Artículos escritos por Antonio Carmona Portillo en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/antonio-carmona-portillo/ Diario digital Wed, 07 Dec 2016 07:59:31 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por Antonio Carmona Portillo en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/antonio-carmona-portillo/ 32 32 José Pedro Badía y la concepción utilitarista del presidio de Ceuta https://elfarodeceuta.es/jose-pedro-badia-la-concepcion-utilitarista-del-presidio-ceuta/ Wed, 07 Dec 2016 07:00:34 +0000 http://elfarodeceuta.es/?p=18948 Cuando recientemente preparaba mi intervención en la casa de Ceuta en Barcelona, donde por cierto tuve la ocasión de comprobar el ceutilismo (perdonen ustedes la invención de este palabro) de que hacen gala nuestros paisanos de «Barcelona», con su presidente, Rafa Corral, a la cabeza, comenzaron a surgir de entre las sombras de la historia, […]

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Cuando recientemente preparaba mi intervención en la casa de Ceuta en Barcelona, donde por cierto tuve la ocasión de comprobar el ceutilismo (perdonen ustedes la invención de este palabro) de que hacen gala nuestros paisanos de «Barcelona», con su presidente, Rafa Corral, a la cabeza, comenzaron a surgir de entre las sombras de la historia, nombres de familias de origen catalán que están en la mente de todos los caballas, y son suficientemente conocidos por su aportación a nuestra ciudad: el periodista Gisbert, la familia Huguet, los empresarios Casimiro Massoni Salsech, Mas, Carlos y Ricardo Borras; fotógrafos como Arbona o Vidal; o los clérigos como Agustín Coy, José Xiqués, Salvador Rof y Calaf, etc.
Desde un punto de vista cuantitativo la presencia de catalanes en Ceuta es sorprendentemente alta a partir del siglo XVIII. En concreto durante ese siglo, el 4,85% de la población de Ceuta procedía de Cataluña. Aunque puede parecer un guarismo bajo, hay que tener en cuenta de que la inmensa mayoría de los habitantes no autóctonos de Ceuta procedían de Andalucía, y que Cataluña, ocupaba el quinto puesto en cuanto a aportación poblacional. Este porcentaje se mantiene en los años subsiguientes del siglo XIX y XX, y solo disminuía a causa de la llegada de mayor número de andaluces, pero se mantenía alto el número absoluto de catalanes. Así, por ejemplo, a principios del siglo XX el porcentaje de catalanes descendió a alrededor del 2%, pero en términos absolutos la colonia catalana fue creciendo al socaire del desarrollo económico que experimentó Ceuta con la desaparición del presidio, la penetración de España en Marruecos y la construcción del puerto.
Pero junto a los personajes citados anteriormente encontramos otros, que procedentes de Cataluña llegaron a Ceuta en cumplimiento de obligaciones militares o mandatos, justos o no, de los tribunales civiles y militares. Algunos, como la familia de Luisa Sánchez de la Campa, permanecieron en Ceuta y aportaron su conocimiento y habilidades en beneficio de esta ciudad; otros, marcharon de ella una vez cumplida su condena pero se preocuparon por la mejora de la vida en Ceuta.
Eran frecuentes en la prensa catalana las alusiones a Ceuta como presidio, a donde desde el periódico la Guardia Nacional de 14 de diciembre de 1836, se animaba a los jueces a mandar no solo a los contrabandistas sino también a «algún señorón con su brillante traje… por robar las rentas de la patria».
Pero al mismo tiempo, no le era ajena a esa misma prensa catalana la preocupación por el estado de Ceuta. Ya en la temprana fecha de 1837, también el diario La Guardia Nacional decía, en referencia al aprovechamiento de esta ciudad:
«Se ha alegado que Ceuta no era en el día “para España sino un presidio costoso”. España tiene en su mano hacerlo muy productivo el día que quiera, cómo tal vez no está muy lejos, poniéndose en práctica medios económico-políticos que no están olvidados y que hasta ahora no pusieron en práctica los gobiernos absolutos».
Poco después, en 1841, se publicó por la Imprenta de Antonio Berdeguer, de Barcelona, un pequeño libro con el título de «El verdadero progreso aplicado a la reforma del presidio de Ceuta»; cuyo autor fue José Pedro Badía.
No tenemos muchos datos de este autor, pero sabemos que estuvo en nuestra ciudad como preso por motivos políticos durante la década ominosa, por su oposición al absolutismo de Fernando VII. Pudo ser enviado al presidio de Ceuta por Carlos de España, de Cominges, Conde de España, nacido en el Castillo de Ramefort (Francia) el 15 de agosto de 1775, y fallecido en  Orgaña, el 2 de febrero de 1839, por su propia partida de carlistas a los que se sumó tras la muerte en 1834 de Fernando VII.
Carlos de España fue un noble y militar francés al servicio de nuestro país, cuyo apellido fue españolizado por Fernando VII. Luchó contra el ejército napoleónico en la guerra de la Independencia, tras huir de la revolución francesa. Después formó parte de la camarilla de Fernando VII, quien le otorgaría el título de Conde de España. Fue también marqués de Espagne y barón de Ramefort en Francia, así como Grande de España. Durante el desempeño de su labor como capitán general de Cataluña llevó a cabo una fuerte represión contra los liberales desde la Ciudadela de Barcelona. Tal fue su crueldad, que le dieron el nombre de “Tigre de Cataluña”.
Su opúsculo, firmado el 15 de diciembre de 1841, era un proyecto de reforma para el presidio de Ceuta, que elevó a la regencia de Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro, que es el verdadero nombre del regente conocido como Baldomero Espartero, quien ostentó la regencia desde 1840 a 1843. El autor confiaba en que Espartero atendiera a su proyecto como hombre que era del progresismo español. Hay no obstante que hacer la matización de que el progresismo de Espartero no era muy puro, y ni siquiera los miembros del partido Progresista lo consideraban uno de los suyos. No obstante, Badia en 1841, antes de que Espartero mandara bombardear Barcelona el 3 de diciembre de 1842, lo consideraba como adalid de la libertad. Añadía a este deseo el hecho de que sus ideas habían sido recogidas de su propia observación, como sujeto paciente del sistema penitenciario español del momento.
En el mismo año en que Badía publicaba su trabajo sobre Ceuta, en nuestra ciudad se producía el debate sobre su concepción como posesión de ultramar, que proponía el gobernador Rodríguez Vara, y la idea de su ayuntamiento de avanzar hacía una normalización de su reglamentación en conjunción con el resto de las ciudades españolas, aunque manteniendo sus fueros. La propuesta de José Pedro Badía, encajaría mejor con esta última concepción.
En su obra se advierte la adopción de las nuevas corrientes sociales sobre presidios, por las que al condenado no se le debía procurar una existencia atormentada, sino reconducir su conducta para una reinserción en la sociedad.
El modelo que propone está basado en lo que, según el propio Badía, se había hecho, y estaba haciendo, en el presidio de Barcelona. Compara los progresos hechos en la lucha obrera (aunque considera necesario mejorar las condiciones de vida de los trabajadores), con lo que se hacía en los penales, donde los presos, como describe en el de Ceuta, se veían hambrientos, cubiertos de andrajos y sumidos en el ocio que le conducía a la mayor de las depravaciones. Todo ello, continúa diciendo Badía, a pesar de que costaba al erario español cerca de un millón de reales al mes.
Propone, pues, que los presos de Ceuta, dotados de maquinarias suficientes, y con la adecuada enseñanza, se convirtieran en productores, revirtiendo en ellos el precio de su trabajo a modo de sueldo. De esa manera, dice, se conseguiría: hacer desaparecer de Ceuta la miseria y depravación; ahorrar al gobierno un gasto estéril y pernicioso; y devolver a la nación honrados y útiles ciudadanos.
La cuestión era que Ceuta en estas fechas de 1841, había dejado de ser un presidio en el sentido de plaza fuerte, donde la defensa del territorio y la función penal se conjugaban. Los avances en técnicas de defensa y el hecho probado de que la presencia de penados en Ceuta no era suficiente para esa defensa, siendo necesario redoblar los esfuerzos económicos con soldados de reemplazos y levas forzosas, dio pábulo a la aparición de nuevas teorías al respecto.
Se oyeron entonces voces solicitando aplicar a Ceuta la teoría del «utilitarismo penal», empleado tanto desde el punto de vista marxista, como una regulación de la fuerza de trabajo, según las teorías de Von Hentig o Michel Foucault; y humanista, que consistía en un lento camino hacía la humanización del reo. Desde mi punto de vista, cualquier utilización del reo como mano de obra, implica de por sí un uso economicista del mismo, la cuestión es saber si esa concepción era marxista (estado propietario de los medios de producción) o capitalista (participación de la propiedad privada en la producción del penal).
Podemos adelantar que en el proyecto de Badía no aparece ni una ni otra concepción, y aquí radica no solo la novedad de su propuesta, que ya de por sí es sobradamente interesante, sino el modo y manera en la que el catalán Badía, adopta la forma de capitalismo. Hay que tener en cuenta que, al fin y al cabo, era un hombre de negocios que participó en la constitución de empresas en Cataluña como “Vapores del Ebro”, establecida en 1842, y en la que participarían, en forma de «protectores», un buen número de políticos de la época.
Badía implementaba esta teoría en la creación de establecimientos industriales en Ceuta para hilar y tejer algodón, en especial artículos conocidos con el nombre de Lienzo Catalán, llamados en Cataluña, guineas, en los cuales se emplearía como obreros a los presidiarios. Durante los primeros años se fabricarían géneros de calidad baja y media, para producir los de mayor calidad cuando los presidiarios hubieran conseguido alcanzar un nivel adecuado de aprendizaje. En esos momentos incluso se podían producir pañuelos listados de diversos colores. El optimismo de Badía le llevaba a decir que Ceuta llegaría algún día a recibir algodón en rama, y a producir tanto el hilado, como el tejido, el blanqueo y la tintura.
Los empleados y trabajadores no presidiarios de estas industrias, serían pagados con los beneficios de las empresas. Los locales donde se instalarían, serían aquellas cuadras y cuarteles del presidio que el estado poseía, lo cual también abarataba los costes de producción. La materia prima sería llevada desde lugares cercanos, como por ejemplo, el algodón desde Motril, la sosa de Cartagena y algunos puntos de Andalucía, y las minas de esta última región, aportarían la energía necesaria para mover las máquinas. La producción sería distribuida a San Roque, Málaga, Jaén, Lorca y otros puntos cercanos, lugares donde al parecer eran apreciados esos Lienzos catalanes.
En la concepción del catalán, el estado sería el propietario de los medios de producción y, por ello recibiría la tercera parte de los beneficios para amortizar las maquinarias y reinvertir en otras nuevas. Otra tercera parte de la plusvalía productiva se reservaría al reo, para serle entregada una vez cumplida su condena, y que así pudiera tener una base sobre la que sustentar su recuperación económica y, por consiguiente, su inserción social. El inventor de este proyecto establece unos requisitos necesarios para que el reo pudiera cobrar esos emolumentos, tales como, obviamente, obtener la liberad y, además, informar del lugar en el que se iba a establecer y en qué actividad iba a invertirlos. Finalmente, y aquí radica la concepción burguesa de la propuesta, la ultima tercera parte sería para el Director «a titulo de indemnización para todos sus desvelos y gastos que le hayan ocasionado». Desconocemos cómo sería nombrado ese director, pero el hecho de que se llevara la tercera parte de los beneficios y se hablara en al proyecto de «gastos ocasionados», implica una aportación capitalista al mismo, representado en la persona del director.
Finalmente, no adelanta José Pedro Badía puntos esenciales como la instalación material del establecimiento, el reglamento disciplinar de los obreros, organización de las escuelas para el aprendizaje de los mismos, etc., puntos que deja para el momento en el que Espartero hubiera aprobado su proyecto.
Resulta difícil imaginar en estos momentos cuál pudiera haber sido el destino económico de Ceuta si estas ideas liberales se hubieran puesto en prácticas, pues el desarrollo de la industria textil era el pilar básico de la revolución industrial. Poniendo, sin embargo, los pies en el suelo, es posible aducir que Ceuta contaría solamente con mano de obra barata, careciendo de otros elementos necesarios para esta industria textil como, por ejemplo, el agua. La solución a este problema nos lo da Badía en su obra, pero implicaba un movimiento político y diplomático de envergadura. Consideraba que debía, y podía, aumentarse el perímetro de la ciudad para atender a las exigencias de agua, materias primas y espacio, a cambio de ceder a Marruecos el Peñón de Vélez de la Gomera, Alhucemas y Melilla. De esa manera Ceuta quedaría como única plaza española, pero con una entidad mucho mayor de la que tenía hasta entonces y con un desarrollo económico importante.
No cabe duda de que en esta concepción utilitarista del presidio de Badía, se aprecia el sentido emprendedor de los catalanes y su visión de elementos de desarrollo económico, allí donde van, aunque el motivo de estancia fuera el de cumplir una condena.
Ni que decir hay que esta propuesta cayó en saco roto. Muy posiblemente, la sublevación de Cataluña contra la imposición por Espartero de un arancel, menos proteccionista que antes, para el algodón, y el subsiguiente bombardeo de Barcelona, hizo que José Pedro Badía, abandonara sus sueños emprendedores sobre Ceuta, al ver la realidad de la política de la regencia. El final de la misma y el ascenso de los moderados al poder tras la forzada mayoría de edad de Isabel II, terminarían por sepultar los sueños de un presidiario catalán que quiso convertir a Ceuta en una ciudad industrial.

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¿Y ahora qué...? https://elfarodeceuta.es/y-ahora-que/ Sun, 31 Jan 2016 06:44:33 +0000 http://elfarodeceuta.es/y-ahora-que/ Uno de los asuntos que han sido debatidos con más visceralidad que ciencia en el año 2015, ha sido el de la conmemoración del sexto aniversario de “la Tomada de Ceuta”. En estas fechas en la que hacemos balance y pensamos en buenos propósitos, es bueno sacar conclusiones, y quiero hacerlo desde un punto de […]

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Uno de los asuntos que han sido debatidos con más visceralidad que ciencia en el año 2015, ha sido el de la conmemoración del sexto aniversario de “la Tomada de Ceuta”.

En estas fechas en la que hacemos balance y pensamos en buenos propósitos, es bueno sacar conclusiones, y quiero hacerlo desde un punto de vista científico y no político.
Sería imposible enumerar todo lo que hemos hecho los historiadores ceutíes por este evento, tanto lo positivo como lo negativo, y me arriesgo, consciente de ello, a olvidar algún evento o a alguna persona. Pero aún así, quiero defender aquello que se ha hecho con toda la buena fe del mundo y en aras exclusivo del conocimiento humano. Como dijo Plutarco en el siglo primero, la educación no consiste en llenarnos de conocimientos, sino en encender una luz que nos ilumine.
Se ha practicado, a mi juicio, una especie de controversia inútil sobre aspectos como la Fundación Crisol y sobre si era o no conveniente esta conmemoración. Siempre he pensado que toda conmemoración tiene como objetivo extraer conclusiones sobre una efeméride determinada. En el caso que nos ocupa podemos añadir que puede servir también para mejorar la convivencia. Las conmemoraciones históricas son ancestrales y hay noticias de ellas desde tiempos tan pretéritos como los del Imperio romano, donde no sólo se rememoraban las victorias de sus legiones, sino también su acción civilizadora. Cada vez que se quería datar un acontecimiento se hacia en referencia a “Ab Urbe condita”, es decir, a la fundación de Roma que fue el símbolo del nacimiento de las ciudades occidentales. Todas las grandes religiones relacionan el tiempo con la conmemoración de un hecho histórico o religioso. Así para los cristianos el siglo I es referencia al nacimiento de Jesucristo y para los musulmanes el 622 de la era cristiana es su año uno en conmemoración de la Hégira (huida de Mahoma de la Meca a Medina). Para los judíos el 7 de octubre de 3760, fecha de la génesis del mundo, es el primer mes de Tishrei del año 1.
Si enumeramos  planteamientos más mundanos no podemos olvidarnos de citar que en 1979 se conmemoró en Francia el aniversario de su Revolución y gracias a ello salieron a la luz miles de libros, estudios y trabajos que revisaron los principios de esa parte de la historia de Francia y lo hicieron más descifrables. A nadie se le ocurre criticar la conmemoración de la guerra de la Independencia que se ha hecho en los años 2008 a 2014 en toda España, ni que en este año de 2016 se conmemore el sexto centenario del fallecimiento de Fernando el Católico. Son actividades culturales que permiten a los historiadores difundir y poner al día los conocimientos sobre esos hechos conmemorados y a los demás recordar lo que supusieron y en qué medida influyeron en su presente.
En este caso que nos ocupa, creo que es preciso destacar la importancia del hecho a conmemorar, más allá de las miras de quienes defienden posturas presentistas. Por eso, aunque escaso, ha habido un eco nacional nada desdeñable. El 20 de marzo Mari Ángeles Fernández y Jairo Marcos publicaban en el diario “El Mundo” un artículo sobre la conquista bajo el título “La globalización comenzó en Ceuta”, visión si se quiere un tanto exagerada, pero no exenta de verdad, en cuanto por primera vez se salía del mercado medieval (tan de moda en las reposiciones históricas en la actualidad) para avanzar en una extensión comercial a mayor escala.
Paula Fernández desde Lisboa (Agencia EFE),  firmaba un artículo publicado en “El Confidencial” y en “La Vanguardia” el mismo día 21 de agosto en el que informaba de una parte de la historia de España desconocida para muchos compatriotas. Su título: “Antes de ser española, los portugueses conquistaron Ceuta hace 600 años”. La misma autora publicó en “El Faro” de Ceuta el artículo “Portugal rememora la conquista de Ceuta”. Ni que decir hay que en los medios de comunicación local se hizo un amplio eco de esta efeméride en los meses anteriores, con artículos en la prensa de José Luis Gómez Barceló, Antonio Guerra, José María Campos, Rocío Abad, la asociación Septem Nostra y de quien les habla.
Las “casas de Ceuta” también participaron en el evento, con conferencias o ciclos de conferencias. En la de Cádiz Silverio de la Yeza hizo participar a Fernando Villada, Carlos Gozalbes, Gonzalo Marías López-Pozas y quien escribe estas líneas; mientras que en la de Sevilla, Jiménez Camero presentó la conferencia sobre urbanismo ceutí en la conquista portuguesa que pronunció Carlos Gozalbes.
Esta difusión ha sido insuficiente, sin duda, y quizás hubiera faltado una prolongación de la actividad encaminada a ese objetivo, que comenzó con la presentación del evento por la Fundación Crisol en varias instituciones nacionales e internacionales. Se habló de ello en el 2013 en Lisboa, en el Senado español, en las casas regionales o en los Reales Alcázares de Sevilla, y en algunos de ellos tuve el honor de participar. Otras instituciones se hicieron eco del acontecimiento y así, el 17 de junio de 2014 Miguel Luque Talavan pronunció la conferencia  “Cartografía en torno a una conquista: Ceuta 1415” en La Real Liga Naval Española, en el marco del ciclo de conferencias sobre aspectos inéditos de la cartografía española.
Hay que hacer, sin embargo, la precisión, para aquellos a los que le son ajenos los métodos de la investigación, que la Historia no se puede, ni debe, estudiar en función de conmemoraciones, puesto que cualquier conocimiento del pasado conlleva la paciente labor de muchos días de investigación y, que esta debe continuar una vez pasada la fecha de conmemoración.
Todos los que formamos parte, de una forma u otra, de la colectividad ceutí debemos asumir como propia la historia de Ceuta, porque el recuerdo es una función de la mente del ser humano, que adquiere carácter colectivo cuando existe una verdadera comunidad. Un pueblo que no tiene historia es un pueblo muerto. Todos los que se sientan ceutíes deben conocer, asumir y, por qué no, criticar lo que se hizo en tiempos pretéritos, desde las invasiones de los vándalos a la Ceuta actual. En la revisión constante está la luz de la sabiduría, no en la ocultación de los hechos ni en su absurdo silencio. A nadie que se acerque a la historia con profesionalidad, se le puede ocurrir hacer escarnio a ninguna colectividad que habite en el lugar donde se produjeron los hechos narrados.
Como ha quedado demostrado en las reuniones científicas celebradas tanto en Ceuta como en Portugal, ― y han afirmado la inmensa mayoría de los comparecientes ―, la conquista de Ceuta por Portugal no fue solo la historia de una derrota o una victoria, esa historia de “hazañas bélicas” queda para los que entienden la historia desde el punto de vista maniqueísta. La Tomada de Ceuta fue el principio de una nueva era y de eso debemos sentirnos orgullosos los ceutíes de cualquier religión o etnia, porque se abrieron nuevos caminos para el mundo Occidental que, hoy por hoy, es dónde está Ceuta. Como afirmó José Manuel Pérez Rivera en el Congreso sobre “Los Orígenes de la Expansión Europea”, celebrado en nuestra ciudad en el mes de octubre de este año: “La visión circular de la vida se rompió de manera definitiva para imponer la concepción lineal del tiempo”.
Ahora tenemos el fruto de lo que los investigadores han estudiado durante estos años previos al sexto centenario, entre ellos las ponencias y comunicaciones presentadas a congresos, como el ya citado celebrado en Ceuta en los primeros días del mes de octubre y cuyas actas van a servirnos a muchos para continuar con el esclarecimiento de la verdad y el análisis mesurado y razonado de las cosas que ocurrieron.
Aún a riesgo, como he dicho, de dejar en el tintero a historiadores que ha colaborado en estos estudios y participado en el Congreso “Ceuta y la expansión europea”, quiero hacen mención de aportaciones como la de Felipe Themudo Barata en su “A conquista de Ceuta e a contruçao de um novo quadro de relaçoes políticas”, donde recalcó la perdurabilidad de la violencia a ambos lados del Estrecho durante mucho tiempo y donde se han producido periodos continuos de paz y guerras de una forma casi endémica. En 1415 la moneda cayó del lado norte y fueron los portugueses los que iniciaron una expansión marítima hacia el Atlántico de lo que tenemos múltiples referencias. Podemos en ese sentido citar los trabajos de Katia Brasilino (Biblioteca Nacional, Brasil), que parten de su tesis doctoral (“Ceuta, para alén da terra dos mouros”) leída en la Universidad “Julio de Mesquita Filho” de Brasil y de lo que trajo una muestra al congreso de Ceuta; así como la ponencia de Joao Paulo Costa sobre la revisión de la tesis del “fracaso” de esta conquista. La Tomada, pues, forma parte de un contexto geopolítico de trascendencia histórica, según Marta Caroscio, Ángelo Cattaneo, José Antonio Ruiz Gil, etc.
Fueron también muchos los investigadores que insistieron en la cuestión económica como causa de la conquista: Flavio Miranda, María José Aznar, Alicia Fernández García, Fernando Nieto y la mía propia en referencia al abastecimiento de la Ceuta portuguesa desde Málaga. Esta confluencia de ideas en lo económico nos lleva a rebajar la importancia de las causas políticas y religiosas (cruzadas) que hasta hace poco eran casi las únicas para muchos historiadores. En este sentido es necesario advertir la escasa aportación de la historiografía española al debate de las causas de la conquista, frente a la proliferación de trabajos de los portugueses, cuya referencia la hizo en este congreso José Antonio Alarcón. Sobre la causalidad de la tomada, entre otras cosas, nos habló Jerónimo Paez López y María Jesús Pozas Pozas que argumentó otras de las causas de la conquista no exenta de interés: la defensiva. La ineludible guerra estuvo también presente en las comunicaciones de Ruiz Oliva y Luis Felipe Guerreiro da Costa.
No faltaron, como no podía ser de otra manera, las alusiones al urbanismo ceutí, tanto en el momento de la conquista como antes y después. Citamos la comunicación de Carlos Gozalbes, en relación al momento de la conquista el 21 de agosto, y las ponencias de Jorge Manuel Simao Álvarez y Jorge Correira. En este contexto se ubicarían las comunicaciones que hacían referencia a las murallas renacentistas portuguesas que son símbolos indestructibles de nuestra ciudad: Gabriel Fernández Ahumada, Fernando Villadas, A. Texeiras, José Manuel Hita y J. Torres, Luis Serrao Gil y Joao Barros.
La utilización de fuentes árabes y portuguesas para el estudio de este hecho, abre una puerta interesante a su análisis, y es una muestra más de cómo la ciencia histórica promueve la normalidad en su ámbito científico ajeno a algarabías y rabietas. Para el primero de los casos contamos con las aportaciones de Yassir Benhima (Université Paris. Sorbonne Nouvelle) y de Manuel Cadafaz de Matos, y para las fuentes portuguesas la de Gonçalo de Carvalho y Matos Baeta Ramos.
La expansión europea tuvo su continuidad en otras conquistas portuguesas como las de Alcácer Ceguer, de la que se habló también en este congreso, en referencia a su hábitat urbano, por parte de Joana Bento Torres, Andrés Texeira y Abdelatif Aboudjay.
También se hizo referencia a algo fundamental para nuestro presente. Me refiero al hecho de la permanencia de los portugueses en nuestra ciudad y la conformación de una administración y una sociedad. Los aspectos administrativos fueron expuestos por Filipa Roldao, mientras que sobre los sociales trataron Fe Canto desde el punto de vista socio-sanitario, José Luis Gómez Barceló, Diogo Faria y Timothy D. Walker del de la Iglesia como pilar básico de la Ceuta portuguesa. Ni que decir tiene que la descripción del proceso de restauración de la imagen de la Virgen del Valle que nos hizo su autor, Álvaro Domínguez Bernal, dio la nota emotiva al congreso.
En el apartado social podríamos incluir las aportaciones al estudio de los personajes vinculados con la Ceuta portuguesa, como el realizado por Maria Antónia Athayde Amaral, Antonia González Tinturé y Antonio José Cunha Matias sobre la imagen y memoria de la familia de Pedro de Meneses, o a la intervención de notables en la expansión africana que expuso Antonio Sánchez González.
Pronto saldrán a la luz otros trabajos como los presentados en las VIII Jornadas Luso-españolas de historia Medieval, celebradas en los días 1 a 4 de diciembre, bajo el título “De ambos os lados do Estreito. A propósito de Ceuta (siglos VIII-XV)” en el que participaron más de 61 investigadores de muchos países, entre otros los ceutíes Enrique y Carlos Gozalbes.
Tras esta exposición me pregunto: ¿No ha servido para nada la conmemoración de esta efeméride? Al margen de los debates políticos, creo que para los historiadores ha supuesto una inyección de información, el descubrimiento de nuevos filones de conocimiento y un punto de partida para nuevas investigaciones sobre un hecho que es universalmente reconocido como crucial en la historia no solo de Ceuta sino del mundo occidental. Sería insensato, desde el punto de vista científico, que es el que aquí defiendo, no haberlo hecho.
Queda aún mucho trabajo sobre este aspecto (y por supuesto sobre otros de la historia de Ceuta) y creo, sin lugar a duda, que a partir de ahora, se debe avanzar en el desarrollo de la premisa de considerar la Tomada de Ceuta como primordial en la expansión marítima de Europa, elevando una tesis puramente local a nacional o internacional.

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Zurara y el 21 de agosto de 1415 https://elfarodeceuta.es/zurara-y-el-21-de-agosto-de-1415/ https://elfarodeceuta.es/zurara-y-el-21-de-agosto-de-1415/#comments Fri, 21 Aug 2015 03:27:40 +0000 http://elfarodeceuta.es/zurara-y-el-21-de-agosto-de-1415/ A pesar de todo lo que se ha escrito sobre la conquista de Ceuta por Portugal, aún quedan muchas incógnitas por resolver. Una de ellas es la de las fuentes que nos permitan conocer qué es lo que realmente sucedió en la ciudad el 21 de agosto de 1415. Según Luciana Fontes no fueron los […]

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A pesar de todo lo que se ha escrito sobre la conquista de Ceuta por Portugal, aún quedan muchas incógnitas por resolver. Una de ellas es la de las fuentes que nos permitan conocer qué es lo que realmente sucedió en la ciudad el 21 de agosto de 1415.

Según Luciana Fontes no fueron los portugueses los primeros en divulgar sus hazañas en la expansión marítima, sino los extranjeros, como el italiano Luis de Cadamosto y algunos prelados del resto de Europa que se afanaban en editar los textos que hablaban de las conquistas portuguesas en defensa de la universalidad de la Iglesia. Las razones que algunos han dado a esta opacidad son que los portugueses no querían desvelar sus avances en la navegación, aunque la divulgación no fuera en muchos casos técnica; o que el portugués era más hombre de acción que de reflexión. Además, a pesar de que no se puede negar que los capitanes de las naves eran instruidos en la descripción de lo que veían en sus viajes, ninguno de sus relatos ha llegado a nosotros.
Las fuentes directas sobre la conquista son escasas. El rey Manuel I fue el primero que se dedicó a divulgar las proezas de su reino a través de cartas en 1499, aunque no se conoce la correspondencia original. Otras fuentes son esporádicas epístolas como las enviadas por Ruy Díaz, espía de la corona de Aragón cuando Juan I de Portugal preparaba su armada, para informar a su rey si se dirigía a algún punto del Mediterráneo que estuviera bajo su soberanía.
Esto nos obliga a ponernos en mano de cronistas como Gomes Eanes de Zurara, Fernão Lopes, João de Barros… o a aquellos que le han seguido como Mascarhenas o Correa da Franca. De todos ellos, el que universalmente ha sido más empleado en los textos modernos es Gomes Eanes de Zurara.
Era hijo de Johanne Eanes de Zurara, consejero de Coimbra y de Evora. Sobre la fecha de nacimiento solo sabemos que en la Crónica da Tomada de Ceuta, acabada el 25 de marzo de 1450, afirma que en esa fecha ya había pasado a la tercera edad del hombre, que según la teoría de Galeno se llama juventud y mocedad y que abarcaba desde los 25 a los 40 años. Puesto que Zurara se refiere en su texto a que aún no había completado esa tercera edad se podría decir que cuando terminó la Chronica del Rei D. Joam I de boa memória. Terceira parte em que se contam a Tomada de Ceuta,  tenía 40 años, por lo que el año de su nacimiento sería 1410, es decir, cinco años antes de la conquista de la ciudad.
Hay más discrepancias sobre el lugar de nacimiento que sobre su edad. Se ha tratado de averiguar a través del toponímico de su apellido, el lugar en el que nuestro cronista vino al mundo. Así Soares de Brito considera que nació en la villa de Azurara de la diócesis de Oporto, si bien, otros, como José Carreira da Serra, consideran que nació en Azurara da Beira, en el distrito de Viseu, siendo este último lugar el más aceptado por todos.
Zurara comenzó tarde su preparación literaria, posiblemente pasada su edad pueril, es decir, después de los 14 años y, según Mateo de Pisano, llegó a la edad madura sin haberla completado, lo que no implica que cuando se solía aprender a leer y escribir en su época, él no tuviera esa lección aprendida. El mismo considera que su aprendizaje se lo debía al propio rey Alfonso V. Es sabido que en los siglos XV y XVI los mozos de la nobleza recibían educación en el palacio Real, donde le enseñaban gramática portuguesa y latín. Todo indica que, siendo mozo, fue admitido en el palacio Real para el servicio de guarda y custodia de la biblioteca real y que, llegado a oídos del rey Alfonso V su buena disposición para los estudios, le mandó enseñar como a los hijos de los nobles.
En 1451 era ya guarda-conservador de la Biblioteca real de Portugal y cuatro años más tarde, en 1454 tras la muerte de Fernão Lopes, fue nombrado guarda mayor del archivo de la Torre da Tombo, además de ostentar el título de Comendador de la Orden de Cristo. Desde 1454 hasta 1468 completó una serie de crónicas de los reyes y miembros de la nobleza, así como de gestas lusitanas. En la primera, escrita en 1450, a petición de Alfonso V (1432-1481), narra las hazañas de Juan I que Fernão Lopes había dejado inconclusa. En su tercer libro inserta la captura de Ceuta frente a sus defensores Merinides. En 1453 escribiría la Chronica do Descobrimento e Conquista da Guiné; en 1463 la Chronica do Conde D. Pedro de Menezes; y en 1468  la Chronica do Conde D. Duarte de Menezes.
Gozaba de gran erudición literaria, propia de pocos hombres de su tiempo en Portugal, siendo uno más de los literatos que se interesaron por el Renacimiento como en Italia y en España. Sus conocimientos no eran muy profundos, pero sí muy extensos, adquiridos por la convivencia con los hijos de los infantes y de los libros de la biblioteca real. Tenía grandes conocimientos de autores como Dante o Bocaccio, de la Biblia y de escritores romanos y griegos, así como de historia, cosmografía y astrología.
Lo que quizás más nos interese aquí es su formación como historiador, profesión que presentaba graves deficiencias en la época en la que nuestro cronista escribió su obra. Como ya se ha señalado escaseaban las fuentes escritas y para el caso de la Tomada de Ceuta aun más, debido a la cercanía en el tiempo. Por lo tanto su método se basaba en la fidelidad a lo clásico, con abundantes citas de tratados literarios, históricos, filosóficos y científicos, no sólo desde el griego y el latín, sino también árabes y hebreas.
Las crónicas en el siglo XV, que es cuando las escribe Zurara, eran consideradas como verdades inapelables, sin profundizar en ningún tipo de medida científica ni aparato crítico,  y con ellas se buscaba no recuperar el pasado, sino mantener viva la memoria del reino, además de servir como ejemplo, en especial a los reyes, de las gestas de sus antepasados, como sucedería con don Sebastián, para quien las crónicas fueron la inspiración de su loca aventura africana. Las crónicas eran, pues, sinónimo de historia y símbolo del saber medieval. Como afirmaba el propio Zurara en las Chronica do Descobrimento e Conquista da Guiné, "la función de los escritos era garantizar a los descendientes el conocimiento de los hechos pasados y mantener en la memoria las gestas portuguesas".  Y de modo general las crónicas también fueron hechas para que sirvieran de ejemplo a los gobernantes para futuras conquistas, especialmente en una vertiente moralistas, mostrándose más eficaz en esta que en otras de sus funciones.
Si bien Fernão Lopes embarcó para América para escribir la historia de los descubrimientos e conquista da India pelos portugueses, porque pensaba, al igual que Zurara, que el cronista debía ser testigo en primera persona de los acontecimientos para elevarlos a la verdad, no ocurrió precisamente eso con el autor de la Tomada de Ceuta, ya que la escribió cincuenta y nueve años después de los hechos, en los que él no estuvo presente obviamente, aunque se admite universalmente la utilización de testimonios de quienes estuvieron en Ceuta en agosto de 1415. En este sentido sería de mayor utilidad la historia de Antoine de La Salle, natural de Provenza, pero por desgracia su obra (Consolaçoes dirigidas a Catharina de Neufville, senhora de Fresne, Coimbra) publicada en 1933, es difícil de conseguir, pues el único ejemplar se encuentra, según Alberto Baeza, en la Biblioteca Nacional de Francia.
En la explicación de los hechos históricos, tanto para Zurara como para Barros y Fernão Lopes la predestinación divina tuvo un papel primordial en la expansión portuguesa, lo que garantizaba el éxito de la navegación, idea que tuvo su principal y primer valedor en el propio infante don Enrique. Algunos ejemplos del concepto profético de los hechos históricos en Zurara son altamente significativos y entre ellos destaca el que hace referencia a Fernando Álvarez Cabral, hijo del capitán Luis Álvarez Cabral, veedor del infante don Enrique. Estando al mando de una de las mayores embarcaciones de la flota que se dirigía a Ceuta, tuvo alucinaciones que hicieron pensar a los médicos si se trataba del contagio de peste que asolaba Lisboa y que incluso había acabado con la vida de la reina Felipa de Lancaster. Pues bien Zurara interpreta este hecho como la profecía de lo que luego le ocurrió a Luis Álvarez Cabral, su muerte en el cerco de Tánger en 1437 al servicio del infante don Enrique.
Otros episodios de la conquista son narrados por Zurara con tal dosis de retórica que hace que su validez como historiador de los hechos sea puesta en duda. Gómez Barceló nos cuenta como Juan Ruiz, enviado por el rey Juan I a Tarifa para informar de la victoria a su gobernador, Martín de Portocarrero, emparentado con los Meneses, afirmó lo bien guarnecido que estaba el castillo de Ceuta, “lo que tenían los moros preocupados para usar en su defensa” y que incluso antes de partir de Ceuta rumbo a Tarifa aun no se había conquistado, para inmediatamente afirmar que al alejarse vio las banderas portuguesas encima de sus torres. Tal rapidez en la toma de un castilla tan “bien defendido” y que según Zurara, mostraba tanta dificultad solo puede explicarse por el deseo de exaltar el valor de los portugueses ante dificultades bélicas enormes.
El hecho de que Zurara aborde la historia de la toma de Ceuta desde un punto de vista oficialista no debe sorprender a nadie. Según mantiene Josiah Blackmore, hay un fuerte y explícito telos en funcionamiento en la historia de Zurara acerca de la temprana conquista africana; es como si la victoria portuguesa respondiera de alguna manera a los mandatos de los cielos, o fuera incluso un cumplimiento de las escrituras (con todo el bagaje teológico que esta segunda noción conlleva).
El simbolismo que según Barletta llena las páginas de Zurara, elimina cualquier acercamiento a tesis científicas sobre conceptos materiales de la conquista de Ceuta. Es decir, Zurara trata de expresar con su obra las razones medievales, occidentales y cristianas de la conquista, y no darnos detallados informes de cómo esta se efectuó. Aunque fuera el archivero del reino y hubiera tomado sus informaciones de entrevistas personales con quienes participaron en la gesta, no deja de ser cierto que lo que persigue en su libro es definir el concepto portugués de imperialismo, que, según Barletta se basaba tanto en la razón como en la fe.
Por ejemplo, en el pasaje en el que narra la muerte de la reina Felipa de Lancaster unos días antes de la partida de la flota, Zurara enaltece los lazos naturales de vasallaje, dado que Juan I se había convertido en rey de Portugal debido, en gran medida, al apoyo directo del padre de Felipa, Juan de Gante (1340-1399). Además el simbolismo del cronista de Alfonso V es tan evidente que no solo alude en el caso de la muerte de la reina a la doctrina cristiana, sino que se acerca bastante a la exaltación del Imperio Romano, del que Portugal debe sentirse heredero. Cita, por ejemplo, palabras de Quinto Ennio (239-169 a.C.), poeta romano para quien solo se vencerá a la muerte si se siguen recitando sus poemas. De la misma forma, Portugal persistirá si se seguían recitando sus gestas, aunque sus “versos” fueran pura invención del intelecto sensible y no fórmula de realismo histórico. Para mí no cabe duda de que Zurara tenía la obligación del cronista medieval de exaltar la fama terrenal.
En otra de sus obras La crónica do Conde  D. Duarte de Meneses  hay otros indicios de una intencionalidad del cronista que soslaya la realidad histórica, los hechos en sí mismo, a los que considera como meros instrumentos de su cruzada. Por ejemplo, André Luis Bertoli razona que para Portugal el modelo de guerra en el norte de África era el de la guerra santa y justa, porque trataba de recuperar los territorios que alguna vez pertenecieron al cristianismo, por lo que estas guerras adquirían unas funciones religiosas y políticas al mismo tiempo.
Es pues perfectamente factible que a la hora de narrar los hechos que llevaron, en las ocasiones que lo hicieron, a los cristianos al triunfo, se trate por todos los medios de magnificar el poder cristiano y hacer que las batallas fueran lo más cruentas posibles. Por eso, otros escritores como era Antonio Días Farinha, no duda en afirmar que los valores religiosos en la gesta norteafricana, servían para que Portugal ganara privilegios y gratificaciones de la Iglesia, imponiéndose de esa manera a Castilla en el camino de la santidad por la guerra.
Tratar, por lo tanto, de descubrir en los textos de Zurara, tan literarios y simbólicos, lo que realmente ocurrió aquel día de 21 de agosto de 1415 en Ceuta, es cuanto menos inconmensurable y descender al detalle de los enfrentamientos, bajas, decapitaciones y fiereza en la lucha, es nadar en el mar de la pura especulación.
Por ejemplo, sería imposible cuantificar la mortalidad tanto de un bando como de otro porque carecemos de datos demográficos para ello. Ni tan siquiera se sabe exactamente cuántos habitantes tenía la Ceuta meriní. Para quienes somos casi obsesos de los números en la Historia, es irrelevante la exageración de los cronistas sobre la mortalidad, y solo nos vale para afirmar que hubo muertes, como por desgracia las hubo, y las hay, en todas las guerras.

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¿Cómo un reino tan pequeño, como era Portugal, logró tanto? https://elfarodeceuta.es/como-un-reino-tan-pequeno-como-era-portugal-logro-tanto/ Sun, 09 Aug 2015 03:31:15 +0000 http://elfarodeceuta.es/como-un-reino-tan-pequeno-como-era-portugal-logro-tanto/ No han faltado en nuestra historiografía sobre Ceuta opiniones encontradas sobre las causas por las que Portugal decidió en 1415 la conquista de Ceuta. Ya en otra ocasión he hablado del tema, pero continúan surgiendo artículos que amplían el marco de las opiniones sobre la causa de la acción lusa. Desde la primera interpretación aparecida […]

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No han faltado en nuestra historiografía sobre Ceuta opiniones encontradas sobre las causas por las que Portugal decidió en 1415 la conquista de Ceuta. Ya en otra ocasión he hablado del tema, pero continúan surgiendo artículos que amplían el marco de las opiniones sobre la causa de la acción lusa.

Desde la primera interpretación aparecida en 1416 en Livros dos Arautos en la que ya se hablaba de una causa meramente geoestratégica, pasando por la teoría caballeresca de Zurara tan aceptada por los historiadores durante varios siglos por razones que desconozco, se ha ido abriendo el abanico de posibilidades con aportaciones realmente interesantes. Una de esas posibilidades es la de considerar el asunto dentro del contexto de la situación de Europa, la Península Ibérica y Portugal en el complejo mundo del nacimiento de la modernidad allá por el siglo XV.
Los acontecimientos históricos que afectan a una ciudad no pueden ser analizados solamente desde la historia de la propia ciudad, es decir, desde la perspectiva de la historia local. Aunque parezca que el fenómeno de la globalización sea algo muy novedoso y actual, lo cierto es que precisamente en esos años del siglo XV, que rodean a la fecha de 1415, los descubrimientos marítimos y los avances de la navegación, propiciaron un acercamiento entre los pueblos de una misma área geográfica y, como consecuencia, una interacción política. Se hace pues imprescindible abrir el campo de visión y pasar de lo más amplio a lo concreto.
Vicent Barletta (2009) nos proporciona, por ejemplo, una versión cercana a la que proponemos y que se adapta a las líneas de investigación que se esbozan en el próximo Congreso sobre Ceuta en la expansión atlántica, programado para octubre por el IEC. Sin embargo, hay algunas matizaciones en la teoría de Barletta que merecen ser analizadas.
Ceuta jugó sin duda un papel primordial en la expansión atlántica de Portugal, al convertirse en el punto de partida del florecimiento comercial por parte de un reino que en esas fechas estaba en una fase en la que su independencia había forjado una comunidad nacional homogénea, pero donde existían, sin embargo, tensiones sociales provocadas por una economía deficitaria y una enorme desigualdad de clases. Comenzaron, pues, a darse expediciones para ampliar los recursos indispensables para la paz social, entre ellas a las Canarias antes de 1336. Estas expediciones sufrirían una pausa a causa de la peste negra de 1348. De cualquier manera es evidente que esta expansión portuguesa vino dada por razones puramente económicas, como corresponde a toda acción exterior de los reinos medievales.
Henry See (Origen y Evolución del Capitalismo Moderno) admite sin ambages que el capitalismo adquirió una serie de rostros con el que se sucedía sin solución de continuidad a lo largo de la historia. Llegado el siglo XV surgió con fuerza el capitalismo comercial gracias a los avances en las técnicas de navegación, en los planos y en la preparación de los mareantes, pero sobre todo, por los intereses de los comerciantes que necesitaba nuevas rutas para conseguir géneros que, o bien eran escasos en Europa en momentos determinados, o simplemente no los había.
Hasta entonces habían sido los genoveses y venecianos los que habían ejercido este comercio considerados “al por menor”. Pero en esta nueva estadía comercial los burgueses de las pequeñas republicas comerciales fueron sustituidos por los estados con políticas que buscaban rutas comerciales, primero el de Portugal, y más tarde el de Castilla.
A partir de ahí podemos enmascarar este argumento con añadidos menos materiales, pero no cabe duda de que todos ellos solo constituyen la salsa de un plato que había salido del horno de la expansión capitalista del siglo XV.
Por ejemplo, Barletta da valor al conflicto religioso con el Islam, como razón preeminente de la expansión portuguesa. Pero esta opción argumental también esconde intenciones comerciales, sobre todo si tenemos en cuenta que el proyecto de conquista por Portugal del reino nazarí de Granada, que Barletta admite como causa religiosa, tenía a nuestro entender, la intención de dominar comercialmente el Mediterráneo occidental, además de permitir la expulsión de los piratas del Estrecho.  
La estrecha membrana que separaba el mundo occidental cristiano del oriental musulmán, no era capaz de evitar la presión entre ambos en puntos determinados como el estrecho de Gibraltar. Pero por encima de valores espirituales prevalecía el deseo de obtener riquezas del otro lado de la orilla, ya fuera de la europea en el siglo VIII, ya de la africana a partir del XV. Hay, no obstante, una diferenciación en ambas motivaciones. Mientras que en lo que respecta al cristianismo el poder de la Iglesia se basaba en sus riquezas, con las que pretendía extender la religión; en el caso del islamismo era la lucha contra el infiel el principal argumento de la guerra. De cualquier modo no debemos olvidarnos de que el corso y la piratería tenían, en lo que respecta a la fricción entre ambas cultura, un papel predominantemente económico para los pueblos islámicos del norte de África.
Otros argumentos inciden en la exaltación del nacionalismo occidental, frente al orientalismo islámico. El orgullo de proclamarse herederos de Roma hizo, para algunos historiadores, que Portugal se lanzara a la expansión africana comenzando con la toma de Ceuta. Ignoramos en qué consistiría esa emulación imperial romana, pero al menos debería comprender también el aspecto mercantil y económico de la expansión de Roma por el Mare Nostrum. La dinastía Avis, una vez probado el pastel africano, con la toma de Ceuta, quiso más, y esto le llevó a Tánger, Arcila, la Mamora, Azamor, Safi, Mogador, Agadir… Todo un argumento del deseo de expansión comercial portuguesa que partió de Ceuta, que se vio frustrado un siglo después cuando los portugueses sólo tendrían Mazagán entre sus dominios, y sujeto con pinzas.
Forma parte también de las razones económicas, como hemos dicho, la lucha contra la piratería en la que algunos basan el interés lusitano en el norte de África. Durante el siglo XV, los piratas musulmanes fueron una inquietud constante para los reinos ibéricos cristianos, que invirtieron gran cantidad de recursos –tanto humanos como materiales– en defender sus costas de sus asaltos, así como las rutas comerciales del Mediterráneo. Hacerse con el control de las ciudades costeras del norte de África fue una forma efectiva de tener ventaja en esta lucha.
Todo ello nos lleva definitivamente a la causa general y suprema de la conquista de Ceuta como paso previo a un dominio africano: el comercio a través de África. Las plazas portuguesas en el norte de África fueron consideradas como un importante punto de partida para las mercancías que se transportaban en caravanas a través de las rutas del Sahara, sobre todo trigo y especias. Pero, por supuesto, la realidad resultó ser bastante diferente, ya que, en la práctica, acabaron por agotar gran parte de los limitados recursos económicos y humanos de Portugal. A pesar de ello, el ahínco de los lusitanos por mantener Ceuta, ya fuera bajo la dinastía Avis como la de los Habsburgo, es ciertamente indicadora del papel que esta ciudad jugó en el problema del Estrecho por su estratégica ubicación.
Por último, considerar la movilidad social como causa exponencialmente elevada de las conquistas africanas como dice Barletta, es ver, en cierta manera, el asunto desde un punto de vista un tanto simple. Es cierto que la expansión por África y Asia permitió exportar la población penitenciaria, que muchos portugueses ascendieran en rango y estatus social y que, al igual que pasó con América, África fuera un excelente campo para que la clase guerrera lusitana se ejercitara, como ya apuntara Joao Lucio de Azevedo en 1929. Pero esto también tuvo como parte negativa, como ha señalado Charles Boxer, la muerte de un porcentaje tremendamente alto de hombres y el despoblamiento de algunas zonas del reino.
En definitiva, y aunque a algunos les parezca nimio este asunto, Ceuta representó en el Mediterráneo occidental un papel importante en ese proceso histórico del desarrollo comercial de Europa. Fue el primer eslabón de una cadena de acontecimientos que desde el siglo XV hasta el XX configuró una introducción de Europa en África, de la misma manera que durante ocho siglos antes, había sido la civilización oriental, de cultura islámica, la que había hecho los mismo en dirección contraria. La frontera que establece el estrecho de Gibraltar es tan permeable que considerar solo el aspecto geográfico de la ubicación de Ceuta en otros Continente como argumento para poner en duda la soberanía española es un error. De la misma manera que los almorávides consideraron sus posesiones peninsulares englobadas en el mismo conjunto estatal, es perfectamente lícito que España tenga las mismas consideraciones, sobre todo en un punto de fricción como es el Estrecho. Esta ubicación y esta fricción es la que ha hecho que, a lo largo de la historia, su soberanía haya sido defendida por España y que se haga necesario el llamamiento a analizar su pasado. Por esta razón, el acontecimiento de su transferencia de ciudad oriental a occidental en el marco de un flujo continuos de influencias entre una y otra orilla, debe ser explicado prolijamente no solo a una gran parte de españoles que aún lo desconocen, sino también a todo el mundo occidental, dejando de un lado las concepciones ideológicas en aras de un planteamiento eminentemente científico.

ANTONIO CARMONA PORTILLO · Doctor en Historia

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Las fuentes documentales para la Historia de Ceuta https://elfarodeceuta.es/las-fuentes-documentales-para-la-historia-de-ceuta/ Tue, 07 Oct 2014 06:42:58 +0000 http://elfarodeceuta.es/las-fuentes-documentales-para-la-historia-de-ceuta/ Es muy posible que Ceuta sea una de las ciudades cuyas referencias documentales estén más repartidas por archivos nacionales e internacionales. La razón es obvia. Ha pasado por diversas etapas políticas y, además, ha tenido la consideración de plaza fuerte y presidio. Estos ingredientes hacen que podamos encontrar referencia a ella en archivos militares como […]

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Es muy posible que Ceuta sea una de las ciudades cuyas referencias documentales estén más repartidas por archivos nacionales e internacionales. La razón es obvia. Ha pasado por diversas etapas políticas y, además, ha tenido la consideración de plaza fuerte y presidio. Estos ingredientes hacen que podamos encontrar referencia a ella en archivos militares como el eclesiástico castrense y de órdenes religiosas que han pasado por ella y por Marruecos, como es el caso de los franciscanos. Asimismo su periodo portugués hace que las referencias en los archivos lusos, en especial en el archivo de la Torre da Tombo, sean muy amplias.
Pero eso no implica que no encontremos también otras fuentes documentales que entrarían en la nómina de las más cotidianas en la búsqueda de los investigadores. En ese campo se inscribiría la documentación existente en el Archivo de la Ciudad, en el Archivo Vicarial, y en los de las parroquias de especial valor histórica como son la de El Sagrario (Nuestra Señora de África) y la de Nuestra Señora de los Remedios. A ello se añadiría, sin duda, el Archivo Intermedio Militar de Ceuta.
Pero hay una documentación de gran valor para desentrañar muchos aspectos, en especial económicos, de Ceuta, del que no podemos disponer cómodamente los investigadores. Me refiero al archivo de Protocolos notariales.
Desde la edad moderna la burocracia española se ha interesado en la conservación de aquellos documentos de especial sensibilidad económica, con el fin de asentar todas las transacciones que se realizaban entre particulares o entre particulares con la administración. Tanto los escribanos de cabildo como aquellos otros que ejercían su labor de fedatarios en el ámbito privado, recogían en sus libros los documentos que los particulares firmaban. Entre ellos podemos citar como ejemplo de especial importancia económica la compra venta (ventas reales), los arrendamientos y las obligaciones o actuaciones crediticias. Pero no son de menor importancia los testamentos, codicilos, otorgamiento de poderes generales o especiales, las obligaciones alimenticias, fianzas, creación y cancelación de compañías, curadurías, dotes, embargos de bienes y un largo etcéteras de documentos muy interesantes, cuya sola declamación induce a la curiosidad.
Los protocolos son de índole privada, siendo el notario archivero de cada localidad el encargado de su custodia y el principal escoyo con el que nos encontramos a la hora de poder consultarla. Sin embargo, el elevado volumen de los libros que suelen componer esta documentación ha hecho que muchos colegios notariales hayan cedido los ejemplares de los escribanos más antiguos a las autoridades culturales, bien nacionales, regionales o locales. De esa amanera se soslaya el problema de su consulta, ya que en algunos casos se encuentran perfectamente catalogados y guardados en archivos de la red estatal.
Conozco los protocolos notariales de la provincia de Málaga, cuya documentación comienza en el siglo XVII y se extiende hasta donde la ley actual permite su estudio. Se ubica en el Archivo Provincial de Málaga, situado en el barrio de la Trinidad, junto al antiguo convento de la orden trinitaria, después de ocupar la Casa de la Cultura que fue derruida para dejar espacio libre al teatro romano sobre el cual se había construido. Su inventario fue obra del señor Cabrillana que, casi en solitario y con una paciente labor, ha hecho posible su consulta actual. Salvo por el deterioro que sufrieron algunos ejemplares a causa de una inundación, el resto está a la disposición de los investigadores del mundo entero.
En Ceuta no gozamos de tal suerte. Los libros de protocolos notariales se encuentran en Algeciras, como sede de la llamada Provincia Notarial que engloba a la referida población, a la de Tarifa y a la de Ceuta. Su ubicación en la ciudad del otro lado del Estrecho, no sería un obstáculo ni para los investigadores de Ceuta ni para los que no vivimos en esta ciudad. El problema reside en que están inventariados solo parcialmente y, lo que es peor, no están ubicados en ningún local que tenga las trazas de perennidad que es deseable para todo tipo de documentos. Hasta donde llega mi conocimiento ha pasado por diversos locales, siendo los dos últimos, el llamado “La Escuela”, donde se ubicaba la Fundación Municipal de Cultura y, en el lugar conocido como Varadero.
En el primero de los lugares señalados se procedió a su inventario, gracias a la colaboración del ayuntamiento algecireño y del notario archivero en ese año de 1989 don José Montoro y Pizarro. En ella intervinieron investigadores y archiveros como Carlos Gómez de Avellaneda, Antonio Torremocha, Juan Ignacio de Vicente Lara, Francisco Humane, Mario Ocaña, Angelina Melle, Javier Criado y Andrés Bolufer, entre otros. Algunos de ellos becados por el ayuntamiento de Algeciras.
He tenido la ocasión de consultar algunos documentos en dos momentos y en ambos he logrado la colaboración de sus custodios. En una ocasión la de la tristemente desaparecida Angelina Melle y en otra la de Manuel Tapia. Sin embargo, la última vez que quise consultar sus fondos no me fue posible, ya que por el momento su consulta requiere la previa cita con su responsable.
Algunos casos son curiosos, como la venta de barcos de pesca por los oficiales del ejército cuando eran destinados a otro lugar de España. Se trataba de barcas que habían utilizado para la pesca o el corso y que vendían cuando cambiaban de destino. Asimismo, de esta documentación se pueden extraer datos curiosos como las estructuras de las casas de Ceuta y el precio del metro cuadrado construido. Según los datos de protocolos notariales, las viviendas eran de uno o dos pisos, casi todas ellas tenían patio o corral, pozo u otro sistema de acopio de agua procedente de la lluvia. Eran edificios pequeños pues podían oscilar entre las 17 y 60 varas (entre 14 y 50 metros cuadrados según la conversión de la vara de Burgos). Por otro lado los libros del escribano  Antonio Agredano  nos ofrece datos del coste de arreglos de viviendas, algo muy corriente en nuestra ciudad. Por ejemplo la del canónigo Pinto supuso un desembolso de 3.575 reales. Algunas viviendas eran vendidas ante la imposibilidad de sus dueños de repararlas.
En ese caso el precio era bastante menor que el de la reparación hecha por el canónigo Pinto. Así el cabo de brigada Juan Segura vendió una casa situada en el revellín por un montante de 1.500 reales, aunque es cierto que el comprador adquirió de ella solo lo que quedaba: un balcón de hierro, una reja, un pozo y algunas vigas, paredes y tejas. Otras de las informaciones muy abundantes en los libros de los escribanos eran las patentes de corsos que se constituían como empresas mercantiles y de las que nos ha dejado un magnífico estudio el algecireño Mario Ocaña.
Como se ve se trata de información importante y además curiosa la que estos documentos pueden ofrecernos. Somos conscientes de los esfuerzos de las autoridades culturales de la ciudad por cambiar esta situación,  y aunque, como hemos dicho más arriba, se trata de documentación privada gestionada por la notaría archivera, los poderes públicos deben instar a delegar su custodia y a ofrecerla de forma más dinámica a los investigadores, no solo por el bien de la cultura, sino también por el de los propios legajos, cuya salvaguarda como patrimonio cultural es importante.

*Antonio Carmona Portillo es Doctor en Historia del IEC

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Razones sobre las causas de la conquista portuguesa de Ceuta https://elfarodeceuta.es/razones-sobre-las-causas-de-la-conquista-portuguesa-de-ceuta/ Sun, 16 Feb 2014 08:52:53 +0000 http://elfarodeceuta.es/razones-sobre-las-causas-de-la-conquista-portuguesa-de-ceuta/ Una de las cuestiones más debatidas por los historiadores españoles y portugueses es la de las causas por las que Juan I de Portugal decidió la conquista de Ceuta en 1415. Dejando a un lado los débiles argumentos que van desde el sentido de firmeza de la corona portuguesa tanto en su política interior como […]

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Una de las cuestiones más debatidas por los historiadores españoles y portugueses es la de las causas por las que Juan I de Portugal decidió la conquista de Ceuta en 1415. Dejando a un lado los débiles argumentos que van desde el sentido de firmeza de la corona portuguesa tanto en su política interior como exterior (especialmente ante Castilla), hasta los deseos bélicos de una nobleza desocupada tras el final de la reconquista, podemos reducir las versiones científicas de las razones de la conquista de Ceuta a tres. Una de ellas defiende la causa religiosa, la continuidad de la cruzada contra el infiel y todo lo relacionado con lo caballeresco de corte medieval; otra hace referencia a la defensa de las costas peninsulares de los estragos de la piratería y, finalmente, la tercera se basa en cuestiones económicas.
La primera está representada por Gomes Eanes de Zurara en su conocida obra Chronica del Rei D. Joam I de boa memória. Terceira parte em que se contam a Tomada de Ceuta (Lisboa, 1644). Considera su autor que la razón por la que los príncipes portugueses decidieron la conquista de esta ciudad fue la de llevar a cabo una celebración relumbrante por la victoria de Aljubarrota sobre las tropas castellanas. En vez de celebrar unas justas que magnificaran el acontecimiento, se decidió que una victoria así necesitaba de una celebración más gloriosa y en ella debían ser armados caballeros los infantes y algunos nobles. Y ¿qué gesta más honorable que la conquista de una ciudad musulmana? Esta versión sería ya refutada por Antonio Sergio en 1919, como después veremos.
La lucha contra la piratería encontró entre sus adeptos al cardenal Saraiva (1874), que unió a esa causa la necesidad de controlar el Estrecho y la ancestral enemistad con el Islam.
La interpretación economicista es la que ha adquirido en la historiografía portuguesa y española mayor auge. Desde los estudios de Luis Texeira de Sampaio (1984) hasta los que nos ofrece Jaime Cortesão, inciden en que esta conquista fue un prólogo de lo que después sería la expansión portuguesa hacía el continente africano. Porque, según Cortesão, Ceuta era la llave del Estrecho que abría la puerta de comunicación entre Oriente y Occidente, cabecera de una ruta comercial hacía la región del oro (Sudán) y centinela contra la piratería.
Las tres versiones son ciertas, pero también inexactas. Baso esta paradoja en que, aunque es cierto, según la crónica del propio Zurara, que los hijos del rey de Portugal fueron armados caballeros en Ceuta, este hecho no era lo suficientemente significativo como para aparejar toda una enorme flota y lanzarse a la aventura africana. No hay una correspondencia coherente entre los fines y los medios, lo que no implica que las razones de la nobleza medieval portuguesa no fueran tenidas en cuenta en esta empresa. Además el ya mencionado Antonio Sergio, nos indica, muy acertadamente, que quien propuso tal gesta para tal nombramiento de caballeros, fue el veedor de la Hacienda de Juan I, Joâo Afonso, hombre muy relacionado con el tráfico comercial ultramarino.
Por otro lado, Ceuta no era terminal de la ruta del oro, como afirma Cortesão, sino que el oro del Sudan del que se abastecieron los reinos musulmanes y cristianos y que todo el mundo trataba de controlar, llegaba a cualquiera de los puertos del Norte de África, y no solo al de Ceuta. Además esta ciudad no era la llave del Estrecho, o al menos no lo era en exclusiva, ni desempeñó un papel decisivo, aunque sí necesario, en la represión de la piratería. A pesar de todo, los argumentos de Saraiva y Cortesão son válidos, aunque, como decimos, insuficientes.
Hay que establecer, pues, nuevas rutas de investigación que tengan como base la multicausalidad. La Historia tiene como factor esencial de su epistemología la diversidad causal. Es lo que le da sustancia y lo que la hace difícil, a veces, de comprender. Las cosas no suceden por una sola causa. Eso no ocurre ni en la vida privada ni en la pública. Los acontecimientos obedecen a varias razones que unidas y, en algunas ocasiones, engarzadas unas con otras, nos dan una respuesta satisfactoria.
Desde nuestro punto de vista, para hallar la causa de la conquista de Ceuta por Portugal hay que atender a las diversas razones que propiciaron la expansión marítima de ese país.
A principios del siglo XV se dieron en Portugal una serie de circunstancias que hicieron concluir a la mayor parte de sus sectores sociales, que la solución a sus problemas era la expansión marítima. Esta interesaba a la nobleza, que veía así cumplidos sus sueños de gloria y honores lejos de su patria, así como su engrandecimiento personal. Es la causa que esgrime fundamentalmente Zurara.
Era satisfactoria también para los clérigos, que podrían expandir el cristianismo más allá de las fronteras de Europa y resarcirse de la dominación islámica que había durado más de cinco siglos en Portugal, como argumenta Saraiva. Para la Iglesia, la expansión marítima era una forma de servir a Dios.
La expansión marítima satisfacía también a la burguesía, y en especial a los banqueros judíos que podían hacer buenos negocios con la monarquía lusa. La burguesía mercantil, floreciente ya en un país que había abandonado las concepciones económicas de la Edad Media, saldría beneficiada con nuevas tierras con las que comerciar y de las que extraer sus productos. Finalmente favorecía a las clases menos pudientes de su población, para quien la expansión representaba una forma de emigración con la que mejorar su forma de vida, libre de la opresión nobiliaria.
Por consiguiente, casi todo el pueblo portugués estaba de acuerdo con esa expansión marítima y la veía con buenos ojos. Algunos factores económicos facilitaron esta visión del pueblo portugués. Así, por ejemplo, los pescadores se habían reconvertidos, desde hacía años, en marineros, dado el escaso valor de sus ganancias como pescadores. Además, los avances que el Renacimiento trajo en materia de navegación también fue otro factor favorable. Quizás, los únicos que se vieron perjudicados por la expansión marítima, fueron los labradores, pequeños o medianos propietarios, que vieron disminuir la mano de obra, y su consecuente encarecimiento, por la huida de los trabajadores hacia las nuevas tierras descubiertas.
Pero el proceso de expansión territorial de Portugal a través de los descubrimientos marítimos no fue uniforme ni continuado. Se llevó a cabo en varias etapas encadenadas unas a otras. En ese contexto se inserta la importancia de la conquista de Ceuta. Esta se debió al previo descubrimiento de las islas (Madeira, Azores, Canarias), que ilusionó a los partidarios de la expansión marítima. La conquista de Ceuta llevó a los portugueses a nuevos intentos de ocupación de tierras en el Norte de África, pero el fracaso en la toma de Tánger hizo que desviaran su atención hacia la costa atlántica del continente africano, estableciendo una factoría comercial en Arguim, que fue la base de expansión hacia el sur de África y el descubrimiento de la India, tras doblar Bartolomé Díaz el cabo de Buena Esperanza.
La decadencia del comercio asiático llevó a los portugueses a buscar nuevas tierras en América y, tras el tratado de Tordesillas con Castilla, se asentaron en Brasil. Este cambio de rumbo de la expansión portuguesas que, como la española, adquirió una dimensión atlántica, puede estar en el fondo de la dejación de soberanía de la monarquía lusa en el siglo XVII en tierras africanas. Solo la decadencia del comercio brasileño hizo que ya en el siglo XIX volvieran a una política de expansión centro africana, adquiriendo posesiones que han mantenido hasta hace pocos años.
Solo con estos argumentos se puede comprender como un pequeño país, aislado, como era Portugal, pudo construir un gran imperio entre los siglos XV y XVI. Ceuta fue, pues, un eslabón más de esa cadena de conquistas portuguesas, pero un eslabón esencial, al ser el primer paso de una gesta histórica por la que no podemos pasar en absoluto de puntillas.

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No fue flor de un día https://elfarodeceuta.es/no-fue-flor-de-un-dia/ Sun, 08 Sep 2013 07:17:00 +0000 http://elfarodeceuta.es/no-fue-flor-de-un-dia/ La aportación portuguesa a la Historia de Ceuta ha sido de las más fructíferas e importantes de cuantas esta ciudad ha recibido a lo largo del tiempo. En ese sentido el desconocimiento que sobre este evento histórico existe en nuestra sociedad, no solo en referencia a la ceutí, sino a la española en general, es […]

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La aportación portuguesa a la Historia de Ceuta ha sido de las más fructíferas e importantes de cuantas esta ciudad ha recibido a lo largo del tiempo. En ese sentido el desconocimiento que sobre este evento histórico existe en nuestra sociedad, no solo en referencia a la ceutí, sino a la española en general, es enorme. A muchas personas le he informado ya a lo largo de mi vida de esta circunstancia, y las muestras de sorpresa han sido la mayor parte de las veces realmente demostrativa de esa ignorancia.
Pero junto a este desconocimiento encontramos también otro más grave, si cabe, ya que referencia el escaso interés que este episodio causa en nuestros conciudadanos e incluso en nuestros historiadores.
Al desconocimiento de la Ceuta portuguesa se une el considerar su paso por esta etapa como de mera anécdota. Pero no fue así. Ceuta no fue una plaza más de las que tomaron en el norte de África los portugueses. En esta ciudad se hicieron fuerte, la conservaron, la dotaron de todo aquello que necesitaba para mantenerse libre de los ataques exteriores y crearon la simiente de lo que hoy es una ciudad culturalmente occidental-cristiana.
No es momento de destacar, en estas fechas de conmemoraciones, los agravios de la guerra. Porque si entramos en ese debate habría que considerar la gravedad de las mismas a lo largo de la historia, en el mundo entero y en su conjunto, y valorar en sentido peyorativo el concepto de civilización. En toda guerra hay muertes y a veces cuantificarlas es difícil cuando no imposible.
En el caso de la conquista de Ceuta por Portugal desconocemos el punto de partida, es decir, no hay ningún método demográfico que nos permita conocer cuál era la población meriní, salvo por lo que podemos calcular por la extensión de la ciudad. Menos posibilidad tenemos de conocer el número de aquellos que perecieron en la conquista portuguesa. Las noticias que nos ofrece Gomes Eanes de Zurara son insostenibles en lo que respecta a esa cuantificación, porque es una crónica que se aleja de la verdad científica (que persigue la historia), para destacar la magnificencia de los reyes, en este caso de Juan I de Portugal a quien va dirigida. Su ampuloso y largo título es bastante elocuente de lo que decimos: Tomada da mui nobre cidade de Cepta por el rey Dom Joam o primeiro do nome e dos reis de Portugal o deçimo, aos XXI dias do mes daguosto de mil quatroçentos e quinze annos.  Cuanto mas enemigos muertos, más gloriosa la batalla y ese concepto era el que sobresalía entre todos aquellos que querían adular a sus señores. Por otro lado, la obra de Zurara se fecha entre 1601 y 1700, años ya muy alejados de los hechos en sí.
Poblacionalmente solo sabemos lo que podemos conocer por las fuentes solventes, y estas nos indica que, tras su conquista y después de que las tropas portuguesas abandonaran la plaza, quedaron en ellas menos de dos mil hombres para defenderla.
Pero esos dos mil hombres se multiplicaron con el tiempo. No solo por la propia dinámica vegetativa de cualquier población, por muy estrecho que fuera el perímetro en la que se mueve, sino también por las aportaciones sucesivas de gente que, procedente de Portugal o del sur de España, llegaron a ella.
Es por tanto persistente la presencia portuguesa en nuestra ciudad. Los avatares políticos que la sacudieron, y que hicieron que con el tiempo pasara a ser propiedad de los reyes españoles, no impidieron la permanencia de un sustrato lusitano en ella hasta bien entrado el siglo XVIII.
Utilizando los datos que nos aporta Jorge Forjaz, en su estupenda obra “Familias portuguesas de Ceuta”, podemos hacer una reconstrucción de las mismas y su evolución en el tiempo. En el gráfico adjunto aparecen cuantificadas, de un modo aproximado, el número de familias de origen portugués existente en Ceuta desde finales del siglo XVI hasta finales del XVIII.
No hubo un retroceso de las familias de este origen cuando la ciudad pasó, como el resto del imperio portugués, a manos de Felipe II en 1581, por el contrario, como se ve en el gráfico aumentó su número.
Ese sustrato lusitano no impediría que en el siglo XVII, y en la fecha concreta y concluyente de 1640, sus ciudadanos prefirieran seguir siendo portugueses a las órdenes de Felipe IV. Pero, como también observamos en el gráfico, entre este año y 1668, en que se firmó la paz de Lisboa por la que Ceuta pasó definitivamente a ser parte de los reinos de los reyes españoles, el número de familias de origen portugués se mantuvo alto.
El rastreo de estas familias continúa, aunque en descenso, durante el siglo XVIII, lejana ya la fecha en la que Portugal era la señora de Ceuta, y es frecuente encontrar familias cuyos apellidos denotan esa procedencia. Encontramos miembros de la familia Alburquerque en la década de 1750, así como de Correa da Franca, Andrade, etc. En 1752 fallecería Isabel de Peñalosa, casada con Simao de Andrade da Franca. Y así un número considerable de familias de origen portugués residente en Ceuta en esta centuria.
Muchos de estos portugueses de origen continuaron ostentando cargos en la ciudad en el siglo XVIII. Así, sabemos que en 1743 cesaría como juez, almotacén y procurador general de la ciudad, don Joaquim Diogo Antonio de Mendoça Pacheco.
En este siglo son ya más frecuentes los matrimonios mixtos y así se constata el de Teresa Dorotea de Andrade con Jacinto Álvarez, natural de Alicante, o el de María Jacinta Correa da Franca con Francisco López Carrasco, de Vélez Málaga, por poner un par de ejemplos. La mayor parte de estos matrimonios se contraían entre mujeres ceutíes de familia originaria de Portugal con militares españoles.
No nos equivocaríamos si dijéramos que este mestizaje entre castellanos y portugueses constituyó el germen poblacional que haría de Ceuta una ciudad española, con el completo beneplácito de unos habitantes que se sentían tanto portugueses como ceutíes y, muchos de ellos, también españoles.
No olvidemos nuestro pasado y celebremos las efemérides sin la efervescencia visceral de los patrioteros lacrimógenos, pero con el orgullo de sentirnos parte de ese pasado que nadie nos puede arrebatar.

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Gibraltar y el derecho internacional https://elfarodeceuta.es/gibraltar-y-el-derecho-internacional/ Sun, 18 Aug 2013 06:36:38 +0000 http://elfarodeceuta.es/gibraltar-y-el-derecho-internacional/ De nuevo han surgido roces entre los gibraltareños y los pesqueros del Campo de Gibraltar a cuenta del vertido de bloques de hormigón a las aguas de la bahía de Algeciras, para hacer un espigón, y como continuación del continuo volcado de arena para ensanchar el territorio del Peñón. Los gibraltareños basan su derecho a […]

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De nuevo han surgido roces entre los gibraltareños y los pesqueros del Campo de Gibraltar a cuenta del vertido de bloques de hormigón a las aguas de la bahía de Algeciras, para hacer un espigón, y como continuación del continuo volcado de arena para ensanchar el territorio del Peñón. Los gibraltareños basan su derecho a la soberanía sobre Gibraltar en el tratado de Utrecht que textualmente dice: “El Rey Católico cede a la Corona de La Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar”. Aun conscientes de que en los inicios del siglo XVIII, el concepto de propiedad equivalía al de soberanía, porque eran los reyes los propietarios de sus territorios, el argumento del derecho a la soberanía carece en la actualidad de valor, puesto que ya no son los reyes los propietarios de sus reinos. No lo son ni Isabel II ni Juan Carlos I.
Si realmente se trata de la cesión de una propiedad de un rey a otro, el de España al de Gran Bretaña, esta no puede extenderse hoy día al del un estado, el Británico, cuando a partir del siglo XIX desapareció el concepto patrimonial de las monarquías.  Es decir, si Gibraltar fue cedido como propiedad al rey de Inglaterra, este debería haberlo devuelto al de España en los albores del siglo XIX, para que el monarca español, lo cediera, cuando se gestó el concepto de monarquía parlamentaria, al estado, y por consiguiente, al pueblo español, que es su verdadero dueño.
Asimismo, no se puede argumentar por un lado la validez de la propiedad y, sin embargo, por otro aseverar que las condiciones impuestas a estas propiedad están ya obsoletas. Así por ejemplo, no se puede argüir, con el derecho internacional del siglo XXI en la mano, que los gibraltareños tienen derecho a aguas territoriales, cuando en el siglo XVIII el tratado no las cedía. En estas aguas supuestamente territoriales, esquilman la pesca, contaminan y arruinan en la actualidad al artesano español de la mar. Si el tratado es válido en un concepto, tal como el de la soberanía, debe serlo también en otro, el de las aguas territoriales, aunque en la actualidad se reconozca ese derecho a todos los territorios.
Tampoco se puede admitir como válido en el contexto del derecho a las aguas territoriales, el hecho de que se rellenen estas con arena que, no solo modifican el equilibrio ecológico de la zona, sino que es un fraude, puesto que, a lo más que tendrían derecho los gibraltareños es al uso y disfrute de esas aguas territoriales, no a convertirlas en territorios. No creemos que su ignorancia llegue al extremo de considerar que el adjetivo de “territoriales” a las aguas que rodean al Peñón, sea equivalente al de ampliar la superficie terrestre de este.
Si se respeta el derecho de soberanía según los cánones del siglo XVIII (cesión de la propiedad) debería respetarse también absurdos cronológicos como el cierre de la verja en el contexto de la Unión Europea. Según  el tratado de Utrecht, España está obligada a mantener comunicación solo por mar con esa Colonia y no por tierra. Además, en la actualidad, debido a las especiales condiciones arancelarias de Gibraltar en el seno del Mercado Común Europeo, es preceptivo el control por parte de las autoridades españolas de su paso fronterizo.
De la misma manera si se exige el cumplimiento del respeto a la propiedad (totalmente caduco como decimos) también debería exigirse el respeto al artículo en el que se prohíbe la entrada en el Peñón, por razones de seguridad, de población judía y musulmana. Este precepto viola por completo las leyes sobre emigración que existen en la Unión Europea y, todos sabemos que los trabajadores del Campo de Gibraltar fueron sustituidos por marroquíes cuando Franco ordenó el cierre de la verja en los años cincuenta.
Todos estos anacronismos no son sino parte de un anacronismo mayor, que es la existencia en territorio europeo de una colonia, nada comparable a las posesiones españolas que tiene España en el Norte de África por el derecho de conquista, aceptado hasta mediados del siglo XX como adecuado para sostener la posesión de un territorio. Gibraltar ostenta y ha ostentado siempre la etiqueta de colonia, las posesiones españolas nunca lo fueron.
Tampoco pueden olvidar los gibraltareños que, según el tratado de Utrecht, en caso de que Gran Bretaña decida renunciar a “su derecho de soberanía” sobre el Peñón, este debe pasar a España y no a ningún otros país, ni tampoco puede ser posesión de sus propios habitantes, ni por cesión de Gran Bretaña ni mediante referéndum alguno. En caso de dejar de ser una colonia británica, Gibraltar se convertiría ipso facto en posesión española.
No se puede esgrimir el tratado de Utrecht solamente cuando sea beneficioso para los intereses de los gibraltareños.
Finalmente, hay que referirse al escaso acierto de la diplomacia española, que no ha acertado nunca con el verdadero camino para solventar ese problema enquistado. Entre esos errores, el último se produjo en los acuerdos de Córdoba de 2006, en los que a cambio de casi nada en la cuestión de Gibraltar, España aceptó, según la catedrática de Derecho Internacional, Araceli Mangas en su artículo en el diario El Mundo del pasado 18 de julio, condiciones casi leoninas como la entrega de forma gratuita de la compañía de aviación Iberia. Cualquier paso que se dé en el sentido de solucionar un problema de soberanía, uno de los pocos existentes en la actualidad en Europa, pasa por abandonar políticas aliancistas y hacer valer el derecho internacional en su cobertura actual.

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La dieta de los ceutíes https://elfarodeceuta.es/la-dieta-de-los-ceuties/ Sun, 07 Apr 2013 06:46:45 +0000 http://elfarodeceuta.es/la-dieta-de-los-ceuties/ Tanto los soldados como los presidiarios recibían en Ceuta en el siglo XVIII unas raciones que estaban estipuladas en los distintos reglamentos y leyes sobre la alimentación militar. Suponemos que esta misma dieta sería la que también consumiría la población civil. Eran de tres tipos: ración ordinaria, de Cuaresma y la destinada a los enfermos […]

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Tanto los soldados como los presidiarios recibían en Ceuta en el siglo XVIII unas raciones que estaban estipuladas en los distintos reglamentos y leyes sobre la alimentación militar. Suponemos que esta misma dieta sería la que también consumiría la población civil. Eran de tres tipos: ración ordinaria, de Cuaresma y la destinada a los enfermos del hospital. (ver cuadro 1)
Los cereales constituían el 60 por ciento del conjunto de las raciones, las grasas entre el 15 y el 20 por ciento, la carne el 10 y las legumbres del 5 al 8 por ciento. En cuanto a la capacidad calórica, las tres modalidades de raciones sobrepasaban lo que se puede considerar como necesaria para personas sometidas a un fuerte desgaste de energía (soldados y presidiarios), que son 2.500. La valoración calórica media de los tres tipos de raciones es superior a las 3.500 calorías.
Pero la composición de estas raciones no estaba completamente equilibrada de acuerdo con los valores normales (50% de hidratos de carbono, 35% de grasas y entre 10 y 12 de proteínas). Las proteínas eran insuficientes, pero no así los glúcidos y las grasas que aparecen descompensados, en el sentido de que los primeros predominan mientras que las segunda eran insuficientes.
Se echan de menos ingredientes como la verdura y las hortalizas, además de huevos y lácteos. No es que no se consumieran estos productos en Ceuta, sino que simplemente no constaba en los estadillos establecidos por las autoridades penitenciarias y militares. De cualquier forma el consumo de productos frescos era escaso y dependiente, en su mayor parte, de los comerciantes marroquíes o del sur peninsular, lo que daba lugar a continuas epidemias de escorbuto, que, aunque se describan con mayor profusión en los libros de defunciones del siglo XIX, también era moneda corriente en el siglo XVIII. La dieta alimenticia de los ceutíes dependía, en buena parte, de los cereales, de donde procedían más de la mitad de las proteínas, pero también de la carne de vaca, tanto salada como fresca. El tocino aseguraba el aporte de grasas y las harinas, ya fueran de trigo o de otro cereal, aportaban los necesarios hidratos de carbono.
Las raciones “teóricas” se adecuaban a una saludable alimentación, pero la realidad es que en pocas ocasiones coincidían las raciones suministradas con las presupuestadas. Una serie de operaciones basadas en los datos de que disponemos, nos permite acercarnos a esa realidad y la conclusión no puede ser más evidente.  En el cómputo final se observa que se suministraba 16 gramos menos, por persona, de harina, 11,99 menos de garbanzo, 166 de tocino; más de 630 cuartillos de vino eran escamoteados a los soldados y presidiarios. De todo ello puede extrapolarse que cada habitante disponía de alrededor de dos mil calorías diarias, en vez de las 3.904 que hemos anunciado que estaban presupuestada de media entre los tres tipos de raciones.
Es curioso observar cómo el trigo y el garbanzo, alimentos más comunes y de menor dificultad a la hora de conseguirlos, eran los que mantenían una mayor cercanía entre lo presupuestado y lo suministrado realmente. También se observa que los géneros que menos faltaban en las dietas de los ceutíes eran los que proporcionaban hidratos de carbono, en especial las féculas. Esto implicaba el deseo de “engordar” a los consumidores, aunque el desequilibrio de la dieta hiciera que su defensa frente a las enfermedades quedara diezmada por falta de vitaminas y grasas suficientes.  (ver cuadro 2)
En efecto, las proteínas presentaban una proporción adecuada a lo necesario para la vitalidad de los ceutíes, las grasas apenas llegaban al 10% de lo conveniente, pero en lo que respecta a los hidratos de carbono, superaban con crece lo que una persona requería. La pasta, el pan, patatas, eran alimentos más baratos y con ellos se hacía la composición básica alimenticia de los habitantes del Ceuta en el siglo XVIII, lo que provocaba, como en muchas ciudades europeas en el antiguo régimen demográfico, graves problemas de salud.
A pesar de todo no encontramos graves deficiencias alimenticias en la ciudad, salvo en los momentos en los que Ceuta estaba constreñida por el cerco de los enemigos, ya fuera los propios magrebíes, ya los ingleses o franceses en el común denominador de los enfrentamientos internacionales propios de la Europa del dieciocho. La alimentación tenía un duro competidor en la explicación de la alta mortalidad en otros factores más frecuentes, como la guerra o el contagio desde el exterior. No obstante el déficit alimentario se observa en crisis como la de 1681, año en el que Correa da Franca afirma que el trigo que se repartía en la ciudad estaba “tan corrupto, que convertido en pan crudo tenía las maseras como si fueran bañadas en Agua de Azafrán”. En 1695 doscientos soldados portugueses, perteneciente a los tercios que acudieron a la plaza para su defensa, fueron víctimas de intoxicación alimentaria como consecuencia de que el “bizcocho” que se le dio para comer estaba en mal estado, contaminado incluso con yeso al estar almacenado en la Iglesia de África dónde se estaban haciendo algunas reparaciones. La mala alimentación también contribuyó a la crisis de 1720, cuando la ciudad recibió tal contingente de soldados para levantar el cerco de Muley Ismail, que el abastecimiento era escaso y los alimentos de mala calidad, siendo necesario, en más de una ocasión, arrojarlos al mar para evitar un consumo imprudente y desesperado.
Terminamos con este artículo la serie dedicada a la alimentación de los ceutíes en el siglo XVIII. El objetivo no era otro que entretener al lector, pero se pueden también sacar conclusiones. Quizás la mas interesantes es que en Ceuta, a pesar de las condiciones en las que se supone que vivía su población, esta no pasaba más privaciones que las que pudieran sufrir cualquier otra ciudad española o europea en el siglo XVIII.

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Debates sobre la colonia de Ceuta https://elfarodeceuta.es/debates-sobre-la-colonia-de-ceuta/ Sun, 09 Sep 2012 07:00:15 +0000 http://elfarodeceuta.es/debates-sobre-la-colonia-de-ceuta/ Entre los años 1910-1912 se decretó el cese del presidio de Ceuta, que desde su conquista por los portugueses en 1415 había constituido su principal función, y también su principal dificultad de crecimiento. Durante los siglos XV al XVIII, e incluso parte del XIX, el presidio no había supuesto un problema ni para las autoridades […]

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Entre los años 1910-1912 se decretó el cese del presidio de Ceuta, que desde su conquista por los portugueses en 1415 había constituido su principal función, y también su principal dificultad de crecimiento. Durante los siglos XV al XVIII, e incluso parte del XIX, el presidio no había supuesto un problema ni para las autoridades de Ceuta ni para sus habitantes. Era una forma de vida que, heredada siglo tras siglo, se había convertido en normal e irrebatible. Los gobernadores enviados a Ceuta cumplían con su trabajo sin pensar en mejorar la situación de sus habitantes, sino solamente en cumplir con las órdenes recibidas y poder volver a la Península, a un puesto más importante y cómodo si era posible.
Pero conforme avanzaba el siglo XIX comenzaron a oírse voces que propugnaban otras funciones para la ciudad. Bien pudiera ser que se tratara de revertir el orden establecido por el paso del tiempo, bien con el fin de asegurar un futuro más prospero y seguro a sus habitantes. Lo cierto es que desde mediados del siglo XIX se suceden los memorándum, proyectos, súplicas y demandas de los agentes sociales españoles, para que Ceuta adquiriera otro modus vivendi.
Entre las instituciones que declararon la necesidad de un cambio en esta zona del territorio español, se encontraban La Unión Hispano-Marítima de Granada y La Sociedad Española de Africanista y Colonistas. Esta última, ante la pujanza del colonialismo europeo en África, abanderó la necesidad de la presencia española en esa carrera imperialista, y en especial en el territorio de Marruecos. Esto significaba un cambio en la política colonial, que culminaría, con posterioridad, con el establecimiento del Protectorado. En este contexto, los africanistas veían la necesidad de una modificación en el status de las plazas españolas, que debía comenzar con la supresión del presidio de Ceuta. El 21 de Junio de 1884 la Sociedad Española de Africanistas remitió a las Cortes un documento relativo a las relaciones hispano marroquíes. En su apartado 11 proclamaba la necesidad de “Trasladar a la Península los Presidios de Ceuta y de Melilla, dejándolos reducidos a la categoría de cárceles de partido”. No era solo esa sus prioridades. En este documento propone también medidas económicas que permitieran el desarrollo de la deprimida zona del Riff que tanto afectaba a las plazas españolas. Entre otras, la necesidad de una mejora en las comunicaciones entre España y Marruecos, tanto por mar como por medio del telégrafo, la unión de las principales ciudades marroquíes del Norte del imperio, como Tetuán y Tánger, con Ceuta y, sobre todo, una de las reivindicaciones más frecuentes de la diplomacia española: la creación de una aduana en la frontera de Ceuta (reivindicación que aún no ha sido atendida) y el cumplimiento del artículo Iº del tratado de 31 de Julio de 1866, según el cual habría de establecer el sultán una aduana en Melilla, cumplimiento que finalmente se ejecutó.
Pero lejos de atender estas demandas, los gobiernos de Madrid insistían en la utilización de esta ciudad y su entorno como presidio aunque modificando el formato penal hacía una prisión más suave y humana, idea que, de alguna manera, había venido a convertirse en el paradigma de los adelantos en esta materia, en unas fechas en las que los liberales propugnaban nuevos avances en este campo. Así, el 4 de diciembre de 1889, al final del periodo largo de gobierno liberal de Sagasta (1885-1890), la junta de prisiones nombró una ponencia, formada por los señores Pacheco, Aranguren y Figuerola, para informar sobre un proyecto del ministro de Gracia y Justicia, José Canalejas Méndez, convirtiendo en colonia penitenciaria-agraria el presidio de Ceuta, donde se implantaría el método de corrección progresiva. Se situaría en el campo exterior, es decir, entre las murallas de la ciudad y los fuertes de Sierra Bullones. Para estudiar el asunto sobre el terreno llegó a Ceuta en noviembre de 1888, el subsecretario de Gracia y Justicia, señor Calvetón. En este lugar se crearía un espacio en el que los presidiarios se sintieran libres y pudieran cultivar los campos y llevar a cabo algún trabajo útil para la sociedad y para ellos mismos. Esta idea no solo no eliminaría el estigma de presidio en Ceuta, ya que la colonia se ubicaría en tierras de la ciudad, entregadas por Marruecos tras el acuerdo de 1859, sino que también provocaría serios contratiempos con los fronterizos.
Lejos de aliviar a Ceuta de la carga del presidio, el proyecto del señor Canaleja incluía el llevar a Ceuta unos 3.000 penados de las demás penitenciarías españoles, más o menos la mitad de los presos españoles, queriendo evitar con ello el espectáculo de la miseria en la que vivían en la mayor parte de los presidios peninsulares de escasa capacidad. El presupuesto para dicho traslado rondaba unas 200.000 pesetas, mientras que la formación de la colonia penitenciaria de Ceuta sería presupuestada en 250.000 pesetas.
La idea respondía a las nuevas concepciones penales y a los modelos de reinserción que aparecen a finales del XIX. Así Concepción Arenal, en su tratado sobre el sistema penitenciario llegó a afirmar en 1893 lo siguiente:
«Desconociendo absolutamente los medios de modificar y corregir a los criminales, se ha buscado la fuerza bruta para contenerlos remedando cuanto se ha podido el régimen militar. El presidio se llama cuartel, los presidiarios fuerza, hay cabos y escuadras, ayudantes y mayores, y comandantes y plana mayor; es muy común elegir militares para empleados, todo precisamente al revés de lo que debía suceder. Un establecimiento penal debe ser una casa de educación, de educación lenta y difícil, que necesita conocimientos que los militares no tienen, y paciencia y calma que no suelen tener.»
Así pues, se propugnaba un sistema penitenciario más “amable” que permitiera la reinserción de los presos, y, qué mejor que una “Colonia penitenciaria” en los presidios africanos, y en concreto en Ceuta.
El proyecto se convirtió en un Real Decreto, el 23 de diciembre de 1889. En esa colonia penitenciaria se autorizaría a los penados, que estuvieran en el tercer periodo de su condena, el trabajo libre en la ciudad, en las obras o el campo contiguo durante determinadas horas del día, debiendo pernoctar en el edificio penitenciario. Además, aquellos que estuvieran ya en el cuarto periodo de su condena, podrían dedicarse al trabajo que prefirieran y pernoctar en el lugar que eligiesen, fuera del establecimiento penitenciario, a donde solo tendrían que acudir cada quince días para pasar revista, o bien en el momento que se le exigiera su presencia. Como se aprecia hay un cambio profundo en el concepto penitenciario, pero no aliviaba a Ceuta de la presencia de los presidiarios.
Este decreto se discutió en las Cortes durante el debate de presupuestos del Ministerio de Estado. La alternativa al presidio de Ceuta y a su colonia penitenciaria, la señaló el diputado García Alix para quien sólo el comercio podría sustituir, como medio de subsistencia, al degradado y denostado presidio, y no una colonia penitenciaria que a fin y al cabo era una continuación del presidio. Una colonización con presidiarios sería nefasta según este diputado. Pero, para que Ceuta adquiriera la función comercial se hacía necesaria la construcción de un puerto y la oposición reclamaba una partida presupuestaria para ello. Así pues, puerto y desaparición del presidio serían los dos puntos clave para el desarrollo de Ceuta a finales del siglo XIX.
El diputado liberal, del partido de Sagasta, y, por consiguiente progubernamental en estas fechas, Vázquez-Amor, estaba de acuerdo con García Alix en lo que hacía referencia a la escasa calidad de los presidiarios como colonialistas, pero aseguraba que era el gobierno el que debería tomar las disposiciones necesarias para “transformar la población actual (1890) de Ceuta y aun la población de sus contornos”.
En su contrarréplica el diputado García Alix fue contundente al afirmar: “Yo lo que digo es que se saque de Ceuta la población penal y se lleve a otros presidios, porque, como S.S. comprenderá, lo mismo cuesta mantenerlos en el presidio de Ceuta que en el de Tarragona, pues este servicio se hace por contrata”. A continuación vuelve a reiterar la necesidad de convertir a Ceuta en el puerto comercial de Marruecos, rebatiendo la idea del gobierno de que en Marruecos no había comerciantes.
El asunto fue tratado también en la prensa de la época, especialmente por la conservadora, poco partidaria de cambios en la política penitenciaria. El diario La Dinastía criticaba la idea de la colonia penitenciaria, pero lo hacía desde otro punto de vista, el de que el Real Decreto de su constitución en Ceuta vulneraba la ley. Su redactor, Pedro Armengol y Cornet, consideraba que ya en esta ciudad se quebrantaba la ley, aun antes de constituirse la colonia penitenciaria, al permitirse que los condenados a cadena perpetua y temporal, anduviesen en libertad por la ciudad y pudieran trabajar en los diversos oficios que practicaban y en beneficio propio, ya fuera el de barbero, cocinero, albañil, etc. Con ello se vulneraba el artículo 110 de la ley de 17 de junio de 1870, que establecía que “los condenados a cadena perpetua o temporal estarán sujetos a trabajos forzosos en beneficio del estado, dentro del recinto del establecimiento”. Este artículo volvía a ser vulnerado si se consolidaba la idea de la creación de una colonia penitenciaria en el campo exterior. Se daría el caso, según el citado articulista, de que aquellos condenados por delitos más graves, que eran los que iban a Ceuta, tendrían mejor trato que los que habían cometido crímenes menos horribles y purgaban una condena menos severa.
Otros diarios como La Unión Católica, iban aún más lejos, al considerar que cualquier viso de reforma penitenciaria en España estaba condenada al fracaso, ya que en la dirección general del ramo solo se empleaban a los “paniaguados” de turno, gente que no entendía en absoluto del tema y que su único mérito era pertenecer al partido en el poder (algo que nos suena mucho sorprendentemente).
La colonia penitenciaria de Ceuta se pondría, pues, en marcha y ni los gobiernos conservadores y liberales que sucedieron a Sagasta y Cánovas, hicieron nada por evitarlo. Hasta que finalmente sería extinguida en 1911, siendo Fernando Cadalso el encargado de liquidar el presidio de Ceuta y trasladar a los pocos presos que aún quedaban en esa fecha a otros presidios peninsulares.

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