Dolors Montserrat abandonó la ciudad dejando un discurso político que no ha terminado de calar en la ciudadanía. Si tuviera un asesor/a adecuado le hubiera orientado en su capacidad comunicadora. La mostrada en Ceuta fue nefasta, ofreciendo un discurso atropellado, repleto de promesas, datos, extenso... y falto de lo que necesitamos los ceutíes: creencia.
Porque de momento hemos oído datos, compromisos de planes a cuatro años vista, anuncios de inversiones... pero ninguna solución para el momento, para el día a día, para solventar la presión que soportan los trabajadores sanitarios y repercute en los usuarios.
Presión asistencial derivada de Marruecos, falta de especialistas, fuga de profesionales, colapsos a la hora de llegar al centro sanitario de referencia... de todo esto no habló la ministra y era, precisamente, de lo que tenía que hablar. Por ejemplo la señora Montserrat podía habernos dado una explicación de cómo es posible que una persona esté esperando semanas y semanas a que le vea un especialista, cómo hay determinadas dolencias que no pueden ser atendidas porque los profesionales se han marchado de Ceuta, cómo es que en un Hospital de esas dimensiones y características no disponemos de los recursos básicos hasta el punto de no poder prestar la atención debida a los ceutíes.
Sí, esos ciudadanos que, dicen, son iguales al resto de los españoles, pero que, incongruentemente, no somos tratados de la misma forma. Sí, esos ciudadanos marcados por las especificidades que nunca son tenidas en cuenta somo se debiera, a pesar de que se nos diga que hay que seguir siendo territorio Ingesa.
Quizá si Montserrat hubiera buscado un hueco para reunirse con los agentes sociales, podría haber escuchado la otra versión de todas las historias para no dormir que se producen en la ciudad. Entonces, quizá, además del discurso atropellado que no terminó de calar ni en los propios medios de comunicación, podría haber dedicado un espacio a lo que hoy por hoy pasa en Ceuta, a la situación real de la sanidad, a cómo nos podemos sentir si tenemos que ser tratados de una dolencia específica, o cómo se sienten los profesionales que se entregan en cuerpo y alma para trabajar en un sistema que da la espalda a la realidad que asoma a nuestra ciudad-frontera. No hubiera estado mal.