El PP siempre se ha caracterizado por hacer una defensa sui generis de la Guardia Civil. Una institución por la que no ha dudado en salir a la calle para, supuestamente, defender su honor en plan ‘todos somos la Benemérita’ mientras, por otro lado, no permitía que los avances y la libertad llegaran a un Cuerpo en el que todavía se permite el ordeno y mando sustentado en los bajos de los pantalones del general de turno.
Esos amores interesados chocan con las barreras que impone la lógica y que vienen a resumirse en aquello de ‘te venero mientras no me incordies’. Así nos topamos con comparecencias como la de la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes, acorralada por las investigaciones de la Guardia Civil plasmadas en informes que no han gustado a una de las fans del Instituto Armado. Y tan poco le ha gustado que lo primero que ha hecho es decir que los informes del Cuerpo, que en nada le benefician, contienen “muchos juicios de valor pero ningún fundamento jurídico”. Así que cualquier posible relación con la corrupción ha sido despachada con un “confío en la justicia” pero no en los agentes de verde.
Quien tiene que juzgar a Cifuentes, si es que así se estima, será un juez, no los demás. Tampoco es la Guardia Civil, aunque causa sorpresa que en un partido que ha jugado (y lo sigue haciendo) a apropiarse de los símbolos e instituciones como si ellos fueran los buenos defensores y los demás los malos, haya un peso pesado que se despache con estas declaraciones dejando a los investigadores de la Benemérita como meros aficionados, algo así como unos espías de medio pelo que hacen informes sin fundamento.
Cifuentes no ha hecho más que poner en su sitio el modo y talante de quienes gobiernan, son los mismos que tachan a los demás de antiespañoles o rastreros cuando denuncian cosas que han afectado a la Benemérita pero no dudan en desprestigiarla si sus acciones les dejan en evidencia. Hoy, celebración de la Fundación del Instituto Armado en distintas comandancias, tendremos también a buena parte de esos grupos de golpe en el pecho, abanderados de causas perdidas, que a la primera de cambio se cargan las medallas que ellos mismos colocan cuando ese Cuerpo demuestra que ‘juega’ a ser independiente.