Artículos escritos por Fini Castillo Sempere en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/fini-castillo-sempere/ Diario digital Sun, 22 Jul 2018 09:18:02 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por Fini Castillo Sempere en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/fini-castillo-sempere/ 32 32 Memorias de Ceuta: Rafael ‘El Vargas’. Carnaval y vida https://elfarodeceuta.es/memorias-de-ceuta-rafael-el-vargas-carnaval-y-vida/ Sat, 09 Jun 2018 23:45:59 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=304782 Otros artículos de la serie Memorias de Ceuta A ti, hijo de esta madre tierra de Ceuta... Un día, preparando uno de los viajes para mayores. apareció él, Rafael Vargas. Me llamó la atención, porque hacía mucho tiempo que no lo veía, y a mí me parecía imposible que el Vargas, siempre tan jovial y […]

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Otros artículos de la serie Memorias de Ceuta

A ti, hijo de esta madre
tierra de Ceuta...

Un día, preparando uno de los viajes para mayores. apareció él, Rafael Vargas. Me llamó la atención, porque hacía mucho tiempo que no lo veía, y a mí me parecía imposible que el Vargas, siempre tan jovial y vital, se incluyera ya en los viajes de pensionistas. Él, con su simpatía, sus chistes y ocurrencias alborotaba a los demás. Como era costumbre en él, su atuendo era fuera de lo habitual, llevaba una camisa de flores muy alegre, un pantalón negro muy ajustado, resaltando su figura. El pelo lo llevaba hacía atrás recogido en una coleta; debido a una enfermedad circulatoria, sus piernas se ven afectadas, por ello, se ayuda con un bastón en su caminar, dándole un toque especial y una impronta singular.

En aquel viaje tuve ocasión de hablar a menudo con Rafael, y me contó muchas cosas de su vida desde pequeño, y la cantidad de vicisitudes que vivió, debido a la sociedad tan encorsetada que había en aquellos días. Él trabajó mucho para salir adelante, y desde temprana edad se trasladó por un tiempo a Tánger, y allí trabajó, creció y sufrió en sus propias carnes las incomprensiones de muchos; al narrarme algunos episodios de su juventud, los ojos se le llenaron de lágrimas, y ahí percibí las injusticias de la vida sobre algunas personas simplemente por ser ellos mismos; pero él, con su fuerza luchó con uñas y diente y salió adelante y se hizo un hombre de pies a cabeza, y tuvo el coraje de buscarse la vida y ayudar a su familia en aquellos duros días. También me confesó que no todo fue sufrimiento y trabajo, también había disfrutado y vivido la vida, y eso lo lleva consigo en sus recuerdos.

Rafael, me habla de su madre, y se le llena la boca, ella ha sido su referente de buena persona según me dice. La cuidó hasta el final de sus días ofreciéndole todo el amor de hijo que fue capaz. Hablando de ella se le infla el alma, sólo hay que escuchar las lindas palabras que le profesa. De lo que si estoy segura viéndote sentir de esa manera, que has sido un hijo ejemplar y has estado al lado de tu madre hasta que emprendió el camino hacia el cielo; y allí algún día, ella te recibirá con los brazos abiertos, como una madre acoge en su seno a su hijo querido.

El Vargas, ceutí de pro, lleva a Ceuta por bandera, y allí donde esté, su boca se llena de Ceuta, como no podía ser de otra manera, porque él sueña con su tierra; y aunque por circunstancias de la vida, vive actualmente en la otra orilla, todas las noches junto a su ventana, llora por esta tierra bendita, llora por sus raíces, por su madre y por los seres queridos que ya descansan en la eternidad. Su ventana testigo de su nostalgia, en ella sus sentimientos vuelan a lo largo del estrecho hasta llegar a la orilla de nuestra Ceuta; sus ojos cerrados ven nuestras calles, plazas y montes; y, así también, huele desde la distancia, las flores de la plaza de África que enmarcan como el más lindo de los Jardines la Iglesia que ampara a nuestra Patrona Santa María de África.

Cada año, el día cuatro de Agosto, se le ve en su andar lento acompañado en el mejor de los casos con el bastón que lo caracteriza últimamente; a veces debido a un empeoramiento de su enfermedad circulatoria en silla de ruedas, pero a él eso no le importa, cruza el charco y se le puede ver delante de la Iglesia de la Virgen de África, para ofrecerle a nuestra Patrona su corazón acompañado de un ramo de flores.

A lo lejos, lo observo y puedo comprobar como este hombre, se llena de verdad de las tradiciones de nuestra tierra, y como un buen hijo y mientras pueda, acompañará a nuestra Virgen con todo el amor que alberga en su alma.

Persona muy arraigada a sus tradiciones y muy religiosa, su habitación y especialmente la mesita de noche, está repleta de santos y motivos religiosos. El mismo me decía: «con lo que he vivido y ya ves, ahora me congratulo con mi recogimiento y mis rezos». De vez en cuando me llama por teléfono y hablamos durante un rato, siempre me dice que en sus oraciones no sólo estoy yo presente, sino que enumera un elevado número de personas de esta tierra. Este gesto es significativo para demostrar lo buena gente que es...

Rafael, día a día alimenta a los animales callejeros, especialmente a los gatos y palomas; esto es una tarea que hace diariamente junto a su hermana, y lo hace de mil amores. Los animalillos de la zona los adoran y esperan junto a su puerta el costo diario. A San Juan de la Cruz le gustaban mucho los animales, él los cuidaba y los alimentabas, igual que haces tú Rafael.

Pienso que las personas que se sensibilizan con los animales y les dedican parte de su tiempo, tienen un algo especial, un lenguaje común, y nos comprendemos, porque sentimos el sufrimiento, el hambre y la sed de aquellos seres creados por el Hacedor, que sienten dolor y sufrimiento al igual que otros seres de la creación. En nuestras conversaciones siempre nos preguntamos: ¿Cómo es posible que seres humanos sean capaces de hacer daño gratuitamente a los animales? Sí, verdaderamente, los que sentimos amor por ellos lo pasamos realmente mal, y tú especialmente que dedicas parte de tu vida a ellos.

Carnaval, Carnaval, carnaval te quiero… Rafael que te voy a voy a contar del carnaval que tu no sepas, todavía te recuerdo subido el aquella carroza como la mejor musa que hemos tenido, ¡qué tiempos aquellos! Tú reinabas en aquellos días por las calles de tu pueblo, disfraces tras disfraces, luces, colorido y tú con tu semblante alegre y maquillado de carnaval festejaba la fiesta del Dios Baco. ¡Quédate tranquilo Vargas!, que en el carnaval de tu Ceuta, tu nombre siempre estará gravado con tinta de oro. Y a fin de que a tus rezos le des una impronta de recogimiento y devoción, ahí te apunto los versos delicados de San Juan de la Cruz:

Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo,
todo me voy consumiendo.
Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada,
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.
Por eso ya se dirá
que mi alma se ve ya
sin arrimo y con arrimo.
Y, aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal,
no es tan crecido mi mal,
porque, si de luz carezco,
tengo vida celestial;
porque el amor de tal vida,
cuando más ciego va siendo,
que tiene al alma rendida,
sin luz y a oscuras viviendo
Hace tal obra el amor
después que le conocí,
que, si hay bien o mal en mí,
todo lo hace de un sabor,
y al alma transforma en sí ;
y así, en su llama sabrosa,
la cual en mí estoy sintiendo,
aprisa, sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.

San Juan de la Cruz
(1542-1591).

NOTA: Agradecimiento a Ricardo Lacasa, por recordar a Rafael Vargas en su artículo del domingo, “Luces de Carnaval”. Ojalá que nuestro pueblo sepa tributar a este hijo de Ceuta, en vida, el homenaje que se merece...

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Memorias de Ceuta: Mi amigo Manolo, “el de las garrapiñadas” https://elfarodeceuta.es/amigo-manolo-garrapinadas/ https://elfarodeceuta.es/amigo-manolo-garrapinadas/#comments Sun, 04 Mar 2018 06:25:50 +0000 http://elfarodeceuta.es/?p=271752 ¿Quién no se acuerda de Manolo? ¡Sí!, ese buen hombre que ejercía de policía local y además hacía las mejores “garrapiñadas del mundo” A mí me toca escribir esta historia, que de real pasa a nostálgica. Cuando hablo de nostalgia me refiero a todos nosotros, los niños y la niñas de los años cincuenta... Y […]

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¿Quién no se acuerda de Manolo? ¡Sí!, ese buen hombre que ejercía de policía local y además hacía las mejores “garrapiñadas del mundo”

A mí me toca escribir esta historia, que de real pasa a nostálgica. Cuando hablo de nostalgia me refiero a todos nosotros, los niños y la niñas de los años cincuenta... Y eso éramos nosotros: esos niños que siempre van a recordar a un buen hombre, que con su anafe, su gran cacerola, unas almendras y mucha, mucha azúcar hizo feliz a muchos niños, al menos mientras el sabor meloso y dulce quedaban en sus paladares.

Recordarte, porque si hacemos trabajar nuestra memoria, allí, en aquella palmera del paseo, como una visión estarás como parte de su historia, y como no podía ser de otra manera estarás siempre en nuestros corazones.

¿Quién no se acuerda de Manolo? ¡Si!, ese buen hombre, que ejercía de policía local, y además hacía las mejores “garrapiñadas del mundo”. ¡Si! Manolo, todos nosotros nos acordamos de ti; de esos cartuchos blancos que rellenabas con esas almendras garrapiñadas, ¡uf! Que estaban para quitarse el hipo de un mes.

Y qué me cuentas del piñonate, que a veces te atrevías a traer como un niño malo, y nosotros nos peleábamos para conseguir un poco de semejante manjar, almíbar de dioses, con esos piñoncitos introducidos en esa lava embriagadora, ¡vaya, que se me hace la boca agua, con solo recordarlo!

Manolo, tu eres el culpable, que todos nosotros le pidiéramos a nuestras madres unas monedas, porque no podíamos soportar ese aroma cautivador que nos envolvía, y no consumir semejante exquisitez.

Menos mal que a esa edad, con nuestros juegos y actividad, de niños incansables quemábamos todas las calorías, y nuestra preocupación no era coger unos kilitos de más, con esas garrapiñadas bien repletas de azúcar; ingrediente que hoy con nuestra edad, más de una lo tiene prohibido, por miedo al “engorde” o alguna que otra enfermedad, ¡cosas de la edad!...

Quién me iba a decir a mí, Manolo, que con el tiempo, representaría contigo un sainete de los hermanos “Álvarez Quinteros”, nada menos que en el salón de actos del Ayuntamiento, con una presencia de más de trescientas personas, cada vez que lo pienso me azoro. Tengo que decirte que esa experiencia para mí fue maravillosa. Interpretamos “La seria”, me diste un ejemplo de constancia, con decirte que tú, aprendiste el papel antes que yo, llevándome unos cuantos años de diferencia, y fuiste tú, quien me convenció para que llevara a cabo ese sainete contigo; y, ahora me alegro, porque fue una experiencia muy gratificante; además, lo pasamos en grande, sobre todo cuando finalizó y nos envolvieron los aplausos de todos los que se atrevieron a ir al salón de actos del Ayuntamiento.

También tengo que decirte entrañable Manolo, que tus chistes son famosos, y con ellos y tu gracia al contarlos, nos has hecho pasar unos ratos muy agradables, sobre todo en los viajes que desde el Centro de Servicios Sociales cada año preparamos para los mayores, Cuando recuerdo tus chistes con mi hermano Manuel, mis hijos y sobrinos, nos morimos de risa, las carcajadas se escuchan hasta en el “Puente Cristo”, sobre todo con el chiste del “loro que se metía con el tuerto”… ¡qué gracioso!

Cuántos ratos agradables nos has hecho pasar con tus historias, tus sainetes, tus chistes y sobre todo con tus “ricas Garrapiñadas” las mejores del mundo. Ya eres famoso Manolo. Estas escrito en la historia de este bendito pueblo, CEUTA, como el mejor “garrapiñero del mundo”, pero sobre todo en letras de oro, tu nombre, Manolo, «EL DE LAS GARRAPIÑADAS» y al lado unas letras que digan: “Una persona entrañable y buena”.

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La Ribera (y III) https://elfarodeceuta.es/la-ribera-y-iii/ Sun, 06 Sep 2015 03:26:00 +0000 http://elfarodeceuta.es/la-ribera-y-iii/ Cuando los recuerdos envuelven los pensamientos y apoyada en la balaustrada de la "Rivera", el horizonte se pierde en un punto donde el cielo se une al mar; a un mar hermoso que ondula suavemente hasta llegar a la orilla de la playa, dibujando olas con sabor a sal e impregnado el ambiente del salitre […]

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Cuando los recuerdos envuelven los pensamientos y apoyada en la balaustrada de la "Rivera", el horizonte se pierde en un punto donde el cielo se une al mar; a un mar hermoso que ondula suavemente hasta llegar a la orilla de la playa, dibujando olas con sabor a sal e impregnado el ambiente del salitre de esta tierra.

Y ahí, en mis recuerdos de adolescente me encuentro en el  paseo que bordea a un trozo de Ceuta: “La Ribera”, un pedacito de tierra abrazada por el mar como el mejor de  los amantes. Y allí, en los alrededores, con toda la grandiosidad y majestuosidad: “Las Murallas Reales” rezumando historia por los cuatros costados. Y yo me pregunto: ¿Dónde se ha visto tanta belleza? Quizás sea pasión de una caballa, pero no -me digo-  este lugar  es una preciosidad; mi tierra se adorna con esta  playa como la mejor joya que mujer deseara; -también me digo- será porque  la merecemos…
      Al mirar cómo solo saben mirar los enamorados, una mirada prendida de nostalgia, me he sentido parte de aquel lugar, porque en la historia de nuestra tierra y especialmente en aquella orilla, he recordado muchas vivencias y anécdotas, me he trasladado a los años sesenta de un solo cerrar y abrir los ojos ¡Qué tiempos aquellos!… Tiempos de casitas de pescadores en las entrañas de la playa, tiempos de niños y niñas, adolescentes que disfrutaban de la desnuda belleza,  casi sin saberlo, de aquellas aguas, salitre, arena, sol, luz, amistades, primeros amores y desamores…
Aquellas murallas que enmarcaban la “Ribera”, en tiempos pasados, era como un cuadro que los nativos de la ciudad mirábamos continuamente. Era una de las distracciones por antonomasia; se observaba la vida que día a día se vivía allí, dependiendo de la época estacional: en verano todo era más agradable y apacible, mezclándose la vida diaria de los afincados en el lugar con algunos bañistas. En invierno el balcón seguía abierto al público, esta vez para contemplar el oleaje rebelde de algunos temporales. Hace muchos años que desaparecieron las casas ubicadas debajo de las murallas, aunque supongo que allí, en aquella playa se quedaron grabadas parte  de aquellas vivencias: desavenencias, amores, pasiones, riñas, dificultades económicas, llantos infantiles, sonrisas y alegrías… En la actualidad la playa está exclusivamente para el disfrute de los ciudadanos.
Tuve la suerte de nacer entre los dos puentes, en una casita humilde y llena de amor, amor de los míos. Ella, estaba situada en los aledaños de la Plaza de África, en un patio donde la vecindad  reinaba por doquier; el aroma de las flores que adornaban las ventanas y las puertas de los vecinos, el olor a los "jurelillos" al espeto compartidos por todos. El zic, zic de la cafetera de pucherete, al amanecer y atardecer, era la prueba fehaciente del ambiente tan armonioso que allí se respiraba.
Aquella playa estaba inserta en la ciudad, cerca de la Catedral, la Parroquia Sta María de África, el Ayuntamiento, el Mercado Central, casi al lado de mi casa; desde muy pequeña la he visitado y disfrutado. Mi padre gran deportista y sobre todo nadador, le encantaba zambullirse en aquellas aguas cuyo fondo era rocoso para nuestro disfrute; gafas de buceo, tubo y aletas. A él le gustaba llevarnos  a mis hermanos y a mí a bañarnos en el mar.  Me subía a su espalda y conmigo encima recorría toda la playa, incluso llegaba a la playa colindante “El Chorrillo”, separada por un puente. Mi niñez está llena de recuerdos de aquella playa, de esos días soleados de levante y poniente, que según fuera el viento eran más o menos frías aquellas aguas y por ende más o menos apetecible el baño. Ribera y Chorrillo, nacidas el mismo día, prendida de la mano cual mellizas, hermanas siempre y unidas; sueño eterno en nuestras memorias. ¡Dios sabe cuánto disfruté de aquellos días de veranos, junto a mi padre, que siempre estuvo pendiente de nosotros, y gracias a su tesón y lucha, vio sus sueños conseguidos en referencia a nosotros.
Cuando se es pequeño, no se aprecia la belleza, sólo interesa el divertimento; sin embargo, ahora con los años, cada día, cuando camino  por la «Brecha», y especialmente a horas muy tempranas; cuando los primeros rayos de sol, acaricia las aguas de mi playa, y las gaviotas se desperezan en la orilla, a punto de zambullirse en el agua en busca del desayuno, me estremezco, y siento que mis sentidos se agudizan y no puedo más que sentirme orgullosa de haber nacido tan cerquita de ella, y haber olido a salitre el primer día de mi vida. ¡Dios mío, cuanta belleza! Ceuta se baña de día y de noche por las mejores playas del mundo: Fuente Caballo, La Ribera, Chorrillo, Tarajal, Benítez, Calamocarro, Benzú…
     En mi adolescencia la Ribera tuvo un papel muy importante, allí era donde nos reuníamos la pandilla en pleno, y pasábamos horas y horas;  el verano nos envolvía con su calor que desafiábamos en aquellas aguas tan apetecibles.  Una de las aficiones favorita era el buceo, ver el fondo y todo el misterio que encierra el mar. A mí, particularmente,  me fascinaba, me podía pasar horas buceando de punta a punta debajo de esas aguas cristalinas . Aquella playa, cubierta con chinos, que en algunas ocasiones eran tan grandes que nos impedían tumbarnos al sol. Aun así, era maravillosa, y de tal belleza que sería indescriptible e insustituible. Ahora han cambiado la fisonomía; la han agrandado, han añadido arena fina, está más cómoda, y es  hermosa,  pero en mi corazón llevo gravada mi playita de la Ribera de hace varias décadas. Cuando hoy estoy en ella, estiro mi esterilla y no siento debajo de mi espalda aquellos chinos, a veces tan incómodos, siento una punzada de nostalgia, y pienso “es otro momento, mi adolescencia e infancia, están guardados en el libro de mis recuerdos” y quizás aún olvidados en un rincón de mi ciudad; y, de tal manea, que siempre formarán parte de ella.
     "La Ribera" sigue siendo la playa inserta en el corazón de la Ciudad, y está preciosa, infinitamente bonita y llena de encanto, de eso podemos dar fe; pero nunca debemos olvidar aquella playa de chinos, aquella playa que nos pertenecía y que llevaremos gravadas en el alma de los nostálgicos.
     Dios nos hizo su mejor regalo, nos regaló la oportunidad de mirar “La Ribera”, de poseerla, de tenerla en nuestra tierra, de amarla; fue un obsequio grandioso que todos y cada uno de nosotros podremos disfrutar e invitar a todos aquellos que quieran contemplar, no sólo la belleza de esa playa, sino  la belleza de nuestra  amada Ceuta.
     Y ahora en la edad que los cabellos se impregnan de nieve o de rayos de plata que irradian las estrellas de la senectud, me paro frente al "Foso", recorro la playa Chorrillo y nado en mis recuerdos, a veces contracorriente hasta llegar a la "Ribera" y  dejo volar mis pensamientos. Me  encuentro en aquellas aguas cristalinas, a veces según el viento, bailando las suaves  olas que huelen a mar, y me siento afortunada y más caballa que nunca…

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Muelle de Comercio y Virgen del Carmen https://elfarodeceuta.es/muelle-de-comercio-y-virgen-del-carmen/ Thu, 16 Jul 2015 03:29:00 +0000 http://elfarodeceuta.es/muelle-de-comercio-y-virgen-del-carmen/ Todavía recuerdo aquel olor característico a barcos, olor a marineros, redes, gasoil, petróleo, recuerdo aquellos atardeceres desde lo más alto del Muelle Comercio mirando a “la Mujer Muerta”. Aún dibujan mis recuerdos aquellos días, cuando mi padre desde la calle “La Muralla” me bajaba, junto  al muro-balaustrada de la rambla de acceso,  hasta el mismo […]

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Todavía recuerdo aquel olor característico a barcos, olor a marineros, redes, gasoil, petróleo, recuerdo aquellos atardeceres desde lo más alto del Muelle Comercio mirando a “la Mujer Muerta”. Aún dibujan mis recuerdos aquellos días, cuando mi padre desde la calle “La Muralla” me bajaba, junto  al muro-balaustrada de la rambla de acceso,  hasta el mismo cantil del muelle donde se sujetaban las barcas a los norais.

Y allí, atracada sobre los espejos azules de la dársena, se encontraba, engalanada con pequeñas banderitas de colores, “El Lobito”-la pequeña “traíña” que  mi padre adquirió con muchos esfuerzos-. Eran años duros, y había que buscar recursos más allá de un sueldo que no daba para muchos menesteres…
El Muelle Comercio, ese muelle ha marcado   mis sentimientos por muchos motivos y razones, hoy está distinto; ha cambiado la fisonomía. Ya no existe el muro-balaustrada  donde los pescadores se apoyaban y  a golpes de recuerdos,  narraban  historias y hablaban de todo lo que querían y deseaban; aquel muro era un mundo de hombres, hombres con la cara morena de tanto sol, mar y viento; lobos de mar que hablaban de sus hazañas, unas ciertas, otras exageradas; sus roncas voces  las oigo en mis recuerdos como las mejores melodías, cánticos de sueños y esperanza. Hoy cuando miro hacía aquel lugar, extraño aquellos días,  aquellos hombre rudos por la fuerza del mar, extraño a mi padre en aquel lugar, extraño tantas cosas…  
Esa noche no dormí, el nerviosismo me podía, mi casa respiraba distinta, se celebraba la festividad de la Virgen del Carmen, y la pequeña “traíña” saldría adornada como el resto de los barquitos para acompañar a la Virgen.  Como no podría ser de otra manera mi padre me llevaría en la procesión marinera a bordo del “Lobito” -así se llamaba nuestro barco-, que ese día lo engalanaban precioso para el esperado paseo. Multitud de barquitos acompañaban a la Virgen, las sirenas de los barcos mercantes atracados en el puerto no dejaban de sonar; era un momento mágico, sobre todo para una niña que siempre le dimensionan las emociones.  Los fuegos artificiales casi rozaban nuestras cabezas; ¡qué emoción sentía! Hoy ha cambiado todo tanto…, ahora sería impensable que aquellos pesqueros salieran como lo hacían antaño, quizás sin medidas de seguridad. Yo sigo pensando en aquellos días, donde las tradiciones primaban sobre otras cosas, donde los niños disfrutábamos en aquellos días del paseo por mar acompañando a la Virgen, a una Virgen que nos protegió porque nunca pasó una desgracia en aquel alboroto marinero.
Hoy, irremediablemente, cuando llego a la plaza de la Constitución me paro, dirijo mi mirada hacía el antiguo muelle de pescadores y mi imaginación vuela por unos instantes a aquellos días cuando era niña, y huelo de nuevo la sal que desprendían los vientos, daba igual cual fuera, si levante o poniente. Mi olfato se impregna de olor a redes y gasoil; mis oídos nuevamente oye aquellas rudas voces de hombres curtidos por el salitre de nuestros mares, oigo sus risas, y siento sus ilusiones; siento el sudor del trabajo duro de aquellos días, y siento el amor que le profesaba mi padre a aquellos muelles que por años recorrió palmo a palmo. Cuando miro al Muelle Comercio, siento tantas cosas…
Imágenes: 1. Muelle Comercio y traíñas. 2 y 3- Antiguas imágenes de la procesión de la Virgen del Carmen .4 .- Virgen del Carmen primitiva. (Retablo nave dcha Iglesia África). 5.- Procesión Virgen del Carmen a la salida del templo.

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El reloj de la estación del tren https://elfarodeceuta.es/el-reloj-de-la-estacion-del-tren/ Sun, 02 Jun 2013 06:38:28 +0000 http://elfarodeceuta.es/el-reloj-de-la-estacion-del-tren/ Qué difícil es volver a tiempos pasados, es  imposible, sólo se puede volver buscando en la historia de nuestras vidas, es una forma de volver al pretérito un poco pintoresca, porque lo vivido vivido está, y ya nada volverá a ser lo mismo. Tampoco podemos echar el ancla y quedar presos de la nostalgia, anclados […]

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Qué difícil es volver a tiempos pasados, es  imposible, sólo se puede volver buscando en la historia de nuestras vidas, es una forma de volver al pretérito un poco pintoresca, porque lo vivido vivido está, y ya nada volverá a ser lo mismo. Tampoco podemos echar el ancla y quedar presos de la nostalgia, anclados en años vividos; la vida sigue, cada etapa empieza cuando la anterior termina, es el ciclo de la vida, hay que ir superando renglones de nuestra vida para poder escribir nuevos capítulos, al final conseguiremos el libro de nuestra historia. Los hombres y mujeres somos el reflejo de cada ciclo de nuestro desarrollo evolutivo, de nuestras vivencias, y del entorno en el cual nos desarrollamos.
Hoy, sentada en una estación de tren, me pregunto: ¿qué hago yo aquí? Quizás tenga varias respuestas a esta pregunta, pero ahora no me voy a ocupar de ello. Miro el reloj de la sala de espera que  cuelga en un rincón; un reloj redondo, el fondo blanco como la leche, clásico en esos lugares de encuentros y desencuentros, cuyas manecillas en un negro profundo, marcan esas horas tristes y alegres, acompañadas de sus minutos. Las gentes miran implacablemente la máquina del tiempo, unos por el ansia de recorrer su camino, y otros,  por la desesperanza de dejar en aquella estación sus deseos, sus amores y por que no decirlo,  su vida olvidada en aquel lugar.
Todavía quedan dos largas horas para subir al tren, se me antoja que el tiempo lo contaré minuto a minuto, miro mi entorno y me rodea la soledad; ella será mi compañera de viaje, me encojo de hombros y la acepto como el mar acepta a las olas; no queda otro remedio, viajare con ella. Tengo que reconocer que a veces es la mejor de las amigas, porque ella hace que piense, que eche de menos a personas que quiero, que ponga en orden tantas cosas que a veces se descolocan y nunca es el momento de parar y ordenarlas; hay tanto bullicio en nuestras vidas, que es difícil  pensar en ella, puede que lo evitemos por miedo a vernos a nosotros mismos, tal como somos. Gracias soledad por ser mi fiel compañera de viaje.
Hay pocas personas en la estación, quizás porque es pronto, o por que ahora se viaja menos, tendrá que ver en este hecho, la crisis -me pregunto-. Voy al final de la sala para estar más en soledad, dirijo la mirada por toda la estancia y compruebo que sólo hay ocupado dos asientos por una pareja mayor. Observo que el lugar que tendría que ser cafetería está desmantelado, imposible en este lugar tomar un bocadillo, refresco o un mal café; vuelvo a pensar:”que mal servicio para los ciudadanos, alguna vez pensarán en nosotros”; saco mi móvil y miro si tengo algún mensaje, me entretengo un rato. Me distraen de mis pensamientos un grupo de cinco jóvenes de color que se dirigen hacia  mi y ocupan los asientos libres, hablan entre ellos un idioma que desconozco, y me hago de nuevo otra pregunta: ¿cómo vivirán estos jóvenes la vida, tan alejados de sus raíces y familias, en un país tan extraño para ellos, y a veces con la incomprensión de aquellos que no creen en la igualdad de los seres humanos?; también me pregunto: ¿por qué? ¿Por qué de tantas cosas injustas? Me quedo con las sonrisas esbozadas en los rostros de estos jóvenes, en su alegría aparente en busca de su destino, de una vida que les ofrezca un vivir en un mundo nuevo, diferente, ¡ojalá, alcancen sus sueños!
Miro de nuevo el redondo reloj, ya ha pasado una hora desde que llegué,  esbozo una sonrisa y me digo: ya queda menos; sigo trasteando el móvil y compruebo que tengo varios mensajes, los contesto y vuelvo a observar la estación; ahora hay más gente, se nota que se va acercando la hora de salida del tren para la capital, aunque el número de viajeros es reducido, se observa ya un ir y venir, la tranquila estación vuelve a su normalidad, el reloj como en una carrera de fondo, sigue marcando las horas, los minutos...
Sentada en el vacío vagón, donde sólo hay tres personas, me siento cómoda, tengo todo el asiento para mi sola, ello hará que viaje más cómoda. El tren arranca a la hora en punto, me gusta la puntualidad, sobre todo en los transportes, porque la espera se hace eterna. El largo tren se pone en movimiento y delante de mi, las casas, los árboles, el paisaje corre desesperado,  y no es verdad, ellos están impasibles en el mismo lugar, la que corro soy yo, el tren es el alocado que ha emprendido el camino a su destino. Destino de muchos viajeros, y yo me pregunto: ¿qué será de la vida de cada pasajero, qué historia tendrán? Y la respuesta es incógnita, sólo Dios sabrá de la vida de cada cual, ello sólo les concierne a cada uno, como no puede ser de otra manera.
El tren hace parada en una estación que desconozco y a la que no alcanzo ver el rotulo;  se suben dos personas en este vagón, y por manos del destino un señor se dirige a mi asiento, y me dice que el mío es el contiguo, así que irremediablemente me levanto, le cedo al buen señor mi asiento y, quedo arrinconada en el de al lado, vaya malaje -pienso- con todos los asientos que hay libres. Aquí estoy escribiendo estas líneas, medio doblada para guardar la intimidad, cosas que pasan, esto es el día a día de un viaje en tren.
A pesar de todo, me encanta viajar en este medio de locomoción, el traqueteo me adormece y embellecer mis pupilas con el paisaje me deleita; ver el verde de los campos, adornados con el amarillo de las vinagretas, margaritas, girasoles y con el rojo de las amapolas, y tantas florecitas silvestres, es un espectáculo grandioso; ahora en primavera, es el lienzo perfecto que pueda salir de las manos del mejor pintor. Cuanta belleza, belleza innata de esta tierra, campos andaluces y Castellanos, ambos labrados por esos hombres y mujeres de estos lares, de cánticos y saetas, de flamenco, de bulerias y seguidillas y  otras artes, ¡ole y ole mi tierra! ¡y ole en el mes de mayo!, mes de las flores y de las Cruces, mes de la Virgen, María Madre.
Hoy ha sido un día perfecto, he viajado acompañado de mi soledad, he recorrido los campos, he visto correr las nubes tras de mí, a la velocidad del rayo; me he parado a pensar, he impregnado mis pupilas de mil colores diferentes. El reloj de la estación ameniza la espera con su tic, tic, tic. Indiscutiblemente hoy ha sido un día diferente...

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Muelle Comercio y Virgen del Carmen https://elfarodeceuta.es/muelle-comercio-y-virgen-del-carmen/ Mon, 16 Jul 2012 04:35:01 +0000 http://elfarodeceuta.es/muelle-comercio-y-virgen-del-carmen/ “Al recuerdo de aquellos 16 de Julio de antaño…” Todavía recuerdo aquel olor característico a barcos, olor a marineros, redes, gasoil, petróleo, recuerdo aquellos atardeceres desde lo más alto del Muelle Comercio mirando a “la Mujer Muerta”. Aún dibujan mis recuerdos aquellos días, cuando mi padre desde la calle “La Muralla” me bajaba, junto  al […]

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“Al recuerdo de aquellos 16 de Julio de antaño…”

Todavía recuerdo aquel olor característico a barcos, olor a marineros, redes, gasoil, petróleo, recuerdo aquellos atardeceres desde lo más alto del Muelle Comercio mirando a “la Mujer Muerta”. Aún dibujan mis recuerdos aquellos días, cuando mi padre desde la calle “La Muralla” me bajaba, junto  al muro-balaustrada de la rambla de acceso,  hasta el mismo cantil del muelle donde se sujetaban las barcas a los norais. Y allí, atracada sobre los espejos azules de la dársena, se encontraba, engalanada con pequeñas banderitas de colores, “El Lobito”-la pequeña “traíña” que  mi padre adquirió con muchos esfuerzos-. Eran años duros, y había que buscar recursos más allá de un sueldo que no daba para muchos menesteres…
El Muelle Comercio, ese muelle ha marcado   mis sentimientos por muchos motivos y razones, hoy está distinto; ha cambiado la fisonomía. Ya no existe el muro-balaustrada  donde los pescadores se apoyaban y  a golpes de recuerdos,  narraban  historias y hablaban de todo lo que querían y deseaban; aquel muro era un mundo de hombres, hombres con la cara morena de tanto sol, mar y viento; lobos de mar que hablaban de sus hazañas, unas ciertas, otras exageradas; sus roncas voces  las oigo en mis recuerdos como las mejores melodías, cánticos de sueños y esperanza. Hoy cuando miro hacía aquel lugar, extraño aquellos días,  aquellos hombre rudos por la fuerza del mar, extraño a mi padre en aquel lugar, extraño tantas cosas…  
Esa noche no dormí, el nerviosismo me podía, mi casa respiraba distinta, se celebraba la festividad de la Virgen del Carmen, y la pequeña “traíña” saldría adornada como el resto de los barquitos para acompañar a la Virgen.  Como no podría ser de otra manera mi padre me llevaría en la procesión marinera a bordo del “Lobito” -así se llamaba nuestro barco-, que ese día lo engalanaban precioso para el esperado paseo. Multitud de barquitos acompañaban a la Virgen, las sirenas de los barcos mercantes atracados en el puerto no dejaban de sonar; era un momento mágico, sobre todo para una niña que siempre le dimensionan las emociones. Los fuegos artificiales casi rozaban nuestras cabezas; ¡qué emoción sentía! Hoy ha cambiado todo tanto…, ahora sería impensable que aquellos pesqueros salieran como lo hacían antaño, quizás sin medidas de seguridad. Yo sigo pensando en aquellos días, donde las tradiciones primaban sobre otras cosas, donde los niños disfrutábamos en aquellos días del paseo por mar acompañando a la Virgen, a una Virgen que nos protegió porque nunca pasó una desgracia en aquel alboroto marinero.
Hoy, irremediablemente, cuando llego a la plaza de la Constitución me paro, dirijo mi mirada hacía el antiguo muelle de pescadores y mi imaginación vuela por unos instantes a aquellos días cuando era niña, y huelo de nuevo la sal que desprendían los vientos, daba igual cual fuera, si levante o poniente.
Mi olfato se impregna de olor a redes y gasoil; mis oídos nuevamente oye aquellas rudas voces de hombres curtidos por el salitre de nuestros mares, oigo sus risas, y siento sus ilusiones; siento el sudor del trabajo duro de aquellos días, y siento el amor que le profesaba mi padre a aquellos muelles que por años recorrió palmo a palmo. Cuando miro al Muelle Comercio, siento tantas cosas…

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El Vargas - « A ti, hijo de esta madre tierra» https://elfarodeceuta.es/el-vargas-l-a-ti-hijo-de-esta-madre-tierrar/ Wed, 07 Mar 2012 08:18:25 +0000 http://elfarodeceuta.es/el-vargas-l-a-ti-hijo-de-esta-madre-tierrar/ Un día preparando uno de los viajes para mayores apareció él, Rafael Vargas. Me llamó  la atención, porque hacía mucho tiempo que no lo veía, y a mí me parecía imposible que el Vargas, siempre tan jovial y vital, se incluyera ya en los viajes de pensionistas. Él, con su simpatía,  sus chistes y ocurrencias […]

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Un día preparando uno de los viajes para mayores apareció él, Rafael Vargas. Me llamó  la atención, porque hacía mucho tiempo que no lo veía, y a mí me parecía imposible que el Vargas, siempre tan jovial y vital, se incluyera ya en los viajes de pensionistas. Él, con su simpatía,  sus chistes y ocurrencias alborotaba a los demás. Como era costumbre en él, su atuendo era fuera de lo habitual, llevaba una camisa de flores muy alegre, un pantalón negro muy ajustado, resaltando su figura. El pelo lo llevaba hacía atrás recogido en una coleta; debido a una enfermedad circulatoria, sus piernas se ven afectadas, por ello, se ayuda con un bastón en su caminar, dándole un toque especial y una impronta singular.
En aquel viaje tuve ocasión de hablar a menudo con Rafael, y me contó muchas cosas de su vida desde pequeño, y la cantidad de vicisitudes que vivió, debido a la sociedad tan encorsetada que había en aquellos días. El trabajó mucho para salir adelante, y desde temprana edad se trasladó por un tiempo a Tánger, y allí trabajó, creció y sufrió en sus propias carnes las incomprensiones de muchos; al narrarme algunos episodios de su juventud, los ojos se le llenaron de lágrimas, y ahí percibí las injusticias de la vida sobre algunas personas simplemente por ser ellos mismos; pero él, con su fuerza luchó con uñas y diente y salió adelante y se hizo un hombre de pies a cabeza, y tuvo el coraje de buscarse la vida y ayudar a su familia en aquellos duros días. También me confesó que no todo fue sufrimiento y trabajo, también había disfrutado y vivido la vida, y eso lo lleva consigo en sus recuerdos.
Rafael, me habla de su madre, y se le llena la boca, ella ha sido su referente de buena persona según me dice. La cuido hasta el final de sus días ofreciéndole todo el amor de hijo que fue capaz. Hablando de ella se le infla el alma, sólo hay que escuchar las lindas palabras que le profesa. De lo que si estoy segura viendo sentir de esa manera, que has sido un hijo ejemplar y has estado al lado de tu madre hasta que emprendió el camino hacia el cielo; y allí algún día, ella te recibirá con los brazos abiertos, como una madre acoge en su seno a su hijo querido.
El Vargas, ceutí de pro, lleva a Ceuta por bandera, y allí donde esté, su boca se llena de Ceuta, como no podía ser de otra manera, porque él sueña con su tierra; y aunque por circunstancias de la vida, vive actualmente en la otra orilla, todas las noches junto a su ventana, llora por esta tierra bendita, llora por sus raíces, por su madre y por los seres queridos que ya descansan en la eternidad. Su ventana testigo de su nostalgia, en ella sus sentimientos vuelan a lo largo del estrecho hasta llegar a la orilla de nuestra Ceuta; sus ojos cerrados ven nuestras calles, plazas y montes, y su olfato huele las flores de la plaza de África que enmarcan como el más lindo de los Jardines la Iglesia que ampara a nuestra Patrona Santa María de África.
Cada año, el día cuatro de Agosto, se le ve en su andar lento acompañado en el mejor de los casos con el bastón que lo caracteriza últimamente; a veces debido a un empeoramiento de su enfermedad circulatoria en silla de ruedas, pero a él eso no le importa, cruza el charco y se le puede ver delante de la Iglesia de Nuestra María de África, para ofrecerle a nuestra Patrona su corazón acompañado de un ramo de flores. A lo lejos lo observo y puedo comprobar como este hombre, se llena de verdad de las tradiciones de nuestra tierra, y como un buen hijo y mientras pueda, acompañará a nuestra Virgen con todo el amor que alberga en su alma.
Persona muy arraigada a sus tradiciones y muy religiosa, su habitación y especialmente la mesita de noche, está repleta de santos y motivos religiosos. El mismo me decía: «con lo que he vivido y ya ves, ahora me congratulo con mi recogimiento y mis rezos». De vez en cuando me llama por teléfono y hablamos durante un rato, siempre me dice que en sus oraciones no sólo estoy yo presente, sino que  enumera un elevado número de personas de esta tierra. Este gesto es significativo para demostrar lo buena gente que es.
Rafael, día a día alimenta a los animales callejeros, especialmente a los gatos y palomas; esto es una tarea que hace diariamente junto a su hermana, y lo hace de mil amores. Los animalillos de la zona los adoran y esperan junto a su puerta el costo diario. A San Juan de la Cruz le gustaban mucho los animales, él los cuidaba y los alimentabas, igual que haces tú Rafael. Pienso que las personas que se sensibilizan con los animales y les dedican parte de su tiempo, tienen un algo especial, un lenguaje común, y nos comprendemos, porque sentimos el sufrimiento, el hambre y la sed de aquellos seres creados por el Hacedor, que sienten dolor y sufrimiento al igual que otros seres de la creación. En nuestras conversaciones siempre nos preguntamos: ¿Cómo es posible que seres humanos sean capaces de hacer daño gratuitamente a los animales? Sí, Verdaderamente, los que sentimos amor por ellos lo pasamos realmente mal, y tú especialmente que dedicas parte de tu vida a ellos.
Carnaval, Carnaval, carnaval te quiero… Rafael que te voy a voy a contar del carnaval que tu no sepas, todavía te recuerdo subido el aquella carroza como la mejor musa que hemos tenido, ¡qué tiempos aquellos! Tú reinabas en aquellos días por las calles de tu pueblo, disfraces tras disfraces, luces, colorido y tú con tu semblante alegre y maquillado de carnaval festejaba la fiesta del Dios Baco. ¡Quédate tranquilo Vargas!, que en el carnaval de tu Ceuta, tu nombre siempre estará gravado con tinta de oro. Y a fin de que a tus rezos le des una impronta de recogimiento y devoción, ahí te apunto los versos delicados de San Juan  de la Cruz:
Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo,
todo me voy consumiendo.
Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada,
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.
Por eso ya se dirá
que mi alma se ve ya
sin arrimo y con arrimo.
Y, aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal,
no es tan crecido mi mal,
porque, si de luz carezco,
tengo vida celestial;
porque el amor de tal vida,
cuando más ciego va siendo,
que tiene al alma rendida,
sin luz y a oscuras viviendo
Hace tal obra el amor
después que le conocí,
que, si hay bien o mal en mí,
todo lo hace de un sabor,
y al alma transforma en sí ;
y así, en su llama sabrosa,
la cual en mí estoy sintiendo,
aprisa, sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.

NOTA: Agradecimiento a Ricardo  Lacasa, por recordar a Rafael Vargas en su artículo del domingo, “Luces de Carnaval”. Ojalá  que nuestro  pueblo  sepa tributar  a este hijo de Ceuta, en vida, el homenaje que se merece...

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Contando cosas.... https://elfarodeceuta.es/contando-cosas/ Tue, 21 Feb 2012 09:24:52 +0000 http://elfarodeceuta.es/contando-cosas/ Cuantas cosas puedo contar de aquellos días;  ya había finalizado los años cincuenta y habíamos entrado en los sesenta, apenas yo tenía cinco años, pero os aseguro que mis recuerdos están intactos, será porque ya soy mayorcita, y es la hora de traer a través de la memoria evocativa todas las hazañas de aquellos maravillosos […]

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Cuantas cosas puedo contar de aquellos días;  ya había finalizado los años cincuenta y habíamos entrado en los sesenta, apenas yo tenía cinco años, pero os aseguro que mis recuerdos están intactos, será porque ya soy mayorcita, y es la hora de traer a través de la memoria evocativa todas las hazañas de aquellos maravillosos tiempos.
Mirando hacía atrás, puedo ver  aquella bajada al muelle de pescadores, donde los hombres de la mar hacían su rincón de charlas y comentarios. Allí era donde se contaban todas las hazañas de los días duros de levante y de poniente; cuando era imposible faenar, temiendo al mal tiempo. Sí, era allí, donde estos lobos de mar hacían las reuniones. Esa estampa es patrimonio de Ceuta, de aquella Ceuta de hace algunas décadas. Hoy esa imagen ya ha desaparecido, como otras tantas, pero seguro que queda gravada en la mente y en el corazón de algún nostálgico de esta tierra.
El Paseo de las Palmeras, famoso en toda España, como no podía ser menos. Lo de famoso lo digo, porque todos aquellos reclutas que venían a esta ciudad,  cuando tenían permiso para el paseo, recorrían una y otra vez, esta “joya nuestra”, a ver si “alguna” del lugar le daba palique, que era todo lo que podían esperar en el mejor de los casos. Tarea difícil, porque, pobre de la que vieran hablando con alguno de aquellos chavales; niños, diría yo ahora, aunque en aquellos días, además de considerarlos muy mayores, “guapa” era la que le daba palique, y no salía escaldada por la sociedad del momento. Cuantas historias no habrán contado esos chavales a sus gentes, de ese, nuestro paseo, casi ya, inexistente.
Volviendo al paseo, allí era donde nosotros, dábamos una y otra vez vueltas y vueltas, allí era, donde se realizaban las primeras citas amorosa de los adolescentes, y era allí, donde toda la juventud de Ceuta, se reunía. Aquel paseo, corto en distancia, pero grande en esencia y oliendo, el mejor de los olores, el aroma de las almendras garrapiñadas que con tanto esmero, laboraba nuestro querido amigo y mejor persona: “Manolo, guardia urbano o municipal –así se decía entonces- de nuestras calles”. Y al final de aquel paseo, anclado en aquel puente, estaba nuestro “Cristo Rey”. Lugar de devoción de los cristianos de esta ciudad, y de respeto del resto. ¿Cuántos milagros habrás concedido y cuantas promesas habrás escuchado?, de boca de personas desesperadas, y en ti, encontraban un bálsamo, que calmaran sus angustias.
Popularmente la gente de nuestra tierra, cuando se refería  a aquel lugar sagrado decían: “Vamos a rezar al Cristo”; era una devoción,  y Él estaba en su hornacina, alrededor de muchas flores de colores, mirando al mar, al Monte Hacho, al Paseo de las Palmeras, a las gentes de esta tierra; sin embargo, ahora……

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