Artículos escritos por Jacobo Díaz Portillo en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/jacobo-diaz-portillo/ Diario digital Fri, 06 Mar 2020 07:46:37 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por Jacobo Díaz Portillo en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/jacobo-diaz-portillo/ 32 32 Octavo Via Crucis infantil en San José https://elfarodeceuta.es/via-crucis-infantil/ Fri, 06 Mar 2020 03:00:49 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=495916 Querer es poder» ¿Cuántas veces nos lo han repetido nuestros abuelos cuando éramos pequeños? Nos sentíamos incómodos al oír estos tres unívocos verbos transitivos porque nos daba la impresión que ellos no comprendían nuestras dificultades y limitaciones puntuales para lograr superar algunas dificultades u obstáculos de la vida. Con los años tenemos que reconocer que […]

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Querer es poder» ¿Cuántas veces nos lo han repetido nuestros abuelos cuando éramos pequeños? Nos sentíamos incómodos al oír estos tres unívocos verbos transitivos porque nos daba la impresión que ellos no comprendían nuestras dificultades y limitaciones puntuales para lograr superar algunas dificultades u obstáculos de la vida. Con los años tenemos que reconocer que esos queridos abuelos, que apenas sabían leer y escribir, tenían anidado en su analfabetismo una rica sabiduría popular, unos conocimientos pragmáticos adelantados a la ciencia y a su tiempo. En definitiva, el profundo mensaje que nos transmitieron nuestros abuelos era que cada uno de nosotros puede, si quiere, transformarse a sí mismo y por extensión de continuidad, transformar a los demás. Los cristianos tenemos la capacidad y la necesidad de convertir la ignorancia en sabiduría, la desidia en diligencia, el dolor en gozo, la soberbia en humildad, el egoísmo en caridad, la envidia en compasión, el odio en amor, y la angustia en esperanza; tenemos en nuestra mano la posibilidad de borrar con el perdón las heridas del pasado y esculpir un futuro cristiano. ¿Queremos que nuestros hijos se integren la Iglesia de Cristo Resucitado? ¿Qué conozcan y participen en nuestras tradiciones? ¿Y qué hacemos por ellos? Es difícil pero no imposible. En los agnósticos tiempos actuales reinados por el laicismo, los cristianos y sus comunidades, tenemos la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora, con una apuesta clara por el reconocimiento del papel de los niños como sujetos activos en su parroquia, como un miembro más de la misma Iglesia, y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. Ya lo decía San Juan Pablo II, «la presencia de los niños en la Iglesia es un regalo para nosotros los adultos. La Iglesia exhorta a los padres y a los educadores a que tengan bajo su cuidado la formación de los pequeños en la vida sacramental echando mano del sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía. Efectivamente hubo ya niños santos. Pero nosotros podemos hoy agregar: “Habrá apóstoles entre los niños».
Qué importancia tiene “enseñar desde el púlpito”, transmitir la impronta del niño como objetivo primigenio de la evangelización, como hijo de Dios, digno de ser amado y de ser cuidado por su especial vulnerabilidad en este mundo hostil. En este sentido, los adultos debemos apelar a la creatividad y ofrecer un abanico de actividades dirigidas a los más pequeños, durante todo el año, y más ahora en Cuaresma, cuidando siempre todos los detalles, para que sean ellos los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus inquietudes, y se potencie su vida cristiana ¿Y qué podemos hacer? Como decían mis abuelos, «querer es poder».

Sin embargo, no siempre resulta fácil integrar a los más pequeños en la Iglesia más allá de las tradicionales, rituales y pomposas comuniones de mayo. Y mucho más a nuestros hijos modernos, acostumbrados a las comodidades, a vivir en ese idílico estado de bienestar continuo, donde conviven todos los días con series televisivas de alta adherencia, donde son bombardeados por todos lados por una constante lluvia de imágenes perturbadoras, programas triviales completamente irrespetuosos de su edad, con esa condición frágil y etérea de su psique, todavía tan maleable y vulnerable. Por nuestra comodidad, desidia u olvido nuestros hijos se han acostumbrado a contemplar sin desparpajo, aspectos profundos y complejos de la vida que nosotros, sus padres o los nuestros, sus abuelos, nunca llegaron a ver ni a conocer, y si se hacía era siempre bajo el filtro, la supervisión y la experiencia de un adulto. En su actual situación de “conocimiento pleno”, donde todo está disponible en internet, se exponen aún más al error, a la confusión, a la incertidumbre existencial, y a esa temida crisis de valores éticos y morales que caracteriza nuestra sociedad y el tiempo que les ha tocado vivir. En cualquier película que impregna su delicada retina, en cualquier juego electrónico que manejan con sus suaves y pequeñas manos, incluso en los dibujos animados, aparecen con frecuencia escenas innecesarias de violencia, con excesiva crueldad gratuita que a veces raya en la desmesura. En este panorama actual, nuestros hijos se han hecho tan inmunes al dolor ajeno, que se transforma inconscientemente en cotidiano, y lo que es peor en irreversible e irrelevante, pues forma parte ya de una sociedad donde la violencia, en cualquiera de sus facetas, se transforma en el hilo conductor y justificante de cualquier trama y desenlace, donde el sufrimiento y la maldad son su genuina piedra angular. Esta integración cotidiana del dolor ajeno y del escaso valor de la vida humana percibida por la mente de nuestros hijos no les ayuda a comprender la pasión y la dimensión correcta de la muerte de Jesús.
En este delicado contexto ¿cómo explicar con el sentido de la caridad cristiana a nuestros hijos la historia de un hombre arrancado del afecto de sus amigos, de su madre, arrastrado por una multitud enojada, para ser sometido al juicio manipulado de otros hombres, totalmente indignos de juzgarlo, y luego golpeado, flagelado, coronado de espinas, y finalmente clavado en una cruz, en medio de los gritos de júbilo de una multitud despiadada?¿Cómo hacer para que la mente del niño pueda entender la más bella historia de amor que jamás ha sido contada, la historia de un hombre bueno y justo que dio su vida por los demás, ese que no dudó en sacrificarse para garantizar el perdón y la esperanza a sus propios verdugos. Es la historia de Jesús, el camino de la cruz, de la luz, de la verdad y de la vida. Esta VIII edición el Vía Crucis infantil es un nuevo intento de continuidad en la perseverancia.
Desde el siglo XIII la Iglesia recuerda este camino devocional durante la cuaresma. En nuestra ciudad se celebran desde antaño cada viernes, generalmente orientado a los adultos, donde el niño, si acude, no participa de forma directa, y probablemente ignora su significado. Lo primigenio y novedoso del evento parroquial de San José radica en su exclusiva dimensión infantil, no solo en su fase conceptual sino también logística, material, litúrgica y espiritual.
A través de su participación directa y activa en el Vía Crucis infantil los niños comienzan entendiendo el sentido de la Cuaresma, ese período de cuarenta días sirve para prepararnos para este evento tan grande e importante para la vida del cristiano. En su última estación, los niños comprenden que Jesús murió por la salvación de los hombres, pues luego resucitó, como lo había prometido, trayendo alegría y esperanza a todos.
Este próximo viernes 6 de marzo, los niños de la parroquia de San José volverán a recordar el dolor y el sacrificio de Jesús a través del Vía Crucis, que es el “camino de la cruz”, que imita el recorrido de Jesús por las calles de Jerusalén hasta el Gólgota, donde entregó su vida por nosotros. De esta forma, las nuevas generaciones ceutíes van a vivir con ilusión el mensaje de la pasión de Jesús, portando sobre sus tiernos hombros infantiles a un Cristo “vivo”, real, de dimensiones y peso proporcionales a sus estaturas. Dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5, 3-10), por eso solo ellos serán, como en las siete ediciones anteriores, los auténticos protagonistas del evento religioso, llevando en una ligera parihuela a Nuestro Padre Jesús de la Salud, que representa el momento de la 1ª estación, donde Jesús es condenado a muerte. Los niños leerán las 14 estaciones y sus correspondientes reflexiones adaptadas con cariño y acierto a su mentalidad. Se trata por tanto de un excelente corolario del tradicional catecismo infantil, escrito con un léxico acorde a su edad y con dibujos e ilustraciones coloreadas. En este VIII Vía Crucis se ha resaltado, por su especial relevancia, el texto reflexivo que leen los niños en la VIII Estación, cuando Jesús se encuentra y consuela a las hijas de Jerusalén: Lectura « ¿Sabéis que les dijo? “No lloréis por mí. No tengáis pena por mí. Tenéis que cuidar de vuestros hijos. Yo hoy moriré. Pero vuestros hijos serán los hombres del futuro”. Reflexión: Jesús no tenía pecados, murió por nosotros, por eso les dijo a las mujeres que no lloraran por Él, sino por la gente del mundo, que vivía apartada de Dios. A veces nos apartamos de Jesús cuando pasamos mucho tiempo mirando la tele, el móvil o la videoconsola, así estamos apagados y aislados de Dios y de los demás. Nuestro tiempo es muy importante y hay que dedicárselo a las personas que nos necesitan, tenemos que mirar a los demás, que son reales, que tienen vida y problemas propios. No debemos perder el tiempo en un mundo paralelo, virtual, irreal, lleno de fantasía y utopías».
Con esta reflexión, los niños deben preguntarse si han sentido compasión en algún momento por un hermano, por un amigo, por un compañero o desconocido que necesitaba su atención ¿Lo han ayudado o lo han ignorado? En esta VIII estación del Vía Crucis, Jesús los llama a reflexionar sobre su comportamiento con los demás, con las personas que tienen a su lado que pasan necesidades, que tienen hambre, que están enfermas, o se sienten solas, en las calles, o en sus propias casas. ¡Cuántos niños están desamparados, cuantos abuelos son olvidados y abandonados en su dolor ajeno por sus familias o por nuestra sociedad! Con esta lectura reflexiva el niño medita acerca de su propia situación en la vida, de su entorno, aprende a mirar su propia realidad familiar y social, donde siempre hay alguien al que ayudar. El niño entiende el sentido de la caridad incluso desde la pobreza, pues no es necesario poseer fortunas ni riqueza, cuando en verdad nuestra grandeza es dar y ayudar siempre a los demás. Con una sola palabra, un abrazo, con un gesto sincero como una simple sonrisa o unas gracias, estamos dando y amando a nuestros hermanos.
Miremos a nuestro lado y seguro que encontramos a alguien que nos necesitan, demos en esta cuaresma un poco de lo que tenemos, y el gozo en nuestros corazones será eterno y la paz de nuestra alma infinita.
¿«Queremos», al menos, acompañar a nuestros hijos en su Vía Crucis infantil? ¿«Podemos» ir con ellos? ¿O los volveremos a abandonar como nuestra sociedad lo hace con sus abuelos? ¿Rezaremos con ellos en el Vía Crucis o los dejaremos solos como sus discípulos a Jesús en el huerto de los olivos? ¿Nos “abandonarán” ellos a nosotros cuando seamos mayores? Como decían mis abuelos…«Querer es poder».

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IV Vía Lucis mariano infantil en San José https://elfarodeceuta.es/iv-via-lucis-mariano-infantil-san-jose/ Fri, 24 May 2019 04:14:57 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=404470 Con el Domingo de Resurrección comenzaba un nuevo tiempo pascual, en el que recordamos los momentos en que Jesús permaneció junto a los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión. En este tiempo debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, e involucrar a los más pequeños en […]

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Con el Domingo de Resurrección comenzaba un nuevo tiempo pascual, en el que recordamos los momentos en que Jesús permaneció junto a los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión. En este tiempo debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, e involucrar a los más pequeños en esta fiesta de Pascua que comienza, para que junto a nosotros los adultos, aprovechemos todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos junto a los más pequeños la profundidad más íntima de este tiempo de alegría y esperanza con el IV Via Lucis mariano infantil de este viernes 24.
Los niños deben comprender la naturaleza intrínseca de la resurrección de Jesucristo, como un hecho fundamental y sustento de toda la doctrina cristiana. Como dijo el apóstol Pablo: «Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún están en vuestros pecados» (Corintios 1, 15:17). Los padres tenemos que enseñar a nuestros hijos la importancia de la resurrección en sus vidas, pero siempre a través de su madre, la Virgen María. El carácter único y especial de la Virgen como incitadora de la vida pública de Jesús en el milagro de las bodas de Caná, su presencia en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su silente y genuina participación en el misterio de la Resurrección. Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María es la única que mantiene viva la llama de la fe y la esperanza, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección. La aparición de Jesús Resucitado a su Madre fue mucho más que una tácita suposición, más que una simple visita de consuelo o despedida. Es la confirmación de la fe total, el sapiencial fruto de la divina esperanza infinita. María, fue la primera, sin duda en descubrir la naturaleza mesiánica de su hijo. Ya lo decía San José María Escrivá con plena convicción: «Se apareció a su Madre Santísima. –Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. –Y a Pedro y a los demás Apóstoles. –Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho! "¡Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual!». Salgamos todos al encuentro de Jesús acompañando a nuestra Madre con nuestros hijos.
Efectivamente, dejemos que los niños –como la Virgen María- sean los primeros en encontrar a Jesús resucitado en sus pueriles corazones, portando en sus hombros la imagen de su Madre. Esa es la intención primordial del IV Via Lucis Mariano infantil de la parroquia de San José, ayudar a los niños a reconocer el papel especial de María en el misterio de la resurrección, a amarla filialmente y a imitar sus virtudes. Por tanto, su principal objetivo es ofrecer a los más pequeños, una ocasión privilegiada para experimentar el gozo que proviene de la irreductible fe en la figura de María, en comunión con la gran familia que es la Iglesia, recurriendo siempre a la histórica sensibilidad mariana de nuestro pueblo caballa, y en este sentido fomentar en las nuevas generaciones el cariño por la Madre de Dios como principal diana, testigo y sustento de la resurrección de su hijo.
Los feligreses de la parroquia de San José han sido de nuevo los promotores de iniciativas específicas que, como ocurre con la celebración de este Vía-Lucis mariano, contribuyen con su propio carisma a la potenciación de la Fe, con el ofrecimiento de su testimonio al servicio de la Iglesia. Los organizadores del evento mariano quieren cumplir con creces el deseo inicial que se propusieron al idear este Vía-Lucis infantil: constituir este acontecimiento como un vínculo sólido de todos los niños alrededor de María, viviendo como nunca el lema “a Cristo siempre por María”, pues como dijo el papa Benedicto XVI: «todo ha venido de Cristo, incluso María; todo ha venido por María, incluso Cristo».
Con este tipo de actividades pastorales pensadas y dirigidas hacia los más pequeños, las catequistas de la parroquia de San José asumen la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora, con una apuesta clara por y para la integración de los niños como sujetos activos en su comunidad cristiana, como un miembro más de la misma iglesia y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. En este sentido, han apelado a la creatividad litúrgica como instrumento de potenciación de la fe, ofreciendo un extenso abanico de actividades dirigidas a los más pequeños, como los tradicionales Vía Crucis infantiles, que ahora ya se hacen en algunas parroquias ceutíes, cuidando todos los detalles para que sean los neocatecúmenos los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus inquietudes, y se potencie su vida cristiana.
Anima a tus hijos a considerar la evidencia y el testimonio de la resurrección de Cristo a través de su Madre, y a dar un unívoco veredicto de amor participando en este IV Via Lucis mariano. Si Jesucristo demostró tener poder sobre la muerte, entonces Él es «el camino, la verdad y la vida», y por tanto solo Él es digno de la devoción y de la fe de tus hijos, siempre a través de María, especialmente a la luz de su promesa en Juan 19:27, que le dice: «Hijo aquí tienes a tu madre». Así es, como el joven imberbe Juan, los niños también tienen a su madre.
Como en las cinco anteriores ediciones, la imagen mariana que presidirá este rosario infantil, adaptado a Via Lucis, es una Virgen de GLORIA que tiene la advocación de REINA DE LA PAZ. Decía San Agustín que «La PAZ es un bien tal, que no puede apetecerse otro mejor, ni poseerse otro más provechoso». Sin embargo, aunque se trata de un ejercicio y representación de piedad mariana adaptado a los niños, el centro del mismo es Cristo resucitado, representado por la imagen del niño Jesús que con dulzura porta su excelsa madre. No podía ser de otra manera, ya que en la tradición de la Iglesia católica está la experiencia del «Ad Iesum per Mariam», es decir, a Jesús por María.
Como ya lo fue con la instauración del Via Crucis infantil, la parroquia de San José ha sido de nuevo pionera en la propagación de la fe en los más pequeños, organizando por séptima vez consecutiva este Rosario Infantil, adaptado ahora al formato de Vía-Lucis Mariano. Como en años anteriores, los niños serán otra vez los auténticos protagonistas acompañando a la imagen de la Reina de la Paz, rezando todos juntos y cantando a María en el interior de la Iglesia de San José las canciones que han ensayado con sus catequistas. Sus feligreses hacen un doble llamamiento, tanto a los niños, como a sus familiares para que acompañen a sus infantes en este nuevo camino hacia Jesús resucitado a través de su Madre. Al igual que en los Vía Crucis de la cuaresma, se trata que los niños vengan acompañados de sus padres, abuelos, hermanos y amigos, para así vivir la experiencia de rezar todos juntos con la Virgen María y su hijo Jesús. No olvidemos nunca que «El que no reciba el reino de Dios como un niño – dijo Jesús-, no entrará en Él» (Lucas 18,17).
La fecha señalada para la celebración de este IV Vía-Lucis Mariano ha sido este viernes 24 de mayo, día de María Auxiliadora, fecha que coincide con el VIII aniversario de la bendición de la imagen de la Reina de la Paz en la ermita de san Antonio. El lugar escogido para llevar a cabo los distintos “Encuentros o Estaciones marianas” es el interior de la iglesia de San José, por ser un gran espacio cerrado con posibilidad de albergar mucho público, además de su intimidad y comodidad para los niños. Se ha establecido las 19:00 horas el inicio del Vía-Lucis, tras las rutinarias clases de catequesis de todos los viernes, como excelso preludio de la anhelada primera comunión, eje sacramental de una eterna primavera.
Los organizadores esperan tener una buena afluencia de niños tal y como ocurrió en el Vía Crucis infantil de la pasada cuaresma. Con este tipo de actos orientados hacia los benjamines se pretende recuperar y potenciar la devoción a Virgen María, con la oración y el rezo, fomentando estas ancestrales tradiciones cristianas, mediante un rosario cantado y adaptado especialmente a los niños, que serán los herederos de nuestro mañana. Al mismo tiempo, aprendamos nosotros de ellos, de las principales virtudes de la infancia; inocencia, sencillez de corazón, sinceridad, credibilidad, transparencia, docilidad y buena disposición. Solo así, conservaremos nuestras tradiciones más ancestrales, y redescubriremos con ellos el sendero para caminar todos juntos hacia el Reino de Dios. Ya lo dijo el galileo resucitado: «Les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como estos niños será el más grande en el Reino de los cielos» Mt 18, 1-4.
Como decía San Agustín «La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre», y «el que reza cantando reza dos veces». En este tiempo pascual los más pequeños invitan a la comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, a compartir su alegría desde la anunciación a la resurrección: «Regina caeli, laetare. Alleluia. ¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!». Así los niños nos recuerdan el gozo de María primero en la encarnación y después por la resurrección de Jesús, prolongando en el tiempo el "¡Alégrate!" que le dirigió el ángel en la Anunciación, para que se convirtiera en "causa de alegría" para la humanidad entera.
Ya sabes dónde te espera Jesús resucitado este viernes. Vence a la aridez y a la intolerancia, acude con tu inocente alma reconvertida de niño, con tu límpido corazón infantil rebosante de paz y abierto al perdón y a la misericordia, y si es así prepárate para “hablar en otras lenguas”, para aceptar sin condiciones a los que fueron despreciados, a los que siguen esperando sin sentido en el atrio de los gentiles, para intentar entender y empatizar con tus contrarios, con aquellos que eternamente condenaste por «nihilismo» a un «ostracismo» tan oscuro como injusto y recalcitrante, y en definitiva prepárate con los niños para recibir la verdadera y genuina efusión del Espíritu Santo paráclito como culmen a tu auténtica reconversión cuaresmal.

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El séptimo vía crucis infantil en la parroquia de San José https://elfarodeceuta.es/el-septimo-via-crucis-infantil-en-la-parroquia-de-san-jose/ Thu, 14 Mar 2019 05:20:14 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=381433 A través de toda la historia del cristianismo el séptimo número es omnipresente, símbolo irreversible y unívoco de lo sagrado, de lo divino, de lo universal, del infinito poder del creador. El Apocalipsis es una pléyade del séptimo orden, con siete reyes, siete espíritus, siete iglesias, siete candeleros de oro, siete estrellas, siete lámparas, siete […]

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A través de toda la historia del cristianismo el séptimo número es omnipresente, símbolo irreversible y unívoco de lo sagrado, de lo divino, de lo universal, del infinito poder del creador. El Apocalipsis es una pléyade del séptimo orden, con siete reyes, siete espíritus, siete iglesias, siete candeleros de oro, siete estrellas, siete lámparas, siete sellos, siete diademas, siete cuernos, siete ángeles, siete trompetas, siete truenos, siete ojos, siete plagas, un dragón con siete cabezas, y siete copas llenas de incienso. Así con el último cáliz, el séptimo, todo llega finalmente a su plenitud, su complexión, a la excelencia. Será sin duda el fin de los sufrimientos terrenales del hombre, y el triunfo de Dios y de su Iglesia. «El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía: Ya está» (Ap. 16:17). Y ese “ya está” significa que terminó el reinado del mal, que triunfará ese mundo de justicia, que será el Reino de Dios en su perfección. Es eso lo que Dios nos promete cuando se haya completado el número siete de la historia de la humanidad ¿Y nosotros, hemos llegado a la plenitud con el séptimo vía crucis infantil? Probablemente no, porque aún no hemos llegado al principal legado de Jesús en la tierra, compromiso del perdón ¿Lo conseguiremos durante esta cuaresma?
El siete es el número de la perfección, de la plena espiritualidad, quiere decir lleno o satisfecho, tener suficiente. Por lo tanto, la palabra "siete" tiene una significación unívoca, pues, en el séptimo día, Dios descansó del trabajo de la Creación. Las escrituras están plagadas del número siete, pero donde este dígito adquiere su mayor significado teológico y dimensión cristiana es sin duda en el evangelio de Mateo [18,21-19,1]: «En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». Jesús amplía el perdón hasta más allá de nuestros límites humanos. Este infinito perdón, no fue una mera teoría, ni efímeras palabras, encontrando su momento sublime en la frase «Padre perdónalos, que no saben lo que hacen». ¿Perdonamos nosotros a quien nos ofende? Este es el mensaje para los niños en su séptimo vía crucis. Jesús no pone límites a la hora de olvidar las faltas, no pone fronteras a la gracia del perdón. Los más pequeños tienen que entender el vía crucis como un símbolo del sacramento de la Penitencia, que les permite borrar sus pecados a través del perdón incondicional y del arrepentimiento. Es fundamental que nuestros hijos aprendan una lección de misericordia y de amor a través del perdón. Pues así como Dios perdona infinitas veces, igualmente debemos hacer nosotros con todos aquellos que nos perjudican. Perdonar es el mejor compromiso para esta cuaresma, pues es vivir la caridad desde la humildad. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos, pasiones e intereses, es la mejor manera de manifestar nuestra correspondencia al infinito amor de Dios. Los más pequeños deben entender que el perdón es el secreto y la esencia de la vida cristiana, y el único antídoto contra el odio, la sinrazón y la venganza. Deben entender que los problemas no se solucionan con la violencia, ni los litigios se ganan con la fuerza física o verbal, sino con el poder del perdón.
Efectivamente, este séptimo vía crucis debe ser un instrumento de perdón, pues siete fueron las palabras de Jesús en la cruz, perdonando a todos nosotros porque aún hoy «no sabemos lo que hacemos». El monte Gólgota fue y seguirá siendo el epicentro de la historia, punto final de la pasión del redentor, foco fulgente de la revelación, y de la genuina experiencia del Dios hecho hombre. Todos los momentos del vía crucis son significativos, pero de manera especial las siete palabras del Salvador en la cruz, pronunciadas de lo más profundo de su injusto sufrimiento, desde lo más íntimo de su ser, del interior de su efímera condición humana. Él habló siete veces -una completa revelación de la majestad del Dios hecho hombre. Ninguna palabra de más, ni una de menos.
¿Cuántos vía crucis infantiles son necesarios para acercar a nuestros hijos a la plenitud de Dios? ¿Solo siete? ¿Cuánto tiempo tenemos que dedicar a los más pequeños en la iglesia? ¿Siete días de la catequesis y después descansar? ¿Cuánto tiempo le dedicamos nosotros, los padres, a nuestros hijos en la diaria catequesis doméstica? ¿Llega a siete minutos?
No cabe duda que, en los agnósticos tiempos actuales reinados por el laicismo, las familias cristianas, y las comunidades parroquiales ceutíes, tienen la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora, con una apuesta clara por el reconocimiento del papel de los niños como sujetos activos en su parroquia, como un miembro más de la misma Iglesia, y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. En este sentido, deben apelar a la creatividad y ofrecer un abanico de actividades dirigidas a los más pequeños, durante todo el año, y más ahora en Cuaresma, cuidando siempre todos los detalles, para que sean ellos los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus inquietudes, y se potencie su vida cristiana. ¿Y qué pueden hacer? Mucho, la imaginación y la fe siempre al poder.
La comunidad parroquial de San José lo tiene muy claro, organizando por séptima vez consecutiva un Vía Crucis infantil. En este evento, tradicionalmente enclavado en el segundo viernes de cuaresma, las catequistas y los feligreses hacen un doble llamamiento, tanto a los niños, como a otros menos “niños” pero jóvenes de espíritu, para que despierten el corazón de infante que siempre han llevado dentro. «Les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como estos niños será el más grande en el Reino de los cielos» [Mt 18, 1-4].
Con este tipo de actos se invita por séptima vez a los más jóvenes a la casa del Señor, se les enseña a rezar, a iniciar la cuaresma con oraciones a Jesús. Es justo eso lo que él nos pide en el evangelio. De esta forma, canalizados por los feligreses adultos, podemos conseguir que los niños sean personas de pleno derecho en la vida de la comunidad eclesial a la que pertenecemos, con voz de timbre agudo, e ingenuo, sin voto pero con alma.
Los niños de 1º y 2º año de catequesis de la parroquia de San José invitan a la juventud caballa a participar en el séptimo Vía Crucis infantil que han organizado sus catequistas, siempre bajo la atenta mirada del Padre D. Miguel Tenorio, para el próximo viernes 15 de marzo a las 19:00 horas. Esta iniciativa, nacida de la inquietud de unos jóvenes, fue bien acogida en la feligresía, realizándose en el año 2013 el primer vía Crucis infantil de la historia de Ceuta. Esta apuesta por y para la juventud caballa, ya ha tenido eco en otras parroquias que, desde entonces, están organizando con altibajos actos miméticos dedicados a los más jóvenes. Este año, los niños vuelven a ser de nuevo los protagonistas, iniciando la cuaresma con el primer Vía Crucis infantil en nuestra ciudad. Después vendrán otros, pero solo éste será para ellos.
Lo novedoso del evento de San José radica en su dimensión infantil. No cabe duda que las tradiciones cristianas, una vez heredadas con los genes, deben ser luego conquistadas con el corazón, y mantenidas con el alma en nuestros descendientes. Solo así, redescubriremos con ellos, nuestras tradiciones más ancestrales, así como, el sendero para caminar todos juntos hacia el Reino de Dios. Este vía crucis es una celebración muy significativa porque los niños van a tener de nuevo la posibilidad de vivir de una forma muy especial la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Se trata de un camino de oración y vida con un claro mensaje de perdón desde el amor, y de paz desde la esperanza. «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque solo de ellos es el reino de los cielos», [Mt 19, 14]. Por séptima vez os lo pido, dejad que los niños vivan con ilusión el mensaje de Jesús, portando sobre sus tiernos hombros infantiles la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud, Cristo real de dimensiones y peso proporcionales a sus estaturas que representa el momento de la 1ª estación, cuando Jesús es condenado a muerte.
Dejad a los más pequeños que sientan el liviano peso de la parihuela, dejad que, por unos minutos, sustituyan el rutinario peso de sus mochilas cargadas de la efímera sabiduría terrenal del hombre por la verdad eterna de Dios, por el perpetuo símbolo de la cruz, «porque mi yugo es suave y mi carga ligera» [Mt 11: 29-30]. Dejadles en nombre de la religión, de la tradición, de la cultura, e incluso de nuestra propia supervivencia espiritual. Dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» [Mt 5, 3-10], por eso solo ellos –los más inocentes- serán, por séptima vez consecutiva, los auténticos protagonistas del evento religioso. Los niños leerán las 14 estaciones y sus correspondientes reflexiones, adaptadas a su mentalidad por las catequistas, en un emotivo acto que tendrá lugar –como antaño- solo en el interior de la iglesia.
Los organizadores piden a los niños que vengan a la casa de Dios acompañados de sus padres y abuelos, para que vivan con ellos la experiencia de recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por nosotros para salvarnos del pecado. Si enseñamos a rezar a los más pequeños, y los motivamos para que lleven con sus hombros la parihuela, es como si ellos cargaran con las cruces de cada día, recordando los momentos de la pasión de Jesús.
Tenemos que apoyar hoy y mañana con nuestra asistencia todas las iniciativas religiosas dirigidas a la infancia, con independencia de su número, lugar, color, condición, naturaleza, forma o dimensión cultural y cristiana. Si solo lo hacemos “ahora” y no lo continuamos “mañana”, una sórdida e inquietante pregunta quedará eternamente crucificada en el aire de un futuro tan oscuro como incierto, y su retórica respuesta seguirá colgando como cuerpo inerte en nuestras vacías y arrinconadas conciencias ¿Cuántas actividades religiosas tenemos que organizar por y para los niños? ¿Siete? ¿O setenta veces siete?

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VI Vía Crucis infantil en San José, por Jacobo Díaz https://elfarodeceuta.es/vi-via-crucis-infantil-san-jose-jacobo-diaz/ https://elfarodeceuta.es/vi-via-crucis-infantil-san-jose-jacobo-diaz/#comments Sat, 24 Feb 2018 11:07:57 +0000 http://elfarodeceuta.es/?p=269751 El hombre, por tradición, naturaleza y vocación, es un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión directa con Dios. Esta íntima y vital relación recíproca con el Supremo otorga al hombre su verdadera dimensión humana, su genuina esencia y dignidad espiritual. Sin embargo en los agnósticos tiempos actuales reina el laicismo y la secularización. […]

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El hombre, por tradición, naturaleza y vocación, es un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión directa con Dios. Esta íntima y vital relación recíproca con el Supremo otorga al hombre su verdadera dimensión humana, su genuina esencia y dignidad espiritual. Sin embargo en los agnósticos tiempos actuales reina el laicismo y la secularización. La irreversible decadencia de los valores espirituales y morales de nuestra sociedad es como una peligrosa serpiente venenosa que sigilosa se arrastra serpenteante hacia la más tierna infancia.
Por todo ello, las comunidades parroquiales ceutíes, tienen la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora, con una apuesta clara por el reconocimiento del papel de los niños como sujetos activos en su parroquia, como un miembro más de la misma Iglesia, y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. En este sentido, deben apelar a la creatividad y ofrecer un abanico de actividades dirigidas a los más pequeños, durante todo el año, y más ahora en Cuaresma, cuidando siempre todos los detalles, para que sean ellos los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus inquietudes, y se potencie su vida cristiana. ¿Y qué pueden hacer? Mucho, la imaginación y la fe siempre al poder. Los feligreses de la parroquia de San José lo tienen muy claro, organizando ayer por sexta vez consecutiva un nuevo Vía Crucis infantil.
El Vía Crucis es una de las tradiciones devocionales más antiguas del cristianismo. El profundo significado de lo que ocurrió aquellos días en Jerusalén, ha llevado a los cristianos desde entonces a rememorar todos y cada uno de los pasos de Jesús antes de morir en la Cruz. El ritual no es nuevo, los primeros Vía Crucis, se realizaban desde el siglo XII en Tierra Santa. En nuestra ciudad se celebran desde antaño cada viernes de cuaresma, generalmente orientado a los adultos, donde el niño, si acude, no participa de forma directa, y probablemente ignora su significado. Lo novedoso del evento parroquial de San José radica en su exclusiva dimensión infantil, no solo en su fase conceptual sino también logística, material, litúrgica y espiritual.
No es una historia agradable, es cierto, pero es un ejercicio que ayudará a nuestros hijos a ser más agradecidos y menos egoístas. Entenderán que seguir los pasos de Jesús no es siempre fácil. Es para corazones intrépidos y solidarios, para valientes, para niños y niñas que no tienen miedo de lo que puedan pensar los demás, para jóvenes dispuestos a sacrificarse por amor. Solo el amor de Dios les va a permitir en sus vidas soportar y superar todos sus golpes con una energía extraordinaria. Los niños han aprendido ayer que el amor es el gran secreto que nos acompaña en este camino hacia la Cruz, y que la Cruz es la única llave universal que abre las puertas de la conversión, de la misericordia, de la esperanza, del perdón, de la caridad, de la única y verdadera paz. Para los niños y niñas cristianos de San José, no hay ya nada imposible. El Vía Crucis es una oración también para los niños. Rezarla con ellos es una manera muy especial de ayudarles a conocer y comprender el misterio pascual de Jesús, y su centralidad en nuestra fe cristiana.
Los niños de 1º y 2º año de catequesis de la parroquia de San José han participado en el sexto Vía Crucis infantil del pasado viernes 23 de febrero, que han organizado sus catequistas, siempre bajo la atenta mirada del Padre D. Miguel Tenorio. Esta iniciativa, nacida de la inquietud de unos jóvenes, fue bien acogida en la feligresía, realizándose en el año 2013 el primer vía Crucis infantil de la historia de Ceuta. Esta apuesta por y para la juventud caballa, ya ha tenido eco en otras parroquias que, desde entonces, están organizando esporádicos actos similares dedicados a los más jóvenes. Este año, los niños han sido de nuevo los protagonistas, iniciando la cuaresma con el primer Vía Crucis en nuestra ciudad. Después vendrán otros, pero solo éste será para ellos, porque no cabe duda que las tradiciones cristianas, una vez heredadas con los genes, deben ser luego conquistadas con el corazón, mantenidas con la devoción, y transcritas con amor en el alma de nuestros descendientes. Solo así, redescubriremos y perpetuaremos con ellos, nuestras tradiciones más ancestrales, así como, el sendero para caminar todos juntos hacia el Reino de Dios.
Después de varios meses de preparación, de convivencia, y celebración en familia y en la catequesis, los feligreses de la parroquia de San José, mediante el silencio, la reflexión, la oración y la lectura de las 14 estaciones de penitencia del Vía Crucis, han vivido con los niños un especial encuentro personal y comunitario con Dios. Han comprobado de nuevo como los niños, por su extraordinaria sensibilidad espiritual, han sido capaces de intuir el misterio del amor infinito de Dios, de acercarse a su trascendencia y de entrar de puntillas en su presencia transformadora y renovadora. El Vía Crucis ha sido, como en otras ocasiones, una gran oportunidad para que los pequeños entiendan el sentido profundo de la fe, y el gran amor de Dios Padre que envió su único Hijo al mundo para la salvación de los hombres. El acto de ayer ha sido de nuevo el mejor instrumento para educarlos en el sentido de la responsabilidad, del sufrimiento compartido, del sacrificio, de la superación, del perdón cristiano, de la caridad, y de la infinita misericordia de Dios.
La celebración del Vía Crucis para los niños ha sido una forma muy especial para comenzar el tiempo de Cuaresma que nos prepara para la Semana Santa. Durante estos días recordaremos que Jesús vivió unos momentos muy difíciles cuando fue condenado y murió en la cruz. El camino de la cruz fue muy duro. Los más pequeños lo han acompañarlo ayer en este largo, tortuoso y doloroso camino en la iglesia de San José, porque lo aman y porque a veces ellos también pasan por momentos parecidos sin que los adultos nos demos cuenta. Los niños han realizado el camino con Jesús con la fuerza de su fe para conseguir así una vida más plena, más parecida a la que Dios quiere para ellos. Mediante este VI vía crucis infantil, los niños han tenido la posibilidad de recordar de una forma muy especial la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Se trata de un camino de oración y vida con un claro mensaje de amor, paz y esperanza. Dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5, 3-10), por eso solo ellos –los más inocentes- han sido, como en los cinco años anteriores, los auténticos protagonistas del evento religioso, llevando en una parihuela una exquisita imagen de Cristo que representa el momento de la 1ª estación, cuando Jesús es condenado a muerte. Cada niño ha leído una de las 14 estaciones y sus correspondientes reflexiones, adaptadas a su mentalidad por las catequistas, en un emotivo acto que ha tenido lugar –como antaño- solo en el interior de la iglesia.
En este tradicional evento del segundo viernes de cuaresma, las catequistas han hecho un doble llamamiento, tanto a los niños, como a otros menos “niños” pero jóvenes de espíritu, para que despierten el corazón pueril que siempre han llevado dentro, pues ya lo dijo el Señor: «Les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como estos niños será el más grande en el Reino de los cielos» (Mt 18, 1-4). Los niños no han estado solos, han venido a la casa de Dios acompañados de sus padres y abuelos, y han vivido con ellos la experiencia de recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por nosotros para salvarnos del pecado. Si enseñamos a rezar a los más pequeños, y los motivamos para que lleven con sus hombros la parihuela, es como si ellos cargaran con las cruces de cada día, recordando y viviendo las estaciones o momentos de la pasión de Jesús.
Con este tipo de actos se invita a los más jóvenes al encuentro del Señor, se les enseña a rezar, a iniciar la cuaresma con oraciones a Jesús. Es justo eso lo que él nos pide en el evangelio. De esta forma, canalizados por los feligreses adultos, podemos conseguir que los niños sean personas de pleno derecho en la vida de la comunidad eclesial a la que pertenecemos, con voz de timbre agudo, e ingenuo, sin voto pero con alma.
El mensaje subliminar de este acto de ayer es tan tangible que rebosa en su evidencia, y además está escrito en el evangelio para quien lo quiera entender: «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque solo de ellos es el reino de los cielos» (Mt 19, 14). Efectivamente, dejad que los niños vivan con ilusión el inmenso legado de Jesús, portando sobre sus tiernos hombros infantiles la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud, Cristo real de dimensiones y peso proporcionales a sus estaturas. Dejad a los más pequeños que sientan el liviano peso de la parihuela, dejad que, por unos minutos, sustituyan el rutinario peso de sus mochilas escolares cargadas sólo de sabiduría terrenal del hombre por el perpetuo símbolo de la cruz, de la vida eterna, y del amor de Dios, «porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11: 29-30). Dejadles por favor en nombre de la religión, de la tradición, de la cultura, e incluso de nuestra propia idiosincrasia. Dejadles por nuestra fe, por nuestro futuro, y en nombre de nuestra cuestionada supervivencia espiritual. Y como dijo Jesús: «El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga, y el que lea que entienda».

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VI Vía Crucis Infantil en la parroquia de San José, por Jacobo Díaz Portillo https://elfarodeceuta.es/vi-via-crucis-infantil-en-la-parroquia-de-san-jose-por-jacobo-diaz-portillo/ https://elfarodeceuta.es/vi-via-crucis-infantil-en-la-parroquia-de-san-jose-por-jacobo-diaz-portillo/#comments Thu, 22 Feb 2018 08:21:03 +0000 http://elfarodeceuta.es/?p=269144 [et_pb_section bb_built="1"][et_pb_row][et_pb_column type="4_4"][et_pb_text] El hombre, por tradición, naturaleza y vocación, es un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión directa con Dios. Esta íntima y vital relación recíproca con el Supremo otorga al hombre su verdadera dimensión humana, su genuina esencia y dignidad espiritual. Sin embargo en los agnósticos tiempos actuales reina el laicismo […]

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El hombre, por tradición, naturaleza y vocación, es un ser esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión directa con Dios. Esta íntima y vital relación recíproca con el Supremo otorga al hombre su verdadera dimensión humana, su genuina esencia y dignidad espiritual. Sin embargo en los agnósticos tiempos actuales reina el laicismo y la secularización. La irreversible decadencia de los valores espirituales y morales de nuestra sociedad es como una peligrosa serpiente venenosa que se arrastra serpenteante hacia la más tierna infancia. Por todo ello, las comunidades parroquiales ceutíes, tienen la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora, con una apuesta clara por el reconocimiento del papel de los niños como sujetos activos en su parroquia, como un miembro más de la misma Iglesia, y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. En este sentido, deben apelar a la creatividad y ofrecer un abanico de actividades dirigidas a los más pequeños, durante todo el año, y más ahora en Cuaresma, cuidando siempre todos los detalles, para que sean ellos los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus inquietudes, y se potencie su vida cristiana. ¿Y qué pueden hacer? Mucho, la imaginación y la fe siempre al poder. Los feligreses de la parroquia de San José lo tienen muy claro, organizando por sexta vez consecutiva un nuevo Vía Crucis infantil.

El Vía Crucis es una de las tradiciones devocionales más antiguas del cristianismo. El profundo significado de lo que ocurrió aquellos días en Jerusalén, ha llevado a los cristianos desde entonces a rememorar todos y cada uno de los pasos de Jesús antes de morir en la Cruz. El ritual no es nuevo, los primeros Vía Crucis, se realizaban desde el siglo XII en Tierra Santa. En nuestra ciudad se celebran desde antaño cada viernes de cuaresma, generalmente orientado a los adultos, donde el niño, si acude, no participa de forma directa, y probablemente ignora su significado. Lo novedoso del evento parroquial de San José radica en su exclusiva dimensión infantil, no solo en su fase conceptual sino también logística, material, litúrgica y espiritual.

No es una historia agradable, es cierto, pero es un ejercicio que ayudará a nuestros hijos a ser más agradecidos y menos egoístas. Entenderán que seguir los pasos de Jesús no es siempre fácil. Es para corazones intrépidos y solidarios, para valientes, para niños y niñas que no tienen miedo de lo que puedan pensar los demás, para jóvenes dispuestos a sacrificarse por amor. Solo el amor de Dios les va a permitir en sus vidas soportar y superar todos sus golpes con una energía extraordinaria. Los niños van a aprender que el amor es el gran secreto que nos acompaña en este camino hacia la Cruz, y que la Cruz es la única llave universal que abre las puertas de la conversión, de la misericordia, de la esperanza, del perdón, de la caridad, de la única y verdadera paz. Para los niños y niñas cristianos de San José, no hay ya nada imposible. El Vía Crucis es una oración también para los niños. Rezarla con ellos es una manera muy especial de ayudarles a conocer y comprender el misterio pascual de Jesús, y su centralidad en nuestra fe cristiana.

Después de varios meses de preparación, de convivencia, oración y celebración en familia y en la catequesis, los feligreses de la parroquia de San José quieren, mediante la lectura de las 14 estaciones de penitencia del Vía Crucis, del silencio, la reflexión y la oración, proponer a los niños la posibilidad de vivir un especial encuentro personal y comunitario con Dios. Están convencidos que los niños, por su extraordinaria sensibilidad espiritual, son capaces de intuir el misterio del amor infinito de Dios, de acercarse a su trascendencia y de entrar de puntillas en su presencia transformadora y renovadora. El Vía Crucis es una gran oportunidad para que los pequeños entiendan el sentido profundo de la fe, y el gran amor de Dios Padre que envió su único Hijo al mundo para la salvación de los hombres. Es el mejor instrumento para educarlos en el sentido del sufrimiento, del sacrificio, de la superación, del perdón cristiano, de la caridad, y de la infinita misericordia de Dios.

La celebración del Vía Crucis para los niños es una forma muy especial para comenzar el tiempo de Cuaresma que nos prepara para la Semana Santa. Durante estos días recordaremos que Jesús vivió unos momentos muy difíciles cuando fue condenado y murió en la cruz. El camino de la cruz fue muy duro. Los más pequeños quieren ahora acompañarlo en este largo, tortuoso y doloroso camino, porque lo aman y porque a veces ellos también pasan por momentos parecidos sin que los adultos nos demos cuenta. Los niños harán el camino con Jesús con la fuerza de su fe para conseguir así una vida más plena, más parecida a la que Dios quiere para ellos. Mediante este vía crucis infantil, los niños van a tener la posibilidad de recordar de una forma muy especial la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Se trata de un camino de oración y vida con un claro mensaje de amor, paz y esperanza. Dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5, 3-10), por eso solo ellos –los más inocentes- serán, como en los cinco años anteriores, los auténticos protagonistas del evento religioso, llevando en una parihuela una exquisita imagen de Cristo que representa el momento de la 1ª estación, cuando Jesús es condenado a muerte. Cada niño leerá una de las 14 estaciones y sus correspondientes reflexiones, adaptadas a su mentalidad por las catequistas, en un emotivo acto que tendrá lugar –como antaño- solo en el interior de la iglesia.

En este evento del segundo viernes de cuaresma, las catequistas hacen un doble llamamiento, tanto a los niños, como a otros menos “niños” pero jóvenes de espíritu, para que despierten el corazón pueril que siempre han llevado dentro, pues ya lo dijo el Señor: «Les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como estos niños será el más grande en el Reino de los cielos» (Mt 18, 1-4). Los organizadores piden a los niños que vengan a la casa de Dios acompañados de sus padres y abuelos, para que vivan con ellos la experiencia de recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por nosotros para salvarnos del pecado. Si enseñamos a rezar a los más pequeños, y los motivamos para que lleven con sus hombros la parihuela, es como si ellos cargaran con las cruces de cada día, recordando y viviendo las estaciones o momentos de la pasión de Jesús.

Con este tipo de actos se invita a los más jóvenes al encuentro del Señor, se les enseña a rezar, a iniciar la cuaresma con oraciones a Jesús. Es justo eso lo que él nos pide en el evangelio. De esta forma, canalizados por los feligreses adultos, podemos conseguir que los niños sean personas de pleno derecho en la vida de la comunidad eclesial a la que pertenecemos, con voz de timbre agudo, e ingenuo, sin voto pero con alma.

Los niños de 1º y 2º año de catequesis de la parroquia de San José invitan a la juventud caballa a participar en el sexto Vía Crucis infantil que han organizado sus catequistas, siempre bajo la atenta mirada del Padre D. Miguel Tenorio, para el próximo viernes 23 de febrero a las 19:00 horas. Esta iniciativa, nacida de la inquietud de unos jóvenes, fue bien acogida en la feligresía, realizándose en el año 2013 el primer vía Crucis infantil de la historia de Ceuta. Esta apuesta por y para la juventud caballa, ya ha tenido eco en otras parroquias que, desde entonces, están organizando esporádicos actos similares dedicados a los más jóvenes. Este año, los niños vuelven a ser de nuevo los protagonistas, iniciando la cuaresma con el primer Vía Crucis en nuestra ciudad. Después vendrán otros, pero solo éste será para ellos, porque no cabe duda que las tradiciones cristianas, una vez heredadas con los genes, deben ser luego conquistadas con el corazón, mantenidas con la devoción, y transcritas con amor en el alma de nuestros descendientes. Solo así, redescubriremos y perpetuaremos con ellos, nuestras tradiciones más ancestrales, así como, el sendero para caminar todos juntos hacia el Reino de Dios.

El mensaje subliminar de este acto es tan tangible que rebosa en su evidencia, y además está escrito en el evangelio para quien lo quiera entender: «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque solo de ellos es el reino de los cielos», (Mt 19, 14). Efectivamente, dejad que los niños vivan con ilusión el inmenso legado de Jesús, portando sobre sus tiernos hombros infantiles la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud, Cristo real de dimensiones y peso proporcionales a sus estaturas. Dejad a los más pequeños que sientan el liviano peso de la parihuela, dejad que, por unos minutos, sustituyan el rutinario peso de sus mochilas escolares cargadas sólo de sabiduría terrenal por el perpetuo símbolo de la cruz, y de la vida eterna, «porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11: 29-30). Dejadles por favor en nombre de la religión, de la tradición, de la cultura, e incluso de nuestra propia idiosincrasia. Dejadles por nuestra fe, por nuestro futuro, y en nombre de nuestra cuestionada supervivencia espiritual. Y como dijo Jesús: «El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga, y el que lea que entienda».

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V Vía Crucis infantil de San José https://elfarodeceuta.es/v-via-crucis-infantil-san-jose/ Thu, 02 Mar 2017 06:10:16 +0000 http://elfarodeceuta.es/?p=31885 Genuina experiencia Fueron los catequistas los que iniciaron en 2013 esta novedosa vivencia de iniciar la cuaresma con los niños mediante este ya tradicional acto en el interior de la iglesia Cuando el invierno comienza a agonizar en los idus de marzo, con la naturaleza exultante de la vitalidad de una primavera amenazante, la comunidad […]

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  • Genuina experiencia Fueron los catequistas los que iniciaron en 2013 esta novedosa vivencia de iniciar la cuaresma con los niños mediante este ya tradicional acto en el interior de la iglesia

  • Cuando el invierno comienza a agonizar en los idus de marzo, con la naturaleza exultante de la vitalidad de una primavera amenazante, la comunidad cristiana de Ceuta celebra, a caballo entre los meses de marzo y abril, el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Después de la Navidad y como preludio a la Semana Santa, estos cuarenta días son tiempo de meditación, de preparación y de conversión, de examinar con detalle nuestra conciencia.
    «Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis» (Mt 19:14), pero un poquito lejos, para que no molesten a los adultos en demasía, añaden algunos. No, Cristo no dijo nada de eso. Un buen examen de conciencia para esta cuaresma podría consistir en pensar lo que hacemos por la salud espiritual de nuestros hijos, de aquilatar la verdadera relación con el Señor confrontándola con la de los niños, para así descubrir el tesoro que constituye la fe depositada en el corazón de los más pequeños.
    En los niños, la relación con Dios no es nada pueril, ni superficial, sino directa, pura, espontánea y natural. A diferencia de los adultos, su entrega al Señor es total, sin miedos, sin reservas ni condiciones; y su confianza en Jesús es absoluta y rotunda. Los niños son los seres predilectos del Espíritu Santo, su genuina imagen renovadora de una fe llena de esperanza y el modelo de un auténtico espíritu evangelizador. Ya lo dijo el Señor: «Les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como estos niños será el más grande en el Reino de los cielos» (Mt 18, 1-4).
    El Vía Crucis infantil del próximo viernes 3 de marzo, a las 19:00 horas, en la parroquia de San José, será como un fuerte abrazo con Jesús, en el que el niño le dice: «Yo soy tuyo y te pido que tú también estés siempre conmigo». La experiencia de los cuatro anteriores Vía Crucis consecutivos en esta iglesia de extramuros, celebrados en los últimos años por su comunidad cristiana, y bajo el auspicio espiritual del Padre Miguel Tenorio, ha sido muy gratificante en todos los aspectos. Fueron sus catequistas las que iniciaron en 2013 esta genuina y novedosa experiencia de iniciar la cuaresma con los niños mediante este tradicional Vía Crucis infantil, que como siempre, emerge el primer viernes de cuaresma, y se celebra en el interior la iglesia.
    En su metafórico retiro espiritual en el desierto de nuestra cómoda apatía, los niños tienen sed continua de Dios, sin embargo en nuestra actual sociedad, excesivamente secularizada, algunos pueden llegar a pensar que es un despropósito acercar demasiado a los niños a Jesús. Hasta al año 2013, los distintos Vía Crucis que se celebraban en nuestra ciudad iban destinados a los adultos. Craso error que solo algunos han sabido rectificar, unos antes que otros, pero más vale tarde que nunca. Qué pena que algunos no lleguen a entender la niñez como ese periodo de la vida en el que la pureza, la genialidad y la inocencia aún no han sido vulneradas por el crecimiento visceral ni contaminadas por los miasmas y efluvios putrefactos que emana de algunos rincones de nuestra sociedad. Muchos no saben que los niños imitan a los adultos tanto física como espiritualmente ¿Pero realmente somos un modelo a seguir? Sus pequeñas retinas son como dos cámaras de alta resolución que graban y guardan todo lo que hacen sus progenitores, y todo lo que perciben del exterior. Cuando nos hacemos mayores, no siempre recordamos lo que nuestros padres nos decían, pero sí lo que hacían en la vida. La mejor catequesis es la que comienza en la familia, la que se ampara en nuestras tradiciones, por eso los primeros años son los mejores para introducir a los pequeños en el misterio de Dios. Qué momento mágico es ese cuando los niños están descubriendo la vida envueltos en la ingenua sorpresa de los primeros deslumbres de la creación, cuando sus preguntas inocentes sobre nuestras costumbres y creencias surgen continuamente de sus labios, cuando sus pupilas se dilatan ante la grandeza y la sublime belleza de la imagen de Dios hecho hombre. Qué oportunidad tenemos los adultos para formar a los niños en esos primeros años que están especialmente preparados para oír hablar de Dios, del misterio de Jesús, de su pasión, muerte y resurrección. Los niños tienen una especial capacidad de entender a Dios porque su alma aún no está manchada ni adulterada, y por eso, tienen un instinto más vivo e inmaculado que nosotros para encontrar a Jesús en esta cuaresma ¿Por qué no le ayudamos a encontrarlo?¿Qué hacemos por ellos?
    El Vía Crucis infantil es una forma de dedicarles el tiempo que necesitan en la cuaresma, de darles el protagonismo que nos piden. Es el catecismo ideal para hablarles de Jesús, para que entiendan que Dios es un padre lleno de amor, humildad, misericordia, y perdón para con nosotros. La tierna mirada de la pequeña imagen del Cristo de la Salud que preside este Vía Crucis les dice que todo lo que tienen en sus vidas es un regalo de Dios. Los niños aprenden con los padres a través de su experiencia, a través de ellos se les transmite la sabiduría de la vida, sus tradiciones, y la doctrina cristiana. Entre esas experiencias debe estar muy presente el mensaje y el legado de Jesús. Este Vía Crucis adaptado a sus mentalidades y necesidades espirituales puede ser de gran ayuda en este contexto. Así se despierta en ellos, ya desde el comienzo de sus vidas, la necesidad de agradecer todo a Dios. Las catequistas y los padres deben transmitir la fe cuando a través del Vía Crucis, les cuentan a los niños la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Siempre con el evangelio en la mano, presentándoselo como quien es, una persona viva, un Dios hecho hombre, que muere en la Cruz por amor y resucita al tercer día para salvarnos.
    A veces, puede resultar complicado explicar a los pequeños que, esas imágenes de sufrimiento de Jesús que están en las iglesias, representan a nuestro salvador, y que dio su vida por nosotros. La experiencia de la parroquia de San José en estos actos ha sido muy conmovedora y gratificante. Sus feligreses han palpado reiteradamente que el niño es un ser observador y contemplativo pero con una actitud activa por excelencia. No es que lo crean todo, y ya está, sino que, desde el día de su bautismo, y en su preparación para la primera comunión, el niño posee un corazón sencillo y habitado por la presencia trinitaria que hay que educar y cuidar. Solo tenemos que acercarlo a la fuente para que beba, y que el Señor apague esa sed de profundizar en su fe, sobre todo en esas edades tempranas de preparación durante la catequesis.
    Gracias a su experiencia con estos tradicionales Vía Crucis infantiles, las catequistas de San José desmontan el tópico de la supuesta “inmadurez” de los más pequeños, que “no entienden todavía”, que no conviene dar “pasos forzados” como dirían los conformistas. Son argumentos espurios que decimos cuando queremos eludir el compromiso con ellos, pues la realidad del Espíritu Santo no es ésa, sino más bien al contrario, el niño debe crecer y llegar a ser adulto en todo, en lo físico, en lo intelectual y sobre todo en lo espiritual, de lo contrario será una persona vulnerable, incompleta y vacía. Hay experiencias constatadas en estos cuatros años de la necesidad del niño de vivir esta dimensión transcendente de la preparación a la cuaresma mediante su participación activa en el Vía Crucis. La edad no es impedimento para integrarse en el mismo, al contrario, es un aliciente y al mismo tiempo un tremendo desafío para sus padres y preparadores.
    Es sorprendente ver a estos niños, de diversas edades, en silencio y participando con recogimiento y regocijo en las XIV estaciones del Vía Crucis. Cuando miro retrospectivamente estas fotografías, he podido observar como sus rostros pueriles quedan como transfigurados cuando portan en sus hombros la pequeña imagen de Jesús de la Salud. He podido escuchar el racheo de sus zapatos, cuando poco a poco, paso a paso, se van acercando con esa pequeña parihuela de madera al sagrario de la iglesia. He podido sentir el latido acelerado de sus corazones, su respiración entrecortada, y desde el silencio del respeto, sin ningún complejo y con la máxima naturalidad, oír como le dicen a Jesús: «Aquí estoy, haz de mí lo que quieras».
    También los padres se implican en el Vía Crucis de sus hijos. «No se trata de llevarlos a otra clase de catequesis sin más -explican los responsables de esta iniciativa-. Es preciso la complicidad de los padres para que se formen y sepan acompañar y alentar la dimensión espiritual de sus hijos, al igual que cuidan de sus necesidades físicas». Es sorprendente como, a pesar de vivir en una sociedad cada vez más ácrata y descristianizada, emerge esa actitud relevante con la que estos niños van y participan en el Vía Crucis. Es impresionante ver como los niños sienten esa experiencia en sus corazones, como rebosan de felicidad, y quieren volver al año siguiente, para portar de nuevo en sus hombros la imagen viva del hijo de Dios.
    La liturgia de este acto cristiano es entrañable; especialmente, las lecturas de las XIV estaciones adaptadas a su mentalidad, y sobre todo las meditadas reflexiones públicas que cada niño hace sobre ellas desde el atril. Los más pequeños y traviesos quedan absortos, silentes, impresionados, pero siguiendo los pasos del Señor que se pasea con gracia y elegancia, a golpe de llamador, y portado por los niños mayores. A pesar de la expresión de pena, dolor y sufrimiento de la imagen de Jesús que cargan en sus tiernos hombros infantiles, los niños viven su Vía Crucis como una experiencia festiva, y esa alegría llena de amor, paz y esperanza impregna para siempre sus corazones. Para ellos, todo es más sencillo, más sincero, sin ningún tipo de estridencias. Son capaces de ver y sentir a Jesús con más naturalidad y transparencia que los mayores, pues poseen una increíble capacidad de entrega, con un corazón mucho más abierto al Espíritu Santo que nosotros. Tenemos tanto que aprender de ellos…
    En definitiva, solo un pueblo que cuida sus tradiciones por y desde la infancia es un pueblo con alguna esperanza de futuro, orgulloso de sus raíces y respetuoso con el legado de sus antepasados ¿Lo hacemos nosotros? El mensaje que cada año los niños nos hacen a los adultos sobre este Vía Crucis infantil es muy tangible y directo: «Apoya con tu asistencia todas las iniciativas religiosas dirigidas por y para la infancia, con independencia de su lugar, color, condición, naturaleza, forma o dimensión cultural y cristiana». Como ocurre con tanta frecuencia en la vida, el problema no radica en la transparencia de la información, ni en la premura de su mensaje reiterativo, ni siquiera en nuestro limitado intelecto, sino que los adultos solo entendemos lo que nos “interesa entender” en cada momento. Pero ya lo dice el refrán: «El que no cuida lo que hereda, a pedir se queda».

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    Recordando al Padre Pedro https://elfarodeceuta.es/recordando-al-padre-pedro/ Wed, 09 Nov 2016 06:00:20 +0000 http://elfarodeceuta.es/?p=14338 Comienzo este artículo con las palabras que escribiera el poeta Antonio Machado «Todo pasa, todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar…». Nunca mejor aplicado este texto al recuerdo de un sacerdote, a la obra de un “cura” como familiarmente les conocemos, donde “lo suyo es pasar” de un […]

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    Comienzo este artículo con las palabras que escribiera el poeta Antonio Machado «Todo pasa, todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar…». Nunca mejor aplicado este texto al recuerdo de un sacerdote, a la obra de un “cura” como familiarmente les conocemos, donde “lo suyo es pasar” de un lado a otro, cambiando constantemente de destino, con las maletas “siempre prestas, siempre acuestas”, porque su opción en la vida ha sido la de “servir” a Dios, y al hombre, a nosotros, y como decía la Madre Teresa de Calcuta: «el que no vive para servir no sirve para vivir».
    Algunos sacerdotes que pasaron por las parroquias de nuestra ciudad son recordados con mucho cariño. Fueron auténticos misioneros de Cristo Resucitado, blancos mensajeros de la PAZ que han marcado un antes y un después en nuestro legado cristiano. No es necesario que diga los nombres de todos ellos, porque anidan en nuestras mentes y sobre todo en nuestros corazones. Son como aquellas golondrinas de Becquer que ocuparon nuestros nidos, y tocaron nuestras almas con sus alas al pasar, son aquellas que marcharon para siempre, con parte de nuestra vida al recordar, son aquellas que aprendieron nuestros nombres... Pero esas… ¡Nunca volverán!
    Escribo con la pluma varada en la melancolía de los recuerdos y en unas grises hojas del otoño caídas del árbol de una irreversible resignación. Son las dos metáforas más apropiadas para evocar las huellas indelebles que un sacerdote dejó en nuestra ciudad. Por tanto, estas palabras solo son un sincero, discreto y justo homenaje a una de esas golondrinas que marcharon de Ceuta, una de esas blancas palomas portadoras del Espíritu Santo, uno de esos buenos labradores que cuidaron y sembraron al caminar su mejor grano, su especial semilla de amor y caridad en nuestros huertos bañados por el mar. Se fueron esos grandes heraldos de la bondad de la palabra de Dios que trabajaron con sus propias manos no sólo en nuestros fértiles valles, sino en todos los terrenos espirituales de nuestra ciudad. Sus principales herramientas de labranza fueron, su bondad, simpatía, cordialidad, humildad, empatía, su saber estar, y sobre todo su sincero cariño y amor al prójimo. Con el paso del tiempo estas preciadas semillas de trigo crecieron con fuerza dando hermosas espigas verdes, que luego soleadas por la luz celestial, nacieron hermosos frutos dorados que ellos recogen con cariño y esmero cada vez que visitan nuestra ciudad.
    El pasado sábado 5 de noviembre, tuvo lugar la entrañable e inolvidable ceremonia de toma de posesión sacerdotal de mi amigo Pedro Durán en la parroquia de Nuestra Señora de la Luz en Algeciras. Me impresionó esa misa multitudinaria de bienvenida, cuando muchos feligreses, cristianos obreros, y unas almas adolescentes ansiosas de verdades, de amor y coherencia con el medio ambiente, estudiantes del grupo Movimiento Scout Católico IMPEESA, le daban el pañuelo, símbolo de su grupo. La nueva comunidad parroquial lo decía todo, desde su más profundo silencio hasta su comunión gozosa resplandeciente, pasando por el más sentido aplauso. ¡Qué emoción cuando el obispo le hizo entrega de las llaves de la iglesia y de su sagrario! ¡Qué palabras de Pedro tan sentidas, emotivas, y sinceras exaltando su compromiso con la nueva parroquia! ¡Qué alegría oír de nuevo su voz desde el altar! ¡Qué detalle cuando agradeció públicamente la presencia de Ceuta, citando nuestros nombres uno a uno! ¡Qué recuerdos saltaron de mi memoria! A Pedro le queda ahora una nueva tarea pastoral en un joven barrio obrero cristiano con signos proféticos testimoniales y de fiel compromiso. Pedro iluminará con su luz evangelizadora las modernas aulas y salones de las instalaciones parroquiales anexas a la iglesia. Pedro mostrará el entusiasmo compartido de sus proyectos pastorales con su compañero, el Padre Paco, su antecesor parroquial. Evolucionará y madurará su labor sacerdotal en libertad y responsabilidad en una parroquia sencilla, comprometida y desprendida como es Nuestra Señora de la Luz. Y siempre llevará en la memoria y en el corazón a todos sus amigos, entre los cuales me considero. El pasado sábado Pedro comenzó un nuevo curso parroquial, y hoy le digo desde aquí, al otro lado del estrecho, pero más cerca que nunca, la frase de San Juan de la Cruz: «Al final de la vida nos examinarán del amor». Así es y así lo ha demostrado y lo sigue demostrando en todos sus destinos, siempre entre nosotros, con matrícula de honor. El Señor sigue siendo grande con él, y a pesar de la añoranza, todos estamos contentos. Su fidelidad y entrega como sacerdote ha crecido en los últimos años, aún todavía más, ante los ojos empañados de lágrimas en su reciente despedida de Tarifa, donde también le echaran de menos.
    A Pedro le toca ahora continuar en su camino de esperanza, sembrando esas semillas de amor que ha dejado y sigue dejando entre nosotros y en sus nuevos surcos de labranza. Nunca quiso protagonismos estériles, ni vanas alabanzas, sólo esperaba de su trabajo incondicional lo que describe San Pablo en su carta a los Corintios: «Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento» (I Corintios 3:7). Esta constante opción de lealtad y compromiso con el Evangelio de Jesús le ha convertido en un cristiano responsable con las "cosas de Dios" y en un sacerdote profundamente humano con "las cosas del hombre". En él no existen dualismos dogmáticos, ni apetencias jerárquicas, amando a todo ser humano sin distinciones ideológicas, sociales o religiosas. Cuando estuvo en Ceuta, la comunión de su sacerdocio fue igual para todos. ¡Qué hermosa lección de tolerancia cristiana nos dio en esos años! ¡Qué ejemplo de espiritualidad sacerdotal en su aceptación plena y gozosa de los destinos del Señor! ¡¿Cuántos sacerdotes como él necesita el mundo de hoy y la Iglesia del mañana?! Se fue, pero ahora lo volvemos a tener muy cerca, en Algeciras, para quien lo quiera encontrar. Su laboreo en Ceuta hace tiempo que terminó, pero las semillas que sembrará en el antiguo cortijo Vides de Algeciras, con la fuerza del Altísimo, crecerán frondosas como en las huertas de la luz de Tarifa, como en los valles de Ceuta, y darán sin duda los frutos deseados.
    Efectivamente, durante los 12 años que estuvo en nuestra ciudad, Pedro fue un párroco casi omnipresente, que tuvo la virtud de poder llegar a “estar en misa y repicando”, es decir, predicando la palabra de Dios y dando al mismo tiempo el pan al necesitado. Fue un valiente pastor, que preocupado siempre por el rebaño, fue capaz de dejarlo todo para buscar a esa oveja perdida que necesitaba puntualmente su ayuda. Sin menoscabo de su ministerio sacerdotal, cuidó de su amigo Fernando, maltratado por la vida que él recogió y cuidó hasta su muerte, con el amor de Dios, como un hijo cuida a un padre, un auténtico ejemplo vivo de caridad y misericordia. Fue un auténtico misionero que evitó la reducción del cristianismo a la abstracción de un sistema doctrinal autárquico, de carácter contemplativo, y apostó por potenciar la vida cristiana como una forma activa, singular, genuina y profética de habitar en el mundo como auténtico testigo y mensajero de la fe en Cristo resucitado. Pedro supo trasmitir la importancia de la fe a creyentes y no creyentes, a practicantes y no practicantes, pero no como dogma, doctrina irrefutable o decreto ley, sino como estilo, sentido y conducta de vida en el seguimiento de Cristo, basado siempre en los valores evangélicos de la bondad, la caridad, la misericordia, la esperanza, la ternura y el perdón. Facilitó esa fe, sin controlarla ni fiscalizarla.
    En Ceuta no tenía apenas tiempo para él, pues dedicaba toda su energía a los fieles, sin caer en la burocracia de la institución. Como sacerdote  cuidaba, mimaba y abrazaba a los más necesitados, con los que compartía su inmensa riqueza espiritual, les hablaba con el corazón en la mano, y siempre a la altura espacial y temporal del pueblo llano. Tenía la cualidad de saber predicar mientras hablaba, y hablar mientras predicaba. Pedro nos miraba siempre a la cara, a la altura de los ojos, nos saludaba con naturalidad, esbozando siempre esa sonrisa tierna, afable, sincera y contagiosa. Fue siempre amigo de sus amigos, y me consta que conserva aún en su agenda los teléfonos de sus antiguos feligreses, aunque algunos de ellos lo hayan “olvidado”.
    Pedro dedicaba su tiempo libre a visitar a los enfermos e impedidos, a combatir la miseria humana, y con su actitud y estilo de vida, sentía y pregonaba la ternura de Dios, su misericordia, su esperanza y su infinito amor. Pedro era en Ceuta un cura cercano al pueblo, sin rígidas fronteras existenciales y dogmáticas, que nunca cayó en la fácil rutina de la placentera vida burguesa contemplativa, del cómodo funcionariado, y del “vuelva usted mañana”. Como Juan XXIII, Pedro era un sencillo cura de pueblo, que nos conocía perfectamente a todos, potenciando nuestras virtudes y comprendiendo nuestros defectos. Era capaz de compartir con toda su comunidad parroquial sus alegrías, sus tristezas, sus miedos, sus incertidumbres, sus proyectos y esperanzas, y sobre todo sus decisiones, con frecuencia consensuadas con sus feligreses. Como director espiritual de las cofradías de su parroquia, Pedro supo comprender sus necesidades, integrándolas como miembros anatómicos y fisiológicos del cuerpo humano de la Iglesia de Ceuta. Nunca fueron tratadas con desprecio, menoscabo, y mucho menos como simples instrumentos inertes, fáciles de manipular y dirigir a su antojo y forma. Aunque a veces impetuoso, Pedro fue siempre comedido y respetuoso al cuidar tanto las formas como el fondo de sus palabras y de sus actos.
    Como todos los mortales, Pedro no era perfecto, pero no ocultaba sus errores ni los justificaba. No actuaba nunca con maldad, y no tuvo reparo ni miedo de confesar públicamente sus pecados. Sabía pedir perdón a tiempo con sinceridad y arrepentimiento. Como decía Richardson: «La marca de un santo no es la perfección, sino la consagración. Un santo no es un hombre sin faltas, es un hombre que se ha dado sin reservas a Dios». Pedro fue un cura en Ceuta que consagró su vida a Dios solo por vocación y llamada divina, y no por conveniencia propia. Nunca utilizó a la Iglesia como plataforma de ascenso jerárquico, magnificencia social ni como medio asegurado de supervivencia económica. Pedro utilizó siempre la palabra y los hechos como instrumentos para llegar al corazón de sus feligreses. Hombre de trato fácil y asequible, de diálogo cómodo, fraterno, bidireccional, sin condiciones y, sobre todo, sin imposiciones ni restricciones.
    Nunca tuvo escrúpulos para mezclarse con la gente humilde, o de otras religiones, que lo adoraban. Nunca predicó desde el vértigo del púlpito, siempre bajó del recinto sacro y se mezcló con sus ovejas, hablando con ellas y como ellas, interesándose por sus problemas cotidianos; abrazando y dejándose abrazar por sus feligreses, interactuando dinámicamente con todos ellos en cuerpo y alma, sin distinciones ni clasismos sociales, morales o espirituales. En efecto, algunos podrían definir a Pedro como un cura de corazón alegre y “alma de niño”, que supo atraer y mantener a la juventud en su parroquia, inyectando “savia nueva” en las añejas y vetustas maderas que crujen en el vacío del silencio de los bancos de la iglesia. Como decía el Papa Francisco: «No quiero sacerdotes tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, que terminan por ser un intermediario o un gestor y que no se juegan la piel ni el corazón, busco pastores con olor a ovejas, pastores que estén en medio de su rebaño, y auténticos pescadores de hombres, curas que salgan a la periferia, donde hay sufrimiento, sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones».
    El templo espiritual del Padre Pedro en Ceuta se sostenía por dos recias columnas: la humildad y la bondad. Pero una humildad que no solo se predicaba, sino que además se enseñaba y se contagiaba. Una bondad que no se crea ni se destruye, tan solo se transmitía de una persona a otra. Porque, como decía Mark Twain, «la bondad es el idioma que el sordo oye y el ciego ve». Pedro practicó en nuestra ciudad una caridad tan desbordante que rebosaba siempre por encima de su sotana, esa caridad humana sin límite con la que creó un clima de cariño, serenidad, cordialidad y confianza entre sus feligreses. Pedro instauró un nuevo estilo canónico parroquial, el suyo propio, con una oferta pastoral que confortó y consoló a todos los fieles, haciéndolos sentir como auténticas piedras vivas paulinas de nuestro templo, animando siempre a participar en la edificación continua de nuestra Iglesia, haciéndonos sentir a todos los cristianos orgullosos de serlo.
    Dicen que «el hábito no hace al monje, tan sólo lo distingue y le da personalidad». A pesar de ser canónigo, Pedro no necesitaba del roquete de mangas estrechas, ni del fúlgido resplandor de las casullas bordadas para hacerse respetar. No fue en Ceuta un cura al estilo antiguo, de permanentes uniformes oficiales, de perennes alzacuellos blancos y sotanas negras de carácter disuasorio o intimidatorio, sino un paterno, sincero y atractivo magisterio de la caridad y de la empatía, catedrático de la semántica popular y de la retórica esencial cristiana y humana que todo el mundo percibía, entendía, compartía y aplaudía.
    En definitiva, Pedro Durán, fue en Ceuta, un sencillo y humilde cura de pueblo, un auténtico heraldo rural de la palabra de Dios, pero sobre todo una gran persona, con un alma terrenal que desbordaba humanidad por los cuatro costados. Que Dios le bendiga y le siga ayudando en su nuevo destino parroquial en la ciudad hermana de Algeciras, como ya lo hizo en Tarifa. Que Dios acompañe siempre a Pedro y a otros sacerdotes que quedaron atrás en nuestro camino, a aquellos que siempre cuidaron con humildad, cariño y lealtad, las semillas de su trigo parroquial. «Bienaventurados los humildes de corazón porque solo ellos heredaran la tierra» (Mt 5:5), incluidos nuestros montes y sobre todo nuestros fértiles valles. Y adaptando los versos de aquel que fue como yo su testigo, de aquellas golondrinas que nunca volverán, y como le dijo la rosa al trigo, os digo para terminar:
    «Volverán del amor en nuestros oídos / sus palabras ardientes a sonar; / nuestro corazón abierto en vilo, / de su profundo sueño tal vez despertará; / pero mudo, absorto y de rodillas, / como se adora a Dios ante su altar, / como yo ellos nos quisieron; / desengáñate amigo, / nadie nos amará…».

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    II Via Lucis Mariano Infantil en Ceuta https://elfarodeceuta.es/ii-via-lucis-mariano-infantil-en-ceuta/ Tue, 19 Apr 2016 04:38:44 +0000 http://elfarodeceuta.es/ii-via-lucis-mariano-infantil-en-ceuta/ Las Primeras Comuniones están a la vuelta de la esquina, y es sin duda este próximo mes de María, un tiempo privilegiado para acercar aún más a estos pequeños a Jesús a través de su madre. Qué hermosa misión tienen las catequistas, acompañando a los más jóvenes en el encuentro permanente con Jesucristo, y en […]

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    Las Primeras Comuniones están a la vuelta de la esquina, y es sin duda este próximo mes de María, un tiempo privilegiado para acercar aún más a estos pequeños a Jesús a través de su madre.

    Qué hermosa misión tienen las catequistas, acompañando a los más jóvenes en el encuentro permanente con Jesucristo, y en el continuo despertar de su fe. Sin embargo, todavía hay quien se pregunta ¿Por qué propagar la devoción a la Virgen María en los niños? ¿Por qué rezar el rosario con ellos? Bastaría recordar a San Antonio de Padua, protector de nuestra ciudad, cuando decía que «el nombre de María es la alegría para el corazón, la miel para los labios y la melodía para el oído de sus devotos». Algunos aún no se han dado cuenta que el buen hijo siempre habla bien de su Madre, y porque la ama propaga su culto a su descendencia. Por eso hay de nuevo fiesta infantil en la parroquia de San José, pues ya lo dijo San Efrén: «La devoción a la Virgen es la llave del paraíso», y posteriormente San Buenaventura: «Los que trabajan en publicar las glorias de María tienen asegurado el cielo». Así es, una fiesta "celestial" ha sido la experiencia celebrativa del rezo del rosario realizada durante los últimos años con los niños en esta iglesia. Para los organizadores del V Rosario Infantil y II Via-Lucis mariano del próximo viernes, este acto contemplativo tiene sin duda una profunda irradiación espiritual que escapa del interior de su comunidad parroquial, impregnando a la propia familia, y trascendiendo con fuerza a su exterior. En estos cuatro años, los niños han sido evangelizados con la experiencia del rosario, pero la alegría de su testimonio, nace de todo aquello que han celebrado, que han vivido en su parroquia, que han transmitido a sus padres y familiares cercanos, transformándose así en agentes pastorales de su propia evangelización.
    Las veteranas catequistas de San José, Ana María Galán, Asunción Suárez, Alicia González y Ana Medinilla, saben que los padres son los primeros educadores de sus hijos, son sus principales cómplices en la transmisión de la fe, que cuando es vivida en el interior de la familia tiene un mayor impacto en el fututo espiritual del niño. Este V Rosario infantil, aunque tiene una importante dimensión eclesiástica, está pensado para ser disfrutado en familia, la auténtica piedra angular de la Iglesia, por eso hacen un llamamiento para que los niños acudan, este próximo viernes a la parroquia, acompañados de sus padres y hermanos. Se pretende que este II Via-Lucis mariano sea el punto de partida y la génesis donde potenciar la fe de los niños en el año de la misericordia. Los organizadores quieren que este acto de alabanza a la Virgen María mediante el rezo del rosario, sea de nuevo un medio para que los menores la conozcan con profundidad, y que este conocimiento infantil permita desarrollar el pensamiento de Dios que nace siempre en lo pequeño, en lo sencillo, en lo humilde y concreto, pero que crece inmensurable entorno a la divina belleza de la imagen de la Reina de la Paz.
    La lectura de las 14 estaciones del Via-Lucis realizada por los catecúmenos infantiles les ayudará a entender a María como la primera discípula que sigue a Jesús, lo acompaña y lo escucha desde su nacimiento, pasando por la cruz y la resurrección. A través del rezo del rosario, las catequistas quieren acercar aún más a los pequeños a Dios. María siguió a Jesús más que nadie. Ella se fijaba en todo lo que le sucedía a su hijo, lo acompañaba en silencio, y guardaba todo dentro de su corazón. Los niños entenderán sin duda su mensaje principal: «Haced lo que él os diga». Jesús pide expresamente a los niños que reciban a María en sus corazones, que la tengan siempre en sus "mochilas infantiles", acogiéndola entre sus bienes para aprender de ella la permanente disposición interior a la escucha y la constante actitud de humildad y generosidad que la caracterizaron como primera colaboradora de Dios y de la Iglesia de Cristo resucitado. Que Ella, desempeñando su ministerio materno, proteja, eduque y modele a los niños para que Jesús llegue plenamente a ellos en su Primera Comunión. Para los neocatecúmenos, acoger a María en sus corazones es recibir a Jesús, es hacerse discípulo del Nazareno como ella, la primera seguidora; es dejarse persuadir de la verdadera alegría de una Madre. Rezando con la imagen de la Virgen María, los niños volverán a descubrir el compromiso concreto que Cristo espera de ellos, aprenderán a darle el primer lugar en sus vidas, y a orientar hacia él sus pensamientos y acciones. En el Via-Lucis, la imagen de la Reina de la Paz se les entrega para que sea portada por sus tiernos hombros infantiles, para así entrar en la relación más auténtica y personal con Jesús. Con su ejemplo, María les enseñará a poner una mirada de amor sobre ese divino infante que acaricia con su mano. Con su intercesión, ella forjará en los más jóvenes un inquebrantable corazón de discípulo fiel capaz de ponerse a la escucha permanente de su Hijo, ese niño Dios que porta con alegría en sus brazos, revelando con su gracia el auténtico rostro del Padre y la verdadera majestad del Verbo hecho carne.
    A lo largo de estas últimas cuatro celebraciones de este rosario, las catequistas de la parroquia de San José han podido comprobar cómo el culto infantil a María, que nació espontáneamente de la fe y del amor filial de los niños a su Madre, se ha convertido en un tradicional elemento intrínseco de su formación cristiana, formando parte integrante de su propia idiosincrasia catecumenal. Mediante este II Via-Lucis infantil, la iglesia de San José celebrará con los niños el cumplimiento del misterio Pascual en su máxima plenitud. Pues ya lo dijo San Fulgencio: «María es la esclava misteriosa por la cual Dios baja a la tierra y los hombres suben al Cielo». Así es, con este sencillo acto de culto a la Virgen, realizado por los más pequeños, los feligreses de San José se enriquecen espiritualmente con la celebración total del triunfo, no sólo de Cristo sino, que al rezar a María, celebran su participación en el misterio pascual del Señor. Este año, en Pentecostés, la Virgen de la Paz, vuelve a reunirse con los más pequeños en la casa del patriarca San José para pedir que el Espíritu Santo se pose sobre sus inocentes cabezas infantiles, les dé la fuerza para acompañar a la Madre en la peregrinación del pueblo de Dios, para interceder y unirse a la misma oración de súplica, para volver a ofrecer todo su corazón a Jesús, como lo hizo ante la cruz, para mostrarle a cada uno de los niños que el culto a su Madre celestial es la expresión más perfecta, sincera y sublime de adoración y sostén de la verdadera fe en Cristo resucitado. Por ello, en este año de la misericordia, el rezo del rosario ayudará a entender a los jóvenes el misterio interior de Dios, y a saber que cuentan con una Madre en el cielo que vela incesantemente por ellos.
    Un año más la tradición se repite en la parroquia de San José, con una nueva edición del Rosario infantil, para el próximo viernes 22 de abril. De nuevo el interior de la iglesia será el lugar escogido para llevar a cabo las 14 "Estaciones" del Via-Lucis. Esta fiesta infantil comenzará a las 7 de la tarde, justo después de la clase semanal de catequesis de todos los viernes, en vísperas del rito de la imposición de la cruz de finales de abril, como un tradicional preludio de la primera comunión de los albores de mayo. Al igual que el Via-Crucis de la pasada cuaresma, el recorrido será por los laterales del interior del templo, haciendo las respectivas paradas debajo de los correspondientes iconos y altares. La imagen de la Reina de la Paz será quien presida de nuevo este V Rosario infantil adaptado a Via-Lucis Mariano, portada a hombros por los niños en una pequeña parihuela situada en el altar mayor de donde partirá la procesión. En el centro de la comitiva irá esta preciosa imagen mariana, obra del escultor sevillano Marco Antonio Humanes López. Detrás de la Virgen irán el resto de los niños, acompañados por sus padres y catequistas. En cada Estación habrá una breve lectura del evangelio que recuerda la participación de la Madre de Dios en la vida de Cristo, acompañado por un Ave María, así como una sencilla reflexión del texto evangélico que será leída por cada uno de los niños, terminando cada parada con una canción dedicada a la Virgen. Los niños ilusionados llevan semanas ensayando el acto con sus catequistas.
    Que nadie lo olvide, este Via-Lucis infantil vuele a ser una excelente pedagogía de la fe para los más pequeños, un atractivo estímulo devocional para la restauración de un compromiso de amor a la paz y a la vida, una atrevida forma de entender el mundo abierta siempre a la esperanza y permeable a la certeza que ofrece la fe, un desafiante revulsivo en una sociedad como la nuestra, impregnada por un pasado cultural demasiado rico en la alegoría de la muerte, en el llanto, la desesperación, el castigo y el nihilismo. Por tanto, el mensaje de este emotivo rosario infantil de San José es unívoco: nuestras tradiciones cristianas nacen del corazón, crecen con nuestros sentimientos, se propagan con nuestros actos, pero solo se mantienen con nuestra perseverancia. Mayo es el clásico mes de María, de su amor, alegría, humildad y esperanza, pero «quien en esta primavera gris del agnosticismo kantiano, no cuente con los niños sembrando estos valores cristianos, tiene de veras, sus días contados».

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    VII Peregrinación Agustiniana: destino Rumanía https://elfarodeceuta.es/vii-peregrinacion-agustiniana-destino-rumania/ Fri, 08 Apr 2016 02:30:13 +0000 http://elfarodeceuta.es/vii-peregrinacion-agustiniana-destino-rumania/ Dicen que es de buen nacido ser agradecido. Pues bien, estas palabras son un sincero reconocimiento a la labor de los Padres Agustinos de Ceuta, organizadores y guías espirituales de esta VII peregrinación en tierras rumanas, pero sobre todo un pequeño homenaje a Silvia Litra, principal artífice logístico de la aventura que acabamos de vivir […]

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    Dicen que es de buen nacido ser agradecido. Pues bien, estas palabras son un sincero reconocimiento a la labor de los Padres Agustinos de Ceuta, organizadores y guías espirituales de esta VII peregrinación en tierras rumanas, pero sobre todo un pequeño homenaje a Silvia Litra, principal artífice logístico de la aventura que acabamos de vivir en Rumanía durante la pasada "semana blanca".

    Hemos vuelto a casa, a la rutina, estoy sentado de nuevo en mi despacho, como siempre lleno de papeles y tareas pendientes, pero la principal es agradecer a todas las personas que nos han hecho felices en nuestro último destino. Silvia ha sido nuestra guía local en Rumania, con la licencia oficial desde el año 2007, habla perfectamente español, francés y ruso, aunque para nosotros los dos últimos no han sido necesarios. Es un amante de su profesión y como ella misma dice, «no podría realizar un trabajo que no me divirtiera», y creo que todos nos hemos divertido mucho con ella. Silvia es una gran aficionada a la historia, dedica su tiempo libre a conocer con profundidad Rumania y viajar a otros países, incluido el nuestro, y eso se nota. Esta joven ha compartido no solo la belleza de su país con nosotros, los peregrinos agustinos, sino parte de su vida. Aunque de origen moldavo, tiene nacionalidad rumana, y es una auténtica artista en la búsqueda de los verdaderos tesoros ocultos de un país desconocido, sitiado por los Cárpatos y por la ignorancia de los que aún no lo han valorado en su justa medida. Con Silvia hemos descubierto paisajes de ensueño, como la garganta de Bicaz y el misterioso Lacu Rosu (lago rojo) semihelado. Hemos admirado auténticas obras de arte pintadas por la historia como los monasterios de Cozia, Moldovita, Sinaia y Voronet, auténticas "capillas sixtinas" del oriente.
    Hemos visitado ciudades llenas de encanto como Sighisoara, Sibiu y Brasov, donde lo mejor que se puede hacer es caminar sin rumbo, perderse por sus calles adoquinadas que nos transportan a la mágica y angosta época medieval, escrutando sus recónditos rincones mientras sus famosas casas nos observan a través de esas curiosas ventanas de curvas incrustadas en sus tejados que simulan "ojos humanos", cuyas miradas indiscretas nos siguen a todas partes, observando la vida que transcurre a sus pies, vigilando a esos osados peregrinos que nunca olvidaran el embrujo de las ciudades más entrañables de Transilvania. Hemos conocidos pueblos y sus gentes, degustando los excelentes vinos de Moldavia, probando platos típicos del lugar, saboreando sus sopas y estofados, y alguna que otra trucha que algunos peregrinos supieron "diseccionar" con precisión, y otros esquivar con elegancia y discreción.
    Silvia ha sido capaz de compartir con nosotros la cultura y el encanto de su país, para que nos llevemos una experiencia maravillosa, agradable de contar y recordar durante toda la vida. Estamos muy satisfechos con los momentos que hemos vividos todos juntos en el país de los vampiros. Rumanía es una bella desconocida, y la experiencia de su descubrimiento ha sido fantástica en todos los sentidos. Sinceramente, ojala todos los destinos que a los peregrinos agustinos nos quedan por descubrir, tuvieran como guía a alguien como ella, que no solo informa lo que podemos encontrar en los libros turísticos, sino que añade su propia historia, cuenta las anécdotas del lugar, las vivencias de la infancia en su tierra natal de Moldavia, con palabras llenas de sentimientos y añoranzas. Eso se llama pasión por la vida, y es lo que transmite con seguridad, tesón y valentía.
    Lejos de la experiencia de Marco Polo, y después de seis destinos, los peregrinos agustinos nos consideramos viajeros "veteranos", aunque nos quedan muchos lugares del mundo por conocer. En nuestros anteriores viajes, hemos encontrado guías de todo tipo, la mayoría buenos y algunos buenísimos, magníficos profesionales del turismo, que como Silvia se han esforzado por mostrarnos no solo lo más típico, sino también la cara oculta de las ciudades, detalles que los plumillas aficionados como yo siempre buscamos para poner la nota de color en nuestros densos reportajes fotográficos. Guías que, como ella, nos han buscado la iglesia católica más cercana para celebrar la eucaristía, que han madrugado para llevarnos a ese lugar escondido dónde hacer la mejor foto al amanecer, sin el asedio, el incordio y el discreto encanto de las masas turísticas que invaden el resto de Europa. Pero quizá lo que más valoro de nuestra guía, es que nos ha hecho sentir como lugareños.
    Me explico, un buen guía para mi es aquel profesional que también sabe enseñarnos lo cotidiano dentro de lo tópico, lo escondido dentro de lo típico, que es capaz de integrarnos con discreción y elegancia en el tipismo del paisaje y paisanaje de su país. Una necesidad que a veces, los turistas desconocen, pero que si te la muestran, es un codiciado tesoro que facturas de vuelta junto a tu maleta y equipaje. Al menos para mí, que siempre voy con mi cámara réflex a todas partes, en busca de la recóndita esencia de un destino, intentando retratar el perfil más efímero de la gente, sentir el pulso oculto de una ciudad, el latido de un pueblo oprimido por el yugo estalinista que intenta integrarse en la Comunidad Europea, el sentimiento emergente de una nación orgullosa de su identidad e idiosincrasia. Los monumentos, museos y otros atractivos turísticos, tantas veces reseñados, solo me atraen desde el punto de vista estrictamente informativo. Me seduce más lo genuino, lo diferente, la anécdota. Huyo de lo más conocido, pues parto de que los datos artísticos, nombres, fechas y demás informaciones históricas ya están perfectamente documentados en los libros turísticos, y sobre todo en la enciclopedia del siempre disponible Dr. Google. Hay guías como Silvia, que ese detalle siempre lo tienen presente. Son auténticos profesionales de las rutas, íntimos conocedores de la anatomía antropológica de sus ciudades, que están acostumbrados a trabajar con todo tipo de turistas, incluidos aquellos como nosotros, esos incansables peregrinos agustinos que buscamos en nuestros destinos las huellas indelebles que nos dejó Jesús muerto y resucitado. Nuestra guía, de fe ortodoxa, también nos lo ha mostrado en nuestro camino, encontrando otros discípulos de Emaús. Ella ha conseguido lo que pocos han logrado, superar la fría barrera de la estricta profesionalidad para invadir con dulzura nuestros corazones, para penetrar con elegancia en el lado más humano de una relación incipiente entre personas desconocidas que coinciden por caprichos del azar en el tiempo y en el espacio. Su relación con los peregrinos ha sido tan sincera y entrañable que incluso, ha llegado a sembrar con profundidad en el delicado y fértil terreno de la amistad. Esperemos que el tiempo y la distancia no debiliten la comunicación, y que nunca perdamos el contacto. Sin duda, Facebook se encargara de que eso no ocurra nunca.
    Silvia es una excelente profesional, una guía muy eficiente, y una gran conversadora en las distancias cortas, y también cuando tomaba con firmeza el micrófono del autobús, aportándonos entre sueño y parada, entre ruta y cabezada, entre oración y pensamiento, datos para poder comprender mejor la realidad de un país lejano en la distancia y en la historia, pero cercano a nosotros tanto en la lengua como sus costumbres. Nuestra guía fue paciente, educada, amena, siempre se ha ocupado de nosotros con exquisito trato, haciéndonos muy fácil y atractiva todas las visitas programadas. Ha sido como "El poder oculto y permanente de la sombra". Todo lo organizaba con discreción y eficacia, controlando perfectamente los pequeños y los grandes eventos. Agradecemos su puntualidad, formación, cortesía, y por esos pequeños detalles que hacen grandes a las personas como ella. No olvidaremos su dedicación exclusiva, con guardia y custodia del peregrino en todo momento, desde la llegada hasta en la despedida en el aeropuerto de Bucarest, en esa tempranera y larga madrugada del domingo 3 de abril, dedicando tu tiempo de descanso a nosotros.
    Durante los ocho días que ha durado nuestra VII peregrinación en las tierras de la antigua Dacia conquistada por Trajano, Silvia nos ha guiado en las visitas con un español gramaticalmente correcto, de rica semántica, de suave timbre soviético, con charlas sencillas, repletas de sensibilidad, humildad, con razonamientos y explicaciones histórica y artísticamente cuidadas. Recibimos prácticos consejos sobre lugares de compras, dónde tomar café, dónde cenar bueno, bonito y barato. El tiempo con Silvia pasó de puntillas y el viaje concluyó sin darnos cuenta.
    Gracias a ella, hemos encontrado a otros discípulos de Emaús en nuestro camino, como la hermana Tatiana, antigua maestra rural, que nos trasmitió la increíble belleza de las pinturas de la iglesia de la Anunciación de Moldovita a través de su fe y profundo convencimiento de sus enérgicas palabras. Tatiana, fue esa monja que nos explicó el arte del monasterio con tanto sentimiento, entusiasmo y pasión, que parecía que ella misma había participado de alguna forma en la historia del mismo. Qué dominio del lugar, qué control del tiempo, qué explicaciones, qué manera de trasmitir las creencias y el contenido litúrgico de esa magníficas pinturas que cubrían por dentro y por fuera esta joya de la región de Bucovina. Destaco también la profesionalidad y simpatía de nuestro chófer, que siempre estaba a nuestra disposición, cargando y descargando las maletas en cada parada, y la estricta puntualidad de todas y cada una de las visitas que, previamente, ella había concertado. No olvidaremos la solemnidad soviética del palacio del parlamento de Bucarest, la fastuosidad del castillo de Peles situado en un entorno idílico y ricamente decorado, considerado como el "palacio de Versalles" del este europeo, y también, cómo no, la divertida y matutina visita al castillo de Vlad "el empalador" en Bran (Transilvania), en busca de la leyenda del Conde Drácula, pero libres de los asedios turísticos que sufre el recinto durante el resto del día. Resultó entrañable la convivencia cristiana que tuvimos el último día con las monjas agustinas que residen cerca de Bucarest. No olvidaremos su alegría y hospitalidad al compartir juntos tanto la eucaristía concelebrada por los cuatro padres agustinos como la suculenta merienda monacal que nos ofrecieron posteriormente en los jardines de su nuevo convento.
    Los peregrinos no tenemos palabras para agradecer la labor pastoral de los Padres Agustinos, y el trabajo tan bien hecho que ha realizado Silvia, así como la agencia Turismo y Peregrinaciones 2000. Sin duda, si algún amigo o familiar quiere visitar este maravilloso país, le recomendaremos sin lugar a dudas. También pasaremos sus datos a las agencia de viajes de nuestra ciudad, por si quieren contar con ellos para futuras excursiones. Gracias por su dedicación y entrega hemos descubierto una tierra maravillosa, llena de historias y leyendas, de encanto y de gente estupenda. Queremos volver algún día.
    Está claro que los guías turísticos tienen la capacidad para poner la guinda en un viaje programado, rara vez amarga, casi siempre dulce. Por eso creo, que el trabajo Silvia y su equipo, ha sido grandioso. Puede estar segura que, este año 2016, su cosecha "turística" ha sido ejemplar, abundante en cantidad y calidad, y como ella decía en su artículo sobre las costumbres del pueblo moldavo: «Si hay vino, hay bodas», por eso los peregrinos le deseamos todo lo mejor en su futuro profesional y personal, que su boda -no muy lejana- la colme de paz y felicidad para toda la vida. Los peregrinos agustinos, amigos suyos para siempre en Facebook, esperamos ver pronto publicadas las fotos de la ceremonia nupcial.

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    IV Vía Crucis infantil en la Parroquia de San José https://elfarodeceuta.es/iv-via-crucis-infantil-en-la-parroquia-de-san-jose/ Thu, 11 Feb 2016 04:00:17 +0000 http://elfarodeceuta.es/iv-via-crucis-infantil-en-la-parroquia-de-san-jose/ Si hay un tiempo sublime en el orbe católico caballa, rotundo en sentimientos, conciso y pleno de fe, pero elocuente y pletórico en gestos y símbolos, ese momento es sin duda el acaba de comenzar, la Cuaresma, periodo evangélico que nos prepara para la culminación de nuestro credo, la conmemoración de la Pasión, Muerte y […]

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    Si hay un tiempo sublime en el orbe católico caballa, rotundo en sentimientos, conciso y pleno de fe, pero elocuente y pletórico en gestos y símbolos, ese momento es sin duda el acaba de comenzar, la Cuaresma, periodo evangélico que nos prepara para la culminación de nuestro credo, la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

    Para los niños de la parroquia de San José, el comienzo del camino de la Cuaresma pasa por el Vía Crucis del próximo viernes, y por el trabajo constante e intenso de sus catequistas, que culminará en los albores de mayo con la llegada triunfal del cuerpo de Cristo en sus corazones. Pero antes, la buena muerte del Señor, crucificado en medio de tantas tribulaciones y pecados que azotan el mundo en el que vivimos, se les hará de nuevo presente y los bendecirá con la salud física y espiritual que necesitan, ofreciéndoles sin reserva alguna el derroche de su perdón, despojado de toda su divinidad, para hacerse hombre y Dios al mismo tiempo. Así es, una vez más, en este año de la misericordia, y como ya viene siendo tradicional en la parroquia de San José, Jesús invita de nuevo a participar a todos los niños caballas, para que vuelvan a ser los protagonistas del evento, iniciando la cuaresma con el primer Vía Crucis en nuestra ciudad. Después vendrán otros, pero solo éste será por y para ellos.
    Los niños de 1º y 2º año de catequesis de la parroquia de San José han sentido la ceniza en sus sienes, marcando así el primero de muchos pasos a dar en la preparación cuaresmal. Con este gesto, los más pequeños han aparcado sus rencillas infantiles para convertirlas en perdón, han olvidado por un momento sus inquietudes diarias para centrarse en lo que de verdad importa, Cristo. Con la ceniza, estos niños han renovado la aceptación de la salvación que el maestro nos procuró en la Cruz, y aceptándola, se han comprometido una vez más a llevar su mensaje a cada uno de los rincones de nuestro entorno. En este contexto, los niños hacen un nuevo llamamiento a la juventud caballa a participar en el cuarto Vía Crucis infantil que han organizado sus catequistas, siempre bajo el auspicio espiritual del Padre D. Miguel Tenorio, para el primer viernes de cuaresma, el próximo día 12 de febrero a las 19:00 horas. Esta iniciativa, nacida de la inquietud de unos jóvenes, fue bien acogida en la feligresía, realizándose el primer Vía Crucis infantil de la historia de Ceuta. Esta apuesta por y para la juventud caballa, ya ha tenido eco en otras parroquias que, desde entonces, están organizando actos similares dedicados a los más jóvenes. Efectivamente, su éxito espiritual y coyuntural promovió a otras feligresías a realizarlo. Pero esta apuesta por y para la juventud ceutí ha tenido predicamento no sólo en otras comunidades parroquiales, sino también en algunas Hermandades que actualmente, están planificando y organizando eventos cofrades similares dedicados a los más jóvenes. Parece que, poco a poco, los cristianos vamos tomando conciencia de cuanta atención se debe prestar a los niños en la Iglesia, cuantas inversiones y programas a fin de mantenerlos cautivos de la fe de Cristo muerto y resucitado. Los adultos tenemos que trabajar, sin prisas pero sin pausas, para aumentar el interés que en la Iglesia de Cristo ha de despertar siempre la niñez. Es necesario motivar a los más pequeños en su amor a Jesús, que se embriaguen en su infinita misericordia, y que los mayores seamos siempre capaces de guiarlos al pleno conocimiento de nuestro señor Jesucristo. Efectivamente, decía San Juan Pablo II «El amor y la estima que Jesús tenía a los niños son una luz para la Iglesia, que imita a su fundador. Ella no puede sino acoger a los niños como El los acogió. La presencia de los niños en la Iglesia es un regalo para nosotros los adultos, la Iglesia exhorta a los padres y a los educadores a que tengan bajo su cuidado la formación de los pequeños en la vida sacramental echando mano del sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía. Efectivamente hubo ya niños santos. Pero nosotros podemos hoy agregar: Habrá apóstoles entre los niños».
    La idea primigenia de los promotores del Vía Crucis infantil fue reforzar con experiencias positivas y rediseñar otras nuevas del mensaje de Jesús en la cuaresma a todos los cristianos, incluidos los más pequeños. No cabe duda que la evangelización de los menores es un reto para todos, pero también una gran ilusión y esperanza. No se trata de poner a los niños a estudiar literalmente la pasión de Jesús, como si fuera una tarea más del colegio, o de obligarlos a "memorizar" sin comprender el evangelio, sino de que ellos obtengan de la doctrina cristiana su propia experiencia de fe. El Vía Crucis es una de las tradiciones más antiguas del cristianismo. El profundo significado de lo que ocurrió aquellos días en Jerusalén, ha llevado a los cristianos desde entonces a considerar todos y cada uno de los pasos de Jesús antes de morir en la cruz. No es una historia agradable, es cierto, pero su conocimiento y meditación ayudará a los niños a ser más agradecidos y menos egoístas. Deben entender que, en la vida, seguir a Jesús no siempre es fácil. Solo es para valientes e intrépidos corazones, como los suyos, de jóvenes que no tienen miedo de lo que puedan pensar los demás de su condición de cristianos, solo es para niñas y niños dispuestos a sacrificarse por el incondicional amor de Dios. Entenderán que ese amor infinito le hacía a Jesús soportar todo aquello con una energía extraordinaria. Los niños deben aprender que el amor es el gran secreto, ese ingrediente que no puede faltar en su mochila, para ese largo y tortuoso camino que nos lleva hacia la Cruz, y la Cruz la única llave que abre las puertas del perdón, de la misericordia, de la esperanza, y de la paz. Pero para estos niños de San José ya no hay nada imposible, pues en este Vía Crucis los más inocentes van a tener la posibilidad de recordar de una forma muy especial la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Se trata de un camino de oración y vida con un mensaje muy claro de PAZ y esperanza. «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque solo de ellos es el reino de los cielos», dijo el Señor Mt 19, 14.
    El próximo viernes, las nuevas generaciones ceutíes van a vivir con ilusión el mensaje de la pasión y muerte de Jesús, portando sobre sus tiernos hombros infantiles a un Cristo "vivo", real, de dimensiones y peso proporcionales a sus estaturas. Dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5, 3-10), por eso solo ellos serán, como en las tres ediciones anteriores, los auténticos protagonistas del evento religioso, llevando en una parihuela a Nuestro Padre Jesús de la Salud, que representa el momento de la 1ª estación, donde Jesús es condenado a muerte.
    La imagen del Cristo, que estrena túnica morada de raso, es de madera policromada de algo menos de un metro de altura, obra del escultor sevillano Marco Antonio Humanes, y propiedad de uno de los niños que participaran en el acto, que la cede y comparte con gusto para disfrute de la comunidad. Cada niño leerá las 14 estaciones y sus correspondientes reflexiones adaptadas con cariño y acierto a su mentalidad. Este acto pretende que los menores crezcan teniendo a Dios como Padre y sintiéndolo como ese gran amigo, que nunca les va a fallar. Se trata por tanto de un excelente corolario del tradicional catecismo infantil, escrito con un léxico acorde a su edad y con dibujos e ilustraciones coloreadas.
    Así, por ejemplo, en el texto reflexivo que leen los niños en la X Estación, cuando Jesús es despojado de sus vestiduras, dice: «También nosotros tenemos que despojarnos de nuestras vestiduras. Porque muchas veces llevamos ropa de marca caprichosa que cuesta mucho dinero. Jesús era pobre pero su ropa se la sortearon con avaricia los soldados. A veces nuestra ropa cara la hacen niños del tercer mundo que explotados dejan de ir a la escuela para ganar dinero. Después, cuando se hacen mayores no tienen ni dinero ni estudios. ¡Basta ya de injusticias!».
    El evento tendrá lugar solo en el interior de la iglesia de San José. Los organizadores hacen un llamamiento para que los niños vengan a la casa de Dios acompañados de sus familias, para que vivan con ellos la experiencia de recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por nosotros para salvarnos del pecado. Decía San Juan Pablo II que «La Iglesia encomienda la tarea de evangelizar, de manera muy especial, a los niños». Por eso, si enseñamos a rezar a los más pequeños, y los motivamos para que lleven con sus hombros la parihuela, es como si ellos cargaran con las cruces de cada día, recordando las estaciones o pasos de Jesús hasta su muerte en la Cruz. Si conseguimos esto, pronto caerá para siempre el tupido velo negro de la oscuridad, que nos llevará a la luz gozosa de la Victoria Pascual, llegaremos con el olivo y la palma en la mano, a ese Domingo de Ramos tan ansiado en el que dará comienzo la Semana Mayor, esa gran semana en la que pondremos desde hoy en adelante, siempre con nuestros hijos, nuestro mejor esfuerzo, nuestra ilusión más ferviente, y nuestra fe más sincera.

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