver a pasar a los transeuntes.
Me voy fijando en la espesa cobertura vegetal que cubre los margenes del camino. Todas las plantas están apegotonadas, luchando por hacerse un hueco y asomar sus verdes hojas. Los majuelos que en las fechas navideñas estaban cargados de frutos rojos, ahora están pelados. También se desprenden de sus negras aceitunas los acebuches que encontramos a ambos lados de la senda. Entre los sonidos que me llegan reconozco el arrullo de la paloma torcaz y el repiqueteo del picapinos.

Entre una tuya y un majuelo se abre una estrecha senda por la que me adentro en la espesura del bosque. La última vez que estuve aquí llovía a cántaros y me puse chorreando. Hoy el día está despejado y me he sentado sobre un corcho desprendido de un robusto alcornoque situado junto al cauce seco de un arroyuelo. Desde aquí diviso el Estrecho de Gibraltar y la torre de la fuente de la Higuera. El silencio es el telón de fondo, roto por el canto de los pájaros. Pareciera que toda esta naturaleza que me rodea quisiera hablar y no pudiera.

Entonces entiendo que para eso hemos sido creados por la Madre Tierra. Estamos destinados a ser la voz y la palabra de la naturaleza, pero para hacerlo tenemos que sumergirnos en el silencio del bosque y prestar atención a lo que nos dicta. Lo que me dice el alcornoque es que nada es causal. La corteza desprendida de su tronco estaba destinada a servirme de asiento para que escribiera este relato.

Hoy tenía que estar aquí para ver cómo las hojas de la vegetación que me rodea se encendían con estas primeras luces de la mañana. Siento que la naturaleza se alegra de que preste atención a la bella estampa que tengo frente a mis ojos. No es algo estático, sino vivo, que desprende un olor que penetra hsta lo más profundo de mis pulmones.

Un curioso petirrojo se acerca, pero al descubrirlo se esconde y guarda silencio. Supongo que siente curiosidad por mi presencia. No es habitual que un humano acepte la invitación a sentarse a observar y escribir. Las criaturas del bosque están acostumbradas a que los de mi especie vayan siempre corriendo de un lado a otro por la naturaleza, como si no tuvieran bastante aceleración durante toda la semana.

Al escuchar lo que quiere decirme la naturaleza recibo el siguiente mensaje: “Todo es luz. Lo que pensáis que es materia no es otra cosa que luz solidificada por mi mano. Tú volverás a ser luz intangible, luz sutil indistinguible de la naturaleza. Tú eres mi creación, luz hecha hombre como el fin de verme, escucharme, tocarme, degustarme y olerme. Te he dotado de la capacidad de transformar en palabras sensaciones, emociones, pensamientos e intuiciones, que es el medio por el que te hablo”.


Tal y como me dice el espíritu de Ceuta, hay que sumergirse en la oscuridad del bosque para descubrir la luz. La visita a la tumba de Sidi Boudras me recuerda que los seres humanos podemos llegar a tomar conciencia de que somos seres creados para iluminar a los que nos rodean. Junto a la tumba del santo ha crecido una “vara de San José”, que bien ser llamada “vara de Moisés”. Este hallazgo adquiere sentido si relacionamos esta tumba de un sabio conocedor de la leyenda del encuentro en Moisés y al-Khidr en Ceuta.
En mi trayecto de regreso me paro a cada instante para disfrutar del meloso olor de los erguenes en flor y para contemplar “la confluencia de los dos mares”, donde está profetizado que se reconstruirá el tercer templo de Sophia. Este es el lugar elegido y los primeros cimientos ya están puestos. La construcción avanza de manera lenta, pero segura, como lo hace la tortuga mora que me encuentro en el camino.

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