Parte desde el Foso de la Almina, un enclave que recibe el mismo nombre por su situación frente al mar, ‘La Almina’, que llega hasta la Cortadura del Valle y recorre de lleno este barrio, el del Recinto Sur. Una zona que comienza a poblarse a partir del siglo XI en plena época medieval con unas construcciones que completarán su expansión tres siglos más tarde. El barrio sufre un abandono durante la etapa portuguesa hasta que durante los siglos XVII y XVIII comienza a resurgir a causa del auge militar patente en la ciudad y que conlleva la construcción de una serie de recintos militares alrededor de la misma: Recinto Norte, Sur y Oriental. De ellos, sólo el Sur mantiene su nombre hoy día. Éstos se crean como obras de fortificación para evitar futuros asedios. El Recinto Sur es elegido además de por su situación junto al mar, por la presencia de una defensa natural, el abrupto acantilado.
El barrio, como actualmente se le conoce, nació como una vía de descongestión alrededor de la cual surgieron las primeras edificaciones que alcanzaron su momento de expansión a principios del siglo XX. Una zona de barracas que se generaron alrededor de la antigua huerta y que a mediados de siglo se convierten en viviendas más dignas originando las construcciones típicas de la zona, las conocidas como ‘casitas bajas’, que todavía pueden contemplarse en algunos tramos del barrio y contrastan con los edificios modernos.
Con el mar prácticamente a sus pies, la barriada es un remanso de paz y tranquilidad que, además, está rodeada de unas espectaculares vistas de la ciudad. “Es lo mejor que tenemos, no hay nada que envidiarle al centro. Vivimos muy a gusto y en un ambiente de mucha cordialidad entre todos” comenta uno de los vecinos, Juan Carlos Mena. Pero si hay un símbolo de la zona del Recinto Sur son sus vientos. Declara Mena que este barrio es constantemente azotado por los vientos de levante.
El Recinto Sur es otro de los grandes desconocidos de la ciudad en cuanto a riqueza se refiere. Explica Jose Manuel Pérez Rivera, presidente de Septem Nostra y vecino del barrio, que es una zona de gran valor cultural, ambiental y paisajística pero que sufre la dejadez por parte de las instituciones. “Cualquiera que dé un paseo por las fortificaciones puede observar que se encuentran en absoluto estado de abandono y dejadez; además, los acantilados sufren problemas de tipo ambiental debido a la acumulación de basuras y residuos”, declara. Su queja se suma a una reivindicación para no perder una zona objeto de impacto paisajístico y ambiental.