Artículos escritos por Ana Isabel Espinosa en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/ana-isabel-espinosa/ Diario digital Sat, 16 Nov 2024 07:37:52 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7 https://elfarodeceuta.es/wp-content/uploads/2018/09/cropped-El-faro-de-Ceuta-32x32.jpg Artículos escritos por Ana Isabel Espinosa en El Faro de Ceuta https://elfarodeceuta.es/autor/ana-isabel-espinosa/ 32 32 El cuarto de Pombo https://elfarodeceuta.es/cuarto-pombo/ https://elfarodeceuta.es/cuarto-pombo/#respond Sat, 16 Nov 2024 03:15:32 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1125069 No puedo dejar de pensar en la soledad de las horas, plegándose unas contra otras para no parir nada. Miseria de vida la que se ve discurrir al lado de una ventana que no es sino segundero de minutos y mudos suspiros. Pombo tenía una habitación que fotografió un conocido de Facebook donde cama, cuadros […]

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No puedo dejar de pensar en la soledad de las horas, plegándose unas contra otras para no parir nada. Miseria de vida la que se ve discurrir al lado de una ventana que no es sino segundero de minutos y mudos suspiros.
Pombo tenía una habitación que fotografió un conocido de Facebook donde cama, cuadros y libros se amontonaban como las horas y los segundos. No puedo quitármela de la cabeza. Sin haber estado en ella, puedo olerla, sentirla crujir y hasta saber cómo piensan los libros y los cuadros de ese ser que los cobija a todos, dándoles existencia.
Me reviene a la soledad que finge estar acompañada, que espera tras las cortinas y los vapores del sueño para renacer exultante y vertiginosa a altas horas de la madrugada. La soledad me parece terrorífica cuando antes tanto la deseaba porque la creía libre y entusiasta, creadora y prolífica.
En la Dana han muerto mayores de 70 en su mayoría, no sabemos si abandonados a la maldición de malvivir solos, aun con familia. Es la moral actual, el móvil, las relaciones fingidas y esporádicas y un entablado familiar donde sobran los ancianos.
Nuestros mayores, tan venerados en otras civilizaciones, en la nuestra actual no son sino quemadero de fondos y pensiones, en residencias que agotan la poca vida que les queda. Supongo que los que sobrevivimos a nuestros padres residentes en geriátricos, sacando bilis de aquella visión fantasmagórica de lo que debería ser una vejez cuidada, nos ponemos las pilas porque el gato escaldado del agua fría huye. Supongo que por eso nacen tantas propuestas de nuevos modelos de acompañamiento y convivencia. También los propios mayores han cambiado, ya no es extraño ver a gente de ochenta acicalándose, usando Tinder o excursionando , no en inmersos y memeces, sino en hoteles buenos de varias estrellas.
Los nuevos viejos queremos marcha, porque nos la merecemos. También se la merecían ellos, los que nos precedieron, pero como en las catástrofes, nos cogió desprevenidos y no estuvimos a la altura. No sabíamos qué hacer, ni cómo establecer que era bueno y malo, escogiendo lo que nos pareció más acorde con las circunstancias.
Mi padre murió en su casa, tal y como él había querido. Eso reduce el dolor, la pena y facilita un cierre, porque había disfrutado de una existencia larga y al ritmo que quiso. Pero mi madre, rivalizó con el Alzheimer y perdió la batalla bastante antes de fallecer, entre años de dependencias extremas. Tuvimos que internarla-casi veinte años antes- porque pensamos que era lo mejor para ella, por los cuidados que nos aseguraban a cambio de mucho dinero. No se imaginan el duelo que conlleva de frustración y penitencia tal decisión obligada.
Quien no lo haya vivido, no lo entenderá, ni siquiera los que están trabajando en los centros , a los que no critico porque hacen lo que pueden en un sistema que no está hecho ni para curar, ni para mejorar, ni para hilar esperanza. Las residencias, como las guarderías, son aparcaderos de almas, solo que a estos pobres se los aparca para siempre. La habitación de Pombo me ha traído un viaje chungo porque sé adónde se dirige. La soledad, el final del camino y el vaivén de las horas es lo que me regala, nada más. No hay nada que pueda atajar esta oscuridad. Ni un día soleado, ni el mar, ni el graznido fiero de las gaviotas, locas por galopar el Levante.
La vida se consume como una gominola en tres bocados y ni los cuadros, ni los libros, ni las fotografías hacen otra cosa que acumular epiteliales volátiles de nosotros mismos.

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Y volver https://elfarodeceuta.es/y-volver/ https://elfarodeceuta.es/y-volver/#respond Sat, 09 Nov 2024 03:20:16 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1122018 Trump ha vuelto a las tramas del poder como las tortillas, horneado y con amigos importados. Demuestra que todo se puede lograr si trenzas lo suficiente los hilos del destino. Estoy segura que nos dará momentos gloriosos para aquellos que disfrutamos con lo estrambótico y truculento, porque estamos huérfanos de valores, en un mundo sin […]

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Trump ha vuelto a las tramas del poder como las tortillas, horneado y con amigos importados. Demuestra que todo se puede lograr si trenzas lo suficiente los hilos del destino.

Estoy segura que nos dará momentos gloriosos para aquellos que disfrutamos con lo estrambótico y truculento, porque estamos huérfanos de valores, en un mundo sin héroes como los de antes,  mártires esforzados del día a día.

Lo que nos sobran-eso sí- son bocazas de profesión, haters de cuchillo gordo y avinagrado que clavar en cualquier espalda virtual. Los visionarios de lo ajeno abundan en la inmundicia de desprestigiar, criticar a destajo y copiar. En eso último, hay especialistas en hacer carrera del mérito ajeno. Puedes ver, una y otra vez, los mismos consejos, las mismas recetas, los mismos rituales de maquillaje y hasta los mismos tutoriales de labores.

Todo parece plagiado y duplicado al mucho por cierto, como Trump que sigue con los mismos gestos, el mismo flequillo de Tintin y la misma irrealidad flotando en torno suyo.

Supongo que adolezco de vida porque antes todo me divertía y hasta Arguiñano me deleitaba con sus chistes sin gracia. Ahora en cambio, lo veo de cuerpo acartonado a la puerta del Ldl regalándome tristeza pronavideña, que no hay nada como pasar Tosantos para joderme el poco buen humor que me queda con los preparativos para la siguiente fiesta.

Trump nunca fue santo de mi devoción.  Demasiado grande,  rubio y caucásico como un Ken preñado por el muñeco Michelín. Nunca supe valorarlo como dirigente,  pero como ocurrente no había otro igual porque sacaba estropicio de la chistera a poco que le tocasen las palmas.

Esta civilización nuestra basada en que la gloria está en lo que eres y no en cómo eres, en qué es más importante cuánto tienes y cuánto puedes llegar a engañar, pare monstruos políticos que nos engullen las ganas. Nos hemos macerado los sentimientos,  plegado el alma como platillo del air fryer, para volvernos codiciosos y estúpidos, dignos de ser gobernados por farsantes,  porque nos parece más importante el grabarlo que el vivirlo o el fotografiarlo que el sentirlo. El amor siempre será real, como la lealtad, la honradez y las buenas personas, pero solo alcanzamos a ver a los que presumen de poder o riqueza cuando la posteridad sólo acopia colección de calaveras y huesos.

Las estaciones pasan en el mostrador de un bazar de chinos con gente apilando objetos en estanterías, que consumimos y reciclamos en otra nueva estantería al instante siguiente. Nuestra vida se desangra en pixeles, en recuerdos fingidos sonriendo ante una cámara que nos mira con un ojo vacío, reflejándose en cada uno de nuestros “seguidores”.

Trump ha vuelto sin la frente marchita, ni las nieves del tiempo plateando su sien. Ha vuelto sin contrición, ni propósito de enmienda, para quedarse porque lo han elegido para un segundo mandato como en su momento los alemanes eligieron a alguien que supo trenzar- con concertinas- los hilos del destino para hacerse con el poder volviendo y volviendo hasta que estuvo a punto de cargarse medio mundo. Volvió el austriaco porque lo dejaron, vuelve Trump porque puede. Miramos y fotografiamos. Quizás ya estemos muertos sin saberlo.

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Mucha cara dura https://elfarodeceuta.es/mucha-cara-dura/ https://elfarodeceuta.es/mucha-cara-dura/#comments Sat, 26 Oct 2024 02:25:49 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1115930 Un okupa pide 5.000 euros a un propietario por presuntos arreglos en la casa que accedió tras derribar a patadas la puerta de la entrada. No presenta pruebas de las mejoras, pero sí tiene la cara dura de no irse cuando le reclaman lo que ha hecho. Esto es así en muchos casos, porque ni […]

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Un okupa pide 5.000 euros a un propietario por presuntos arreglos en la casa que accedió tras derribar a patadas la puerta de la entrada. No presenta pruebas de las mejoras, pero sí tiene la cara dura de no irse cuando le reclaman lo que ha hecho. Esto es así en muchos casos, porque ni la Ley, ni la Justicia, apoyan a los legítimos propietarios. Es más, parece que tener una segunda vivienda es considerado por algunos como una especie de fascismo retrógrado. Estarán conmigo en que la vivienda es un Derecho, pero también una obligación en la que hay que pagar por casi todo. No me extraña que haya personas que quieran encontrar vivienda de alquiler y no lo consigan, porque los propietarios prefieren dejarlas cerradas a cal y canto con seguridad a tope, antes que jugársela a que no paguen y se encastren por meses -o años- en la vivienda.

La vulnerabilidad es una guillotina que pende sobre la propiedad, porque si el inquilino -que no te paga pese a tener contrato- le cambian las circunstancias, siempre puede alegarla y vivir más tiempo gratis. Es un laberinto jurídico y social que algunas organizaciones enseñan a presuntos ocupas para tener todos los puntos a su favor. En cambio, el que alquila se ve abocado a lo privado e incluso a contratar empresas de desocupación si quiere recuperar lo que siempre fue suyo. Tengo datos certeros de inquilinos que piden dinero para dejar libre la vivienda, como el ocupa de los 5000, porque al parecer es precio fijo. Dado lo que cuesta un desahucio y el tiempo que tarda un Juzgado en cumplir la ley, no es raro que los propietarios tomen la decisión de negociar, dado el coste que les conllevaría el camino legítimo. No sé si pensarán que es una canallada esto de romper, patear o echarle cara a esta situación, que no hablo de gente trabajadora que les vienen mal dadas las cartas, sino de morralla chancletera que hacen de esto su oficio de vida y te lo sueltan en toda la jeta. Es un tema borrascoso, porque hay gente que solo ve familias cuando son en muchos casos tramas organizadas y delincuencia. Habría que separar, y para eso se necesitan medios sociales que ayuden a quien tiene necesidad de ello, descartando los que no pasan por el control de asuntos sociales, porque esos sí que no son de buena cepa. Hay que hilar fino también con la presión social, con la ayuda desinteresada porque no todos son iguales, ni todos los propietarios bancos o grandes tenedores. En muchos casos, los propietarios son gente jubilada que hace con su segunda casa un avío a su precaria situación. No deberían soportar que alguien no pague nada y encima se declare insolvente. No puedo entender los que dicen que aún tiene la propiedad, que la venda, sin darse cuenta que el parquin de viviendas en alquiler cada vez es menor porque se tiene miedo de perder por un ocupa descarado, con tiempo e información sobrada.

Como dato anecdótico les diré que en una ocupación tras un contrato legal en la que la inquilina pidió al dueño por irse 5.000 euros, esta misma señora había protagonizado otros dos desahucios anteriores en las mismas –exactas-circunstancias. O sea que, si investigáramos un poco, veríamos que hay gente que vive a costa de los demás con mucha cara dura y -sobre todo- porque el sistema les permite pelotear para salirse con la suya.

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Qué maravilla https://elfarodeceuta.es/maravilla-sevilla/ Sat, 19 Oct 2024 02:20:44 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1112957 Sevilla quita todo el sentido cuando los nubarrones acechan y el río se platea. Toda gris, enfurruñada como una niña con pataleta, te parte en dos el alma por poco que se lo proponga. Pero Sevilla tiene recovecos más allá de las Mil, que ni con escolta -ni sin ella- , van a cambiar por […]

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Sevilla quita todo el sentido cuando los nubarrones acechan y el río se platea. Toda gris, enfurruñada como una niña con pataleta, te parte en dos el alma por poco que se lo proponga. Pero Sevilla tiene recovecos más allá de las Mil, que ni con escolta -ni sin ella- , van a cambiar por más años que vivan lo políticos que quieren conseguir erradicar lo que siglos de marginalidad y prejuicios no han podido.
Sevilla es maremágnum de propios, extraños, guiris y estudiantes que se amalgaman por todas partes para estallar en puntos conflictivos como la zona del Campus de Reina Mercedes, donde los coches aparcan sin Dios- ni locales- que les guarden. Son los gorrillas allí ministros en su pulpito de oro, porque como el Hospital Duques del Infantado es bocadera de solicitantes de salud, no les queda a los malaventurados otra que aparcar en doble y triple fila. Ganan bolsillo de metal hinchado por los pespuntes, los gorrillas que -muy listos ellos –van uniformados de azul y gris al modo celador para confundir al personal circulatorio, mientras hacen su agosto en cualquier fecha, moviendo coches sin frenos -ni marcha metida- a modo de quita y pon de donde uno sale , otro entra. Como ya les digo, hay ausencia de policía o coche patrulla que lo valga y así, día tras día, se posicionan desde primeras horas de la mañana haciendo su beneficio a costa de provocar accidentes.
El aparcamiento es el mal de nuestra era en la que por muy virtuales que compremos, la salud aún nos impone que les presentemos el cuerpo. Es por ello que una entrada a un hospital tan demandado como el de Duques del Infantado, necesitaría otra cosa más que bullicio y gorrillas que pelean por plaza fija, pues saben que el sueldo por día trabajado ahí les beneficia mucho más que en cualquier otro aparcadero de Sevilla.
Me dirán que cómo se consiente esto y de verdad qué no lo sé. No es mi zona de confort, sino mi zona de paso, bastante accidentada y peligrosa. Si no fuera porque Sor Gregoria de Santa Teresa preside la nomenclatura que da acceso al hospital con doblete de santidad, no sabemos qué clase de desgracias podrían pasar cada jornada. Y es que esto de aparcar se está convirtiéndose en artículo de lujo, al modo de ese bolso tan feo que los papuchis regalan a sus esposas cuando les hacen alguna faena.
Cádiz está totalmente tarifado a cachos y no hay como pararte un segundo en cualquier sitio para que llegue el guarda de los taxímetros quedándose con tu tarjeta de crédito. En Sor Gregoria no es ese el problema. Allí aparca el que primero llega, porque hay dos zonas bien delimitadas y libres, una a cada lado de las dos vías de acceso. El problema es el que llega tarde y aparca en doble fila, produciendo un estrechamiento de la libre circulación y el caos más aparatoso. Me dirán algunos que es para el bienestar de los enfermos, pero no. Ahí solo ganan los gorrillas, mientras sufrimos todos los demás…los que no encuentran donde aparcar; El que no llega a la cita; Los que no podemos circular, porque no nos dejan paso casi. Y los imbéciles que no saben que los transportes públicos existen para el bien de todos. No tenemos que ir con el coche a un sitio donde no se puede aparcar. No se puede aparcar en segunda fila. Pero mientras no haya control seguirá pasando, porque es tan endémico y tan bestial como que no se pueda entrar en las Mil viviendas. Ni siquiera los operarios de limpieza para hacer su trabajo, que ya tiene delito.

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Cosecha del Sesenta https://elfarodeceuta.es/cosecha-sesenta/ Sat, 12 Oct 2024 02:10:52 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1109875 No sé si se acuerdan de Franco, pero le vimos la escapada. No el fulgor, sino la escapada final. Quizás por eso, las añadas anteriores siempre nos han mirado con algo de envidia y resentimiento. Los que nacimos en los sesenta somos de otra casta, más bien hechos a groso modo, por culpa de Fraga […]

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No sé si se acuerdan de Franco, pero le vimos la escapada. No el fulgor, sino la escapada final. Quizás por eso, las añadas anteriores siempre nos han mirado con algo de envidia y resentimiento. Los que nacimos en los sesenta somos de otra casta, más bien hechos a groso modo, por culpa de Fraga que originó los fuegos falsos del turismo, cayéndonos como una ola sobre nuestras conciencias , la modernidad más mercantilista. Lo anterior conjugado con las ganas patrias, hicieron que se gestara a una generación que se llamó del “Baby boom” que ahora empieza a jubilarse y comparte dolencias tomando un café mensual.
No fuimos mucho de drogas, ni de sexo. Tampoco de paz y amor. Hippies, ni de coña. Las de mi entorno, como mucho, de flores a María y embarazos sorpresivos que el placer no lo es si no lo llevas bien agendado. Hemos sido niñas buenas, atemorizadas, obedientes y maceradas al fuego que les impusieron a nuestros padres que solo parecían servir para trabajar y llevar a sus hijos a un futuro mejor que el suyo.
Ahora, ya ven, cuando muchos somos abuelos que transitan universidades por vicio cognitivo y gimnasios por obligación médica, no sabemos qué futuro tendrán nuestros hijos, pero sí nos tememos que no será tan bueno como el nuestro. Aun así, con restricciones limitativas, con faldas cortas alargadas, sin sexo que se pudiera compartir para nada, con desinformación y bibliotecas públicas que olían a naftalina, hemos sobrevivido para asombrarnos por todo, criticar todo lo que se menee y envidiar lo que ya no nos coge de paso.
La era digital, el sexo libre y sin culpa, la comida veggie, la transición de canas, la depilación integral, y otras tantas virtudes del nuevo siglo ya no son nuestra seña de identidad, sino los tigretones con azúcar macerada a borbotones, las tardes de tertulias infinitas en casa de la abuela, los pañitos de croché en mesas de caoba, la compresa improvisada, las siestas sin fin, el apretón que te dejaba extasiada en los brazos de tu noviete y ese uniforme en forma de pichi escocedor de voluntades que solo quedaba bien cuando dabas el estirón de golpe.
Nos hicimos mujeres sin darnos cuenta por más que nos dijeran de todo al modo brutal y lascivo de esos piropeadores que ahora serían considerados casi delincuentes.
Nos hacían de menos y tuvimos que hacernos de más a fuerza de trabajo y estudios, de levantar cabeza y rechinar dientes, que no hay nada como querer, para llegar bien lejos.
Tuvimos suerte de comer comida de verdad, de mantener matrimonios eternos, de conocer a gente de los que lo sabíamos todo, familia auténtica y polvorones que no hacían michelín, sino que bendecían las manos que los habían horneado.
Han muerto nuestros padres y se han ido nuestros hijos. Ya no usamos la talla cuarenta (más quisiéramos) La máquina de coser de nuestra madre ha pasado como muchas otras cosas a mejor vida o a dormir en el cuarto trasero de un anticuario. El fanta se ha tergiversado. La Barbie sigue siendo famosa, porque la Nancy de nuestra infancia estaba regordeta y muy tiesa. Del teléfono ya ni os cuento, que nos comunicábamos casi por telepatía y buenas maneras. Improvisando, imaginando e intuyendo que eso se nos daba de miedo. Reconocer miradas, planificar desastres emotivos, enfadarnos sin molestarnos y no chillar, ni portarnos mal, aun cuando nos atacaba una regla que nunca se llamó periodo y que era como un estigma pero sin santidad aparejada.
Ahora que caminamos a paso seguro a la madurez definitiva, la que te sienta en el sillón de casa para regocijo de tus nalgas, el amor ya no es lo que era porque las articulaciones conocen el nombre propio de cada borrasca y escribimos a golpe de recuerdos en el tuétano de nuestros huesos.
No somos más que esa sonrisa en sepia que no se nos borra por mucho que cumplamos años y por mucho que las grasas polinsaturadas nos pongan coto de caducidad con fecha impresa en el firmamento.

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Padres tarados https://elfarodeceuta.es/padres-tarados/ Sat, 05 Oct 2024 02:15:36 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1106611 Hay gente que vive la vida dándoles alas a sus hijos. Eso sí, no se las dan para ayudarlos a estudiar, ni para que les vaya bien en el futuro, sino para que se diviertan y “lo gocen” lo que no pudieron ellos. Estudiar está muy sobrevalorado, a excepción del día de la graduación con […]

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Hay gente que vive la vida dándoles alas a sus hijos. Eso sí, no se las dan para ayudarlos a estudiar, ni para que les vaya bien en el futuro, sino para que se diviertan y “lo gocen” lo que no pudieron ellos. Estudiar está muy sobrevalorado, a excepción del día de la graduación con toda la familia -que no has visto nunca implicarse en nada que tuviera relación con la educación- dando la nota con sus mejores galas, agolpados y haciendo piña en torno al homenajeado.
Tengo tanta experiencia en estos temas, por las veces que he repetido el mismo protocolo educativo, que bien podrían darme un master. Se me revienen imágenes de profes por decenas, algunos ya en otro paraíso mejor donde no hay niños maleducados, ni padres a los que contener como tsunami radiactivo. Vuelven a mi cabeza fiestas de fin de curso y wasap grupal de madres (curiosamente casi siempre lo son) jalándose en tono virtual de los pelos por esta tela del disfraz o este regalo a la profe. No sabéis la paz mental que me invadió el día que una idiota decidió- entrando ya los niños en bachiller- que era hora de soltarles la correa, clausurando el grupo. Adiós a escuchar tonterías varias, a cualquier hora del día.
Tener un hijo no te hace nada… ni sabio, ni poeta, ni obstetra. Nada. Eres exactamente igual que el día anterior a su nacimiento. A algunos nos da por responsabilizarnos y a otros por creerse que sus gónadas se han externalizado en esa bola de carne con ojos que lo mira con bobez infinita. Los niños lo son… bobitos. Si lo pensáramos bien, ni los tendríamos. Pero nos enamoramos, coiteamos y un buen día nos apareció en una manta con el logotipo de la seguridad social, partiéndonos en dos el alma.
Algunos nos asustamos tanto que aún no nos hemos recuperado del susto. Otros, siguen exactamente igual de irresponsables y tontos como toda su existencia. Son los de vive al día, pero luego tráeme las mismas notas que el mejor de tu clase como si eso pudiera hacerse. Los Directores de primaria deberían cobrar un plus de peligrosidad por enfrentarse a tantos descabellados. Los de secundaria y bachillerato merecerían una póliza de seguros a todo riesgo, a cargo del Estado.
La educación es lo más difícil, lo más importante y lo que menos presupone a todos los niveles. Supongo que porque a los políticos les importa más que sus doctrinas queden afianzadas en la siguiente generación para que les voten, que cómo será la mente y el corazón de los que nos sucederán en el futuro.
El futuro es equívoco como las estadísticas, las premoniciones y la astrología. El futuro es pan de molde para aquellas mentes pequeñas y obsoletas, que no se dan cuenta de que todos somos roedero de huesos y gastos futuros en pañales de adultos y pastillas contra el colesterol.
Nadie nace sabio, pero muchos mueren tontos- aun con estudios superiores-.Si no me creen, visualicen redes y atiendan a lo que la gente hace para perder el tiempo y ganar dinero. En un mundo divergente, cambiante, que vive y muere por el dinero y el poder, por ser alguien aunque ese algo dure dos segundos, para qué vamos a molestarnos en que nuestros hijos estudien o sean personas trabajadoras y honradas, cuando pueden ser futbolistas de éxito y ronearlo en las redes con regalos aparatosos y excentricidades varias.
A Ícaro le construyó su padre unas alas y le advirtió que no volara cerca del sol, pero qué joven no desafiaría las normas impuestas. Ahora ni falta les hace desafiar nada porque las cervezadas de la universidad son míticas y las fiestas de recepción de novatos en Sevilla se divisaban desde el otro cauce del río con jóvenes con la ropa interior externalizada, como muestra no sé si de estupidez suprema o de pamplina máxima. Lo que sí sé es que a los padres les encantó porque lo compartían y publicitaban. Supongo que Dédalo también aplaudía mientras su hijo hacía acrobacias cada vez más cerca del sol.

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Pobrecita tú https://elfarodeceuta.es/pobrecita-tu/ Sat, 28 Sep 2024 02:10:23 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1103285 La ira es lo más placentero de esta vida. No hay nada como un buen cabreo para liberarte de los malos humos expectórales. También hay que decir que los tontos abundan, así que es fácil llegar al estado zen en que todo lo ves rojo, sobre todo si vas conduciendo y te la meten por […]

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La ira es lo más placentero de esta vida. No hay nada como un buen cabreo para liberarte de los malos humos expectórales. También hay que decir que los tontos abundan, así que es fácil llegar al estado zen en que todo lo ves rojo, sobre todo si vas conduciendo y te la meten por la trasera.
Lo más cabreante del mundo –no me digan que no, qué me cabreo- es que nadie reconozca su autoría cuando la ha pifiado y –aun peor- que no echen pecho palante cuando los cogen con las manos en la masa. Eso me cabrea infinito.
Los niños idiotas, también me ponen a mil. Esos niños vestiditos de viejos, con caritas de viejos arrugados de película de terror que no levantan un palmo del césped, con una pelotita que es pa ellos forever, que intentas poner paz y te dicen con voz de Belosi algo que te hiela las venas, porque no puede haber tanta maldad acumulada en algo tan chico y tan feo.
Te vas del sitio y te cabreas más, porque no es alguien a quien le puedas partirle la cara verbalmente, porque a tu lenguaje incisivo solo te mira con cara de pez. A su madre y a su padre ni te acercas, porque entre los dos (multiplicándolo por mil) suman menos actividad cerebral que un zombi descabezado. Así que te lo comes sola. No en ese momento, sino luego cuando las pilules para dormir no hacen efecto y te retuerces como anguila en barro radiactivo. Es lo que tienen los actos sociales… que me pirran, me entusiasman y hacen salir mi lado más benevolente y positivo. Sí, es sarcasmo, Sheldon. Concretando, me cabrea casi todo. Puede influir el tiempo, porque en el verano, normalmente, no estoy de tan mal humor salvo cuando veo las caravanas de coches que nos encontramos al volver, mientras ellos van llegando a la playa a las dos de la tarde. Los adorno con tantas guirnaldas mentales que mis hijos sueltan su consabido “y qué más te da”. Pues me da. Mi mente funciona por su cuenta y riesgo, como mis ojos que están cogiendo posturilla a lo que dijo mi padre de que veía menos que un gato de escayola.
Mi padre. Cómo entiendo ahora sus horarios raros que tanto me cabreaban porque me despertaba cuando a mí solo me quedaban dos horas para que sonara el despertador. Entiendo su valentía por querer vivir solo y no depender de nadie. Entiendo su cabreo al comprender que no iba a conseguirlo para siempre, porque la vida lo había deglutido y estaba a punto de tragárselo. Veo a los que adornan los videojuegos como personajes secundarios y me cabreo, porque se creen más personas que él y nunca lo fueron. De personajes no jugables está llena la vida, de gente que pasa por tu lado y no te mira.
Prefiero que me atilden de virtual como ya lo hicieron por mi fobia a compartir espacio vital que de mema. Llegará la edad en que seré mema integral, pero mientras me vestiré con ropajes de ira y fuego, porque un día de furia es el mejor reactivo para ahogar a la tristeza. Y esa, queridos míos, sí que es pegajosa y atragantadera, escurrellantos, metomentodo e imprevisible. Leal y zalamera como perro abandonado, invasiva y peligrosa como el peor de los cánceres. Se ha hablado poco de la tristeza como plaga, pero será la que nos acompañe hasta la muerte, la que nos suceda pegándose a nuestros deudos, la que suspire por nosotros en el abatimiento y la pena. Por eso prefiero cabrearme hasta el infinito. Los tontos de este mundo me ayudan a ello, porque son inagotables, tan magníficamente idiotas que ni pesan, ni sufren, ni se agotan, todo lo más van detrás de una pelotita en un acto social que encima no es ni de ellos.

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Se acabó https://elfarodeceuta.es/se-acabo-colaboracion/ Sat, 14 Sep 2024 02:10:50 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1097634 Adolfo Domínguez -de conocerlas-hubiera envidiado las arrugas del Río San Pedro. En su trasiego por los Toruños, riza sus márgenes plegándose sobre sí mismo, decantándose al mecerse para parir ese dragón verde que nada en sus entrañas. No llegan allí los ecos moribundos de los cotilleos de Internet, ni las pamplinas de los tiktoquers, influencers, […]

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Adolfo Domínguez -de conocerlas-hubiera envidiado las arrugas del Río San Pedro. En su trasiego por los Toruños, riza sus márgenes plegándose sobre sí mismo, decantándose al mecerse para parir ese dragón verde que nada en sus entrañas. No llegan allí los ecos moribundos de los cotilleos de Internet, ni las pamplinas de los tiktoquers, influencers, ni mierdas varias que enturbian vidas y dan de comer a la morralla.

Cuando los hombres eran libres con sueldos de miseria, cuando las mujeres entibiaban su piel con nylon y represiones, nadie opinaba más que las editoriales y las cartas al director. Ahora todo el que tiene un terminal, lo hace a pleno pulmón. El mundo está corroído por la envidia, el odio y el rencor más visceral a la nada más absoluta.

Las portadas del Hola de casas señoriales se han travestido en páginas de venta de casas minoristas, cocinas de ensueño- que nunca olerán a refrito de ajos- y mercantilismo radical a golpe de euros. Todo se compra y se vende,  hasta los niños aun antes de haber nacido.

Nadie debería comercializar ya con ellos, resguardados de paparazzis y de exclusivas paternas por leyes y constitucionalismo, pero aun así se deslizan por las redes infancias televisadas, familias de quita y pon que milimétricamente conocemos hasta cuando defecan. Ya los realitys no son lo que fueron porque todo es manoseado al ponerlo al alcance de nuestra tecla. La honradez, la decencia, lo privado y lo genuino han quedado como el corsé,  olvidados en el fondo de un armario carcomido por la polilla.

Podríamos decir que nada nos asusta, ya que nada desconocemos. Todo está a nuestro alcance con solo conectarnos y, sin embargo, no hemos limitado las desigualdades, ni erradicado el hambre, ni matado a la guerra. Somos lo mismo que éramos desde hace décadas, quizás milenios. No hemos inventado nada ni curado el cáncer, no viajamos por las estrellas ni hacemos otra cosa que publicitar los remedios de las abuelas- y sus recetas- en una aplicación digital que versionamos por toda la jeta. Nos aburrimos en esta era digital en la que podríamos hacer lo que nos diera la gana, pero seguimos siendo unos paletos que solo disfrutan con el pan y el circo de insultar, presumir y creerse los mejores.

Eso sí,  ahora en primera persona con el salvavidas del anonimato. Todos queremos destacar por algo,  sacar cuello por lo que sea, incluso por lo más bochornoso o patético, dando alegría Macarena a ese espermatozoide que se creyó especial solo por haber eclosionado antes en el huevo.

Si no conseguimos hacernos ese hueco en las redes- porque es duro currárselo y hace falta trabajo y paciencia, además de inventarse algo nuevo porque ya estamos hartos de copias de copias falsas-siempre nos queda ejercer de la vieja del visillo,  sin visillo ni vieja, pero sí lanzando piedras. Para qué crear si se puede destruir a antojo. Para qué molestarse en hacer algo sí puedes joder libremente lo que los demás hagan.

Para qué pensar en un mundo atiborrado de borregos con tecla incorporada. Critica, machaca y quema a todo lo que se menee en esta Roma virtual con goces instantáneos que no sabe nada de atardeceres privados sin fotos, ni derivaciones digitales. Ya nada parece ser real, ni siquiera los besos de Tinder de dos sexagenarios a pie de la pasarela que conecta el Parque con el río.

Solo una mujer cansada mira ese río con el que tiene arrugas compartidas en el alma. De estrangis, un dragón verde nada bordeando las piraguas a buen recaudo, teniendo extremo cuidado de no asomar  la cabeza por aquello de la privacidad, la honradez , la decencia y lo genuino.

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Se acerca https://elfarodeceuta.es/se-acerca/ Sat, 01 Jun 2024 02:15:09 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1053907 Pasó la boda de la niña de Belén en series fotográficas, como suspiro de novicia, cuando tanto habían apostado en ella. Pasó el frío y llegó la calor para azote de matronas engordadas que reflejan sudores vespertinos bajo las arrugas. Ahora queda ponerse bien con Hacienda y que los niños prosperen en la Selectividad que […]

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Pasó la boda de la niña de Belén en series fotográficas, como suspiro de novicia, cuando tanto habían apostado en ella. Pasó el frío y llegó la calor para azote de matronas engordadas que reflejan sudores vespertinos bajo las arrugas. Ahora queda ponerse bien con Hacienda y que los niños prosperen en la Selectividad que cambia de nombre con cada legislatura política. Me niego a aprendérmelo. Sé que es signo de vejez, pero me la suda. Peor es lo de las carnes magras que no decrecen o lo de no tener ganas más que de coger el mejor sitio en un banco a la sombra.
Me gustó ser niña en una casa donde no había competencia, pero sí muchas reglas. Me rebelé contra esas reglas en cuanto crecí y apreté dientes y lloré para no servirme de nada. Me gustó ser mujer en una sociedad machista en la que sacabas cuello para sobrevivir, pero -quizás por eso mismo- sabías lo que te jugabas y respetabas al máximo lo conseguido.
Me gustó ser madre más que nada, me dolió perder a quién me regaló a mis hijos, más que todo. Pero no hay cláusulas en este contrato que no firmamos al nacer, pero por el que nos joroban de lo lindo, estrujándonos la bilis y quebrándonos el alma. Aquí seguimos, esperando el turno que nos toque que juraría que es para rellenar papeles, tratar con idiotas y esperara a que los más jóvenes de nuestra casa saquen sus sueños convidados en una bandeja. Pero los sueños cuestan y hay que saber ganárselos. Ellos aprietan que da gusto, recitando temas como hace años no escuchaba, entre musicalidades y quebrantos. Le harían engordar del orgullo a quien siempre está presente aunque no se le vea, aunque él lo sabía de sobra, diciéndomelo antes de morir, acertando como en tantas otras cosas. Es lo malo de la vejez, que solo hay que esperar para verlo todo, cuando ya nada te importa un pimiento. Es una especie de Madame Web pero sin poderes extras, sino lacras físicas y mentales.
La niña de Belén estaba tan radiante que contagiaba ganas de vida, de esperanza, de promesas recién hechas. Nunca apuesto un duro por uniones juveniles, porque me he vuelto resentida con esta vida que me ha quitado tanto. Sin embargo, se veía el amor en los ojos de la pareja, como se veía en los de Javi e Inma en la graduación de Ana Montero. Y les han pasado cosas, se lo aseguro, cosas que unen o rompen una pareja, pero ahí estaban ellos, recordándonoslo a los que ya no lo tenemos, pero lo añoramos cada día. Cuando se ha querido es difícil olvidar.
Cuando se ha amado sin condiciones, es imposible partir la línea del destino para dejarla laxa y abandonada. Es más seguro plegarse a ella, doblarla con cuidado y esperar que- en algún hipotético momento- vuelva a erguirse victoriosa, como nos enseñaron que pasa con todo lo eterno.
Llega la calor, los sudores, los chillidos de vida, el río más plateado, las últimas competiciones y -cómo no- saber si van o no a la Universidad por la que han apostado. Quedan nervios, compromisos, vida nueva por gastar y ojos que ven con cataratas, porque los nubló la lluvia cálida que sale del lagrimal. Lloraría Belén al ver a su niña desfilar contenta, para abrazar su destino. Lloraré yo al ver a mi nieta de nuevo, al ver a mis menores hacerse mayores. Veré mis rodillas dolerse, mi cuerpo encogerse, mi instinto plegarse y mis líneas disolverse, porque somos Mercedes en una vida que nos regaló a todos los que tuvimos la suerte de quererla.
Se fue- entre sueños como se van los grandes- con su madre y con mi madre, siendo un referente para Loreto (y para mí) hasta el último día que respiremos. Se fue en silencio cómplice de humidad, de tesón, de no haber aprendido nunca a hacer daño. No pasará su memoria, porque Alejandra nunca dejará que se diluya en la tormenta.

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Adiós, Lara, adiós https://elfarodeceuta.es/adios-lara-adios/ Sat, 25 May 2024 02:15:38 +0000 https://elfarodeceuta.es/?p=1050362 Se me ha ido el tiempo sin que le cogiera la matricula. No me pasó por encima, pero casi, porque cuando vine a darme cuenta estaba sentada – de nuevo- en el patio principal del Lara escuchando discursos de graduación, acompañada por decenas de desconocidos. Ya no transitamos el corrillo que Inma presidia con voluntad […]

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Se me ha ido el tiempo sin que le cogiera la matricula. No me pasó por encima, pero casi, porque cuando vine a darme cuenta estaba sentada – de nuevo- en el patio principal del Lara escuchando discursos de graduación, acompañada por decenas de desconocidos. Ya no transitamos el corrillo que Inma presidia con voluntad acérrima de hacer de Pinar Hondo un mejor colegio. Ya no nos reconocemos entre las madres sin que necesitemos a los hijos, porque estos espigados jovencitos en nada se parecen a los regorditos, a las marimandonas, a los peleones, ni a las brujas enanas. No sé quién le cortó (en tajo) el traje de lana que tanto tarde en hacer a mi hija Helena. No sé cuántas bofetadas se llevó mi hijo Guillermo a cuenta de sus compañeros, y no solo en las aulas y recreos. No sé cuántos buenos recuerdos -y malos- se me agolpan desordenados, hasta llegar a esta despedida tan bucólica y esquiva, con el poniente soplando a muerte y jovencitos riendo como si la vida no les hubiera dado su primer toque de que ella siempre será la que corte el bacalao.
Esperanza Mateos sigue igual, tan eternal como son los directores en su papel de directores, como el inigualable Juan Rosado en los maravillosos fines de curso a pie de la tarima que el profe de música -que ya no llevaba el ritmo de nada porque hacía años que lo había sustituido Begoña- se obstinaba en llevar de procesión hasta mitad del patio. Entonces sí que había una entrega de diplomas, unos niños comprometidos, unos paseos interminables desde la fila a la subida, que suerte que nadie se mató por esos tres escalones de madera que separaban a los viles mortales de los que se aupaban para trascender a secundaria.

"Hacía un poniente que tiraba de espaldas con niñas púberes que lucían de mujeres entaconadas y pollitos con cascarón en traje de chaqueta, uniformados"

Si les ha dado alguna vez por la antropología, verán que son ritos normales del paso del tiempo, de integración del clan y otras memeces . La verdad es que los niños nacen para amargarnos la vida, para hacer de nuestra ilusiones y esperanza, pozo ciego y algunas minúsculas veces para hacernos reír a carcajadas porque lo son todo. No es bipolaridad, sino realidad cotidiana de adolescencia y adolescentes, estudios y otros rosarios. Como les decía, el Lara- al menos para mí- se despedía a la callada. Lo hacía engalanado, festivo, con afluencia masiva y una buena añada de la que esperaremos sus frutos, convertidos en profesores, jefes de mantenimiento o directores. Esperaremos que les importen los alumnos, que se conviertan , no ya en Juan Rosado, ni en Nicanores , porque es harto improbable por la dificultad intrínseca de tanta excelencia, pero al menos sí en gente que valore la educación y el bienestar de la sociedad. A mí me quedará huella, no en este recuerdo último de tantos años, sino en los nombres de muchos que fueron decisivos como Javi, el profe de filosofía que tenía alma de poeta, Nicanor forever , master de mis cuatro hijos, o Feliciano que era modo dios. Daría muchos nombres y me dejaría gente fuera porque todos intentaron enseñar a unos discípulos en la peor edad por la mucha inconsciencia. Si se fijan, no es que los niños maduren ahora más tarde, sino que la sociedad entera está en pañales.
No estará de acuerdo Esperanza conmigo, porque les deseó que se cumplieran sus sueños como Jedis renovados. Soy más de ver los sables a los Dark Veider que frustran voluntades solo por el hecho de poder hacerlo. La vida es incombustible, diversa, incansable y muy dura. A los míos se lo recuerdo, porque es bueno que lo sepan. Los algodones nunca han hecho favor alguno a nadie, seguramente tampoco las espinas, salvo quizás para asegurarte dónde estás y quién eres. Me gustan los luchadores, los poetas, los pensantes, los discordantes y esta juventud que se nos va como arena entre los dedos. Hacía un poniente que tiraba de espaldas con niñas púberes que lucían de mujeres entaconadas y pollitos con cascarón en traje de chaqueta, uniformados. Esperanza me pareció más madre que nunca, más directora que siempre. Si lo piensan notarán la ternura de una madre que empuja a sus gorriones a que salten del nido pudiéndose despanzurrarse en el intento. Nunca reconoceré que me duele el alma.

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