La frontera asoma como un monstruo que termina devorando todo. Tanto es así que ha sido capaz de absorber el trabajo de prácticamente toda la Policía Local, dejando servicios sin cubrir. Lo denuncian los propios agentes: llaman ciudadanos por accidentes, por ocupaciones de aparcamientos... y no se puede atender con presencia policial porque hay que organizar las colas kilómetricas que siguen colapsando la carretera nacional y haciendo imposible la fluidez. Seguimos igual. O peor. Esto último sería más acertado. Vamos a peor sin que parezca que haya remedio alguno. Tal es así que parece que nos vamos acostumbrando a una realidad que ha terminado por deformar el día a día en la ciudad, anulando costumbres, impidiendo conexiones y marcando la vida de muchas barriadas.
Ayer sin ir más lejos se tuvo que suspender una concentración por el día del refugiado. Es simplemente una anécdota. Más grave, mucho más, es la realidad que sufren quienes ven coartadas sus funciones porque son víctimas de un problema que está ahí y que no tiene solución. Hay empresas que empiezan a arrojar cuentas de resultados negativas. Y empresas que se desplazaron a Ceuta con sus marcas porque venían a captar un cliente marroquí que ya no cruza. Es una realidad, queda poco para que empiecen a denunciarlo y asustar a las autoridades, que han visto cómo su terreno competencial ha ido perdiéndose y ellos mismos carecen de fuerza ante Madrid y ante un vecino que los ignora.
El negocio de los coches es intocable. Sus promotores no van a dejar que esto termine ni va a haber un fundamento legal para adoptar decisiones que tiendan a prohibir su entrada en la ciudad. Bastantes pasos erráticos se han ido dando ya y todavía quedan más en el camino.
Y así nos topamos con imágenes que dejan de ser surrealistas: Bomberos ocupando carriles contrarios para llegar a sofocar incendios, ambulancias atrapadas, taxis y autobuses que ya no llegan a sus paradas o trabajadores/as víctimas de una situación que les está afectando directamente a ellos y a sus empleadores.
Y entre todo esto asoman unas autoridades asustadas, que han perdido efectividad, que han sido ninguneadas incluso de foros y reuniones de peso, que únicamente se traen promesas estériles... que ya no pueden dar la cara ante una ciudadanía que empieza a caer derrotada.
La fronteras nunca son buenas, y con concertínas son aún si cabe peores... La bloguera lleva razón en recordarnoslo