Se está para ayudar, no para favorecer la inmigración irregular. Lo ha dicho el ministro Zoido y lo ha dicho dirigiéndose a las oenegés. Y claro, la respuesta de estas no se ha hecho esperar. Todas y cada una han denunciado las palabras del titular de Interior que, si les soy sincera, no me han sorprendido. De hecho tardaba el ministro en deslizar esa sospecha sobre quienes se dedican a fiscalizar la acción con los inmigrantes. Porque para eso están las entidades sociales, para velar que se cumplan los derechos, para evitar que no se haga lo que cada uno quiere anulando las libertades de quienes son personas, aunque los etiquetemos con cifras y calificativos genéricos.
Les decía que no me han sorprendido. La derecha acostumbra a hacer este tipo de valoraciones. Ya lo hizo con anterioridad. Zoido solo sigue el estilo de otros. En Ceuta tuvimos ese ejemplo con acusaciones crueles filtradas a determinadas personas para que mancharan la imagen de sacerdotes luchadores como el padre Béjar o de constantes en la defensa de los derechos humanos como las hermanas Vedrunas. También a ellos les acusaron, les mancillaron públicamente.
Pero los malos perdieron la batalla. Las malas personas terminaron retratadas en público por mentirosas. Los luchadores siguieron ahí, defendiendo al pobre.
Y ahora Zoido, tras tomarse un te y reírse con los colegas marroquíes financiados por hacer las cosas malas, nos dice eso de que no se debe favorecer la inmigración irregular. Pero oiga, lo hace sin dar nombres, jugando a la doble cara cual niño chico que no quiere que le descubran. Busca ensombrecer la gestión de quienes con sus denuncias cambian las cosas. Y eso duele. Duele sobre todo a los que no pueden actuar en el imperio de las maldades. Es tan patético que cuesta creer que aún gusten de estas artes.